lunes, 17 de noviembre de 2014

La poesía casi surrealista de Blanca Andreu

Nació en el año 1959, en La Coruña. A los 20 años, dejó Oribuela (Alicante), donde residía para dirigirse a Madrid, donde inició su carrera literaria. Contrajo matrimonio con el ingeniero y novelista Juan Benet, quien falleció en 1993. Este hecho la hizo regresar a La Coruña.
Preocupada por los aspectos lingüísticos formales, de corte individualista y autónoma, su obra tiene influencia del surrealismo. Se orienta a expresar su pensamiento en forma libre y no atada a estilos preexistentes.
Con lenguaje culto y metafórico, sus creaciones fueron premiadas en numerosas oportunidades.
Recibió el premio “Adonais” en 1980, por su obra “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall”. El “Premio de Cuentos Gabriel Miró”, lo recibió en 1981 por su prosa breve. Por “Báculo de Babel”, un año más tarde, recibió el “Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo”. Ese año fue galardonada con el “Ícaro de Literatura”, instituido por el “Diario 16” a nuevos creadores. En el año 2001, obtuvo el “Premio Internacional de Poesía Laureá Mela” por “La tierra es transparente”.
Entre otros libros, también ha publicado “Libro de las bestias. Primer fisiólogo”, “Capitán Elphistone” (1988) y “El sueño oscuro”, que apareció en 1994, reuniendo “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall”, “El báculo de Babel” y “capitán Elphistone”.


Amor mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo... 

Amor mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo
y mi garganta de cicuta jónica,
mira la perdiz de ala rota que carece de casa y muere
por los desiertos de tomillo de Rimbaud,
mira los árboles como nervios crispados del día
llorando agua de guadaña.

Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril,
también en la capilla del espejo esto veo,
y no puedo pensar en las palomas que habitan la palabra
                                                                                     Alejandría
ni escribir cartas para Rilke el poeta.


Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve... 

Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve,
cómo será así extraño,
cuando tú ya no estés, 
la catedral del día, 
el claustro que condensa la gran edad de la luz
y el carácter de las tormentas.

Amor mío, amor mío, tú sin día para ti,
enjambrado entre espejos y entre las cosas malas,
muerta la plata trascendental
y las ya antiguas anémonas de égloga,
muerta esta versión, que ahora oscuro, y declino, para leerla, más joven.

Amor mío de nunca, afiebrado y pacífico, 
versos para el pequeño pulpo de la muerte,
versos para la muerte rara que hace la travesía de los teléfonos,
para mi mente debelada versos, para el circuito del violín,
para el circuito de la garza,
para el confín del sur, del sueño,
versos que no me asilen ni sean causa de vida,
que no me den la dulce serpiente umbilical
ni la sala glucosa del útero.


 
Desde Irak

Respóndeme, político, ¿por qué
quieres desfigurar la faz del mundo?
¿Por qué quieres cortar
las cabezas azules de mis templos?
¿Por qué quieres
salpicar con mi sangre
a tu pueblo inocente?
¿No sabes que si envías
la muerte a visitarme
volverá sobre ti, boomerang en retorno?
¿Por qué quieres
matar mi casa
romper mi niño
quemar mi perro?


Mantua

Qué bandada de horas hacia nunca más aprovecha el viento
                                                                                           a favor,
qué brusco aleteo cuando todas las aves han callado,
cuando de las acacias risas secas escapan huyendo hacia el
                                                                                                   final
o ese hombre entre las estatuas entristecidas y las fuentes que
                                                                                  vigilan su honra
mientras el agua desenreda su elocuencia
y la luna quebrada juzga tu quehacer.
Cuando callaron los vencejos
un ladrón volvió al cruce de calles dirigiendo a la luna
                                                                              inéditas súplicas,
llamándola hoja de olivo y sal de la noche,
extrañas invocaciones que ignora el poeta,
entre piedras, sobre el pavimento, caído
al costado del hotel Wellington
donde declina su porvenir asombrado por la luna
bajo un pálido claro de letra. Esta era la escena.
Y vio cómo la flota de las horas naufragaba en la noche,
en el agua oscura, entre las estrellas,
con todas las velas sueltas se hundía entre las sábanas,
negaba hasta tu lecho.

4 comentarios:

  1. Gracias, Luis por compartir a este enlace. Magnífico.
    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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  2. Interesante poeta. Gracias por traer pocos de cultura.

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  3. Gracias por traer esos poemas a tu blog, con el que he dado por providencia mientras buscaba otra cosa. Son poemas escritos con 19 y 20 años, así que espero que sus muchos defectos me sean perdonados.

    Gracias de nuevo

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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