miércoles, 29 de abril de 2020

Las espiritistas de Telde: 90 años del primer crimen esotérico en España

JOSÉ GREGORIO GONZÁLEZ , en Diario de Avisos/El Espanol         28/04/2020

La historia de Telde quedó marcada para siempre tras haber sido el escenario, el 28 de abril de 1930, de uno de los más cruentos crímenes que se recuerdan en Canarias. La naturaleza de aquel episodio, gestado en un contexto de creencias irracionales que lo convierten en el primer crimen netamente esotérico de España, contribuyó de forma decisiva a ello. Es el caso de los Espiritistas de Telde. Es inconcebible cuestionar que Telde es un territorio preñado de atractivos, que suma a sus riquezas naturales y paisajísticas un patrimonio histórico de primer orden. Sus calles han visto nacer a algunos de los personajes más ilustres del archipiélago, y el incalculable valor de sus enclaves arqueológicos se suele incrementar cada cierto tiempo con nuevos hallazgos. No obstante, en su historia reciente, la del Siglo XX, hay una nota disonante cuya impronta ha marcado de forma incuestionable al municipio, la crónica negra del que posiblemente sea el primero de los crímenes españoles susceptible de ser catalogado como “esotérico” Aquellos hechos llegaron a ser novelados con notable éxito a principios de los años ochenta por Luis León Barreto, quien lograría con “Las Espiritistas de Telde” en 1981 el XVI Premio Blasco Ibáñez. Sin embargo, la crudeza y repercusión social del crimen va mucho más allá de lo plasmado por Barreto en su obra.

Todo sucedió el lunes 28 de abril de 1930, cuando en el desarrollo de un largo y doloroso exorcismo fallecía la joven Aurelia Valido Calixto, de 20 años de edad. La familia que protagonizó tan espeluznantes hechos estaba integrada por Francisco Valido Medina, herrero de profesión, su esposa Aurelia Calixto, y las hijas Aurelia, Candelaria, Juana, María del Pino y Carmen, la mayoría de las cuales contribuían al sustento familiar a través de los trabajos que ejecutaban en su propia casa como costureras. En esta respetable y apreciada familia teldense, nada hacía presagiar la tragedia.

En su domicilio de la calle Juan Diego de la Fuente entraría la más amarga de las penas a raíz del fallecimiento de Fernando, el varón de la familia, que con 23 años enfermó de tifus y al no encontrar mejoría en los tratamientos convencionales buscó su cura en pócimas, limpiezas y rituales espirituales. En compañía de su madre y de su hermana Juana se desplazaba a razón de dos días por semanas a la ciudad de Las Palmas, para recibir “tratamiento” de manos de Juan Hernández el espiritista, un personaje peculiar que había estado en Cuba y que ya por entonces había sido objeto de varias denuncias por intrusismo. Todo parece indicar que fue a través de él como la familia Valido se fue introduciendo en este mundo de creencias, llegando a integrarlas en muy poco tiempo en su cotidianidad.

UN CRIMEN GUIADO DESDE EL MÁS ALLÁ

Los sortilegios y la medicina animista no evitaron la muerte de Fernando, tras la cual la desolación y el caos se adueñan de la familia. Candelaria, de 18 años, asume el rol de médium de manera que comienzan a buscar el contacto con el espíritu de su hermano fallecido. Puede que con anterioridad ya ejerciera como tal, de forma que evidenciara a través de su comportamiento algún síntoma de su “don”, pero parece razonable pensar que la necesidad de actuar como médium no se presenta hasta la muerte del hermano. A través de la prensa y de los informes periciales quedó claro que varios vecinos asistieron ocasionalmente a las sesiones que se estuvieron celebrando en casa de los Valido. Nunca trascendieron los detalles de las mismas, a excepción de algunos comentarios proporcionados por unos cuantos testigos que se mostraron escépticos ante lo que veían y no dudaron en tachar tales encuentros como pura superchería e histerismo.

Sería el día 26 de abril cuando supuestamente Fernando se manifestó a través de Candelaria para pedir el sacrificio. Tal y como explicaba León Barreto, “el hermano les dice que se encuentra en los sótanos del cielo, en el Purgatorio, y que para que él pueda subir a la derecha del Padre es necesaria la ayuda de la familia a través de un sacrificio” El mensaje recibido no podía ser más claro y trágico “matar a uno de los familiares, para hacerle compañía y poder salvarse así toda la familia”. Esa era la pauta a seguir, una hoja de ruta que a pesar de su irracionalidad fue seguida al pie de la letra horas más tarde por una familia sumida ya en lo irracional. Candelaria, abandonada al ayuno y al insomnio, arranca el triste desenlace en plena madrugada. En primera instancia señala a Carmen como la víctima que permitirá libertar a Fernando. A la pequeña de apenas 13 años la golpean y la intentan estrangular, logrando escapar al patio, momento en el que desisten de su intento al considerar que “el espíritu maligno ha abandonado su cuerpo” Este detalle es revelador, puesto que lo que comienza siendo una liberación del Purgatorio para el hermano, confusamente se torna en la expulsión de espíritus, entes que abandonan el cuerpo de Carmen y al parecer pasan al de Aurelia, el nuevo objetivo de la irracionalidad. Llama la atención que la pequeña lograse zafarse con cierta facilidad del ataque y sin embargo Aurelia sucumbiera al mismo. La aparente docilidad con la que la víctima se entregó a la cruda tortura es algo fuera de toda lógica, incomprensible a todas luces, pero curiosamente presente en otros crímenes rituales. Sentada en una silla, sus pies y manos fueron atados con un rosario, mientras era inmovilizada por su madre, hermanas, posiblemente por un amigo de la familia llamado José Macías, y también por el padre. En medio de oraciones y fórmulas que buscaban purificarla liberándola de posibles demonios y espíritus, el joven cuerpo fue sometido a multitud de golpes con palos y cañas, así como a un “picoteado” de doscientas pequeñas incisiones efectuadas con una lezna, algo que tras varias horas terminaría finalmente con su vida. La afilada pieza de hueso de poco más de diez centímetros, usada tradicionalmente como aguja para cocer sacos y piezas de cuero, debió de infringirle un dolor insoportable cada vez que atravesaba su cuerpo. Cerca de la mitad de esas dolorosas punciones las tenía localizadas en los pies, y a pesar de haber sido encontrada ensangrentada por las autoridades y coincidir las heridas con la pieza, ningún miembro de la familia reconoció ni tan siquiera haberla visto. Cabe preguntarnos por el motivo de ese ensañamiento en los pies, lo que dentro de la irracionalidad podría responder a una creencia residual con presencia entre los guanches, según la cual los pies son la puerta de entrada de los malos espíritus. En el rostro mostraba el labio y varios dientes partidos, así como un fuerte golpe a la altura del pómulo, mientras que su cabeza mostraba las huellas de los mechones de pelo que le habían arrancado violentamente.

LA IRRACIONALIDAD COLECTIVA

De su habitación fue sacada al patio, donde posiblemente falleció. Allí limpiaron cuidadosamente la sangre y ya cadáver la llevaron nuevamente a su alcoba. Es allí donde la contempla el médico del pueblo Tomás López Brito, que es llamado a la casa a la una del mediodía, pero no para atender a Aurelia, sino a Candelaria, que al parecer era presa de un ataque de nervios que no remitía. Es al salir cuando de soslayo ve a Aurelia tumbada en la cama, lo que le alarma lo suficiente como para regresar poco después en compañía de su colega, el forense José Melián Rodríguez. Ambos certifican la muerte y determinan que debió suceder antes de mediodía, siendo ellos mismos quienes, ante la visible violencia de los hechos, comunican los hechos al juez Julián Santos Cantero, que se personará en el escenario del crimen hacia las 7 de aquella tarde. Mientras esto sucede, el padre visiblemente abrumado va a por el ataúd comunitario a casa del sepulturero, mientras el resto de la familia marcha a la iglesia de San Gregorio comportándose en ella de forma incoherente y exaltada, arrodillándose ante diferentes imágenes, discutiendo entre ellos, bebiendo agua bendita de la pila, etc. Sería a su salida del citado templo cuando la Guardia Civil procedería a su detención.

Los lamentos de Aurelia y los gritos y alboroto de la familia lograron atravesar las paredes de la casa, pero no fueron suficientes para que la vecindad tomara conciencia e interviniera con el fin de detener la tragedia. Los pocos vecinos que hablaban con los periodistas en las primeras horas tras el crimen aseguraban que pensaban que los llantos eran normales y que tenían que ver con la conocida pena que la familia manifestaba a diario por la muerte del joven Fernando…aseguraban, quien sabe si desconcertados o por no haber tenido la suficiente determinación, que no podían imaginar que se estaba cometiendo tan cruento crimen. Hoy los psicólogos sociales explicarían adecuadamente esta conducta en el marco del “efecto espectador”. Sea como fuere, al cabo de un par de semanas del crimen la prensa de la época, que ha seguido día tras los acontecimientos, comienza a cuestionar en letras de imprenta la “inocencia” de vecinos y familia. “Histéricas sí, bueno…¿Pero es que ese histerismo contagia a todo el que pone el pie en esa casa?…¿Es que ninguno de los asistentes a los últimos instantes de Aurelia comprenden que es un crimen lo que acaba de cometerse, y un crimen horroroso?”

En los primeros días de su reclusión, mientras el juez y las autoridades intentaban arrojar luz sobre los hechos, el comportamiento de todos ellos fue errático y descontrolado. Ya fuese en prisión, en el hospital o en las casas donde fueron acogidos, prácticamente no hablaban ni comían, y evitaban entrar en contacto con ropa y objetos de su casa al considerar que estaban infectados por los espíritus. En estas primeras jornadas también se llegó a informar que Candelaria no durmió durante días, sumida en el tormento de la visión de espíritus a su alrededor mientras estuvo ingresada en el Hospital de San Martín.

Un año después de los hechos, el jurado dictó fallo absolutorio para todos los encausados, aunque para aquel entonces ya hacía un año que Candelaria, la médium, estaba ingresada en un psiquiátrico, suerte que corrieron posteriormente su madre y otra de sus hermanas. Como era de esperar socialmente fueron marginadas y la casa tuvo fama de maldita durante décadas, siendo objeto y centro de la curiosidad de mucha gente que venía expresamente a Telde a conocer el lugar de los hechos. De aquella vivienda hace bastante tiempo que no queda nada, sin embargo, la memoria de los hechos que acogió, será imborrable.

(La familia en la que sucedieron los hechos. Foto extraída de la prensa de la época, Diario de Las Palmas, abril de 1930. La víctima está señalada con una pequeña cruz)

martes, 28 de abril de 2020

Datos sentimentales en tiempos del Covid-19

Por Eduardo Sanguinetti, Buenos Aires
Un tal Alfonso Prat Gay, incapaz ex-ministro de hacienda del desgobierno del depredador Mauricio Macri, atacó y criticó al infectólogo y asesor presidencial Pedro Cahn, por no permitir “correr” en la cuarentena, impuesta por la presencia del Covid-19, que está matando cientos de miles de seres humanos en el planeta.
Pues el ex-funcionario, impulsor del tarifazo machirulense que degradó la vida de millones de argentinos, considera prioritario dar lugar a realizar ejercicios en espacios públicos, exponiendo a toda la comunidad al contagio. El grupo de expertos excepcionales que asesora al presidente de Argentina Alberto Fernández, respondieron que es altamente riesgoso, pues al hacer ejercicios las personas respiran de un modo más agitado y con menor control, por lo tanto, sugieren no practicar actividad física. Mientras tanto, de frente a la realidad, el personal sanitario de Argentina, conformado por médicos, enfermeros, bioquímicos, personal de laboratorio, limpieza y choferes de ambulancia, dedican las 24 horas del día a salvar vidas. No viven como ricachones mafiosos, o ex-funcionarios parásitos, no van por el dinero y la fama de infelices faranduleros, ni les importa arriesgar su vida en la tarea que realizan. No olvidemos fueron cuestionados hace poco tiempo, en gobierno del ignorante Macri y sus votantes, hoy son aplaudidos y vitoreados, por la comunidad toda.
Quién espera algo del mercado, si este nunca ha sido capaz de responder en las crisis a auxiliar a la comunidad. El Covid-19 hizo posible lo que se pensaba era imposible: modificó el sentir y pensar de millones de habitantes del mundo. Si la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad toda están en peligro nadie debe escandalizarse si el Estado interviene empresas, asume la responsabilidad de la producción de alimentos y asegura la provisión de servicios esenciales como agua, electricidad, gas y medicinas.
El gobierno de Alberto Fernández, como los del mundo todo, han inyectado millones para que las comunidades no se hundan en el hambre y la desesperación ¿paradoja no? Trepan los déficits fiscales y las deudas estatales para enfrentar la pandemia. No olvidemos que hace unos meses en la Argentina gobernada por machirulo, mascota del neoliberalismo, permanente detractor de toda política que apuntale al pueblo y sus prisas, se impusieron políticas de austeridad reduciendo la inversión pública en investigación científica, en la protección del medioambiente y expulsando científicos y médicos de fuste en los servicios de salud. Como lección al estrago y la destrucción del aparato sanitario ha llegado un virus que ataca sin piedad, las vacunas no existen y los hospitales no pueden atender la acumulación de infectados. Todo el esfuerzo y capacidad de quienes integran un gobierno para seguir viviendo en una cuarentena, no lo puede hacer un mercado compuesto por especuladores y mafiosos, pues no hay tasa de beneficio alguno. El Estado tan vilipendiado por el club de parásitos neoliberales es quien cubre las urgencias de los ciudadanos todos/as sin distinción de estadios sociales ficcionales, pero de innegable impacto material y simbólico.
Alberto Fernández está llevando a cabo una épica, liderando con humildad el prólogo a un cambio de paradigma en la comunidad latinoamericana, legitimando en acto cada palabra que pronuncia. Suspender la participación de Argentina en el Mercosur frente a decisión arbitraria de gobiernos fachos de Brasil, Paraguay y Uruguay de hacer acuerdos de libre comercio con Corea Sur, Líbano, Canadá, India, etc., en crisis económica agravada por Covid-19, resulta formidable, sobre todo cuando Macri en su desgobierno promovía negociaciones bilaterales, por lo cual me pregunto, ¿Para qué brega hoy por el Mercosur?
La irresponsabilidad de esta falsa oposición, pues pareciera son enemigos en acto de defenestrar de la mano del aparato mediático mercenario todo acto del gobierno nacional y popular de Fernández, es delirante, pues ante la incógnita de este virus que no cesa de avanzar, no hay espacio para negocios ni tratados de libre comercio. Estamos ante un hecho sin antecedentes en la historia, cuál puede ser el modo y manera de que lo internalicen los gobernantes y ex-gobernantes fachos de la región, que lanzan documentos, como el vacuo y confrontativo que ha escrito Mario Vargas Llosa, otrora escritor del sortilegio latinoamericano, hoy escriba del sistema genocida neoliberal fascista en franca desaparición, conspirando contra la vida de los pueblos, con un documento de inmunda factura, firmado por tropa de mascotas sin entidad, salvo por la permanente publicidad que le ofrece la corpo mediática.
¿Hay espacio para domesticidades de operadores que jamás han denunciado a dictadores como Pinochet, Videla, Stroessner o Somoza? Fueron cómplices de estas dictaduras, quienes les han estatizado millonarios capitales de créditos obtenidos por contactos criminales, mientras una generación se batía a sangre y fuego por un mundo donde la igualdad y la justicia imperaran.
El Covid-19 modificó los datos sentimentales de la vida del planeta, donde el tener era norma y regla, hoy quedó relegado a los basurales de la historia, se antepuso el deber ser, permaneciendo en austeridad e igualdad, ante una justicia que pareciera no existe para los hambreados e indigentes. Quizás es hora de tomar ejemplos como el de la revolución francesa, ante el poder esclavizador de los denominados privilegiados, único modo pareciera de hacer valer los derechos del pueblo, único soberano, única fuente de poder político, ante una justicia corrupta y mafiosa, creando juzgados populares, conformados por idóneos y talentosos seres del derecho. Si no tienen piedad, no se tendrá piedad. Un nuevo orden mundial se está gestando, donde todos/as tendremos un rol a cumplir, no lo duden.
(Escritor y filósofo)

domingo, 26 de abril de 2020

Cuento del diablo y la pandemia


























Cada día de nuestra vida dentro de cada uno de nosotros se libra una pelea descomunal, y, a la vista de lo dura que era la vida al otro lado del Paraíso, una pareja de recién casados decidió llamar al Diablo para que intercediera en su favor.
-Te vendo mi vida futura a cambio de que me des prosperidad, dijo el joven marido después de invocar al Maligno.
-¿Y qué me ofreces a cambio? –preguntó el poderoso señor de lo oscuro.
-Te ofrezco mis proyectos, mi entusiasmo y mi esperanza –dijo el chico con fe-. Pues tenemos varios títulos universitarios, hemos hecho postgrados y másteres, hablamos idiomas y solo nos ofrecen trabajo de repartidores de pizzas a domicilio.
-Te ofrezco los hijos que nos proponemos criar –añadió la joven.
–No es suficiente –replicó aquel ser que, contrariamente a lo que habían imaginado, no tenía aspecto repulsivo sino que su apariencia era magnífica. Su voz era cálida y convincente.
–Te ofrezco mi futuro y el de todos mis hijos para que te respeten como mereces –insistió la chica.
–Ya –el Demonio fue parco en la respuesta, como si se hubiese quedado meditando la petición de la mujer.
-Te ofrezco cuanto pueda conseguir yo y cuantos me sucedan en este mundo, insistió la joven.
El Diablo era alto y bien parecido, vestía ropas magníficas. Llevaba gruesos anillos en los dedos de la mano izquierda y una cadena de oro macizo rodeaba su cuello. Los recién casados admiraron la prestancia y la majestuosidad de aquel ser venido de otro mundo. Insistían en ofrecerse a él si les bendecía con bienes y oportunidades en la edad madura de la vida. Pero antes había que aclarar varias cuestiones de suma importancia.
-Habéis de prometerme que seréis súbditos fieles de los gobiernos, aunque se vuelvan malvados.
Aquel requerimiento les había sorprendido, así que tardaron un poco en contestar afirmativamente.
-Y todavía queda alguna cosa más. Por ejemplo, tenéis que prometer que nunca hablaréis mal de los bancos, pues son instituciones mías, ni protestaréis si os cobran altas comisiones o si os deniegan la ayuda cuando más la necesitéis. Tampoco hablaréis nunca mal de los políticos, que son delegados míos en la Tierra.
¿Cómo podían negarse si el Señor de lo Oscuro había adoptado como suyas tales entidades?
Contestaron afirmativamente a otras cuestiones acaso más insignificantes, y el Diablo se colocó en medio de la pareja y les prometió ser su señor.
–Está bien –dijo, finalmente. Me serviréis como narcotraficantes y comisionistas en el tráfico de armas, y de este modo prometo que os haré los más ricos de la Tierra.
No tardaron mucho el hombre y la mujer en responder a su demanda.
–De acuerdo, dijeron ambos con un gesto de aplomo.
Al poco tiempo empezaron a ejercer sus funciones, para las que reclutaron a miles de seres en los cinco continentes. Su fortuna crecía año tras año hasta tal punto que pudieron gobernar en docenas de países, y en otros controlaron la Bolsa y las empresas internacionales de mayor éxito. Pero al cabo del tiempo el Maléfico les encargó otra misión más arriesgada pero también más beneficiosa: generar cepas de nuevos virus que serían distribuidos a lo largo de los cinco continentes y tener disponibles las vacunas que crearían inmunidad, cuya operación generaría muerte pero también enormes beneficios para algunos. Además, el Diablo dio claras instrucciones: cuando llegue cada pandemia será poco práctico mantener la vida de los mayores, porque supondrá un costo injusto para los más jóvenes.Así que de paso descongestionaremos el pago de las pensiones y de este modo los gobiernos me estarán agradecidos.
Como la pareja era todavía de buena edad, no mostraron impedimento. Pero en una nueva oleada de la enfermedad ambos fueron desechados en los hospitales porque las unidades de cuidados intensivos estaban repletas y ellos ya habían rebasado los 60 años. Supieron, entonces, que el perverso les había tendido una trampa, pero cierto fue que se olvidaron de pedirle la inmortalidad.  
(Foto de El País)

domingo, 19 de abril de 2020

Siento miedo

Por Rosario Valcárcel


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 …La verdadera vida ocurre cuando estamos solos, pensando, sintiendo, perdidos en el recuerdo, soñadores conscientes de nosotros mismos… Punto Omega, Don Delillo.

La misma noche de la declaración del estado de alarma en España por la crisis del coronavirus, los síntomas de una gripe, que llevaba padeciendo hacía unos días,  comenzaron a acelerarse de tal forma que llegué a pensar que había contraído la terrible enfermedad.

Siento miedo.

El virus invisible y letal, paraliza las fiestas y la enseñanza presencial, la actividad cultural y de ocio, los negocios. Se implanta el teletrabajo. Confinada en casa cambio la rutina. El mundo se enmudece y el tiempo se hace más lento, me acosa con su vacío, se convierte en espera, y con esa zozobra me pregunto:

- ¿Qué puedo hacer? ¿Se avecina el fin del mundo?

Sueño con los ojos abiertos, mis sentidos se agotan, tengo alucinaciones y veo una playa desnuda y un mar que arde. Me sube la fiebre, tengo tos y siento dolor de garganta cuando respiro. Lo peor es que el dolor se repite cada vez que exhalo el aliento. Y esto, hace que me olvide de sonreír. Pero hago un esfuerzo, no quiero sentirme nostálgica, ni que el pánico se apodere de mí, por eso relajo la mente con mis ejercicios de meditación y busco las ventajas ocultas que trae consigo cada privación.


Sabía por su paso por China, que la enfermedad del Covid 19, acecha, olisquea, otea, trunca el bienestar de millones de habitantes. Mata. Sabía que el mundo estaba pasando por un momento de dolor y muerte, de violencia oculta, del dominio ejercido por los poderes económicos. Pierdo la capacidad de pensar y por mucho que intento imaginarme lo que está ocurriendo, mi mente empieza a dar vueltas, lo mezclo todo y me convenzo:

-Esta vez es de verdad, me he contagiado.

El miedo me deja una corriente fría en la nuca, me hace llegar a conclusiones erróneas, como me pasa ahora mismo. Menos mal que consigo convencerme de que era una alucinación.

Después me viene a la memoria hechos remotos, episodios de pandemias ocurridas siglos antes de la Edad Media. Repaso la historia: la peste negra, la emigración y el hambre, el terrorismo y los fenómenos climáticos, y la gripe de los años 20 que nos dejó cincuenta millones de muertos, el sida o el ébola, la tuberculosis, la malaria, la gripe A.

Siento miedo.

No sé cuánto tiempo llevo sintiendo este miedo. La muerte deambula por mi alma, entra en mi casa a través de la televisión o por los wasap o las redes sociales. Veo escenas de guerra, escalofriantes: Los rostros de la gente, los gestos, las miradas, los objetos que hablan con un lenguaje propio. Y en esa lucha, el sentido heroico de la vida nos presta un aliento que no es de este mundo.

Y reparo en que el ejército, con agilidad, convierte polideportivos desnudos en ambulatorios de campaña y Palacios de Hielo en una gran morgue. Y ante ese espectáculo de horror y desesperación, evoco el drama humano de las residencias de ancianos, de hospitales en que se amontonan cuerpos contra cuerpos: cadáveres. 

Distingo como los enfermos retroceden las miradas, se les desata los lazos de la vida, agonizan en sus lechos y balbucean, mientras apuran su existencia en una agonía larga.  Siento piedad y frustración. No veo el final del túnel. Y un pensamiento, una lectura va dando paso a otra, y me tropiezo con las palabras del politólogo estadounidense Chomsky quien afirma entre otras cosas que:

la pandemia del coronavirus pudo evitarse, pues había señales de que la próxima pandemia vendría a través del coronavirus en una versión modificada del SARS, pero pese a que las señales estaban allí nadie hizo nada significativo.

Todo es confuso, y en un hospital belga, Suzanne Hoylaerts, tiende un brazo y le coge la mano a una sanitaria y con ese sentimiento de dignidad que poseen algunos humanos, manifiesta con ternura:

-Yo he tenido una buena vida, guarde el respirador para los pacientes más jóvenes.

La enfermera se estremece. Era difícil aceptar la decisión, pero le gana y se queda con ese rasgo de solidaridad, se queda con esa belleza melancólica, con esa fatalidad de saber que miles y miles de personas lo necesitan.

Lamentablemente, Suzanne murió dos días después por la falta de oxígeno.

Y en la lucha por sobrevivir, la muerte adquiere un carácter cotidiano. Las sanitarias cansadas, muy cansadas continúan trabajando, redoblando sus fuerzas, sus gestos. Miran con vértigo como el sol se hunde en el mar, pero son capaces de elevarse y transitar por encima de las aguas, de morir para luego resucitar y elevar sus voces en cantos y aplausos.

Al llegar el sueño definitivo, los enfermos parten silenciosos, solos o con suerte  acompañados por los ojos de algún ángel que pronuncia las sílabas de sus nombres. Y es en ese momento cuando los familiares y amigos asumen con tristeza que no pueden dar ese apretón de manos, ni el último beso, ni celebrar el funeral ni el entierro. Conscientes de los riesgos de contagio, recogen las cenizas del crematorio sin los acostumbrados abrazos y las lágrimas de despedida,  sin las famosas últimas palabras y sin ningún apoyo moral.

Y, a pesar de que algunas naciones se unen en un vínculo común, que la vida jamás había sido tan valorada, que los seres humanos estamos más unidos que nunca, y que a veces, en casa Rubén y yo nos abrazábamos y yo cierro los ojos de felicidad. La alegría de vivir se mezcla con la angustia y me pregunto:

 -¿Cómo se puede preparar uno para la muerte de casi cien mil personas en el mundo por un coronavirus?

Siento miedo.

Me esfuerzo por encontrar las ventajas ocultas que traen consigo la privación, la clausura, el silencio, y comprendo que mi presencia está determinada por múltiples eventualidades, que vivo en un lugar semejante a un sueño, en un mundo de fantasías, entonces en silencio me repito: No puedes seguir así, comportándote como si tuvieras un número infinito de vidas, como si fueras inmortal. 

Y, aunque en el fondo estoy convencida de que esto acabará, me sorprende lo poco que echo de menos las cosas que hacía antes, aquellas de las que no podía prescindir y de las que espero disfrutar en el futuro. Poco a poco el miedo se va desvaneciendo y me empiezo a sentir más segura, quizás por el convencimiento de creer que estoy a salvo y salvando vidas, y esa es la recompensa por quedarme en casa.

Pienso en el sol, en la playa de Las Canteras, en la isla de La Palma y en mis amigos a las que tanto les echo de menos, renuevo conversaciones, compongo un poema y gracias al cine recorro calles y rincones del mundo. Leo a Boccacio y recuerdo ‘Los cuentos de la peste’: homenaje de Vargas Llosa al ‘Decamerón’‘,  un libro que el propio escritor lo lleva a las tablas con él como actor en el Teatro Español de Madrid.

Y desempolvo las antiguas recetas de mi madre y cocino con tanto amor que Rubén y yo nos chupamos los dedos. Disfruto con el aleteo de los mirlos que se acercan al jardincillo que estoy podando, y pensaba pintar la terraza de color verde monte pero eso aún está pendiente.

Y así, día a día, he podido disipar el miedo y el desaliento, el viento y la oscuridad, el dolor, el enorme dolor que apenas me ha rozado y que ahora creo conocer.

Agradezco a la revista http//zaracatella.blogspot.com/2020/04/amalgama-la-revista-digital-de.html. , que desde Zaragoza me ha invitado a participar.

Foto de la calle Triana vacía en Las Palmas de Gran Canaria
Foto de la calle de Triana llena de público, obra de Isabel Echevarría

Eduardo Galeano, fundador de memorias

Las frases que hacen de Eduardo Galeano la voz de Latinoamérica ...Por Eduardo Sanguinetti, Buenos Aires

Eduardo Galeano, el escritor, aventador de rutinas, prejuicios y miopías en planos generales del pensamiento, ha muerto hace ya cinco años. La muerte de un escritor duele y mucho para quienes esperamos que un “Tiempo de Conocimiento” se instale en este mundo, sin fecha de vencimiento.En su obra y manifiestos viven miles de palabras, escritas con pasión y cifradas en ritmo de prosa, con una brisa de poesía en pasaje casual. Palabras replicadas por cientos de miles de hombres y mujeres, hartos de historias fraguadas por los que rigen y dictan en esta tierra, gobiernos esclavos de corporaciones transnacionales, a todo lo largo y ancho de este planeta. Así Galeano, en todas las entrevistas, en todos los artículos que publicó en cientos de periódicos, en todos sus sueños, compartió su deseo de hacer de este un mundo, un espacio digno de ser experimentado y vivido.

En su obra, deja la marca de una impronta. Lanza la palabra contra el olvido que deja la historia oficial, que todo lo degrada. Desde su primer libro “Los días siguientes y Mujeres”, hasta “El descubrimiento de América que todavía no fue”, “Nosotros decimos no”, “Palabras: antología personal y Espejos”, no cesa de resistir al poder de los peores, las explotaciones y genocidios a repetición. Hago mención a su obra más mentada y replicada en el mundo: “Las venas abiertas de América Latina”, publicada en 1971, prohibido por las infectas dictaduras cívico-militares de Uruguay, Chile y Argentina. El libro que el presidente Hugo Chávez obsequió a Barack Obama durante la V Cumbre de las Américas, en abril de 2009.

No me olvido de la inolvidable trilogía “Memoria del fuego” (Los nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento), escrita y publicada, durante su exilio en Barcelona, donde tuve el placer de conocerle.
Fue un gran espectador de la vida, un “escuchador” como él se definía, un exiliado político. Salió de Uruguay después de haber sido encarcelado por la dictadura para intentar vivir en Argentina, de donde nuevamente tuvo que partir apresuradamente, con destino a España porque su nombre figuraba en una lista de condenados por la dictadura de Videla.

Al regresar a Uruguay en 1985 fundó el semanario Brecha, publicación que en 2010 creó el Premio Memoria del Fuego, otorgado al cantante y poeta catalán Joan Manuel Serrat, como primer galardonado. Eduardo Galeano obtuvo el premio Stig Dagerman y a lo largo de su vida, huelga decir, recibió varios doctorados Honoris Causa por parte de universidades de Cuba, El Salvador, México y Argentina.

Siempre habló de y para los jóvenes, de y para los indígenas, en contra de los narcoestados, de las traiciones y pactos espurios, propiciados por el neoliberalismo, en favor de la ecología y la justicia como horror ejemplar. Habló contra el olvido, entre la pausa y la espera de un tiempo a vivir. Uno de sus últimos textos, dedicado a los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos, decía: “Los huérfanos de la tragedia de Ayotzinapa no están solos en la porfiada búsqueda de sus queridos perdidos en el caos de los basurales incendiados y las fosas cargadas de restos humanos”. Siempre del lado de los pueblos hambreados, explotados, indignados, su compromiso con los indigentes, lo lleva a Chiapas, de ese modo se asimila al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, experiencia escrita en un discurso: Una marcha universal el 10 de marzo de 2001.

Eduardo Galeano, es memoria y recuerdo de nuestras identidades, las cuales pareciera siguen siendo las del anonimato de nuestra identidad cultural, tan degradada. Nos ha dejado una lección, a todos los que amamos esta tierra, de emigrantes trashumantes, en búsqueda de un lugar donde dejar nuestros legados y la herencia de preguntas y perplejidades, aún irresueltas. Eduardo Galeano, nos deja un legado, cifrado en la memoria, para aprender las lecciones de un pasado que nunca termina de estar presente y que el poder político neoliberal impone un olvido por decreto, de todas las aberraciones, que supo esta tierra suramericana soportar…y seguir haciéndolo.

Galeano, fue un fundador de memorias, contra el olvido y las diversas ignorancias.

jueves, 16 de abril de 2020

Muere el escritor Luis Sepúlveda

El escritor chileno Luis Sepúlveda muere por coronavirus en Oviedo
Víctima del coronavirus ha muerto a los 70 años Luis Sepúlveda, el escritor chileno residente en Asturias, autor de la célebre novela Un viejo que leía novelas de amor, traducida a muchos idiomas y llevada al cine. Su último libro fue El fin de la historia, y estaba ambientado en la dictadura de Pinochet.

miércoles, 15 de abril de 2020

En 7 países gobernados por mujeres la pandemia está controlada

Resultado de imagen de sanna marin fotos grandes Debería hacernos pensar que en siete países gobernados por mujeres la pandemia ha sido controlada. En Dinamarca, Nueva Zelanda, Taiwán, Alemania, Noruega, Finlandia e Islandia. En la fotografía vemos a la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, que con solo 34 años es la primera ministra más joven del planeta. Los hombres, a hacer acto de contrición.

El amigo del agua, cuento de Bioy Casares (Argentina)


Adolfo Bioy Casares: Sus frases – Trianarts
El señor Algaroti vivía solo. Pasaba sus días entre pianos en venta (que por lo visto nadie compraba) en un local de la calle Bartolomé Mitre. A launa de la tarde y a las nueve de la noche, en una cocinita empotrada en la pared, preparaba el almuerzo y la cena que a su debido tiempo comía con desgano. A las once de la noche, en un cuarto sin ventanas, en los fondos del local, se acostaba en un catre, en el que dormía (o no) hasta las siete. A esa hora desayunaba con mate amargo y, poco después, limpiaba el local, se bañaba, se rasuraba, levantaba la cortina metálica de la vidriera y, sentado en un sillón, cuyo filoso respaldo se hundía dolorosamente en su columna vertebral, pasaba otro día a la espera de improbables clientes.


Acaso hubiera una ventaja en esta vida desocupada; acaso le diera tiempo al señor Algaroti para fijar la atención en cosas que para otros pasan inadvertidas; por ejemplo, en los murmullos del agua que cae de la canilla del lavatorio. La idea de que el agua estuviera formulando palabras le parecía, desde luego, absurda; no por ello dejo de poner atención y descubrió entonces que el agua le decía: ≪Gracias por escucharme≫. Sin poder creer lo que estaba oyendo, aún oyó estas palabras: ≪Quiero decirle algo que le será útil≫.
A cada rato, apoyado en el lavatorio, abría la canilla. Aconsejado por el agua, llevo, como en un sueño, una vida triunfal. Se cumplían sus deseos más descabellados; gano dinero en cantidades enormes. Fue un hombre mimado por la suerte. Una noche, en una fiesta, una muchacha locamente enamorada lo abrazo y cubrió de besos. El agua le previno: ≪Soy celosa. Tendrás que elegir entre esa mujer y yo≫. Se casó con la muchacha. El agua no volvió a hablarle.
Por una serie de equivocadas decisiones perdió todo lo que había ganado. Se hundió en la miseria. La mujer lo abandonó. Aunque por aquel tiempo ya se había cansado de ella, el señor Algaroti estuvo muy abatido. Se acordó entonces de su amiga y protectora el agua y, repetidas veces, la escuchó en vano mientras caía de la canilla del lavatorio. Por fin llegó un día en que, esperanzado, creyó que el agua le hablaba. No se equivocó. Pudo oír que el agua le decía: ≪No te perdono lo que pasó con esa mujer. Yo te previne que soy celosa. Esta es la última vez que te hablo≫.
Como estaba arruinado, quiso vender el local de la calle Bartolomé Mitre. No lo consiguió. Retomó, pues, la vida de antes. Pasó los días esperando clientes que no llegaban, sentado entre pianos, en el sillón cuyo filoso respaldo se hundía en su columna vertebral. No niego que de vez en cuando se levantara, para ir hasta el lavatorio y escuchar inútilmente el agua que soltaba la canilla abierta.