miércoles, 28 de marzo de 2012

Carta a Cervantes sobre España y los libros


Querido Miguel: Disculpa que me dirija a ti con tamaña familiaridad, pero –por llevar  cuatro siglos en el Parnaso- te has convertido en un ser inmaterial, una especie de maestro o tutor que nos contagia a todos de una inusitada fuerza, de una razonable locura. No en vano ya perteneces al mundo superior de los espíritus iluminadores casi en la misma medida que los santos, y por lo tanto puedes ser invocado con la misma devoción que ellos.
En La Mancha tenía que ser donde te figuraras las andanzas trágicas, filosóficas y cómicas de Don Quijote y Sancho con su Dulcinea y su boticario, la biblioteca de caballeros andantes, una buena tropa de barberos y clérigos. En ese páramo horizontal a las que les cuesta trepar hacia las serranías y rectas larguísimas a través de las cuales apenas contemplas planicies de secanos, cultivos de cereal, viñas y olivos; allí donde los arroyos van secos y los ríos no tienen cauce, en esa enorme planicie que va desde Consuega a Campo de Criptana, de Puerto Lápice hasta El Toboso, de Argamasilla de Alba a Las Lagunas de Ruidera, desde Almagro a Villanueva de los Infantes, donde algunos ubican el lugar de tus héroes. Hemos recorrido algunos de tus caminos, atravesamos pueblos blancos, tan silenciosos y despoblados que parecen muertos, nos apartamos de las rutas principales para indagar desde la cueva de Montesinos hasta la de Medrano, donde dicen que estuviste preso y concebiste la genial idea de echar a andar al Caballero de la Triste Figura con la increíble intención de deshacer entuertos, defender a los débiles y combatir la ignorancia que en aquella España originaba episodios de vergüenza, de algunos de los cuales no nos hemos  alejado del todo a pesar de los siglos transcurridos.
       En La Mancha, en esa especie de isla agachada y casi invisible como San Borondón, donde los humanos casi no están, donde incluso los perros parecen dormitar a la entrada de los caseríos, donde las mujeres cruzan sin querer observar al forastero, donde la España rural sale al encuentro con su carga de crueldades y renuncias. En la vastedad de un territorio donde palpas la insularidad de una forma impensable, una sensación de estar fuera del mundo que resulta sorprendente. En la famosa Venta donde Don Quijote fue armado caballero, y te encuentras una pareja de profesores norteamericanos de español, tan empeñados en seguir tus huellas y las andanzas de tus personajes que percibimos tu universalidad a la vez que un cierto complejo de ignorancia. Pues estas gentes algo rudas pero sabias en refranes y usos populares que viven en los pueblos y las aldeas de Castilla-La Mancha están contagiadas de tu espíritu, poseen tu misma vibración pero ¿acaso han leído tus aventuras y desventuras?  
Mucho me temo, querido Miguel de Cervantes, que unos y otros no estemos a la altura. Una vez más han inflado presupuestos para saraos y divertimentos sin saber muy bien para qué. Mejor dicho: para salir en el telediario e inmortalizarse en la foto, que tanto les encanta a los profesionales de estas cuitas de la apariencia. Pues los anglosajones, más prácticos y aplicados, conocen al dedillo las citas de ese otro gran escritor del universo que es William Shakespeare, quien por cierto entró en el paraíso de inmortales el mismo 23 de abril que tú lo hiciste. Con la diferencia de que ellos manejan las citas de su gran autor como si fuesen salmos de la Biblia. Y en cambio ¿cuántos de nosotros hemos tratado de penetrar en ese mundo tuyo, más rico y abigarrado de lo que parece?
       Los territorios de La Mancha son páramos de escasos encuentros, vacíos cruces de caminos pues sólo andan por estos lugares criaturas de ficción, seguramente más sabias que las de carne y hueso pero más difíciles de localizar. En Argamasilla de Alba, por ejemplo, nos costó Dios y ayuda ubicar tu huella. Nadie estaba enterado, hasta el punto de que nos decían que preguntáramos en el ayuntamiento. Y así nos ha ocurrido en otros senderos, poco señalizados. En definitiva: La Mancha aguarda su redención, que ojalá también sea la tuya, y a partir de entonces puedas crecer en las conciencias de este pueblo sufrido, resignado, tosco y levantisco, desconfiado pero amigo de vivir la calle en cualquier momento del día y de la noche, con ganas de dormir la siesta pero también de comunicarse hablando hasta por los codos con el prójimo que acaba de conocer, un pueblo de hidalgos venidos a menos y de Sanchos enriquecidos por los servicios turísticos de la  noche a la mañana, un pueblo de insolidarios en el que cada cual que se las ventila como puede, sangres mezcladas con el ardor de invasores fenicios y griegos, romanos, visigodos, árabes, judíos y cristianos viejos. Un pueblo que muchas veces se dejó seducir por intolerancias pero con brotes de genialidad creativa, como tú mismo pudiste demostrar.
La Mancha es el alma de cada uno, una parte de nuestra alma todavía conturbada por peleas de la tribu que se resolverían si saliéramos campo a través a encontrar a gente como tú capaz de hacernos reflexionar sobre las cosas más elementales, que suelen ser las que más calan en las entrañas. Por eso, Miguel, en ella te refugias de tus penalidades y grandezas, de tus estancias en la cárcel y de tus huidas, de los encantamientos de Merlín y de toda tu corte. Por eso, querido y admirado Miguel, quisiéramos ser dignos de considerarnos hijos tuyos, discípulos y admirados lectores, loquinarios y utópicos como tu gente, desvergonzados soñadores de un mundo mejor.

lunes, 26 de marzo de 2012

El poeta Domingo Rivero y el Museo de su nieto


Pionero del modernismo y de la modernidad poética, Domingo Rivero ya tiene su museo. ¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?; / ¿por qué con humildad no he de quererte, / si en ti fui niño, y joven, y en ti arribo, / viejo, a las tristes playas de la muerte? Un solo soneto fue suficiente para hacerlo figurar entre los mejores poetas de la lengua castellana. Por el empeño de su nieto, la isla cuenta con un nuevo foro cultural que recoge la biblioteca del poeta, objetos personales, manuscritos, cartas y diferentes ediciones de su escasa pero significativa obra. José Rivero Gómez, el nieto, ha sido cronista deportivo, investigador entusiasta de la presencia de los ingleses en el nacimiento del deporte grancanario, particularmente en golf y en fútbol. Superó un cáncer y ha tenido la constancia y la determinación de emplear mucho dinero en abrir este Museo sin un céntimo de subvenciones. Ejemplar acto de una burguesía ilustrada que pone este patrimonio al servicio de la sociedad en la calle Torres, 10.
Domingo Rivero (1852-1929) fue un personaje enigmático, secretario de la Audiencia, hombre silencioso, republicano, fundador de las Juventudes Republicanas (1869), directivo del Gabinete Literario, aficionado a las peleas de gallos y a la lucha canaria, vivió en Londres, París y Sevilla. El amplio salón de actos del Museo no estará destinado únicamente a mostrar los poemas y los objetos personales sino que además se exhiben caricaturas y un retrato del arquitecto García Cañas, pinturas de Pepe Dámaso, un excelente busto-retrato del poeta elaborado por Manuel González. Un museo polivalente, que servirá como sala de exposiciones, conferencias, recitales poéticos, presentación de libros.
En la caja fuerte de un banco permanecieron los libros y objetos de Rivero durante muchos años hasta que su nieto los entregó a Manuel y Eugenio Padorno, artífices de su recuperación literaria. Necesario recordar también a Manuel González Sosa, Jorge Rodríguez Padrón, Andrés Sánchez Robayna y Arturo Maccanti por su empeño rescatador. El 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía, el poeta Antonio Puente nos recordó que Domingo Rivero empezó a escribir casi a los 50 años, su obra fue escasa y poco valorada, jamás publicó un libro en vida. Descreído, distante, su poesía es sobria, seca, expresiva. Tiene afinidad con Antonio Machado en el tratamiento de los pequeños temas domésticos y cotidianos, escapa de la Escuela Regionalista, recibe la influencia de Unamuno. Angeles Alemán, profesora universitaria, recordó que la Escuela Luján Pérez fue adelantada en percibir la modernidad en el pensamiento insular. 

viernes, 23 de marzo de 2012

El Príncipe de Asturias, para Joaquín Sabina


(El 13 de diciembre pasado, sin tener zorra idea de esta tecnología, logré inaugurar este blog con este comentario. Tardé un mes en introducir otra entrada. Y durante todo enero y parte de febrero fue lo más leído, no solo desde España sino también desde México y Argentina. Ahora, que apenas sé un poco más de esto de los blogs, no me resisto a reproducirlo)

La noche en que ya iba por el tercer Chivas sin agua ni hielo me metí en un local cutre de la playa. Me había abandonado una amante por un contrabajista de la Filarmónica que tenía coleta y trataba de preparar mi nuevo intento de suicidio, pues para abrirme las venas un médico amigo me había facilitado un bisturí de última generación, totalmente indoloro si el acto se acompaña con un lieder de Schubert. El local era un viejo piano bar, pálido reflejo de lo que fue esta ciudad en los setenta, la playa repleta de discotecas, Orlando Hernández en Ripoche Street, el Derby lleno de Ulrikes que tenían una cita a las 8. Escuchamos canciones canallas de Sabina, trovador urbano del sentimiento trágico de la vida, tan arraigado en el alma española como las corridas de toros, la idea del infierno, las procesiones del Viernes Santo o el culto a la muerte. Ponían temas de 19 días y 500 noches, y pensé que si el Príncipe de Asturias se lo dio un jurado al grandísimo Leonard Cohen, y en él personificaban a los juglares desde Pete Seeger a Bob Dylan, Donovan, Joan Baez y unos cuantos más, han de darle el Príncipe de Asturias al ángel-demonio Sabina antes de que llegue la III República. Hace años Joaquín y yo nos cruzamos por la Plaza Jacinto Benavente pues él siempre viraba hacia Carretas, tal vez para subirse al metro en pos de una lágrima de arcilla y una princesa yonqui. Por aquellas fechas recibió en su casa a don Felipe de Borbón y a su mujer doña Letizia, futuros reyes consortes si Urdangarín se tranquiliza y no provoca un referéndum sobre las espinosas cuestiones del futuro imperfecto. Joaquín es genial para los desesperados que en el fondo son pesimistas alegres. A lo que iba: pusieron temas canallas de Joaquín que los dipsómanos cantamos a coro, desafinando. De madrugada Las Canteras refulgía bajo el puñal de la luna llena, a marea vacía y con el agua en calma era una de las mejores postales del mundo. Incluso vi a Manuel Padorno, por Punta Brava. Y Alexis Ravelo y José Luis Correa, pues teníamos que investigar un caso bien jodido. Al llegar a casa en las frías medianías me esperaba la gata sobre el sofá y para darme valor puse El Rey, de José Alfredo Jiménez, y rancheras trágicas de Víctor Ramírez. No me suicidé esa noche.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Luis A. González: el dolor como motivación poética


 Puede que exista un cierto retorno al malditismo, a la concepción de que la fatalidad y la desgracia acechan. Luis Antonio González Pérez (Telde, 1983) pese a su juventud lleva un buen recorrido de publicaciones. Tiene trabajo, familia excelente, vive donde le complace vivir, pero su obra tiende a resaltar el sufrimiento, la soledad, el amor es una empresa bélica y la paz que deja es turbulenta. Saxofón y humo para las noches / en que no apareces. / Una taza vacía / cuenta el eco de tu imagen. / Tengo la luz prohibida / para tu nombre.
Su nuevo libro, “Somos materia desechable”, Vitrubio, Madrid, 2012, tiene un título que marca el camino. Escribe de noche y frente a un espejo amasando cada vocablo, en medio hay un flexo, música de jazz, una especie de ejercicio de psicoanálisis, para echar fuera los fantasmas. O quizá justo al revés: para atraer a los fantasmas, para invocarlos. Repite el poeta en su cuidado lenguaje la palabra azul, como si mencionar el mar, el paraíso perdido, la memoria del edén, fuera buena medicina. Hay una intención ética y estética, humildad y coherencia. Y el dolor viene a ser su motor literario. Como en La tierra baldía de Ezra Pound. Reina el gris / devorando el uniforme de los domingos. / tengo la oscuridad / dictando rendiciones en las manos, / frío en la sonrisa quebrada, conjuras para el desaliento. / Nada irrumpe en esta casa, / sólo mansas espirales de tedio, / soledad en el sofá, / huellas olvidadas en el suelo, / puertas abiertas / por donde todo se despide / para siempre.
Dicho con las propias palabras del autor, “este es un poemario del yo. Pero además es una crítica a una sociedad que ha pasado de consumir cosas a consumir personas. Las relaciones han pasado de ser sentimentales a consumistas. El amor, la amistad, parecen ser un self-service con fecha de caducidad temprana. Pasamos pronto del aprecio al desprecio, del amor al desamor, del deseo al deshecho…” Una reflexión, una meditación, brasas lanzadas a los ojos.
Precoz y visceral, carnal, hiriente. A los 15 años ya elaboraba sus programas de radio en la emisora municipal teldense, a los 17 publicó su primer libro. Después han venido, entre otros “Sobre tu silencio y a pesar del ruido”, “Trazos desnudos”, “Confieso el vacío”, “Una isla imposible.” Traducida su obra al inglés, alemán y portugués, el poeta camina sobre la melancolía y la tristeza.
(Fotos de Jesús Ruiz Mesa en la presentación de la Casa Museo Pérez Galdós. Aparecen, además del autor, el presentador, Federico J. Silva y Rosa María Quintana, directora de la Casa)

domingo, 18 de marzo de 2012

Diego Casimiro: "En cultura no hay que depender de las subvenciones"


Este es un hombre que se ha hecho a sí mismo, superó su humilde origen, alcanzó altas metas como empresario, tras su divorcio hizo las travesías del desierto y tiene pasión por el arte y las manifestaciones culturales. En el proceloso mundillo artístico, donde tanto abundan las filias y las fobias, donde tan frecuentes son los celos y las envidias, es bueno que aparezca alguien con iniciativas y las ponga al servicio de los demás con total generosidad. Diego Casimiro Cabrera (1947), representante de artistas, pone ahora su entusiasmo y su inspiración en aglutinar pintores, poetas, gente que andaba dispersa y adormecida en las manzanas de oro del Edén siempre presentido pero nunca alcanzado.
La vida cultural suele funcionar a base de francotiradores dispersos, cada cual refugiado en su cueva particular, cada cual embebido con su propia obra, comprometido con su propio trabajo solitario. Porque así es la creación: para un pintor, un músico, un escritor, etcétera. Pero con el tiempo la desmotivación y la falta de respuesta genera estragos.
Para este hombre mover la cultura no requiere grandes dineros sino imaginación, asimilarlo en esta época de crisis resulta imprescindible. Y para eso tanto organiza una exposición colectiva con motivo del Día de la Mujer como convoca a otros sectores de la creación. Siembra entusiasmo, esparce compromiso, convoca con el afán de ayudar porque además de ser marchante de pintores es buena gente. Estudió en el Colegio Leopoldo Matos de San Cristóbal, a los 9 años empezó a trabajar en la Barbería Fígaro, con 11 entró en Beltrá de la calle Muro para hacer recados y llevar pedidos. A los 16 lo dieron de alta, pasó a ser ayudante, aprendiz, encargado y finalmente propietario. Gracias a Radio Ecca obtuvo el graduado escolar, fue árbitro de fútbol y jugador, era interior izquierdo como Germán. Tuvo varias heladerías y fundó una sociedad para distribuir productos de heladería, pastelería y alimentación.
Gracias a que su trabajo estaba al lado de la librería Selecciones pudo leer sin costo muchos libros en las horas de cierre, de la una a las cuatro tenía a su disposición el teatro, la poesía, la novelística, los libros de cultura general. En los 70 frecuentaba la Galería Vegueta y Attiir, Nano Doreste confió en él. Empezó a coleccionar pintura y montó un club de ajedrez, fue vicepresidente de la federación y organizó doce trofeos internacionales.
Padre de tres hijos, en el 94 entró en la masonería. Fue marchante del pintor tinerfeño Emilio Machado, le organizó una importante muestra en Estocolmo. Ahora es comisario de exposiciones y representa a artistas de origen extranjero y algún pintor local: Isabel Echevarría, Katerina Spevakova, Irena Hosnova y Orlando González. Organizador nato, hasta presidió y saneó una murga organizando una cena para 420 personas.
“El presente es ilusionante porque en cultura no hay que depender del partido de turno ni de las subvenciones”, sentencia.

viernes, 16 de marzo de 2012

Sexo en vivo


Aquel día Borja se acordó de las diosas del destino, ellas controlan y manejan la existencia de los humanos. Su vida había dado un vuelco radical; sobre todo le gustaban las noches de invierno, llenas de actividades, en las que el dinero corría como en Las Vegas. El casino y las salas de fiestas a tope, las discotecas repletas. Las niñas más bonitas del mundo participaban en la elección de la Super Sexy, atrevida, joven y guapa como tú. Los más excitantes espectáculos con gente de los cinco continentes, y el whisky más barato que en Escocia. Las pieles bronceadas y los licores de marca.
           -Ladies and gentlemen! Mes dames et messieurs!
Con su dominio de los idiomas y el verbo fácil, consiguió el puesto de animador en  la mejor sala del sur.
         -¡Ahora, de París, la elegante y encantadora Julie!
         Luces y arpegios de Vangelis; los mirones de la primera fila se acomodan y enseñan los Rolex de oro macizo, fuera imitaciones. Julie va desvelando su cuerpo con la sabiduría de quien conoce todas las esquinas de Pigalle.
         Aclamación total cuando cae el último trozo de tela.
         Y viene Silvia, una rubia falsa con ritmos de Brasil. Plumachos y gasas salen despedidos, y ¡zas! exhibe el triángulo negrísimo y bien rasurado en los bordes. Como la chica de Ipanema, igual.
         -¡Directamente de Seúl, con toda la magia de Extremo Oriente acude a nosotros la simpar Jenny!
         Nombre anglo, pero es del País de la Mañana Tranquila. Al verla, Borja siente escalofríos. Los ojos rasgados, los pómulos maquillados con esencias de arroz. Va desprendiéndose de su quimono al compás de la música, su ropa interior se deshoja en el suelo y florece su Gran Tránsito.
         Y ahora, tachín tachán, un redoble de tambor para anunciar la presencia de ¡Mister Gerard!
         Cuando asoma en el escenario las damas contraen la mirada, como si les diera un sofocón. Qué menos si es un legionario de buenas cachas, coleta para recogerse el pelo y tatuajes en lugares estratégicos. Nada más llegar le lanza un beso de tornillo a su compañera.
         -¡Aquí los tenemos! ¡Ella, toda delicadeza y él vigor de Finlandia! ¡Nuestra pareja más inspirada, dispuestos ambos a triunfar en toda regla su exuberancia!
         Calla el locutor, abre un paréntesis para que los focos iluminen bien las cuidadas anatomías.
         -¡Sin duda Mister Gerard nos refrescará el ánimo con su aroma de hielos! ¡Pero puedo asegurarles, estimado público, que también viene dispuesto a abrasarnos con el fuego de su pasión!
         La música tenía imán y nos zambulló en aquellas baladas de los setenta, para que los señores clientes aspiren el aire de sus adolescencias. Ahora no piensen sino en disfrutar de la vida, y por qué no en comprarse el descapotable con el que siempre soñaron. Suena Neil Diamond conmovedor y ligero, Juan Salvador Gaviota es un escorzo subiendo a las alturas mientras Jenny busca la flaccidez de Mister Gerard. Lentamente logra incorporarla, dentro aún del slip azul, como un pajarillo que desea remontar vuelo. Y ¡zas! En cuanto sobreviene el momento Jenny lo libera, hábilmente lo cubre con su cabellera y envuelta en ella lo succiona, primero con suavidad, luego con un ritmo cada vez más intenso, hasta que Mister Gerard se entona, se modela, nadie pensó que pudiera ocurrir así pero con delicadeza Jenny se encarama sobre él, comienza a cabalgarlo al mismo tiempo que suena Carros de Fuego, dulce y cadencioso. Se mueven al compás, las caras manifiestan concentración y algo de gusto, han de variar de posición para que lo contemple bien el público del ala derecha, nadie respira, nadie parpadea; se dan la vuelta para que no protesten los del otro lado, aceleran el ritmo y ahora Jenny y Mister Gerard simulan la explosión final; la sala se ha oscurecido, unas mínimas luces violetas.
         -Ladies and gentleman!
         La voz grave del presentador demanda una salva de aplausos para los dos intérpretes, la sonrisa profidén de los profesionales hartos de repetir el ejercicio madrugada tras madrugada, en sesiones de 1 y de 3; eso no lo resiste nadie ni con afrodisiacos, ni con doble ración de pastillas.
         Fin.
         El tropel de mirones de la primera fila sale disparado hacia la puerta. Pero todavía no abandona su puesto el extremeño Borja, ha de divulgar las atracciones de los próximos días. Lo hace con su tono de rigor, nadie diría que tuvo la desgracia de enamorarse de una mujer de expresión aniñada como una muñeca y exquisita como una geisha.
Terminado el espectáculo recrea sus contorsiones y sus pechos firmes, tan prietos que no se mueven, y sus muslos alados de bambú.
         No le quita ojo de encima, tiene tal dependencia que aquí se deja cuanto gana en el hotel, inclusive los extras y las propinas. Con su tercer gintonic, los ojos de buey degollado cuando estima que ella mira hacia su rincón, y recapacita: sus sonrisas van destinadas a él.
         El sudor se concentra en sus sienes, le surca las mejillas.
         Insólito que un reverendo lleve esta vida tan disoluta. Pero es su trabajo, y para convencer al juez de sus intenciones se ha obligado a probarse a sí mismo, permanece en su puesto de animador pero durante el día  estudia la biblia con Chung, un hombrecillo lleno de paciencia. Se ha transformado por completo, prometió cambiar su actitud y –en cuanto Jenny le perdonó las cuchilladas de aquella noche aciaga en que ella aceptó los requerimientos de un alemán- mostró aprovechamiento. Fue bautizado y se convirtió en pastor de la iglesia evangélica.
         Durante la libertad condicional se ha de contentar con verla de lejos. Para su suerte, el cirujano demostró su oficio hasta el punto de que pocos podrían distinguir bajo el maquillaje la huella de los celos.
Asumirla tan cerca y tan lejos es gran tormento, por eso le escribe cartas respetuosas, le manda ramos de flores y trata de refrenar su ira cuando la ve salir con algún oportunista. Una noche todo fue emoción: ella le envió una sonrisa y él se relamió contento. En ese minuto renació como Mister Gerard, y se creyó con derecho a amarla más allá de aquel simulacro de tres minutos. No en vano era su mujer.
(De “¡Mamá, yo quiero un piercing!”, relatos. Ilustración de Chagall)

miércoles, 14 de marzo de 2012

"Symphonia", nuevo libro de Antonio Arroyo




En este nuevo libro Symphonia, de Ediciones Idea, Antonio Arroyo muestra su avance poético, su manejo del riesgo, su búsqueda del camino propio. Hay aquí un arranque furioso, con ese extraordinario No me invitaron, que parece una declaración de principios y recuerda el magnífico poema que dedicó a su amigo Leocadio Ortega en la Casa Salazar de Santa Cruz de La Palma, mayo de 2011. El poeta emprende su camino en solitario, la búsqueda interior, la indagación personal. Ha profundizado los aspectos simbólicos de la existencia, la naturaleza, los recuerdos. Árboles, peces, pájaros, la infancia, las melodías fugaces, el eterno regreso.
         La poesía como liberación, el movimiento de sorpresa, el regate a la banalidad, el impulso del genio creador. Poco a poco, libro a libro, el lenguaje se afina y se sustancia. Dicen los entendidos que una sinfonía consiste en la elaboración de lo imperfecto perfecto, es decir: el hecho de juntar sonidos diferentes, a veces contrapuestos, para elaborar un todo orgánico que respire armonía.
            Antonio Arroyo va dejándonos secuencias que en realidad son fragmentos de la memoria, del bosque, del mar, de las aves, de los recuerdos de la madre cuando hablaba con las plantas. A través de distintos movimientos, juntando diversas yuxtaposiciones, va armando la composición global. Por eso en este libro quizá hay varios libros, de la misma forma que en una composición musical hay diversas partes que se complementan. Al final lo que cuenta es la forma de evitar el yo, consiguiendo que el todo hable por sí mismo. En la pieza coral cada cosa está en su sitio, y lo que manda es la fusión.
            Desde Wallace Stevens y Valery a los poetas griegos, el gran Elytis, los poetas chilenos, Gonzalo Rojas y Oscar Hahn, con la referencia inevitable al hombre en función del paisaje, Pedro García Cabrera, Emeterio Gutiérrez Albelo, Alonso Quesada. El autor se propone recuperar la ingenuidad desde el conocimiento, desde la intelectualización. Ya lo decíamos: la acumulación de sonidos breves, composiciones fugaces. Lo imperfecto perfecto / la ondulación del rictus, /  el pliegue de la lluvia, / el trajín de la abeja. En esta colección de fugacidades se buscan y se encuentran muchas cosas, la sonoridad, la simbología, la poesía del cuerpo, la captura del silencio. Desde la destrucción y lo ilusorio al panteísmo, a la autoafirmación.
            Antonio Arroyo muestra con su trabajo constante, con su búsqueda insomne, la multiplicidad de caminos de la nueva poesía canaria. El se aplica con constancia y rigor a su búsqueda allá en los aires marinos de Sardina del Norte, desde donde tiene una atalaya imponente sobre las olas, sobre las corrientes de la literatura contemporánea, un observatorio en el viento.
            El libro fue presentado el viernes 9 de marzo en el Espacio Manuel Padorno de la Biblioteca Estatal de Las Palmas de Gran Canaria.

lunes, 12 de marzo de 2012

Rayco Cruz: el boom de la literatura fantástica


Este lagunero que desde niño vive en Gran Canaria es librero y escritor, cultiva la fantasía épica, un género que se vende bien en el catálogo de libros electrónicos de Amazon y que debe tener adeptos entre los públicos más jóvenes, los propios textos de Rayco se difunden bastante en el nuevo formato. A los autores de tendencia realista nos cuesta un poco asumir la literatura de ciencia ficción, salvo unos contados títulos que ya están en la historia de la literatura (1984, Un mundo feliz, Farenheit 451).
Aunque en España el género tiene poca tradición, están surgiendo autores nuevos que explotan esta literatura preferentemente consumida por los jóvenes. El éxito de lo fantástico es evidente en la sociedad actual: está presente en el cine, en los videojuegos, en la novelística. Harry Potter entra y sale del mundo real, juega a la magia y a lo extraordinario. No cabe duda de que lo racional ha sido sacudido una y otra vez por Kafka, Lovecraft y tantos otros. Unos regresan a la mitología, otros introducen el fenómeno sobrenatural no ya como un misterio inquietante sino como un elemento integrado en el mundo. Lo neofantástico puede relacionarse también con el realismo mágico de García Márquez, aunque los matices son evidentes. Este tipo de literatura que va más allá de lo real tiene un público fiel.
En Canarias, como prueba de madurez literaria, unos cuantos autores jóvenes están haciendo novela de género, de fantasía, de terror, de anticipación. Víctor Conde es ahora mismo el más destacado de ellos, con notables éxitos en su haber, y otro es Rayco Cruz (1979) quien ha escrito una monumental obra: La maldición de Hilena (Bilenio, 2011). Con 26 años ya creó un fanzine literario titulado El cuarto de atrás, y en 2009 salió a la luz su primera novela, La sombra de Pranthas. Siguiendo un esquema similar, en esta nueva obra describe personajes heroicos y perversos en situaciones extremas, las andanzas de hechiceros y guerreras empeñadas en la búsqueda de un objeto sagrado de gran valor para la colectividad. Asistimos a la vieja dicotomía entre el bien y el mal, entre la filantropía y la venganza, con ese regusto medievalista, dentro de las secuelas de Tolkien. En esta novela, cuyo protagonista es el mismo de su primera obra, el autor refleja con eficacia los peligros, la lucha, la descripción de los paisajes y las situaciones. Rayco Cruz es dinámico y eficaz, exhaustivo en ocasiones, capaz de describir escenas de acción y de ternura, sabe mantener la intriga. En Rayco Cruz hay que admirar su potencia creadora, su desbordante imaginación para construir mundos paralelos. Y si te acercas a Sueños de Papel, que así se llama su librería en la Avenida Felo Monzón de Siete Palmas, allí lo verás custodiando libros nuevos y libros de segunda mano, difundiendo el sagrado arte de la lectura. Hace falta gente joven, emprendedora y con talento como él, letraheridos capaces de sacar adelante entusiasmo y creatividad, capaces de hacer calar su mensaje en una sociedad que todavía lee menos que la media. 

sábado, 10 de marzo de 2012

Rosario Valcárcel, en Alemania


Las editoras alemanas Claudia Gehrke y Uve Schmidt han publicado recientemente una antología de textos eróticos titulada Mein heimliches Auge, que hace el número 26 de las publicaciones de este tipo publicadas en la importante editorial Konkursbuch, de Tübingen, especializada en este registro literario.
Sorprende el atrevimiento y el buen gusto del libro, con ilustraciones entre otros del pintor palmero Pedro Fausto, que ha expuesto repetidamente en Alemania, así como también figuran cuadros de Manolo Ruiz, que ilustró el libro Sexo, corazón y vida de Rosario Valcárcel, en Anroart. Precisamente la escritora grancanaria Rosario Valcárcel, pionera de la literatura erótica en Canarias, está incluida en este notable libro con su cuento Das handy klingelt (Suena el móvil), que figuraba en su libro de relatos El séptimo cielo (Anroart).

Éxito del "Segundo Grito de Mujer" en poesía y pintura


            Unas 150 personas se dieron cita en la Casa de Colón de la ciudad de Las Palmas para conmemorar el Día de la Mujer, con una doble convocatoria: un recital poético con 22 participantes y una exposición colectiva con 26 personas.
            En poesía leyeron sus trabajos María Jesús Alvarado, Mariló Alvarez, Mercedes Arocha, Teca Barreiro, Javier Cabrera, Ana Chaceta, Manuel Díaz Martínez, Alejandro Dieppa, Juana Olivia Falcón, Montse Fillol, Aquiles García, Juan Francisco González-Díaz, Isa Guerra, Francisco Lezcano, Berbel (María del Pino Marrero), Paula Nogales, Angela Mª Ramos Díaz, Gloria Elvira Sánchez, Maribel Santana, Puri Santana, Rosario Valcárcel y Teresa Delgado.

             En pintura se contó con Alicia Molina, Arimar R. García, Cristina Martel, Elena Robayna, Elva Ramírez, Esperanza Colastra, Graciela Gutiérrez, Inés Melado, Irene Romero, Isabel de la Llave, Isabel Echevarría, Katerina García, Lola Romay, Luz Sosa, María Teresa Miranda, Margarita Barreto, María del Carmen Pascual, Mercedes Mariño, Mireia Tramunt, Nadia Brito, Natalia Bellis, Olimpia Peco, Rosa Castellot, Roswitha Breuer, Santa Robaina y Saro Armas.           
           El poeta cubano Juan Francisco González-Díaz y el experto en el mundo del arte Diego Casimiro organizaron el citado evento.

jueves, 8 de marzo de 2012

Habana Vieja


Un bofetón de aire caliente y húmedo le dio la bienvenida en cuanto puso pie en la escalerilla. Después, largas colas para pasar los controles. Todo sin prisa, con esa calma santa del trópico.
-Tengo unas chiquitas lindas -le dijo un hombre con uniforme de maletero.
-Gracias -respondió, sin apenas mirarlo cuando le entregó su equipaje. Solo requería un baño de agua fría y un largo sueño para olvidar las diez horas de avión.
-No importa, compañero. Yo te las guardo para mañana por la tarde. ¿A qué hotel tú vas?
-Al Habana Libre. ¿Cuánto vale?
-Treinta dólares.                                       
Sin ganas de discutir los precios, tampoco quería escuchar al hombrecillo que en una larga retahíla le anunciaba buena ganancia si canjeaba moneda americana por pesos, y que se empeñaba en mostrarle su álbum de fotos. Para darse gusto mirando.
-Esta es Marlén, quince. Y esta es Yanel: tengo por seguro que no ha cumplido los diecisiete. Lo que sucede es que desarrollan rápido -añadió-. Ahí donde las ve, compañero, hacen teatro y son modelos.
Además del calor y del pesado olor del mar notó que era la ciudad que buscaba porque en el hotel había un trío interpretando Guantanamera una y otra vez, con un ritmo dulzón y pegajoso de guitarras, maracas y voces. Mojitos a discreción, tan ricos. Luego, ya en la habitación, descubrió que el aire acondicionado no funcionaba y se asomó a la terraza para contemplar las cuadrículas de luz desvaída, una gasa amarillenta sobre las calles y los parques. Las ascensoristas parecían colegialas de uniforme impecable, sonreían coquetuelas con sus dientes blanquísimos.
Antes de irse a dormir olfateó el salitre y le entró el capricho de pasear por el Malecón, por las piedras sagradas de los desfiles y de los pasos del carnaval, en la avenida por donde entró Fidel cuando la victoria.
De entre las sombras salieron dos chicos muy jóvenes para agasajarlo con un trago de ron de Santiago, el verdadero Matusalén. No lo podía despreciar. También le ofrecían buen cambio para su dinero.
-Conocemos lindas chicas, hermano.
Se pasaban la botella con parsimonia para tomar sorbos largos. Entre el cansancio del avión y el desorden horario trataba de disimular la flojera en las piernas.
Al llegar a la habitación lo primero que hizo fue extraer la almohada de su equipaje. No toleraba la de los hoteles: demasiado rígidas, blandas en exceso, hundidas o envaradas. Por eso, costara lo que costara, no salía de casa sin su almohada. Imposible moverse por el mundo sin ella.
Bajó al bufé y saboreó los frutos tropicales antes del cuerpo frito. Por fortuna no vio al taxista; por desgracia el Floridita de Hemingway andaba en reformas, y la Plaza de la Revolución semejaba un enorme mausoleo. Menos mal que no veía Marlenes ni Yaneles, sino que le mostraban la pureza del sistema en el Parque Lenin, reconocía los logros de sanidad y enseñanza, y la pujanza de los barrios donde trabajaban las microbrigadas, los cementerios y el monumento al Maine, con su nueva explicación antiyanqui.
Por la noche, en La Bodeguita del Medio pidió un daiquiri y para cenar frijoles negros, tasajo y yuca. Más tarde caminó por la plaza de la Catedral y empezó a amar aquel lugar de belleza ajada, sus columnas y sus fachadas, la gallardía de sus bulevares, los tinglados del puerto, los bares solo para turistas. Todo le recordaba a su abuelo, el que se quedó por aquí. Su guía no le había confirmado si conocía a gente apellidada Castaño. Quién sabe cuántos primos tendría diseminados por los pueblos.
Llenó su estómago de cócteles con buen ron y hielo granizado, coloreado por esencias y jugos de frutos. Qué belleza el Tropicana, qué chicas, qué ritmos.
Para conciliar el sueño debía leer. Así que cogió algo al azar.
¿Qué está sucediendo en su vida?
¿Cómo anda de salud?
¿Cómo se gana los garbanzos?
¿Le gusta su trabajo?
¿Cómo van sus finanzas?
¿Y sus amores?
¿Cuándo terminó su última relación?
¿Qué se propone hacer en este momento?
Se sobresaltó, la revista de Iberia no podía ser un manual de autoayuda. Si incluso había visto páginas distraídamente, hasta se había interesado por la excursión a Trinidad. Pero qué sería de nosotros sin el tropel de consejeros dispuestos a fabricarnos una mente positiva. A cambiarnos la actitud, a darnos energía.
Timoteo pensó que tendría que descansar; abrió el frasco de pastillas y se tomó dos. Imprescindible dar buena imagen por la mañana, pues al fin la conocería. Ya en la foto le había entusiasmado su apariencia tan juvenil y su sonrisa, y él trataría de corresponder ofreciéndole las glorias de Albacete: sus huertas eran las mejores de la comarca, y qué decir de sus ovejas y de sus cerdos. Además, una finquita con buena uva. En cuanto a lo demás, ya se iría amoldando a la nueva situación. También en las cartas se lo había explicado todo: en su pueblo era bueno el personal, pero con poca diversión. Se acostumbraría y él no iba a ser demasiado exigente tras la boda, pues a los setenta ya uno tiene menos necesidad de sexo.
(De "¡Mamá, yo quiero un piercing!", relatos)

Terrorismo doméstico en el Día de la Mujer


Enviado por José M. Balbuena Castellano
“Son mis hijos y hago con ellos lo que me da la gana”, o si no, se lo aplican a la mujer, a la esposa, a la pareja de turno, en términos parecidos. O parafraseando aquella comedia de Francisco Ramos de Castro: “La maté porque era mía”.
Así es la mentalidad  de esas personas que aún abundan en este país y que propician lo que se denomina hoy “violencia de género”, pero que habría que cambiarlo por el término de “terrorismo doméstico”. Auténtico terrorismo por lo indefensas en que se encuentran las víctimas, que pueden ser niños pequeños, adolescentes, ancianos, o la propia esposa. Es posible que también se dé al revés, se decir, que sea la mujer la que maltrate al hombre, o a sus hijos. Con el hombre es más difícil que se propase en agresiones físicas, pero sí es posible que lo haga con falsas denuncias (que también se producen)  con malos tratos sicológicos, ya que algunas mujeres también suelen ser muy refinadas cuando aplican  estos métodos. De todas formas, es cierto, por las estadísticas, es más frecuente que sea el hombre quien maltrata a la mujer.
Se habla más del machismo que impera en las casas de familia, que de los malos tratos infligidos por las mujeres. España ha sido siempre un país machista, y la misma religión mayoritaria practicada por los españoles, también lo ha sido ( especialmente en la época franquista la mujer tenía que estar sometida al hombre para agradarle y darle hijos, claro). Pero existen  innumerables refranes y citas y hasta chistes (que ninguna gracia hacen) en todo el mundo, extremadamente machistas.
Los que maltratan a las mujeres suelen ser unos cobardes que, además, no conciben que “su mujer” sea insumisa, que no le obedezca, que no se pliegue a sus caprichos y tiranías. Se convierten, a veces, en auténticos esquizofrénicos y finalizan con sicopatías, algunas de ellas letales, como se está comprobando en los últimos tiempos. La ETA en sus años de terror, ha matado a cerca de 1.000 personas inocentes. ¿Pero cuántas mueren en sus hogares o víctimas de  estos desalmados que actúan sin piedad, e incluso llegan a matar a sus propios hijos? ¿Como es posible que una persona mate a un hijo del matrimonio, por venganza contra su mujer, cuando han decidido (o al menos ella) separarse porque la convivencia se hacía insufrible? Algunos, después de asesinar a su esposa e hijo, se suicidan. Desde luego no parece que sea una cabeza que rige bien.¿Por qué no invierten los términos y se suicidan, sin más? Especialmente se prodiga en los matrimonios separados en los que el hombre no acepta esa separación y termina matándola.”La meté porque era mía”, siguen pensando.
 Pienso que la convivencia doméstica tiene mucho que ver en lo que sucede. Me  refiero a “la buena convivencia”, que parece que no la enseñan en ninguna parte. E incluso, el actual partido en el gobierno la ha suprimido porque afirma que adolece de “adoctrinamiento”.. No creo que cueste tanto hablar con amabilidad y respeto, tanto por parte de los mayores que ahí habitan, sean padres, abuelos, tíos, como de los niños y adolescentes.  Si no se logra este objetivo, esto será el comienzo de la anarquía doméstica. Algo fundamental está fallando en esa convivencia y esto acarreará malas consecuencias paras todos los que allí habitan, si ocurre de forma continuada y en presencia de los niños que sonocomo esponjas que absorbe todo lo bueno y malo que ven, oyen, experimentan.
 En la violencia con los niños, que puede darse tanto en padres como en madres, los progenitores marcan las pautas de comportamiento en lo tocante a la obediencia y disciplina en el hogar, y si no se siguen sus pautas, los pequeños  son los que  pagan las consecuencias. Los gritos, los malos tratos físicos, las riñas frecuentes de los padres en su casa, los castigos injustos, son pésimos ejemplos que  dejan sus secuelas en el subconsciente de los menores que repercutirán     negativamente en sus futura conducta y comportamiento. En ocasiones, son las palabras que les  dirigen, los pensamientos negativos,  los que también hacen mellan en su mente, en su autoestima. “No sirves para nada”. “Eres un inútil”. “No serás nada en la vida” “Que poca inteligencia tienes” y cosas por el estilo... Son sentencias que se van clavando en la mente del niño, que son muy vulnerables en este sentido.  A veces las palabras hacen más daño que un castigo corporal. En cambio, una mirada tierna, unas palabras amables, o de estímulo, producen efectos positivos en el niño. Pero esto se olvida con frecuencia y surge en el hogar una escalada de violencia y despropósitos que terminan rompiendo a la familia. Pensar y reflexionar cuesta a veces bastante a muchas personas.
Así que con la extraña forma de  pensar de ciertos “machos ibéricos” (de la que no se libran en ocasiones las “hembras ibéricas”) no es extraño que el machismo se encuentre todavía latente en demasiados hogares españoles y broten de vez en  cuando esos signos de “terrorismo doméstico”, que no han podido erradicar ni las leyes de la democracia y ni las medidas preventivas.
También es cierto que no se conocen todos los casos de violencia doméstica porque algunas mujeres no se atreven a denunciar al agresor y maltratador por el miedo que le tienen, o porque dependen exclusivamente de él. Pero deberían perder ese pánico y ponerse en contacto con las asociaciones e instituciones que ayudan a las mujeres, o denunciar en las comisarías el más mínimo maltrato. El maltratador irá cada vez a más, porque en la mayoría de los casos, se considera impune.
El machismo, o los malos tratos a los hijos o a las esposas no es exclusivo de España, por supuesto. En los países latinos es muy frecuente, así como en las naciones  musulmanas (donde la mujer está relegada a un segundo término y se encuentra completamente sometida al marido, e incluso por los preceptos religiosos). También hay naciones africanas con demasiado machismo y en otros del sur de Europa, aunque, muy pocos países del mundo se ven libres de estas lacra. Hasta hace bien poco era una desgracia que naciera una niña en China, en vez de un niño.
En España, la discriminación de la mujer se observa incluso a la hora de percibir salarios, porque generalmente, es menor que el del hombre, aunque realice el mismo trabajo.  Hay otra clase de terrorismo con las mujeres como es el caso de la práctica de la ablación en determinadas etnias africanas,;con la trata de blancas, (proxenetas, ventas de esclavas para harenes, etc. ) con el maltrato sicológico en el trabajo (mobbing),   y también hemos vivido horrorizados con las noticias de asesinatos  de cientos de mujeres en los desiertos mejicanos y en otros lugares de este enloquecido planeta.
La prevención contra tales  desmanes en nuestro país (y Canarias es una de las regiones con más alto índice de violencia machista) tiene que salir de la educación, de la escuela, de enseñar a los niños, desde pequeñitos, a respetar a sus compañeras, a aprender a valorarlas, Pero al mismo tiempo de las enseñanzas y experiencias que reciban en su hogar. Un hogar violento produce niños violentos. Un hogar donde el padre no respeta a la madre (o viceversa) tampoco es un buen ejemplo para los menores y tendrá sus consecuencias.
Y por último, hay que reforzar las leyes y medidas que tienden a proteger a las mujeres de sus maridos, o ex- cónyuges violentos, para  evitar que estos hechos lamentables se repitan, para que no se produzca nunca más el “ terrorismo doméstico”.

martes, 6 de marzo de 2012

Jonathan Allen, un narrador a la manera clásica

Jonathan Allen (Las Palmas, 1963) es un personaje curioso. Canario y británico, se educa en Inglaterra y, siendo bilingüe, se licencia en Filología Francesa en Cambridge. Profesor de la ULPGC de francés, trabajó en el CAAM, es crítico de arte, colaborador de la prensa, director de publicaciones y últimamente novelista y narrador. Entre sus últimos libros figuran Venecia & otros cuentos de amor y alcohol (Idea, 2011), 2 cuentos para Berto Herrera, con ilustraciones de Luis Arencibia, que apareció la pasada Navidad, y Napoleón en Santa Helena & otros cuentos (Huerga y Fierro, 2010). Después de su exitosa El sueño de Praga (Idea), traducida al checo, este hombre nos muestra su prosa a la manera clásica, su estilo descriptivo y reposado. El sueño de Praga era una metáfora sobre la pasión de coleccionar, con el regusto de novela histórica, el autor se planteaba con ella comenzar una serie de novelas metafísicas, entendidas como textos que tienen una parte fantástica y otra real. “Para mí lo metafísico es un comentario de los límites de la conducta humana que nos permiten reflexionar sobre nuestra condición. Es metafísica por eso, no porque sea exclusivamente una historia de fantasmas, un cuento del más allá, sino por esa relación que tiene entre lo real y lo irreal, lo probable y lo improbable, que yo pienso es donde se sitúa nuestra alma, nuestra condición.” Además, la literatura debe explicar al hombre en su entorno, y eso es lo que intenta y consigue en estos relatos recientes. Las islas son, como dijo Pérez Minik, puerto de entrada y salida de viajeros, sobre todo puerto de entrada al que llega gente que en cierto modo quiere exiliarse del mundo. Extranjeros trasterrados en las islas abundan en deliciosos relatos de Jonathan. En su recopilación Napoleón en Santa Helena & otros cuentos Fernando Castro Flórez habló de la voluntad de estilo, la cultura literaria y la conciencia de este autor de que “hay que combatir el literalismo y la banalidad de ciertas formas contemporáneas de lo narrativo. Un narrador con gusto por el relato, una voluntad de estilo encomiable, un propósito narrativo que podría ubicarse entre Dickens, Henry James, Kafka y Milan Kundera. Ironía fina, escritura lineal pero con un lenguaje muy cuidado. El autor es de los que entienden que la literatura debe explorar la vida, debe introducirse en la relación del ser humano con su entorno, el espacio, el tiempo, la historia del propio autor, la historia que conformamos todos. Claro que el autor es juguetón, le encanta introducirse en tiempos remotos, exhibir su erudición, jugar a los anacronismos. Construye climas populares y ambientes distinguidos con variedad de recursos. Esta literatura de Jonathan Allen es más seria y profunda que la que solemos leer de la mano de nuevos autores. Pues la reciente introducción en el mundo de las letras de este autor viene tamizada por muchas lecturas, por un amplio conocimiento de las tradiciones literarias. Podríamos atrevernos a significar que escribe con una cierta distancia, como si su pluma fuera el ojo de una cámara a lo Nouveau Roman. Y es que en él pesa la tradición literaria que tanto conoce, desde Dickens a Henry James, desde Cervantes a Milan Kundera. Tiene Jonathan gusto por los personajes y los ambientes antiguos, escribe como si fuera un aristócrata europeo que observa la vida con guiños de humor y fina ironía británica. En suma: un escritor diferente que pide hueco. Si en Canarias nos acostumbráramos a sumar en vez de a restar, a pasar por alto las mezquindades y miserias de la vida literaria, deberíamos tener en cuenta los registros que nos propone esta narrativa. (blogdeleonbarreto.blogspot.com)

lunes, 5 de marzo de 2012

¿Por qué las modelos nunca sonríen ni guiñan el ojo?

Como vivimos en una sociedad de pasarela y fulgores, recomiendo ir alguna vez a un desfile de modelos. Ellas, hieráticas, con mucho gimnasio a cuestas, delineadas a la perfección, avanzan cruzando los pies sin dudar. ¿Por qué las modelos nunca sonríen ni guiñan el ojo? Porque responden a un guión ensayado hasta la saciedad, porque ejecutan los rituales del glamour. Lo que más me gusta es la ambientación musical, se agradece que programen Stand by me y La vie en rose mientras desfilan con sus portentosas coreografías. Las modelos parecen robots con esos trajes imposibles que nunca se exhibirán en un escaparate, pero que por el mero hecho de desfilar ya tienen una cotización importante. Las modelos son un espectáculo y recogen el runrún de la admiración. Y luego, en el lento y tedioso cóctel, ellas siguen posando con su careta imperturbable. Semidiosas que juegan a ser inalcanzables.

jueves, 1 de marzo de 2012

El trío

Nunca se habría imaginado Rudolf que su único hijo varón habría de salirle trotamundos y explorador con tendencias místicas, un anarquista con vicios de gente fina. Pero ni siquiera la obstinación de su madre logró retenerlo cuando emprendió travesías de exploración interior a la India y Pakistán, empeñado en capturar la luz del nirvana, que según su personal apreciación sólo podría obtenerse con el viaje hacia uno mismo. Cuando tenía diecinueve, a Günter no le interesaba lo más mínimo la fábrica de textiles que su padre había fundado para él en Bangla Desh sino tan sólo el encuentro interior, la purificación de su kharma. Pero algo debió sucederle cuando en Nueva Delhi trabó conocimiento con Britta Odenbach, medio alemana y medio inglesa, y con ella decidió embarcarse en un entusiasta periplo a Creta, y enseguida otro a Marrakesh. Playas multicolores, días empleados en degustar todas las formas de la pasión. Un día en la gran plaza del mercado mientras contemplaban a los encantadores de serpientes y a los contadores de historias, a los aguadores y los cantantes, se les presentó un conocido: el espigado Oliver Vom Bruch, el austriaco embaucador de ojos azules que en la embriaguez de la primera noche les sugirió un nuevo viaje. Y aquel curioso trío –Günter, Britta y Oliver- prosiguió sus búsquedas en largos recorridos por las costas semidesiertas y las montañas desnudas de Fuerteventura, barranqueras y planicies, acantilados rugosos y plantas miserables azotadas por el viento. Permanecían muchas horas dentro del agua, incluso aprendieron a amarse mientras cogían olas. Al principio Günter y Oliver se la disputaban a empellones, pero les enseñó a poseerla siguiendo rigurosos turnos. Les resultaba tan divertido hacerlo entre chapuzones y ahogaduras que parecían embrujados por el fresco océano, con su fuerte salinidad, su impregnación de algas. La arena que pisaban era de una tonalidad blancuzca, compuesta por minúsculos granos que no cesaban de acuchillar el rostro. Y ellos eran jóvenes con ganas de vivir que recorrían pedregales donde a lo sumo crecían higueras descarriadas, palmerales semejantes a oasis en medio de la nada. Escalaban elevaciones que semejaban nidos de gaviotas y pardelas, desafiaban acantilados que cortaban como pinchos y se sumergían en las aguas nítidas de los islotes, donde las manadas de lobos marinos constituían sólo un recuerdo. Eran muy distintos: uno con ataques de soberbia, el otro con tendencia a ensimismarse; juntos formaban un pequeño batallón dispuesto a compartir cuanto la vida les brindase. Y Britta fue el imán que los mantuvo férreamente unidos, el centro de sus mañanas, sus tardes y sus noches. Durante semanas compartió con ellos aquel flujo de vida inagotable, unidos por el alcohol y el deseo hasta que dio con su pista el detective contratado por su padre, y no tuvo otro remedio que decirles adiós. Sin ella, Günter y Oliver discutían con facilidad. Se recriminaban, se zaherían mientras cabalgaban las formaciones de dunas y las llanuras donde crecían los tomateros, las orillas de escuálido matorral y los arenales removidos por el viento. Aquel archipiélago era algo hechicero: se insinuaba y en cuanto el recién llegado comenzaba a degustar su savia le generaba una dependencia de la que difícilmente lograba escapar. Ya lo habían sentido Günter y Oliver cuando reconocían el terreno; visitaban incluso los peñones desérticos que eran un paraíso para la pesca submarina, trepaban por los riscos, estudiaban los miradores, se familiarizaban con las lavas y comprobaban que cada isla era una fortaleza particular, una balconada a veces complaciente, a veces arisca como una empalizada de pencas de chumberas, con sus diversos microclimas: tierras rojizas que acogían castaños y nogales en las medianías, litorales de balos y cardones, aires tibios y ciertas destemplanzas. -Tenéis que dar el salto. Dejad de ser niños. Tan sólo eso les dijo en la única carta que les envió desde Londres. Ella tenía su misma edad pero era más sabia. Desalentados por su ausencia, los dos competidores acabaron sus días una noche de noviembre en que la borrachera los fue sumergiendo en aquella playa embrujadora que los atrapó sin remedio, era la madrugada y ella, abrazada al mar, los estaba llamando para coger olas. (De “¡Mamá, yo quiero un piercing”, relatos. Ilustración de George Grosz)