viernes, 29 de enero de 2021

"Panza de burro": el estilo salvaje

 

Andrea Abreu ha conseguido un gran impacto con su "Panza de burro", una historia fresca, ingenua, con fuerza expresiva, sobre la amistad de dos niñas y sus etapas de iniciación en un entorno geográfico desventajado, invadido por la pobreza, la calima y la amenaza de un volcán. Hace mucho tiempo Jorge Luis Borges asombró con su cuento "Hombre de la esquina rosada", escrito con un lenguaje popular, casi dialectal, de las clases populares de Buenos Aires. Este libro de Andrea Abreu sigue el mismo propósito: expresar un lenguaje coloquial canario con fuerza y determinación. Ello plantea un desafío, pues las incorrecciones ortográficas y expresivas hacen que el lector se fatigue un tanto. El libro es más bien un conjunto de relatos cortos marcados por la sensualidad, el deseo y un estilo digamos salvaje. La crítica ha saludado el libro con la sorpresa de un hallazgo fuera de lo convencional. Un primer texto que llama la atención y consigue una buena divulgación editorial, una apuesta inteligente de la editora.

jueves, 28 de enero de 2021

El nombre es el destino

 

Por Eduardo Sanguinetti, Buenos Aires, especial para NOVA

Mi último libro “Nomen est omen: el nombre es destino”, publicado hace unos días por Editorial La Extranjera.

Una palabra, un nombre (Nomen), pueden tener un potencial performativo inesperado, conjurando el destino (Omen) y determinar por lo tanto el futuro, inexorable, que aguarda como karma imprevisible, como anuncian los arcanos.

William Shakespeare preguntó: “¿Qué hay en un nombre?” (What's in a name?). Plauto le ha respondido unos siglos antes: "El nombre es un signo, un presagio, un anuncio, un símbolo, una profecía,... El nombre ya lo dice todo... Lo que no tiene nombre no existe...".El nombre es la clave en el destino de un ser, en el más estricto sentido ontológico.

Como título de este mi último libro “Nomen est omen”, expreso mi parecer sobre esta frase latina y le doy un significado al nombre como un personaje inasible, despiadado, para el juego de la vida. Utilizo al término para expresar el hecho de que el nombre caracteriza a una persona o una cosa acertadamente, a menudo también exagerado o irónicamente roto. Se puede afirmar que el nombre es el programa de existencia solo en conceptos.

Se puede considerar la frase como un conceptualismo por parte del idealismo filosófico con el fin de salvar prejuicios de "antes del diluvio en las grandes ciudades" (Leonardo Da Vinci dixit), mundanos del alma y el más allá como reservatio mentalis.

El hechizo del nombre es todavía en este milenio, remitirse a los santos del calendario y a los exorcizados, los expulsados del denominado "reino de los cielos", por los cristianos devotos. Un enunciado verbal puede para millones de seres en el planeta, que creen que determinan el futuro, devenir en presagio de lo porvenir.

El mismo término para"destino", fatum en latín, significa"lo expresado",es forma neutra del participio de perfecto pasivo del verbo, que significa literalmente “lo dicho”, lingüísticamente fatum es forma neutra del participio de perfecto pasivo del verbo decir, hablar... comunicar lo incomunicable es tarea amable y extremadamente lúdica.

(*) Filósofo y poeta

miércoles, 27 de enero de 2021

"Fetasa": el paisaje del mar (Isaac de Vega)



Es más de media noche. Las estrellas lucen claras en el firmamento y a su débil claridad se levantan bruscos y negros los accidentes de la costa. Dentro de poco saldrá la luna. Entonces tendrá que salir. El mar está quieto, negro y manso, amenazador y frío en su quietud, sin fin hacia el horizonte, agobiante con su masa enorme. Apenas si unas leves ondas chapotean en la playita y, de tarde en tarde, ponen una roseta blanca en torno a las rocas cercanas. Más lejos, la costa se adentra bruscamente en el agua en una punta audaz y afilada. Allí tiene que ir.
Tiene el cuerpo cansado y dolorido. Le duelen los hombros. Y las manos apoyadas en el suelo. No obstante, sigue en la misma posición, en su aire de sorprendido estupor. La imposibilidad de comprender lógicamente sus últimos pasos han llenado su alma de miedo y de frío su cuerpo. Se siente inerme ante fenómenos extraños, abandonado a fuerzas caprichosas, pero terribles y hostiles. De la masa de las sombras pueden concretarse figuras malignas nacidas no se sabe cómo, pero que querrán martirizarle y hundirle en la desesperación. Y no sólo de la noche. También surgen de los mismos luminosos rayos del sol. Todo es fuerte, grandioso. Únicamente él está desvalido, juego arbitrario de una Naturaleza desconcertante. El Universo cambió su faz en unos solos instantes.
La noche tiene en su placidez un latido de miedo. Muy lejos, hacia el extremo del mar, la luna va surgiendo de las aguas. Ramón quiere desperezar su embotado cerebro. Buscar alguna cosa, encontrar un asidero.
Aquella mañana se encontró, sin saber cómo, atravesando un paraje solitario, sin bullir de vida, ni siquiera del viento. Iba ascendiendo una larga pendiente, falda de una montaña antigua y desgastada, de sucia tierra amarilla y piedras blanquecinas. A ratos, al abrigo de las peñas, aparecían algunos matojos de hierba reseca y matorrales sarmentosos. Tenía la sensación de muchas horas de marcha. Entonces sentía cansancio y maravilla, porque dentro de su agotamiento vislumbraba un manantial de energías ignorado. Existía una fuerza extraña que le impele a caminar. Caminar incansablemente, sin meta fija. Algo fantástico se estaba atravesando en su metódica vida. No le molesta aquel cielo sin color, ni el páramo triste, ni el silencio completo. Todo queda amortiguado por una emoción entrañable, interna, que le impulsa a seguir. El polvo iba cubriendo su cuidado traje negro y la frente sudorosa. No le importaba. Se sentía muy lejos de los mármoles de su oficina, de las grandes mesas cubiertas con planchas de cristal, de su meticulosidad exigente, de los amables saludos de los subordinados. Estaba olvidado. Aspiraba la enorme, la íntima alegría de aquel ascenso inacabable. 

jueves, 21 de enero de 2021

Pata de gallo (cuento de Alberto Omar)

 

No le gustó verse aquellas diminutas arrugas en el borde de los párpados. Temía, desde hacía años, ese momento en que los hijos están ya crecidos y el amor se convierte en tedio.

Ella quería que todo fuera otra vez como antes. Por eso se empeñó en imitarse a sí misma, recordando cómo se peinaba haciéndose una pequeña coleta en la nuca, y se ponía aquel carmín brillante que le hacía los labios sensuales, apetecibles.

Recordó la receta de los canelones que le diera la abuela italiana, también cómo se hacían las truchas rellenas de cabello de ángel, y la salsa delicadísima de papaya que inventara la Tata cuando él, aún de novios, estuvo por primera vez cenando con su padre.

Quiso traer al presente sus épocas de estudiante progresista antes de que todo se le fuera a caer en el olvido, y rebuscó los libros de Marcuse, Hegel, Otero; los apuntes de Aranguren, los panfletos callejeros, amarillos y también perdidos como ella en el tiempo. Se recompuso como se le arreglan el cartón y los trapos a una muñeca vieja.

Él la miró, pero con pena y reproches a sí mismo, y descubrió que la quería caduca, seca, aunque ya no la amara. Mas a ella se le había plantado una nueva ilusión entre las flores de su vestido nuevo, y no había quién la convenciera o que le dijera que solo era una mujer marchita, a punto de ser abuela. Le pareció que la miraban quienes antes dudaban de su existencia pues en los ojos de los otros se halló nueva.

Aunque en la experiencia comprobaba que el amor guarda para los seres multitud de esquinas de convivencia, aceptó que todo había cambiado, que él era ya un extraño entre los extraños, y que su silencio o sus gritos apenas le hacían mella o no le quebraban ya la sonrisa en llanto, o las súplicas de él, ni sus borracheras, la sumían en el temor de sentirse abandonada.

Abrió las ventanas de par en par, dejó que saliera todo su pasado. Tomó la agenda. Marcó un número. Oyó la nueva voz de hombre. Habló y habló mientras sentía sus carnes renacer al tiempo que la otra voz le arañaba la piel golosamente, y la humedad le partía el cuerpo en dos partes.

Supo también que todo es posible. Irse o quedarse. Sentir la vida como un regalo o como una maldición.. Conocer, amar el miedo o temerlo.

Sabiéndolo, plantó una nueva sonrisa entre los labios, recogió una renovada ilusión que metió en su cuerpo, movió la cabeza para tirar afuera los pensamientos viejos, taconeó al andar, pegó un portazo al salir, y voló adónde el deseo.

lunes, 4 de enero de 2021

Los espejos (cuento de terror)

 


En cuestión de caprichos, pocos le ganan a Brian. Obcecado escocés. Como si Escocia fuera una isla aparte del mundo y él pudiera presumir de ese nombre celta que significa "El fuerte, el de gran fortaleza". Es cabezota pero también idealista, tiene un encanto natural, una ternura a la que resulta difícil negarse. He de decir que fue un flechazo a primera vista, yo azorada en aquella cafetería que él estaba frecuentando, siempre en mi turno. Yo era la camarera y él todo un caballero, tan elegante, tan superior a una chica del pueblo llano. Te llevaré a conocer a mi familia, me anunció, y yo aplaudí entusiasmada porque siempre había querido volar a Edimburgo, conocer la historia antigua, patear los paisajes idílicos de su tierra. ¿Y quién puede rehusar la belleza de la campiña de Aberfeldy, las casas con su piedra gris, la intensidad de la campiña que te sale al paso, el club de golf, la destilería de whisky y hasta las preciosas tiendas del Square? Paraíso de verdor, una cura de reposo para quienes viven en la gran ciudad.

 Estaba empeñado en enseñarme modales, quería apartarme de la vulgaridad. No estropees el whisky con hielo ni con agua, ni pongas jamás la botella en la nevera, recalcaba frente a mi ignorancia.

Era viciosilllo y mientras estábamos en la cama le gustaba mirarse en los espejos, por eso debí encargar que cubriesen el techo con aquellos grandes paneles que en verdad nos captaban en todas los ángulos posibles. Le encantaban las fantasías, era todo un mirón, siempre ideando escenas escabrosas.

Y con qué avidez me recitaba párrafos de Romeo y Julieta, como todos los anglosajones se sabe Shakespeare al dedillo. “¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura…!”

Un tipo incorregible, como si yo tuviera que limitarme a aprobar todos y cada uno de sus caprichos, aquella manera tan especial que tenía de entender la posesión.

–Cuando estemos muertos nos apareceremos en este mismo salón –me dijo una vez, tras una risotada, debía ser porque se había tomado la tercera copa.

–No digas tonterías.

–Aquí todos los castillos tienen su fantasma. Será un buen negocio para nuestros nietos. 

Él me trae el recuerdo de su abuelo, uno de los jefes de la masonería regional; de sus padres, que conservaron siempre el sesgo de una clase social distinguida. De sus hermanos, establecidos en Australia y Canadá, de la altanería con que me observaban, a mí que apenas chapurreaba el inglés y nunca estuve en un colegio de niñas bien. Él todavía me ve en sueños y me lee sus escenas preferidas de las tragedias clásicas. A mí, que llevo tres años muerta.

(De Cuentos gozosos/Cuentos traviesos. Mercurio, 2017)