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LUIS LEON BARRETO ------------------------------------------------------------------------------------------correo: leonbarreto49@gmail.com
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Varias docenas de
escritores de las islas y de fuera se reunieron durante tres días en
Juncalillo, esa cumbre vaciada de Gran Canaria, entre ellos Elsa López, Cecilia
Domínguez, Manuel Díaz Martínez, Isa Guerra, Sabas Martín, Félix Hormiga, Marcial
Morera y Gonzalo Ortega, catedráticos de la universidad de La Laguna y miembros
de la Academia Canaria de la Lengua, Antonio Arroyo y Estaban Rodríguez por
parte de la organización, así como un colectivo de jóvenes poetas, autores de
teatro, músicos y narradores. Era un buen encuentro, porque no se trataba de
sesiones a través de las tecnologías sino que eran debates presenciales. Manuel
Díaz García, cariñosamente conocido como El panadero porque esa ha sido su
profesión, es el inventor de estos debates cumbreros que intentan revitalizar
esta comarca. Nacido en Juncalillo en 1974 es promotor cultural, prologuista, poeta,
presentador de actos culturales y sobre todo animador social, un activista
capaz de pelear una y otra vez porque no muera esa cumbre de belleza especial. Por
eso se ha quedado a vivir en estos riscos despoblados de la isla, con su mujer
Noelia, por eso es capaz de seguir peleando con las instituciones para arañar
unos euros que le permitan seguir planteando proyectos, a la vez que se
mantiene firme cuando se trata de cultivar su vocación literaria. Los coloquios
fueron intensos, la programación era muy apretada, el frío nocturno era de 11 grados,
con niebla y llovizna. Al final todo culminó con el masivo homenaje a Elsa
López y una sesión musical en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán.
Las cincuenta personas
asistentes debatieron el estado actual del dialecto canario, hubo un homenaje a
Dolores Campos-Herrero, se analizó la situación del teatro, se celebró una
sesión sobre las asociaciones, el viento no dificultó el recital en el mirador
de Unamuno, en Artenara y, sobre todo, la estrella fue una visita al centro de
interpretación de Risco Caído en el centro de Artenara, el reconocimiento de la
Unesco sobre los espacios cumbreros de la isla ha sido un regalo para quienes
sienten la conciencia de identidad. Una mesa sobre las revistas literarias,
otra sobre la literatura hispanoamericana y la visita del Museo etnográfico de
Juan Cubas en Barranco Hondo fueron actos significativos, que dieron paso al
recital de poetas jóvenes, el taller del pan de papas elaborado por el propio
Miguel Díaz y la mesa de la canción de autor. Luego fue interpretada la obra de
teatro Desconfianza, escrita por Pedro Lezcano cuando tenía 25 años. El masivo
homenaje a Elsa López centró los actos del domingo 26 y previamente fue la
conferencia de Juan Francisco Santana sobre la escritora Hilda Zudán, aunque todavía
no se han desvelado las circunstancias personales de esta mujer, cuya memoria
desaparece tras la guerra civil. También
la iglesia del pueblo dio pie al concierto del acordeonista Miguel Afonso, con
solistas invitados, a cargo de Folk Canarias, acto bastante nutrido porque
atrajo a vecinos de la zona.
Juncalillo y Barranco
Hondo no pasan desapercibidos, y las casas-cueva son una oportunidad para los
urbanitas estresados, pues en ellas encontrarán silencio, frutales, el picor
del frío. El modesto restaurante servía las comidas, y unos desayunos
contundentes, también ejerció como lugar de alojamiento para buena parte de los
inscritos. Hubo ayudas institucionales, seguro que el presupuesto estuvo muy
ajustado.
La cumbre ofrece una belleza reseca, con sus barrancos profundos, sus presas, sus neblinas, sus celajes y sus caseríos. Se ha instalado una embotelladora de agua mineral que aprovecha el vapor de agua que viene con las nubes, es una técnica similar a la adoptada en los desiertos de Chile. A lo largo de la carretera vemos parcelas que han sido adquiridas por el Cabildo con el fin de repoblarlas con pino canario. En cuestión de reverdecer, siempre quedará mucho por delante. Y ojalá la lluvia nos visite.
Lo suyo ha sido
cultivar la paciencia, gestionar la humildad, convirtiendo su mesa de trabajo
en un cuartel. Procura no mirar hacia los lados, solo quiere escribir
silenciosamente, siempre adelante y nunca dejándose amilanar por las
dificultades, conquistando su espacio, construyendo su habitación de trabajo
como hizo Virginia Woolf. Madre de cinco hijos y abuela de ocho nietos, es una
luchadora por los derechos femeninos en la sociedad, su ensayo sobre el sexo en
los años 60 ha sido una de las bases de este libro, una reflexión sobre la mujer
ante las relaciones personales. Pionera del registro erótico en Canarias,
siempre con su tono elegante y sutil, escribió antes de las 50 sombras de
Greys, fue atrevida y tuvo que enfrentarse a situaciones embarazosas, en
una ocasión un hombre que asistía a su lectura amenazó con llamar a la Guardia
Civil si continuaba leyendo sus relatos.
En el prólogo la
escritora Alma Carla Sandoval, desde Cuernavaca, México, escribe: “Se dice que
no hay nada más profundo que la piel. Ese órgano como la superficie de nuestra
tierra: geografía porosa, receptáculo del mundo, instrumento con el que lo
sentimos y nos comunicamos. (…) Este libro es una trama de complicidades
reunidas en torno a la metáfora de una tríada universal: amor, deseo y sexo.”
En la Casa de Colón se
juntaron cien personas para asistir a la ceremonia, que contó con una
intervención del psicólogo y radiofonista Alejandro Croissier, el editor Juan
Calero y el pintor Ángel Gustavo. Son más de 350 páginas, 267 escritas por la
autora y el resto más de 60 poemas eróticos de autores del nivel de Elsa López,
Cecilia Domínguez, Ángel Sánchez, entre otros. El éxito de Valcárcel es el del
esfuerzo, del estudio y del aprendizaje, de la necesidad de reescribir y
mejorar lo ya escrito, significa el triunfo de la voluntad. Sabe que hay que
trabajar con dedicación y prescindiendo de las intrigas de los grupúsculos
culturales, tan excluyentes. Nacida en Las Canteras, su primer libro fue una
evocación de su infancia en el mar, La Peña de la Vieja y otros relatos; luego
vino su trilogía: Del amor y las pasiones, El séptimo cielo, y Sexo, corazón y
vida, y sus poemarios Las máscaras de Afrodita e Himno a la vida, así como sus
Cuentos gozosos/Cuentos traviesos. Su obra está traducida al alemán, al francés
y al rumano. Presenta exposiciones de arte, escribe poemarios y cuentos, contó
la historia del rodaje aquí de Moby Dick en 1954-55 y la llaman para actos
corporativos en la isla de La Palma.
Dice así: Frente al patriarcado hemos ganado libertad y autonomía. Hoy lo erótico forma parte de la moda, del cine, de la política, de la vida social, de la cotidianeidad. Ahora entro en el territorio que teníamos prohibido, transito por el bien y por el mal, por la culpabilidad y los tabúes, recorro desde la fantasía y los rituales sexuales al orgasmo, la masturbación femenina, el adulterio, el voyerismo, el amor homoerótico, el lesbianismo, la zoofilia, etc. La sociedad represiva del franquismo y la religión concebían el sexo como pecado y la mujer como agente de esa tentación. Eso ya cambió.
Cuándo la realidad se convierte en una obsesión, produce una pérdida de identidad, no ignoremos que la sensibilidad exige distancia - un extrañamiento de la realidad cotidiana-, pues la ley de la realidad se asemeja a la ley de la gravedad: ambas son ineludibles, universales y particulares.
Lo humano tiene que ver precisamente con ese espacio de tensión dinámica entre adaptarse y autoorganizarse, entre acatar o delinquir. La obsesión por la realidad no garantiza en absoluto mayor realismo en esta era de la amabilidad cual subterfugio de la indiferencia generalizada, como tampoco mayor realismo garantizara una justa valoración de la realidad. Y la total despreocupación tampoco es justamente un signo de irrealidad.
Vuelven las fiestas fundacionales del 24 de
junio y desde hace cincuenta años esta es también mi ciudad, llegué a ella
buscando participar en el mejor periodismo de la región. En ella crecí, en ella
amé, en ella trabajé. Siempre consideré este espacio como un lugar de
convivencia, gente de muchas nacionalidades, muchas culturas, un lugar dinámico
en la que suceden cosas. Con su historia y su mestizaje, aparece en buena parte
de mi obra literaria. En la etapa del alcalde Emilio Mayoral y su concejal de
Cultura, el historiador Cristóbal García del Rosario, siendo director del Club
Prensa Canaria (1985-2000), recibí el reconocimiento municipal por el apoyo a
las actividades culturales, al diálogo ciudadano. Porque el CPC era el Hyde
Park Corner de la ciudad, el lugar donde había debates, presentaciones de
libros, exposiciones de arte, convivencia democrática.
Siempre preferí Triana y Vegueta. En la
Calle Mayor unos jóvenes hacen sonar una flauta y un timple delante de viejos
establecimientos, comercios decimonónicos de telas y abalorios, el recuerdo de
los bazares de indios, las sedas y tapices, las alfombras de Persia, los
elefantes de marfil y los antílopes de ébano, los puñales moros y las
bisuterías en sus estantes, el sándalo ante las estatuillas de Brahma, de Visnú
y de Shiva. Más allá una chica rubita canta con su guitarra el Aleluya de
Leonard Cohen, paso a su lado y le dejo alguna moneda. En otras zonas hay
relojes parados, será así porque nadie precisa atrapar la realidad, la vida
–como el clima– se mueve sin estrépito, como si nada importase demasiado. Paseo
por donde los conquistadores plantaron el Real, los pasajes donde Van der Does
prendió brea antes de embarcar con el vino y el azúcar del botín, pero nadie lo
recuerda. Cruzo esta parte donde apenas quedan edificaciones con sus arcos
conopiales, las gárgolas, la luminosidad de las fachadas. Sin embargo, en estas
calles de clerecía y campanario todavía se conserva un ligero toque
renacentista, atravieso una sucesión de puertas de sillería y fachadas
eclécticas, los frontis con su aparejo de traquita gris, las casonas conservan
la entrada para las caballerías, guardan patios silenciosos con su fuente.
Por aquí el primer hospital para los
enfermos de sífilis y ahora las plazas desiertas, las impresionantes
colecciones de cráneos y momias aborígenes, las torres de oscura cantería, las
columnas salomónicas; traspongo la plaza donde hubo ejecuciones, venganzas y
hogueras tras sentencias de la Santa Inquisición, por aquí se citaban casas de
lenocinio regentadas por la curia que daban su beneficio a las parroquias,
también hospitales para la lepra y otras enfermedades vergonzantes, y autos de
fe casi siempre contra comerciantes extranjeros acusados de luteranos o judíos
que practicaban veladamente su Torá, o berberiscos que seguían a Mahoma. Los
conquistadores fundaron por allí el primer campamento, en donde establecieron
los cimientos de un pequeño templo que se transformaría en catedral, y
comerciantes, monjas y frailes, y el primitivo y apretado palmeral, del cual
dejaron solo tres altivas palmeras, que dieron nombre al Real. Difícil imaginar
que en un territorio tan exiguo hubiese sido preciso emplear tales esfuerzos
bélicos, cinco años de campaña militar hasta aplastar a los últimos irredentos
que se negaban a mezclar su sangre.
Bajo los balcones de corte portugués sigo hacia la fuente de Espíritu Santo, el poquito de césped grueso y las grandes hojas de la capa de la reina, el drago y la araucaria. Allá arriba, en lo alto de San Roque, la Casa de los Picos, que incorporé en mi obra. En la plaza de las Ranas doy la vuelta, el reloj de la catedral hace sonar la hora. La isla es un micromundo tranquilo. It’s a lovely day, se oye decir. Hay días con sol ligero y mar llana, tan perfectos que más de uno desearía degustarlos despacio, como un buen whisky o un vino caro. Hay que prolongar la dicha hasta el final del mundo, hay que gozar.
Te arrojan al mundo como a una pequeña momia, cada cual luego sigue su propio camino y, aunque la tierra se pudra en cosas buenas, la procesión se abalanza hacia el letrero de salida, y hay tal pánico, tal ansía por salir, que los indefensos quedan pisoteados en el barro… y no se escuchan sus gritos.
(Texto de mi libro «Morbi Dei», 1985, Ediciones Corregidor)
Descubrir, que nuestras instituciones, nuestra vida cotidiana, nuestros sistemas de interpretación, están sometidos al imperio de la hipocresía, es poco más que descubrir que el modelo humanista de la vida en estado natural, es poco más que un modelo olvidado, hoy un recuerdo escindido, al que la humanidad le resulta indiferente, pues transita el sendero que lleva a las repúblicas de los cantantes murmurantes, de los coaches, de los locutores, de las modelos escorts y ¿por qué no?, el emperador Calígula casi nombra cónsul a su caballo Incitatus… Estamos viviendo la era de la amabilidad y de la sonrisa impostada, lo podemos apreciar en el presidente de Argentina, claro ejemplo de un profesional de la simulación.
Este es el estado artificial y continuo que como paisaje recibimos. Lo que resultaría aún más ingenuo sería elevar al terreno del deseo justo lo que ya existe como realidad. Porque aunque el conocimiento implique responsabilidad, la irresponsabilidad de los sociópatas que rigen en esta tierra, no va a curarnos del conocimiento, ni de la incapacidad de funcionarios, para asumir responsabilidades, que hagan precisa su permanencia en acto evidente, de eliminación de voluntades lúcidas, por indiferencia… pero la máscara del simulacro impone criterio y la obscenidad instalada, ante la pérdida de una escena, es irreversible.
La indiferencia casi siempre es mayoritaria y desenfrenada, cuando la mentira de ninguna verdad se ha instalado. Esta indiferencia, desentendimiento, falta de observación, fueron obtenidos sin duda mediante estrategias sigilosas, obstinadas, que introdujeron lentamente sus caballos de Troya y supieron sustentarse tan bien sobre aquello que propagaban -la falta de vigilancia- que fueron y siguen siendo imperceptibles, y por ello tanto más eficaces. La indiferencia es feroz. Constituye el partido más activo, sin duda el más poderoso de todos. Para un sistema, la indiferencia general es una victoria mayor que la adhesión parcial, no se ignora que nos han declarado una guerra los enemigos de la libertad y la igualdad, son ellos, los neonazis de nuevo cuño, en acto de instalar el adoctrinamiento, autoritario, represivo sobre los habitantes de la República Argentina y del mundo.
En verdad, es la indiferencia la que permite la adhesión masiva a ciertos regímenes, las consecuencias son por todos conocidas. Pero, qué sucedió para que Argentina se debate nuevamente en esta instancia que tanto le ha cobrado en tiempo y vida a un pueblo, con buitres de la corporación mafiosa mediática que hora a hora difaman, mienten y dibujan la realidad distópica, que consideran apropiado para minimizar el sufrimiento de los indigentes, ante la mirada turbia y ausente de un gobierno tibio, casi congelado.
Las consignas de las dictaduras también se reciclan, sobre todo porque con el tiempo estas se fueron legitimando y el reciclaje es integral, aplicándose a las prácticas de vidas ficcionales de millones de habitantes del mundo.
El terrorismo ya no inquieta: la disidencia tampoco, no puedo dejar de comentarlo. El intelectual crítico que fue el heraldo de la negatividad y el escepticismo, se convirtió en el ‘bufón de palacio’ de la disidencia dramatizada.
En cualquier caso, sería tener sentido del Apocalipsis, que en etimología hablada nos dice: la «revelación» lo revuelve todo. En la literatura, como en el arte, eso es el genio, tener el sentido del Apocalipsis. Revelación y revolución se convierten en sinónimos. Revelación por la revolución y viceversa, toda poesía es apocalipsis, poco o mucho, pues hiende el mar en avanzada chorreante de violencia enloquecida de frenesí, de imprudencia, de generosidad tempestuosa: sí, de generosidad, pues el vendaval del apocalipsis nos azota con virus letales, pandemias anunciadas en escrituras apócrifas y palabras de visionarios, jamás escuchadas… desde antes del Diluvio… y la impaciencia ha devenido cuál aguafiesta, para dejar sin futuro el presente que no dejó jamás de pretender barrer con la hipocresía pacata de la colonización de mentes, llevada a cabo por los acopiadores de riquezas, la omnipotencia del dinero, el egoísmo filoso de los resentidos, los cobardes y traidores, que pululan por doquier.
En el vasto entramado de discursos de la contemporaneidad, pueden reconocerse, como paradigmas innegables, los relatos que -desde la ficción- indagan, preguntan, representan la realidad social mediata e inmediata, coqueta y vacua de la «canalla» que rinde culto al negocio de la sumisión y la incontinencia de pueblos sumidos en la ignorancia y el temor, indiferentes a todo lo que no afecte sus sobrevidas, sin imaginar, la tan ansiada entrada de los ‘chinos en New York’, Finisterre extremo occidental, el far west definitivo de una civilización (la nuestra) eminentemente mortal, para quienes no dejan de fantasear con un final ordenado de ciclo en la pobre historia de occidente, tan limitada en sus fines.
La historia transita, hoy se hace relato fabulado, biografía novelada, cómic, abandona los enunciados verificables y la remisión a determinados y específicos hechos, comprobables de manera total y absoluta, ¿o es que alguien ha muerto? La resaca sacudió y sacude con menor potencia hoy, las cloacas, máxima de nuestra civilización, plena de forúnculos que estallan, desagües que revientan, el torrente de mentira que asquea, aun cuándo su estallido alivia, libera, venga… y ‘¡los chinos en New York!¡: erupción del Krakatoa, cuyo aliento -según nos relata la historia por venir- darán siete vueltas y media a la tierra… Pues lo que se ha perdido o esfumado en este milenio es la tonalidad de los acontecimientos, el pequeño efecto singular y prodigioso, que hacía de alguno de ellos una situación paradójica, original, cuando no explosiva, como cuándo se ha soñado con una república no política, una república de las letras, de los filósofos, de los sabios: sueños a través de las utopías.
Pero el fardo de los mercados logró cubrir por entero a la humanidad indiferente, acorralada en su imposibilidad de reaccionar, ante una revolución que ha acontecido sin que cayeran en la cuenta de ello. Una revolución drástica, sin teorías declaradas, ni ideologías expresadas, se impuso por hechos consumados, se hizo visible cuándo ya estaba instaurado el nuevo orden mundial globalizado, aplicando una ley de eutanasia novelada.
Bajo la luz quemada...
Bajo la luz quemada,
tienen frío los ojos con que buscas
estas horas de octubre
y su jardín manchado de ginebra,
hojas secas, silencios
que de nosotros hablan al caerse.
Porque si ya no existe,
aunque nadie se ocupe de sus solemnidades,
hay noches en que llega la verdad,
ese huésped incómodo,
para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco,
como en un restaurante de sillas boca arriba
ya punto de cerrar.
-Nos están esperando.
Nada sé contestarte,
sólo que soy consciente de mi propia ironía,
porque el hombre es un lobo también consigo mismo
-Nos están esperando.
Negras y en alto, buitres silenciosos,
nos esperan las nubes en la calle.
Cabo Sounion
Al pasar de los años,
¿qué sentiré leyendo estos poemas
de amor que ahora te escribo?
Me lo pregunto porque está desnuda
la historia de mi vida frente a mí,
en este amanecer de intimidad,
cuando la luz es inmediata y roja
y yo soy el que soy
y las palabras
conservan el calor del cuerpo que las dice.
Serán memoria y piel de mi presente
o sólo humillación, herida intacta.
Pero al correr del tiempo,
cuando dolor y dicha se agoten con nosotros,
quisiera que estos versos derrotados
tuviesen la emoción
y la tranquilidad de las ruinas clásicas.
Que la palabra siempre, sumergida en la hierba,
despunte con el cuerpo medio roto,
que el amor, como un friso desgastado,
conserve dignidad contra el azul del cielo
y que en el mármol frío de una pasión antigua
los viajeros románticos afirmen
el homenaje de su nombre,
al comprender la suerte tan frágil de vivir,
los ojos que acertaron a cruzarse
en la infinita soledad del tiempo
Canción amarga
En la cara lleva
tres años perdidos
y el frío de las seis de la mañana.
Van a partirte el corazón.
De pronto
la luz apagada,
los pasillos turbios,
la puerta que clava su ruido en la espalda.
Van a partirle el corazón.
Y arrastra
una cadena oscura
de pasiones heladas,
ese frío que cabe solamente
detrás de una palabra.
Y yo la veo caminar,
despacio,
perderse en lo que anda,
fugitiva tristeza que va y viene
de la sombra a la puerta de mi casa.
La luz artificial deja en la calle
el temblor silencioso
de tres barcas ancladas.
cuando ella cruza por mi lado siento
como un golpe de remos
y un murmullo de agua.
Canción de aniversario
"...incómodos
de no sentir el peso de los años".
J. Gil de Biedma
Son
extrañamente hermosos todavía,
estos labios de hace ahora tres años
y me parece inédito
el gesto de tu beso,
este llegar aquí cada vez más tranquilo,
con la serenidad
del que tiene por cómplice la vida
y su rutina.
Hoy sabemos que entonces,
cuando tus veinte años y mi primer abrazo,
empezamos por ser
sobre todo indecisos: la tímida torpeza
de la primera noche
y la dificultad
con que dejar las manos
en el hábito infiel de nuestros vicios.
Ahora
extrañamente hermoso estar aquí,
demasiado a menudo y decididos,
incómodo
de no sentir el peso de los años
aprendiendo contigo la premeditación
y escribiendo en tu piel mi alevosía.
Porque suele haber bancos donde se espera siempre,
aceras que prefieres por costumbre
o líneas de autobús al mediodía.
Y sin embargo tú
reapareces inédita en tu gesto
para decirme hoy
que le conteste al tiempo y sus preguntas
el práctico saber que tienes de mi cuerpo.
Como cada mañana
Ahora sé
que estas calles nos han hecho solitarios
y nuestro corazón
tiene el pulso amarillo
de las maderas lentas de un tranvía.
Sobre su cuerpo viejo
andábamos despacio, de forma irregular,
con una simetría parecida a los árboles.
Era hermoso acudir
cada mañana
y respetar la cita con la hiedra
del muro,
los ropajes cansados de las casas estrechas
y de las calles sucias. Agradable
cruzar sobre algún puente,
detenerse lo exacto
para ver cómo el agua discute en las orillas.
En su jardín olimos
los primeros inviernos, su curso indefinido
por entre las palmeras.
Casi nadie pasaba,
sólo había
cuarenta sillas rojas
de los bares cerrados y alguna soledad
definitiva.
Durante muchos años,
durante tantos días que pasaron
el uno tras el otro,
el deber era un cierto paseo solitario,
la cita con un rumbo que sólo desviamos
para pisar las horas que caían,
los sueños que faltaban,
la superficie helada de los charcos,
para saltar los setos
o besamos las uñas moradas por el frío.
Y llegando a la puerta solíamos comprar
pequeños caramelos de nata o de violetas.
Entrábamos por fin para mezclamos
como cada mañana de la vida
con el paso cansado, los azulejos fríos
de un mundo hecho en latín
y números romanos.
Ahora sé
que en aquella ciudad deshabitada
la gente andaba triste,
con una soledad definitiva
llena de abrigos largos y paraguas..
Al final de los años sesenta, jóvenes de las islas exploraban una nueva vía de emigración: hacia el Reino Unido. Chicas que iban de au-pair o de trabajadoras domésticas, chicos que sin saber el idioma iban de camareros, lavaplatos, cocineros. Agotada la emigración tradicional hacia Cuba y Venezuela, había que abrirse camino en la culta y adinerada Europa. En Londres coincidí con veinteañeros de la isla de La Palma que se establecían en Londres, Brighton, Canterbury. España era la dictadura de Franco e Inglaterra era la democracia, el respeto. Allí pasé cinco meses, y tuve la suerte de poder asistir a un concierto de los Rolling Stones en Hyde Park, 250.000 jóvenes, en homenaje al guitarrista Brian Jones recién fallecido, quien se ahogó en una piscina supuestamente por sobredosis. Aquel día, a base de codazos, llegué a colocarme en primera fila mientras los Rolling celebraban un concierto magistral, y estrenaban temas como Honky Tonk Women.
Casi octogenarios, los
Rolling son inmortales porque junto con The Beatles simbolizan la nueva
juventud de los años sesenta. Ahora los Rolling vienen a Madrid y, provocadores
ellos, se fotografían junto a la escultura del Ángel Caído, en el Retiro y ante
el Guernica de Picasso. A Mick Jagger siempre le gustó la llamar la atención,
llevaba calcetines de distinto color, manifestaba ser devoto de Satán, hay
quienes siguen buscando elementos diabólicos en algunas de las composiciones.
Los Rolling eran casi el grito y la provocación, The Beatles transmitían un
mensaje más cuidado, más estético, aunque igualmente pacifista en el tiempo en
que la guerra del Vietnam hacía estragos. Y los dos grupos agitaron a los
jóvenes en aquellos años en que desde el Reino Unido se impusieron la
minifalda, la píldora anticonceptiva, la libertad sexual. Desde entonces,
Londres sigue siendo una ciudad que concede oportunidades a los jóvenes que
allí llegan, aunque ahora con más problemas que antes por el Brexit.
El verano de 1969
registró varios prodigios: los humanos llegaron a la Luna, las emisoras piratas
de radio desafiaban a la BBC transmitiendo música pop desde barcos situados en
el Canal de La Mancha, sin saber palabra de inglés conseguí pasar la aduana de
Southampton y llegué a ser ayudante de camarero en una residencia para
oficiales de la OTAN. Apenas tenía 20 años y había que comerse el mundo porque
yo venía de una isla pequeña y poco conocida, La Palma. El verano del año
anterior me apunté un par de meses a campos de trabajo para estudiantes en el
sur de Francia, en la zona de las Landas. Era la primera vez que el régimen
comunista de Checoslovaquia permitió a los jóvenes viajar a los países
capitalistas, y fue un buen intercambio de ideas. En realidad, checos y españoles
estábamos en contra de los regímenes políticos de nuestros respectivos países,
nos gustaban la música pop, los Rolling, Beatles, Bob Dylan, Joan Baez, la
canción-protesta y un largo etcétera.
Sorprendentemente,
pude ver películas sin cortes de la censura, así una versión del Ulises de
James Joyce, y por supuesto podías comprar libros muy prohibidos en España.
Asistí a Hair, la ópera rock que años más tarde volví a ver en el Pérez Galdós
en una versión muy inferior. En Londres había clubs de republicanos que
clamaban por la amnistía, convocaban actos en las parroquias protestantes. La
década prodigiosa de los 60, prolongada en los 70 y los 80, registró un apogeo
de la música juvenil, había un cambio de costumbres que en España tuvo que
esperar a la muerte del dictador. Aquí los 80 fueron los años de la liberación,
de la movida madrileña, de la nueva literatura, de costumbres más avanzadas en
las relaciones humanas.
Pues bien: sesenta años después de su nacimiento, los Rolling siguen estando en la brecha. Una longevidad artística revolucionaria.
Francisco J. Quevedo
Profesor titular de Literatura Española en la Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria
En esta ocasión, Luis León Barreto entrega El volcán y otros cuentos, su última obra literaria en el registro cuentístico, en el que había hecho incursiones como El Mar de la Fortuna (1986), ¡Mamá, yo quiero un piercing! (2005), Cuentos palmeros, 2009, o Cuentos gozosos/Cuentos traviesos (2017). En este terreno del cuento también hay que hacer hincapié en su participación en diversas antologías, como Cien años de cuentos (1898-1998). Antología del cuento en castellano (1998), llevada a cabo por José María Merino para Alfaguara. Este esbozo biobliográfico no acota en su justa medida, por supuesto, la entidad literaria y profesional de Luis León Barreto, pero sí que nos abre las puertas, al menos con cierto respaldo, a los relatos de El volcán y otros cuentos que edita el Centro de la Cultura Popular Canaria, con el apoyo del Cabildo de La Palma y del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane.
(Publicado en el suplemento de Cultura de La Provincia el 4 de junio de 2022)
Kevin
Acosta tenía un ataque de nervios. Era un joven y arrogante valor de las letras
locales, había escrito ya tres obras y estaba a punto de comerse el mundo,
porque había presentado su novela en veintisiete municipios de las islas, hasta
acudieron varias concejalas de Cultura que lo felicitaron cordialmente, incluso
consiguió varias novietas que escribían poesía y admiraban su talento. Pero
ninguna de las tres obras estaba siendo exhibida en la feria del libro de su
ciudad, lo cual lo tenía a mal traer. Un amigo suyo, ya curtido por tales
avatares, le daba consejos. Si ningún título tuyo ha estado presente en los
puestos ello puede deberse a varias razones, trataba de explicarle. En primer
lugar, tu editorial radica en Tenerife, que casi es decir Tegucigalpa, y desde
allí los envíos tardan en llegar una enormidad. Ten en cuenta que hay aduanas
que todo lo paran, los jodidos Cabildos quieren hacerse ricos cobrando por
todo, incluso por la cultura. También
puede ser –supuesto número dos-
que preguntases en una de las caseta de solo exhibición, donde no se pueden
ofertar los volúmenes, tan sólo se muestran con advertencia de ver y no tocar.
Tal vez –supuesto número tres- el editor se lleve sólo regular con alguno de
los libreros o encargados que regentan las casetas. O –caso número cuatro- que
el distribuidor no haya enviado todavía los ejemplares pero quizá lo haga la
semana que viene, si se lo recuerdas con tiempo. A lo mejor llegaron dos, y en
cuanto alguien los compró no fue posible reponerlos porque a la Feria no se
puede vender directamente. Nunca directamente, sino que es preciso pasar por
caja de librería, y traer un albarán que justifique la operación.
-Vamos a ver si encontramos sus textos
en el depósito -le dijeron en la caseta de un ilustre establecimiento, uno de
esos pocos que aún no habían devoradas por los grandes almacenes.
-Es que quiero regalarle uno a mi prima
–dijo, ansioso.
-El año pasado teníamos dos ejemplares del último. A lo mejor no los tenemos porque ya salieron. Pero no podemos reponerlos porque no nos queda espacio para las novedades. De todas formas si viene el lunes le podremos decir algo.
-Pero el lunes la feria ya habrá acabado, señorita.
-Lo siento, caballero. Según las normas,
los libros tienen que entrar por librería, no por Feria. Porque la feria es de
los libreros, no de los jóvenes caprichosos que se creen Vargas Llosa. Y en
cuanto a eso que me dice, le aclaro: si quiere estar bien exhibido, escriba
sobre los mojos y el escaldón de gofio, la ropavieja con pulpo o los batidos de
tunos, o mejor aún: hágase un bestseller. Algo que conecte con el gran público,
¿sabe usted? No esa literatura de vía estrecha que hacen algunos sino un tema
grande, un asunto universal con un estilo ligero, una novela negra que hable de
los malvados sin barroquismos ni cosas raras, escriba sobre los narcos de aquí
pero con una prosa al alcance de la mayoría. Porque usted sabe que la
literatura regional ni es literatura ni es nada. ¿De acuerdo? ¿Y por qué no se
presenta al Planeta, eh? De lo contrario no se lo arreglan ni en el Corte
Inglés de Valsequillo.
Ante todo ello, decidió ponerse en
medio del parque con un cartelito que ponía: “Vendo mi libro, con descuento.”
Pero la organización de la feria, hábilmente alertada, llamó a un seguritas y
lo obligaron a quitar la oferta.
-Usted es un advenedizo y está haciendo
competencia desleal –le dijeron-. Los libros sólo los vendemos nosotros.
Así que lo mejor sería dedicarse a la vida pastoril, porque las ferias del libro son una invitación al suicidio. Con lo bien que le habría ido vendiendo pisos o abriendo un asadero de pollos, o un puesto de perritos calientes. A ver si en la próxima reencarnación lo tiene más claro.
En estos tiempos de incertidumbre, hay que
agarrarse a lo que sea. A la pareja, a los hijos, a los nietos el que los
tuviera. Y no asomarse demasiado a la farsa cotidiana. Aunque la farsa en sí no
sea mala cosa, recientemente Rosario y yo estuvimos viendo teatro en Madrid, el
viejo vicio que una y otra vez pasa a revisitar a los amigos y sumarnos a las
representaciones. Siempre he pensado que la cartelera de la capital es
envidiable, por su cantidad, por la variedad de propuestas, hay muchas salas
digamos tradicionales y cada vez hay más salas alternativas. Y ahora hemos
visto una nueva versión de El diablo cojuelo, con un grupo catalán de payasos,
otra obra basada en una adaptación de La tempestad de Shakespeare, y finalmente
una propuesta con Javier Cámara en el Valle Inclán de Lavapiés, repleto hasta
los topes.
Madrid, esa mezcla de gran ciudad y
poblachón manchego. Porque en tarde de domingo veníamos en taxi por la Calle
Mayor y nos cerró el paso la procesión de la patrona de Andújar, Jaén, con
banda de música y buen acompañamiento. Los extranjeros no paraban de hacer
fotos. La primavera traía el brillo del sol, las calles repletas de gente,
aunque ya no era tiempo de rebajas. Después de la larga pandemia, la gente
disfruta el estar sin mascarilla, los bares y los restaurantes con mucha animación,
la gente joven muy bulliciosa en los fines de semana. A la hora del almuerzo se
hacía difícil encontrar sitio libre, a las 3 de la tarde Madrid parece una
ciudad rica y esplendorosa. Eso sí: los nuevos urbanistas puestos a reformar una
vez más la Puerta del Sol y la Plaza de España lo primero que hacen es quitar
fuentes, lenguas de césped, arbolado, solo quieren espacios deshumanizados.
Da la impresión de que la capital se ha
fortalecido, a pesar de que oficialmente perdió 50.000 habitantes en el 2020 y
otros tantos en el 2021, por aquello de que la gente quiso emigrar a chalets en
el campo. Pero el hecho de que aparentemente haya concluido la fase más grave
del Covid hace que el personal exhiba las ganas de vivir. No cabe duda de que
la estrategia de mantener la hostelería, los bares y los teatros, le funcionó a
la señora Díaz Ayuso.
A estas alturas, la presidenta está
imponiendo su marca, aunque el señor Feijoo ha llegado para imponer un poco de
orden y para aparentemente limitar los efectos narcisistas de los líderes
regionales. Para colmo una cubano-hispana casi gana en la feria de Eurovisión,
con lo cual el patriotismo se desbordaba por todas partes, incluidas la
exhibición de las banderitas rojigualdas. Cualquier motivo de alegría es bien recibido.
El tema que cantó y bailó Chanel parece uno
de esos híbridos fabricados entre el Caribe y Nueva York, entre rap y reguetón,
que tanto éxito alcanzan. La letra es insulsa, casi ininteligible, en ese
espanglish que tanto se lleva, con mezcla al cincuenta por ciento del español
americano y el inglés puertorriqueño. No importa gran cosa, de lo que se trata
es de conseguir una buena coreografía y de acompañarla con muchos efectos
digitales. Pero creo que era mejor tema el ¡Ay, mamá!, de la Bandini.
Chanel supo mostrar el trasero. Su cuerpo
trabajado en gimnasios y con profesionales del baile denota un invencible deseo
de triunfar, ha tenido oficio y disciplina durante años de aprendizaje. Y qué duda
cabe de que actuó bien, fue muy aplaudida y, en definitiva, dio una alegría a
este alicaído país donde la subida del coste de la vida y la inflación hacen
estragos. Al día siguiente de su importante triunfo dio un pequeño recital en
la Plaza Mayor, aunque ahí ya no estábamos. Ni tampoco habríamos podido, porque
hubo un control del aforo muy riguroso.
El problema es que llegamos tarde, mal y nunca. A mí me originó
cierta sorpresa que el ayuntamiento capitalino esperara cien años para nombrar
Hijo Predilecto a Benito Pérez Galdós. Y ahora leo que Urbanismo va a limitar
en San Roque las alturas en torno a la Casa de los Picos para evitar que sea
tapada por los edificios contiguos. A buenas horas, mangas verdes. Si se
hubiese hecho hace setenta o cincuenta años, todavía habría escapatoria. Pero
hoy en día, tras dejar paso a ese urbanismo tercermundista de cajones de
cemento en cualquier parte, ya no vale. La Casa de los Picos ya casi no se ve
ni de día ni de noche, porque está obstruida por el urbanismo rampante que
existió en décadas pasadas. El de que yo construyo aquí porque me da la gana,
yo me hago una casa de noche, los fines de semana, porque nadie se iba a dar
cuenta.
A
veces me he preguntado por qué le tenemos poco cariño a la bandera española bicolor,
y llego a la conclusión de que se trata de un capítulo todavía vinculado a la
guerra civil, del mismo modo que la supervivencia del independentismo catalán
también parece de alguna forma conectado a la derrota republicana en la
contienda.
Solo
en ocasiones especiales echamos a volar la nacional, por ejemplo en
acontecimientos deportivos triunfales. Cuando España ganó dos Eurocopas
seguidas y el Mundial de Suráfrica florecieron en azoteas y balcones las
banderas que vendieron a miles las tiendas de chinos, no solo eso sino que hubo
despliegue por parte de los seguidores de la selección, como si la selección de
fútbol fuera lo único capaz de unir a vascos, andaluces, catalanes, canarios, en
un sentimiento común. La gente cantaba aquello de ¡Soy español, español! También
cuando conseguimos alguna medalla en las olimpiadas o algún campeonato mundial
en motorismo vuelve la euforia.
En
EEUU la fiebre por las barras y estrellas hace que luzcan incluso cuando
entierran a sus mascotas en los cementerios que tienen para ello, sus queridos
perros, sus queridos gatos, sus queridos loros viajan al otro mundo con la
insignia estrellada. La bandera está en todas partes, delante de la gran
mayoría de los domicilios, y es un ritual izarla por las mañanas y arriarla al
anochecer.
Aquí
contemplamos la bandera española en las instalaciones militares, Base Naval,
Base Aérea, jefatura de la Guardia Civil, y acompañando a la canaria y la
europea en las dependencias del gobierno regional. Poco más. En países
teóricamente más débiles como Portugal, Grecia o Turquía la bandera está en
todas las esquinas. En Marruecos acompaña al retrato de Mohamed VI en cualquier
tiendecita por modesta que sea. ¿Somos menos patriotas que los norteamericanos
o el resto del mundo por no manifestar esa devoción casi religiosa hacia la
insignia nacional? Lo que sucede es que cada país tiene su propia historia,
incluso en EEUU todavía hay quienes todavía prefieren la confederada de los
sureños.
En el País Vasco y Cataluña la bicolor deja de estar presente en balcones de ayuntamientos y en dependencias de los respectivos gobiernos, la llamada guerra de las banderas ha dado dolores de cabeza hasta que nos hemos dado cuenta de que hay que relativizar el asunto. A fin de cuentas una bandera es un símbolo de la Historia, pero también es un trozo de tela. Y recordar que en el 1º de Mayo y en otras manifestaciones reivindicativas todavía sale a la calle la tricolor de la II República, incluso aquí sale la de las siete estrellas verdes. Existe la tentación de que la extrema derecha quiera apropiarse del patriotismo y de la bandera, pero las banderas no son de nadie, son de todos los que las quieran compartir.