martes, 29 de marzo de 2022

Qué paseo de noche, poema de Pedro Salinas

 


¡Qué paseo de noche

con tu ausencia a mi lado!
Me acompaña el sentir
que no vienes conmigo.
Los espejos, el agua
se creen que voy solo;
se lo creen los ojos.

Sirenas de los cielos
aún chorreando estrellas,
tiernas muchachas lánguidas,
que salen de automóviles,
me llaman. No las oigo.
Aún tengo en el oído
tu voz, cuando me dijo:
“No te vayas”. Y ellas,
tus tres palabras últimas,
van hablando conmigo
sin cesar, me contestan
a lo que preguntó
mi vida el primer día.
Espectros, sombras, sueños,
amores de otra vez,
de mí compadecidos,
quieren venir conmigo,
van a darme la mano.
Pero notan de pronto
que yo llevo estrechada,
cálida, viva, tierna,
la forma de una mano
palpitando en la mía.
La que tú me tendiste
al decir: “No te vayas”.
Se van, se marchan ellos,
los espectros, las sombras,
atónitos de ver
que no me dejan solo.
Y entonces la alta noche,
la oscuridad, el frío,
engañados también,
me vienen a besar.
No pueden; otro beso
se interpone en mis labios.
No se marcha de allí,
no se irá. El que me diste,
mirándome a los ojos
cuando yo me marché,
diciendo: “No te vayas”.

lunes, 28 de marzo de 2022

Marruecos: convivir con todos los demonios



En estos tiempos hay que desarrollar un instinto de supervivencia más allá de los acontecimientos. No en vano hemos de acostumbrarnos a convivir con los demonios. Las sucesivas crisis económicas, el precio de la gasolina y de la cesta de la compra, la extrema derecha y la extrema izquierda, Putin, los independentistas, las variantes del covid, la reconstrucción tras el volcán, los incendios, la falta de lluvia, etcétera. Y tenemos que recordar que el vecino envalentonado está ahí, acechando nuestra debilidad. Hay incertidumbre desde que el Sáhara fue entregado de aquella manera, y muchos canarios se preguntan si España hará lo mismo respecto a este archipiélago, que ni es árabe, ni es musulmán, ni nunca fue marroquí, tan solo es africano respecto a su ubicación, casi lo mismo que podríamos decir de Madeira, también cerca del incómodo vecino. España es así: un país donde los intereses generales están subordinados a los intereses estratégicos, por eso ahora con secretismo nos bajamos los pantalones y regalamos el territorio donde se establecieron miles de compatriotas. Y el vecino desleal, que sabe de nuestras debilidades, nunca estará contento, siempre buscará un nuevo punto de fricción: Ceuta y Melilla, para empezar, las aguas territoriales canarias para continuar. El vecino, Marruecos es el país 133 del mundo según su nivel de renta, España entre los quince primeros.

Cuando España perdió sus últimas colonias, 1898, se metió en guerras muy ásperas con el vecino. Cuánto desgaste para un país donde había pobreza, analfabetismo y una monarquía que históricamente nos ha hecho pocos favores. Siempre Marruecos, y del otro lado siempre la pretensión de recuperar Al-Ándalus, tantas veces esgrimida por los ideólogos del extremismo islámico.

El Parlamento marroquí ha aprobado de forma unilateral dos leyes que delimitan sus fronteras marítimas con España y Mauritania. El ministro de Exteriores reconoce que los nuevos límites pueden superponerse a los de las aguas canarias, pero confía en que las buenas relaciones permitan resolver un posible conflicto a través del diálogo. ¡Qué ilusionismo dejar las ovejas a cargo del lobo, qué despropósitos! El ministro de Asuntos Exteriores parece que está asirocado por la calima, poco informado y desbordado por los acontecimientos. El Frente Polisario asegura que esta decisión es una muestra más de la política expansionista alauita que desde la Marcha Verde ha aprovechado las debilidades del gobierno español.

El problema consiste en que desconfiamos del chantaje del vecino y los olvidos de Madrid. En todo el siglo XIX y parte del XX, hasta la guerra civil, estas islas tenían más vínculos económicos y comerciales con Londres que con la capital del Estado, no en vano los ingleses trajeron el plátano y el tomate, impulsaron los puertos y las ciudades, instalaron sus consignatarias y sus bancos, Canarias se gobernaba en libras y chelines. En los periódicos de la época se insistía en la desatención respecto a este archipiélago, que practicaba la emigración como válvula de escape frente a las injusticias sociales, la falta de oportunidades y el descuido. Claro que los tiempos han cambiado: las comunicaciones rápidas, la integración en la economía nacional y continental. Y con el volcán de La Palma se ha percibido solidaridad, somos españoles y europeos periféricos. El mayor error del independentista Cubillo fue pretender incrustarnos en la cultura norteafricana, nuestros antepasados fueron bereberes pero nuestros genes son los del mestizaje.

Hemos leído este titular: “El acuerdo obliga a Marruecos a desistir de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias”. ¿Cómo es que Canarias entra en el paquete? ¿Es que el vecino tiene algún derecho sobre un archipiélago que se incorporó a occidente al final del siglo XV cuando Marruecos apenas era un conjunto de tribus? Ellos pueden exhibir el mapa del Gran Marruecos que nos incluye porque geográficamente estamos al lado. Somos frontera, hay que asumirlo. Pero nada más.

miércoles, 23 de marzo de 2022

Un cuento de Japón

 

El Tatuador

 

 

Junichiro Tanizaki*


Era aquella una época en la que los hombres rendían culto a la noble virtud de la frivolidad, en la que la vida no era la áspera lucha que es hoy. Eran tiempos de ocio, tiempos en que los ingeniosos profesionales podían ganarse la vida sobradamente si conservaban radiante el buen humor de los caballeros ricos o bien nacidos y si cuidaban de que la risa de las damas de la Corte y de las gheisas no se extinguiese nunca. En las novelas románticas, ilustradas, de la época, en el teatro Kabuki, donde los rudos héroes masculinos como Sadakuro y Jiraiya eran transformados en mujeres, en todas partes, la hermosura y la fuerza eran una sola cosa. Las gentes hacían cuanto podían por embellecerse y algunos llegaban a inyectarse pigmentos en su preciosa piel. En el cuerpo de los hombres bailaban alegres dibujos de líneas y colores.

Los visitantes de los barrios de placer de Edo preferían alquilar portadores de palanquín que estuviesen tatuados espléndidamente. Entre los que se adornaban de este modo no sólo se contaban jugadores, bomberos y gente semejante sino miembros de la clase mercantil y hasta samuráis. De vez en cuando se celebraban exposiciones y los participantes se desnudaban para mostrar sus afiligranados cuerpos, se los palmoteaban orgullosamente, presumían de la novedad de sus dibujos y criticaban los méritos de los ajenos.

Hubo un joven tatuador excepcionalmente hábil llamado Seikichi. En todas partes se le elogiaba como a un maestro de la talla de Caribun o Yatsuhei y docenas de hombre le habían ofrecido su piel como seda para sus pinceles. Gran parte de las obras que se admiraban en las exposiciones de tatuajes eran suyas. Había quienes podían destacarse más en el sombreado o en el uso de cinabrio, pero Seikichi era famoso por el vigor sin igual y el encanto sensual de su arte.

Seikichi se había ganado anteriormente el pan como pintor ukiyoke de la escuela de Tokoyuni y Kunisada y a pesar de haber descendido a la condición de tatuador, su pasado era visible en su conciencia artística y su sensibilidad. Nadie cuya piel o cuyo aspecto físico no fuese de su agrado lograba comprar sus servicios. Los clientes que aceptaban tenían que dejar coste y diseño enteramente a su discreción y habían de sufrir durante un mes o incluso dos, el dolor atroz de sus agujas.

En lo profundo de su corazón, el joven tatuador ocultaba un placer y un secreto deseo. Su placer residía en la agonía que sentían los hombres al irles introduciendo las agujas, torturando sus carnes hinchadas, rojas de sangre: y cuanto más alto se quejaban más agudo era el extraño deleite de Seikichi. El sombreado y el abermejado, que se dice que son particularmente dolorosos, eran las técnicas con las que más disfrutaba.

Cuando un hombre había sido punzado quinientas o seiscientas veces, en el transcurso de un tratamiento diario normal, y había sido sumergido en un baño caliente para hacer brotar los colores, se desplomaba medio muerto a los pies de Seikichi. Pero Seikichi bajaba su mirada hacia él, fríamente. "Parece que duele", observaba con aire satisfecho.

Siempre que un individuo flojo aullaba de dolor o apretaba los dientes o torcía la boca como si estuviese muriéndose, Seikichi le decía: "No sea usted niño. Conténgase usted: ¡no ha hecho más que empezar a sentir mis agujas!" Y continuaba tatuándole, tan imperturbable como siempre, mirando de vez en cuando, de reojo, el rostro bañado en lágrimas del cliente.

Pero a veces, una persona de excepcional fortaleza encajaba las mandíbulas y aguantaba estoicamente sin permitirse ni un gesto. Entonces, Seikichi se sonreía y decía: "¡Ah, es usted hombre porfiado! Pero espérese. Pronto le empezará a temblar el cuerpo de dolor. Dudo que sea capaz de soportarlo…"

Durante mucho tiempo, Seikichi acarició el deseo de crear una obra maestra en la piel de una mujer hermosa. Semejante mujer habría de reunir tantas perfecciones de carácter como físicas. Un rostro encantador y un hermoso cuerpo no le habrían satisfecho. Aunque inspeccionaba cuantas bellezas reinaban en los alegres barrios de Edo, no encontró ninguna que satisficiese sus exigentes pretensiones. Transcurrieron varios años sin encontrarla y el rostro y la figura de la mujer perfecta continuaban obsesionándole. Pero no quiso perder la esperanza.

Una tarde de verano, durante el cuarto año de búsqueda, sucedió que Seikichi, al pasar por el restaurante Hirasei, en el distrito Fukagawa de Edo, no lejos de su casa, vio un pie desnudo de mujer, blanco como la leche, asomando por entre las cortinas de un palanquín que estaba partiendo. Para su experta mirada, un pie humano era tan expresivo como un rostro. Aquél era el colmo de la perfección. Dedos exquisitamente cincelados, uñas como las iridiscentes conchas del acantilado de Enoshima, bañada en las límpidas aguas de un manantial de montaña, se trataba, en fin, de un pie digno de ser nutrido por la sangre de los hombres, de un pie hecho para pisotear sus cuerpos. Seguramente, aquél era el pie de la única mujer que durante tanto tiempo se le había ocultado. Ansioso por vislumbrar su cara, Seikichi empezó a seguir al palanquín. Pero, tras perseguirlo por callejuelas y avenidas, lo perdió por completo de vista.

El deseo de Seikichi, durante tanto tiempo contenido, se convirtió en amor apasionado. Una mañana, ya muy entrada la primavera siguiente, se encontraba en el balcón, adornado por los bambúes floridos, de su casa de Fukagawa contemplando una maceta de lirios omoto, cuando oyó a alguien junto a la puerta de su jardín. Por la esquina del seto interior apareció una muchacha. Le llevaba un recado de una amiga suya, geisha del cercano barrio de Tatsumi.

- Mi ama me ha dicho que le entregue esta capa y dice que si tendría la amabilidad de decorar el forro - dijo la muchacha. Desató un paquete de ropa color azafrán y saco una capa de seda, de mujer (envuelta en un pliego de papel grueso en el que estaba impreso un retrato del actor Tojako), y una carta.

La carta repetía su amistosa petición y continuaba diciendo que su portadora empezaría pronto la carrera de geisha bajo su protección. Esperaba que, sin echar en olvido los viejos vínculos, extendiese su protección a esta muchacha.

- Creo que es la primera vez que le veo - dijo Seikichi escrutándola con insistencia. Parecía no tener más de quince o dieciséis años, pero su rostro mostraba una belleza extrañamente madura, un aspecto de experiencia, como si ya hubiese pasado varios años en el alegre barrio y hubiese fascinado a incontables hombres. Su belleza reflejaba los sueños de generaciones de hombres y mujeres seductores que habían vivido y muerto en la vasta capital donde estaban concentrados los pecados y las riquezas de todo el país.

Seikichi le ofreció asiento en el balcón y estudió sus delicados pies, desnudos salvo unas elegantes sandalias de paja.

- Tu saliste del palanquín del Hirasei una noche de julio pasado, ¿no es cierto? - le preguntó.

- Supongo que sí - contestó ella, sonriendo ante la extraña pregunta -. Mi padre vivía todavía y me llevaba con frecuencia allí.

- Te he estado esperando durante cinco años. Es la primera vez que te veo la cara, pero recuerdo tu pie… Acércate un momento, tengo que enseñarte una cosa.

Ella se había puesto en pie para irse, pero la cogió de la mano y la condujo arriba, al estudio que daba a la orilla del río. Entonces sacó dos kakemonos y desenrolló uno ante ella.

Era una pintura de una princesa china, la favorita del cruel Emperador Chu de la dinastía Shang. Estaba apoyada en una balaustrada, en postura lánguida, la larga falda de su vestido de brocado floreado caía hasta la mitad de un tramo de escalones, su esbelto cuerpo soportaba con dificultad el peso de una corona de oro tachonado de coral y lapislázuli. Llevaba en la mano derecha una ancha copa de vino que inclinaba hacia los labios mientras contemplaba a un hombre que era conducido a la tortura en el jardín de abajo. Tenía las manos y los pies encadenados a un pilar hueco de cobre en cuyo interior iban a echar un fuego. La princesa y su víctima, la cabeza inclinada ante ella, los ojos cerrados, dispuestos a aceptar su destino, estaban representados con terrorífica verosimilitud.

Mientras la muchacha contemplaba la extraña pintura, sus labios temblaron y los ojos empezaron a chispearle. Poco a poco su faz fue adquiriendo una curiosa semejanza con la de la princesa. En la pintura, descubrió su yo secreto.

- Tus propios sentimientos están revelados aquí - le dijo Seikichi, complacido, mientras la miraba al rostro.

- ¿Por qué me muestras una cosa tan horrible? - preguntó la muchacha, mirándole. Se había puesto pálida.

- La mujer eres tú. Su sangre corre por tus venas. Después, extendió el otro kakemono.

Era éste una pintura titulada "Las Víctimas". En medio de ella, una joven estaba en pie apoyada al tronco de un cerezo: Gozaba contemplando un montón de cadáveres de hombres que yacían a sus pies. Unos pajarillos trinaban sobre ella, cantando triunfalmente. Sus ojos irradiaban orgullo y gozo. ¿Era un campo de batalla o un jardín de primavera? En este cuadro, la muchacha sintió haber encontrado algo escondido durante mucho tiempo en las tinieblas de su propio corazón.

- Esta pintura muestra tu futuro - dijo Seikichi, apuntando a la mujer que había bajo el cerezo, la propia imagen de la muchacha -. Todos estos hombres arruinarán sus vidas por ti.

- Por favor, ¡te suplico que te lleves esto! - Se volvió de espaldas como para escapar a su tantálico hechizo y temblando, se postró ante él. Finalmente, continuó diciendo: - Sí, admito que no te equivocas conmigo: yo soy como esa mujer… Así que, llévate eso, por favor.

- No hables como una cobarde - le dijo Seikichi, con sonrisa maliciosa -. Míralo más cerca. No durarán mucho tus escrúpulos.

Pero la muchacha se negaba a levantar la cabeza. Todavía postrada, con el rostro entre las mangas, repetía una y otra vez que estaba asustada y quería marcharse.

- No, tienes que quedarte, quiero convertirte en una verdadera belleza - le dijo, acercándose a ella. Llevaba bajo el kimono un frasquito de anestésico que había conseguido algún tiempo antes de un médico holandés.

El sol de la mañana brillaba sobre el río, enjoyando, el estudio de ocho alfombras con su ardiente luz. Los rayos reflejados por el agua dibujaban temblorosas olas doradas sobre las mamparas corredizas de papel y sobre el rostro de la muchacha, que estaba profundamente dormida. Seikichi había cerrado las puertas y sacado sus instrumentos de tatuaje, pero durante un rato se limitó a sentarse, arrobado, saboreando hasta la saciedad su misteriosa belleza. Pensaba que jamás se cansaría de contemplar su sereno rostro semejante a una máscara. Precisamente como los antiguos egipcios habían embellecido sus magníficos campos con pirámides y esfinges, iba él a embellecer la impoluta piel de la muchacha.

En este momento, levantó el pincel que apretaba entre el pulgar y los dos dedos siguientes de la mano izquierda, aplicó su extremo en la espalda de la muchacha y, con la aguja que llevaba en la mano derecha, empezó a grabar un dibujo. Sintió que su propio espíritu se disolvía en la tinta negra de polvo de carbón con que le manchaba la piel. Cada gota de cinabrio Ryukyu con que iba mezclando el alcohol y atravesándola era una gota de su propia sangre. Veía en sus pigmentos los matices de sus propias pasiones.

Pronto llegó la tarde y luego, el tranquilo día primaveral avanzó hacia su fin. Pero Seikichi no se detuvo en su trabajo, ni se interrumpió el sueño de la muchacha. Cuando un criado llegó de casa de la geisha preguntando por ella, Seikichi lo despachó diciéndole que hacía tiempo que se había ido. Y horas más tarde, cuando la luna colgaba sobre la mansión del otro lado del río, bañando las casas de la orilla en una luz de ensueño, el tatuaje no estaba ni a medio hacer. Seikichi trabajaba a la luz de una vela.

Ni siquiera introducir una gota de colorante era un trabajo fácil. A cada pinchazo de la aguja, Seikichi daba un profundo suspiro y sentía como si se hubiese atravesado su propio corazón. Poco a poco, las marcas del tatuaje empezaron a adquirir la forma de una gigantesca araña hembra y cuando el cielo nocturno empalidecía con la luz del alba, esta horripilante y malévola criatura había estirado sus ocho patas para abrazar por completo la espalda de la muchacha.

 


Irezumi (1966) -  Film japonés de Yasuzo Masumura basado en “El tatuador”de Junichiro Tanizaki


A plena luz del alba primaveral, las barcas habían empezado a bogar por el río, de arriba abajo, con los remos restallando en la quieta mañana, los tejados brillaban al sol y la neblina comenzaba a adelgazar sobre las blancas velas que se hinchaban con la brisa mañanera. Por fin, Seikichi, dejó el pincel y contempló la araña tatuada. Esta obra de arte había sido el supremo esfuerzo de su vida. Ahora, cuando la hubo acabado, su corazón estaba atravesado de emoción.

Las dos figuras permanecieron quietas durante algún tiempo. Luego, las paredes de la habitación devolvieron el eco tembloroso de la voz baja y bronca de Seikichi:

- Para hacerte verdaderamente hermosa he vertido mi espíritu en este tatuaje. No existe hoy una mujer en el Japón que se pueda comparar contigo. Tus viejos temores han desaparecido. Todos los hombres serán tus víctimas.

Como respuesta a estas palabras, un débil gemido escapó de los labios de la muchacha. Lentamente, empezó a recobrar los sentidos. A cada estremecida inspiración, las patas de la araña se agitaban como si estuviera viva.

- Tienes que sufrir. La araña te tiene entre sus garras.

Como respuesta, abrió ella los ojos levemente, con una mirada vacía... La mirada se le fue avivando progresivamente, como la luna va encendiéndose por la tarde, hasta lucir esplendorosamente en su faz.

- Déjame ver el tatuaje - dijo, hablando como en sueños, pero con un dejo de autoridad en la voz -. Al darme tu espíritu, has tenido que hacerme muy bella.

- Antes tienes que bañarte para que aparezcan los colores - susurró Seikichi compasivamente -. Me temo que va a dolerte, pero sé valiente otro poco.

- Puedo soportar cualquier cosa por la belleza.

A pesar del dolor que le recorría el cuerpo, sonrió.

- ¡Cómo pica el agua!… Déjame sola ¡espera en la otra habitación! No me gusta que un hombre me vea sufrir así.

Al salir de la tina, demasiado débil para poder secarse, la muchacha echó a un lado la compasiva mano que Seikichi le ofrecía y se dejo caer al suelo en una agonía, quejándose como presa de una pesadilla. El despeinado cabello le colgaba sobre el rostro en salvaje maraña. Las blancas plantas de sus pies se reflejaban en el espejo que había detrás de ella.

Seikichi estaba asombrado del cambio que había sobrevenido a la tímida y sumisa muchacha del día anterior, pero hizo lo que le había dicho y se fue a esperar en el estudio. Alrededor de una hora después volvió, cuidadosamente vestida, con el empapado y alisado cabello cayéndole por los hombros. Apoyándose en la barandilla del balcón, miró al cielo levemente brumoso. Le brillaban los ojos, no había en ellos ni una huella de dolor.

- Me gustaría ofrecerte también estas pinturas - dijo Seikichi, colocando ante ella los kakemonos -. Cógelas y vete.

- ¡Todos mis antiguos temores se han desvanecido y tú eres mi primera víctima! - Le lanzó una mirada tan brillante como una espada. Una canción de triunfo sonaba en sus oídos.

- Déjame ver de nuevo tu tatuaje - suplicó Seikichi.

Silenciosamente, la muchacha asintió y dejó resbalar el kimono de sus hombros. Precisamente entonces su espalda, esplendorosamente tatuada, recibió un rayo de sol y la araña se coronó en llamas.

martes, 22 de marzo de 2022

Luis León Barreto (a los poetas canarios)

 

ARTES, 6 DE NOVIEMBRE DE 2012



                                                              Luis León Barreto

La entrada sobre Luis León Barreto va a ser algo mas personal que el resto de las entradas dedicadas a poetas canarios por varios motivos.
El primero de ellos sucede hace algunos años.
La que entonces era mi novia (hoy en día mi esposa) está estudiando en el Instituto Politécnico de Las Palmas .Es el año 1985.
En esos días yo me encuentro viviendo también en Las Palmas, en el domicilio de una tía mía que lleva años viviendo en la capital grancanaria,y estoy estudiando también en el Instituto del Pino, en Guanarteme.
Y un día , ella, mi noviecita, me dice que va a ir a entrevistar junto con otros compañeros de su clase a un periodista llamado Luis León Barreto a su periódico ( no recuerdo si era La Provincia, donde el fue Subdirector o en el Diario de Las Palmas donde ejercía de redactor-jefe, esto fue antes de que ambos periódicos se fusionaran en el año 2000).
En esta época mi conocimiento de la cultura canaria y de sus artistas, escritores, músicos y poetas era mínima...así que debo reconocer mi desconocimiento del autor.
Los alumnos volvieron bastante contentos de su experiencia “periodística” y de la simpatía y conocimientos del periodista.
En esa época mis intereses iban por otros derroteros (por aquel entonces yo tenía 19 años) y debo reconocer una vez mas que aparte de leer algunos artículos suyos en el periódico ( que por cierto me gustaron bastante) no indagué mucho más en el escritor...(entono el mea culpa).
Pasan los años y comienzo a conocer y a interesarme más en profundidad por la cultura y la idiosincrasia canaria..Y descubro a sus poetas (hasta que visité por vez primera las Islas Canarias en el 83 solo conocía a Pérez Galdós como escritor y a aquel glorioso equipo de la Unión Deportiva Las Palmas en el que jugaban gente como Tonono, Guedes, los Gilberto, Bosmediano, Germán Devora y mi favorito, León....si...si me preguntáis, seguro que recuerdo la alineación entera).
Descubro a Tomás Morales, a Alonso Quesada, a los hermanos Millares....descubro a sus pintores y artistas , el lanzaroteño Cesar Manrique, a Nestor de la Torre, Padrón...etc...Descubro al mejor tenor (al menos para mi) de cuantos he escuchado, al más sincero en su canto...Don Alfredo Krauss...y descubro a escritores como Rafael Arozarena y su poesía y su novela Mararía y descubro al fin a esa hornada de escritores de los 70...descubro a J.J. Armas Marcelo, Fernando Delgado,Emilio Gonzalez Deniz y descubro (o redescubro) a Luis León Barreto , su novela “Las Espiritistas de Telde” y sus relatos.
Y cuando decido hacer este homenaje a los poetas canarios me vuelvo hacia su recién editado “Memorias de La Palma Edén” ...Porque aunque el mismo diga que es un poeta de solo dos libros de poesía con 42 años de diferencia entre si...yo siento su poesía (como su prosa) muy cercana...tan cercana al corazón que me atrevo a contactar con el (eso hace tan solo unas semanas) para pedirle permiso para musicar uno de sus poemas...y descubro a la persona que intuía que era...generoso, sincero y buena persona.

Gracias, Luis...de todo corazón por tu generosidad y tu bonhomía.

En lo biográfico diré entonces que …

Luis León Barreto nace en Los Llanos de Aridane, La Palma en 1949.
Licenciado en periodismo por la Universidad de La Laguna, ha sido subdirector del periódico La Provincia y director del Club Prensa Canaria.
Entre los numerosos premios que ha obtenido destacan el Premio de novela Vicente Blasco Ibáñez (con la novela “Las espiritistas de Telde”) y el Premio de novela Pérez Galdós (con la obra “Ulrike tiene una cita a las ocho”).
En mayo de 2008 fue nombrado presidente de la Asociación Canaria de Escritores (ACAE), cuyo principal objetivo es difundir la obra publicada por escritores nacidos o residentes en las Islas Canarias.
Ademas de Los Espiritistas de Telde (1981) y Ulrike tiene cita a las 8 (1975) tiene publicados una serie de libros entre los que destacan:

− Crónica de todos nosotros. (Poesía). Ed. Inventar
− Memorial de A. D. Edirca, 1978. Colección Cultura Viva de Canarias.
− La infinita guerra. Planeta, 1985.
− El mar de la fortuna. Edirca, 1986. Biblioteca Canaria de Bolsillo, 12.
− Los días del paraíso. Orígenes, 1988.
− “El Time” y la prensa canaria en el S. XIX. Cabildo Insular, 1990.
− No me mates, vida mía. Ediciones La Palma, 1992.
− La casa de los Picos. Editorial Prensa Canaria, 1998.
− ¡Mamá, yo quiero un piercing!. Anroart, 2005
− El mar de la fortuna. Idea, 2006.
− Autoayuda (Self help). Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, 2007.
Colección Cuentos para la guagua, 6-7.
-Memorias de La Palma Edén, Anoart,2012.

Periodista, ensayista, poeta y novelista con una dilatada y atractiva trayectoria tiene además su espacio en la blogosfera...llamado La Literatura y la Vida ...con el siguiente enlace...
http://blogdeleonbarreto.blogspot.com.es/

Entre sus poemas, elegí el siguiente, que he musicado y que podéis oír en el reproductor soundclick, arriba a la derecha.

Tu Nombre de Luis León Barreto

Tu nombre viaja con la lluvia en Liverpool, ríos
y canales verdeoscuros de las Midlands.
Te gustaban las fachadas de ladrillo,
los palacetes victorianos, las vidrieras
de las catedrales góticas,
las chimeneas de las fábricas del XIX,
el bed and breakfast pegado al cementerio.

Nos hicimos fotos en el molino del río,
las granjas en ruinas de las hermanas Brontë,
allá en las Cumbres Borrascosas,
la tumba de Sylvia Plath en los páramos
y colinas derruidas por el tiempo.

El otoño llega a ser sublime
en las praderas con las primeras nieves,
mujeres de mejillas encendidas,
guirnaldas en las más altas torres.
Pero los días tenían la palidez de un funeral
y mi alma huyó -sin avisar-
a la isla de San Brandán.

Blog Desde mi azotea - Puerto real, Cádiz    6 noviembre 2012   (whoduth.blogspot.com)

lunes, 21 de marzo de 2022

Pedro García Cabrera, 41 años después



    Este domingo 20 de marzo se han cumplido 41 años de la muerte de Pedro García Cabrera, poeta de raíz surrealista que elaboró una introspección sobre la insularidad y el compromiso del arte. En la calle Santiago Cuadrado 7 de Santa Cruz de Tenerife vivía el poeta de Vallehermoso que tuvo una gran implicación en la guerra civil. Socialista de convicción, pasó detenciones y torturas y luego una huida aventurera desde el Sáhara hacia Senegal y luego a Marsella, para volver a la Península y combatir con el ejército republicano, detenido y torturado, a consecuencia de lo cual ya no podía tener hijos. En Andalucía lo cuida de sus heridas la enfermera Matilde Torres, que será su compañera para toda la vida. Retornado a la isla, encontró trabajo en servicios de la Refinería, hasta su muerte. Tuve una relación con su sobrina Ana García, originaria de Córdoba, una chica muy hermosa que había sido Reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife. Apenas teníamos veinte años, el amor si es breve e intenso es inmortal.

El valor de Pedro García Cabrera en las letras canarias es notable, fue un revulsivo con gran influencia. Desde su pertenencia a Gaceta de Arte a su poesía que incide en la zozobra de los tiempos que le tocaron vivir. La amistad de Pedro con gente de su generación fue muy estrecha: María Rosa Alonso, Eduardo Westerdahl, Domingo Pérez Minik, figuras dentro de aquel pensamiento republicano e innovador que fue castrado por el alzamiento militar. El grupo era de proyección amplia, y en él encontramos figuras muy a la izquierda pero también otras de temperamento diferente: Emeterio Gutiérrez Albelo, Benito Pérez Armas, Luis Rodríguez Figueroa, José Arozena, Agustín Espinosa, Domingo López Torres. Varios de ellos perdieron la vida tras el golpe militar.

Pedro es el poeta del mar, un mar metafísico y sufriente, existencial y cautivo. Detenido el 18 de julio de 1936, fue enviado a La Isleta y luego deportado a Villa Cisneros. Protagoniza una espectacular fuga en el barco Viera y Clavijo, con el que llega a Dákar, de ahí a Marsella y a Andalucía, para ser protagonista en el frente de guerra republicano. Su libro La esperanza me mantiene registra el paso del lirismo vanguardista al realismo social, según señaló en su momento Pérez Minik. El título lo extrae García Cabrera de una copla popular que había escuchado, de niño, muchas veces, en La Gomera y se mantenía en su memoria. Domingo Pérez ha dicho que en esta copla se resume "toda la condición geográfica y metafísica del hombre insular".

La esperanza me mantiene es un libro destacado en la lírica española de posguerra y elogiado por Vicente Aleixandre. Contiene un prólogo de Pérez Minik e ilustraciones de Westerdahl, enlaza con la tradición del surrealismo en la construcción de las imágenes y el uso del verso libre y supone el paso del lirismo vanguardista al realismo social representando la combinación entre el sentimiento solidario y la raigambre humanista, por un lado, y la visión sobre el paisaje insular, por otro.

El título lo extrae de una copla popular que había escuchado en su casa natal: A la mar fui por naranjas, / cosa que la mar no tiene; / metí la mano en el agua: / la esperanza me mantiene. Es una canción popular asturiana aunque también podría ser andaluza, y se escucha en Chile, Argentina, Perú o México. En las versiones europeas el centro está en el mar como metáfora del amor y la incertidumbre.

En su obra se registra el peso doliente de la guerra pero también un atisbo de esperanza en un futuro mejor para la humanidad. Un día habrá una isla / que no sea silencio amordazado.

lunes, 14 de marzo de 2022

Aquella Redacción de la calle Murga 21



Era un cuarto breve donde nos agolpábamos con el ruido de las máquinas de escribir y el humo interminable de los cigarrillos, las ventanas cerradas. Allí LA PROVINCIA, el Diario de Las Palmas, la Rotativa y la planta superior donde estaba Dácil, la eficiente secretaria del consejero delegado, don Tomás Hernández Pulido. No había mujeres en esa época porque el periodismo era una profesión masculina, se decía. Tan solo en el Diario había una chica redactora, y tiempo después entró otra para el archivo. Cuando don Tomás bajaba a la Redacción todos nos poníamos en pie, la primera vez que lo hizo estando yo presente comentó: Es una Redacción de gente muy joven, como si se sorprendiera de ver tantos veintañeros. Yo tenía 22, venía de La Tarde y El Día en Santa Cruz de Tenerife, había cumplido el servicio militar represaliado por haber cubierto la huelga de las guaguas de la capital tinerfeña, en 1970, José Martín Ramos, que había hecho la mili en el Gobierno Militar me dijo que yo tenía una ficha política abundante y el 3 de abril de 1972 firmé mi primer reportaje, sobre los planes de urbanización de Jinámar un informe que salió en primera página.

El primer director que conocí fue el murciano Juan F. Sardaña, que luego marchó a La Verdad de Murcia, pero al poco llegó Guillermo García-Alcalde, mi maestro y mi protector, un verdadero guía, casi mi padre. Un lujo para la crítica musical, literaria y artística de las islas, un hombre de espíritu generoso que apoyó a creadores de la música, las letras, el pensamiento, las artes plásticas, la Generación del 70 recibió su mecenazgo. Siempre supo sacar lo mejor de cada uno, siempre supo impulsar el rendimiento colectivo. Con él el periódico alcanzó niveles de excelencia, era un diario comprometido con su entorno social, dentro de las circunstancias era liberal y progresista no en vano desde su refundación en 1966 se publicaron reportajes sobre el drama de la aparcería del tomate y mucho más tarde se encabezó la campaña en favor de la Universidad.

La Redacción de la calle Murga albergaba en su sótano la rotativa Marinoni que manejaba un alemán. Cuando empresa se mudó a las instalaciones de El Sebadal, en la planta baja del edificio nació en 1982 el Club Prensa Canaria, espacio de promoción cultural y de debate que hizo una gran labor de encuentro. Allá en El Sebadal también funcionó una emisora, Radio Canarias FM. Y al cabo de otros años la Redacción volvió al centro, a la Avenida Marítima, mientras que la parte técnica se desplazaba al polígono de Arinaga.

De mi primera entrevista con don Tomás recuerdo un hombre serio y eficiente, imponía respeto pero a su vez trasmitía cercanía. También fue mi protector en medio de ciertas dificultades familiares, guardo muy buenas sensaciones de su trato afable y magnánimo, sin duda me favoreció. Incluso nos invitó a la boda de una de sus hijas. Ahora nos ha dejado a una edad avanzada, 95 años, y aquí me he propuesto recordar su persona y el ambiente de aquel lugar, rodeado de bares y de pequeños restaurantes, en pleno centro. Las mudanzas fueron muchas idas y venidas, con compañeros que por desgracia se fueron antes de tiempo. El estrés del periodismo. Luego vino don Javier Moll de Miguel con su sentido innovador, que le ha llevado a liderar una importante cadena de publicaciones a nivel nacional.

         El periodismo tiene vasos comunicantes con la literatura y genera una adicción que no vas a perder en toda tu vida. Creo que la fuerza de este diario ha sido el trabajo entusiasta de sus dirigentes y sus redactores a la hora de analizar la realidad de manera crítica y comprometida.

lunes, 7 de marzo de 2022

La Palma y Ucrania: el volcán y la guerra



Hay dos tipos de tragedias: unas son consecuencia de la terrible fuerza de la naturaleza y otras, en cambio, son producto de la perversidad humana. Volcanes y guerras crean desolación, pérdidas materiales, víctimas y el drama de los refugiados. No podemos oponernos a las erupciones, las inundaciones o los tsunamis pero la guerra sigue siendo un imposición de la hija de la codicia, de la expansión territorial, de las ambiciones que cultivan las mafias del nuevo zar ruso, heredero de los dictadores más perversos, de Hitler y de Stalin. Occidente sale derrotado ante el expansionismo de Putin, es desolador contemplar los efectos de los bombardeos y los combates en las calles, el terrible éxodo que separa familias y las muertes que colmarán los cementerios. Y aquí sigue siendo desolador contemplar esa enorme superficie negra, de la que emergen siluetas claras, chimeneas, huellas de edificaciones arrasadas, matas de platanera caídas, restos de fincas que ya no existen, plásticos de invernaderos, plataneras quemadas por la ceniza y la falta de riego. Arriba sigue el cráter, una enorme hendidura de cuyas paredes brotan fumarolas, y los tonos verdeamarillentos del azufre.

Los telediarios de Ucrania nos siguen rompiendo el alma y el volcán sigue expulsando gases destructivos. En las carreteras de La Palma todo es calmoso, delante va una furgoneta que, por su matrícula, debe tener 40 años y que marcha, impávida, a 30 kilómetros por hora. La gente anda silenciosa y aletargada, nunca hemos tenido planes de prevención de la salud mental y ahora hay mucha población con depresiones severas. Hay concentraciones de protesta contra la lenta y pedregosa burocracia. Y es que las obras públicas se dilatan como las pirámides de Egipto, véase el retraso de la carretera de Fuencaliente, la circunvalación de Tazacorte y un largo etcétera. Hay poco turismo, han cerrado cafeterías en la plaza aridanense donde se agolpaban los extranjeros. La plaza es el escenario de laureles plantados hace más de 150 años cuando los plantones vinieron desde Cuba. La iglesia de Los Remedios, que oficialmente ha cumplido 500 años, ha estado cerrada por reformas y ha regresado con honores.

Silencio, resignación y una sensación de espera. La mayoría coincide en que la reconstrucción va a ser cosa de ocho o diez años, y lo que surja ya no será lo mismo. Han sido muchos los caseríos devastados, las muchas edificaciones, todavía hay más de cuatrocientas personas viviendo en hoteles porque los técnicos señalan que hay temperaturas elevadas, gases tóxicos por todas partes y un olor a tierra quemada. Y las carreteras que desaparecieron, y la lentitud del proceso. Algunos de los afectados han recibido ya las cantidades del Consorcio de Seguros, otros están viviendo donde pueden: en garajes, en furgonetas de acampar, en pisos de alquiler, en viviendas con familias y en otros pueblos. Nadie puede acceder a los pisos y apartamentos de Puerto Naos porque hay emanaciones peligrosas, llegan a los garajes y plantas bajas, esos gases que vienen desde el subsuelo.

Un día estalla la destrucción, luego se emprende la reconstrucción para quedar a expensas de otra nueva erupción. Acaba una guerra pero ya se está preparando la siguiente, la cadena no se detiene y los conflictos bélicos son un buen negocio para algunos. La isla tiene escrita su historia a base de coladas que arrasaron el paisaje, el valle está lleno de volcanes, es un paisaje  del que, sin embargo han ido brotando los  pinares, los nacientes de agua. El mundo siempre tendrá volcanes y guerras, así que en La Palma y en Ucrania, como diría García Cabrera, la esperanza nos mantiene. La humanidad ha sido incapaz de parar al sátrapa, juntemos fuerzas para superar al volcán. En algunos comercios del Valle hemos visto un cartel: ¿Desfallecer? No ¿Resistir? Siempre ¿Rendirse? Nunca.