Julio
Cortázar es uno de los grandes renovadores contemporáneos del relato y la novela, estamos ante uno de los grandes valores del boom latinoamericano de los años sesenta junto con García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, etc. El gran
escritor argentino (Bruselas, 1914-París, 1984) fue un maestro del relato
corto, al nivel de Borges, Chejov o Poe. Rompió los moldes tradicionales con
narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes
adquieren una autonomía y una profundidad psicológica; los contenidos de su
obra transitan entre lo real y lo fantástico, con frecuencia desarrolla
contenidos con toque surrealista y humorístico. Entre otras obras, escribió Rayuela,
Historias de cronopios y de famas, Último round, 62 modelo para armar, Las
armas secretas. Su novela Rayuela puede ser leída de muy diversas maneras, él proponía seguir un orden aleatorio y caprichoso.
PÁGINA ASESINA
En un pueblo de Escocia venden libros con una página
en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa
página al dar las tres de la tarde, muere.
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INSTRUCCIONES PARA
LLORAR
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera
correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el
escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El
llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un
sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final,
pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para
llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta
imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense
en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes
en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el
rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con
la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto.
Duración media del llanto, tres minutos.
RAYUELA (Capítulo 68)
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Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba
el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos
exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba
en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo,
sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando,
reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que
se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas
el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios,
consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se
entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y
paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las
mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del
merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la
cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el
troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo
pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los
ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
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INSTRUCCIONES PARA
SUBIR UNA ESCALERA
Nadie
habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal
que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente
se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular,
conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente
variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes
verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión
momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como
se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el
anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra
combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de
trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las
escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan
particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie,
los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los
ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y
respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por
levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre
en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón.
Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se
recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no
ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie,
se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste
descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños
son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La
coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación.
Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado
en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos
hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con
un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el
momento del descenso.
LA TEORÍA DEL TÚNEL (Fragmento)
Se
advierte la necesidad de dividir al escritor en dos grupos opuestos: el que
informa la situación en el idioma (y ésta sería la línea tradicional), y el que
informa el idioma en la situación. En la etapa ya superada de la
experimentación automática de la escritura, era frecuente advertir que el
idioma se hundía en total bancarrota como hecho estético al someterse a
situaciones ajenas a su latitud semántica, tanto que el retorno momentáneo del
escritor a la conciencia se traducía en imágenes fabricadas... falsa
aprehensión de intuiciones que sólo nacían de adherencias verbales y de visión
extraverbal. El idioma era allí informado en la situación, subsumido a ésta: se
advertía, en la total actividad "literaria", lo que antaño fuera sólo
privativo de las más altas instancias de la poesía lírica.
No
puede decirse que la tentativa de escritura automática haya tenido más valor
que el de lustración y alerta, porque en definitiva el escritor está dispuesto
a sacrificarlo todo menos la conciencia de lo que hace, como tanto lo repitiera
Paul Valéry. Afortunadamente, en las formas conscientes de la creación se ha
arribado a una concepción análoga de las relaciones necesarias entre la
estructura-situación y la estructura-expresión, se ha advertido, a la luz de
Rimbaud y el surrealismo, que no hay lenguaje científico-o sea colectivo,
social- de rebasar los cuadros de la conciencia colectiva y social, es decir
limitada y atávica; que es preciso hacer el lenguaje para cada situación y que
al recurrir a sus elementos analógicos, prosódicos y aun estilísticos,
necesarios para alcanzar comprensión ajena, es preciso encararlos desde la
situación para la cual se los emplea, y no desde el lenguaje mismo.
Nuestro
escritor da señales de inquietud... sospecha que el hombre ha alzado esa
barrera (la del lenguaje) al no ir más allá del desarrollo de formas verbales
limitadas, en vez de rehacerlas, y que cabe a nuestra cultura echar abajo, con
el lenguaje "literario", el cristal esmerilado que nos veda la
contemplación de la realidad.
...Esta
agresión contra el lenguaje literario, la destrucción de formas tradicionales,
tiene la característica propia del túnel; destruye para construir. Sabido es
que basta desplazar de su orden habitual una actividad para producir alguna
forma de escándalo y sorpresa. Una mujer puede cubrirse de verde desde el
cuello a los zapatos sin sorprender a nadie; pero si además se tiñe de verde el
cabello, hará detenerse a la gente en la calle. La operación del túnel ha sido
técnica común de la filosofía, la mística y la poesía, pero el conformismo
medio de la "literatura" a los ordenes estéticos torna insólita una
rebelión contra los cuadros internos de su actividad.
Puerilmente
se ha querido ver en el túnel verbal una rebelión análoga a la del músico que
se alzara contra los sonidos considerándolos depositarios infieles de lo
musical, sin advertir que en la música no existe el problema de información y
por ende de conformación, que las situaciones musicales suponen ya su forma,
son su su forma.
La
ruptura del lenguaje ha sido entendida desde 1910 como una de las formas más
perversas de la autodestrucción de la cultura occidental; consúltese la
bibliografía adversa a Ulysses y al surrealismo. Se ha
tardado, se tarda en ver que el escritor no se suicida como tal, que al
barrenar el flanco verbal opera una necesaria y lustral tarea derestitución.
Ante una rebeldía de este orden, que compromete el ser mismo del hombre, las
querellas tradicionales de la literatura resultan meros y casi ridículos
movimientos de superficie. No existe semejanza alguna entre esas conmociones
modales, que no ponen en crisis la validez de la literatura como modo verbal
del ser del hombre, y este avance en túnel, que se vuelve contra lo verbal
desde el verbo mismo pero ya en un plano extraverbal, denuncia a la literatura
como condicionante de la realidad, y avanza hacia la instauración de una
actividad en la que lo estético se ve reemplazado por lo poético, la
formulación mediatizadora por la formulación adherente, la representación por
la presentación.
...la
Literatura habrá de mantenerse invariable como actividad estética del hombre,
custodiada, acrecida por los escritores vocacionales. Seguirá siendo una de las
artes, incluso de las bellas artes; adherirá a los impulsos expresivos del
hombre en el orden de lo bello, lo bueno y lo verdadero... Dejémosla en su
reino bien ganado y mantenido, y apuntemos hacia las nuevas tierras cuya
conquista extraliteraria parece ser un fenómeno significativo dentro del siglo.
Una forma de manifestación verbal, la novela, nos servirá para examinar el
método, el mecanismo por el cual se articula un ejercicio verbal a cierta
visión, a cierta re-visión de la realidad.