viernes, 30 de junio de 2017

Sabina, 68 años de plenitud


Este verano el incombustible cantautor, el Bob Dylan español, con su voz rajada y con sus achaques, vuelve a dar recitales aquí y allá. En Madrid, en el antiguo Palacio de Deportes, levantó los corazones ante más de 15.000 fieles. A sus 68 años, sobrevive bien este joven viejo que es tan jovial que sigue creando, aunque sea con voz cansada. Todo el papel vendido, y, como dice su nueva producción: Lo niego todo. Aquí los vídeos:

https://www.youtube.com/watch?v=uitLJ0CHxhs
https://www.youtube.com/watch?v=ToSbLQKqkPA

 

miércoles, 28 de junio de 2017

El 30, centenario del nacimiento del poeta Agustín Millares



Este viernes, 30 de junio, se cumplen 100 años del nacimiento de Agustín Millares Sall, poeta social, miembro de aquella pionera Antología Cercada de los años 40 que fue el primer aldabonazo de la poesía social en España, y de Planas de Poesía. Entre sus obras figuran títulos significativos como Poesía Unánime, Segunda Enseñanza o Función al Aire Libre. Algunos de sus textos fueron llevados a la canción por Taburiente, Caco Senante, Palo, Rosa León y Los Sabandeños. Fue Premio Canarias en 1985. En la fotografía vemos una imagen del poeta y, en primer término, su viuda, Magdalena Cantero. Junto con Pedro García Cabrera y Pedro Lezcano, conforma lo mejor de la poesía canaria de postguerra. Poesía militante, poesía mitinera, poesía de la lucha por las libertades. Agustín fue un hombre del pueblo y de la calle, y muchas veces visité su modesta vivienda en la parte alta de la ciudad de Las Palmas.


CANCIÓN DE LA CALLE


La calle que tú me das
-calle ausente todavía-,
no será tuya ni mía.
Calle de todos será.
Por el momento no es más
que una canción encendida,
una estrella fugitiva
que soñamos alcanzar. 

Por de pronto se nos va
de los ojos, como el día;
volando, como la vida,
sobre la tierra y el mar.
La calle que tú me das,
no será tuya ni mía.
Habrá de ser compartida.
Calle de todos será.

NO VALE

Te digo que no vale
meter el sueño azul bajo las sábanas,
pasar de largo, no saber nada,
hacer la vista gorda a lo que pasa,
guardar la sed de estrellas bajo llave.



Te digo que no vale
que el amor pierda el habla,
que la razón se calle,
que la alegría rompa sus palabras,
que la pasión confiese: aquí no hay sangre.


Te digo que no vale
que el gris siempre se salga con la suya,
que el negro se desmande
y diga “cruz y raya” al júbilo del aire.
Vuelvo a la carga y te digo: aquí no cabe
esconder la cabeza bajo el ala,
decir “no sabía”, “estoy al margen”,
”vivo en mi torre, sólo y no sé nada”.
Te digo y te repito que no vale.

YO POETA DECLARO


Yo poeta declaro que escribir poesía
es decir el estado verdadero del hombre
es cantar la verdad es llamar por su nombre
al demonio que ejerce la maldad noche y día.


El poeta es el grito que libera la tierra
la primera montaña que divisa la aurora
la campana que toca la canción de la hora
el primer corazón que lastima la guerra.


Colocado en vanguardia sin que nunca desate
su unidad con los pueblos su visión del conjunto
el poeta es el hombre que primero está a punto
para hacerse con bríos a la mar del combate.


El poeta es el pueblo que a morir se resiste
en la súbita noche donde todo se olvida.
Donde no hay libertad no hay poeta con vida.
Ningún pájaro vuela donde el aire no existe.


Yo poeta declaro que la cólera es una
cuando hay algo que atenta contra el sol que nos guía.
Languidece el poeta si la tierra se enfría
cuando no hay corazón ni justicia ninguna.


Yo poeta declaro que en el duro camino
del tiempo el poeta se halla siempre un hermano.
Yo poeta declaro que el poeta es humano
aunque a veces nos haga presentir lo divino.


La estrella y el corazón, 1949.
 

lunes, 26 de junio de 2017

Las Palmas de Gran Canaria, 1972-2017




En los últimos 45 años la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria ha conseguido dar un vuelco importante en cuanto a su estética, jardinería, alumbrado, limpieza, movimientos culturales, participación vecinal y organización de barrios. Bien es verdad que en este último capítulo siempre habrá diversidad de opiniones, pues hay bolsas de pobreza y tercermundismo que son difíciles de erradicar, Canarias no es una sociedad igualitaria y después de la crisis las diferencias sociales se han acentuado. También conviene resaltar que hace 45 años estábamos en pleno franquismo, y que los cambios que introdujo la democracia llegaron avanzada la década de los 80. ¿Por qué arranco esta especie de miscelánea melancólica en 1972? Sencillamente porque a primeros de abril de ese año cogí una modesta maleta de emigrante y me subí al ferry desde Santa Cruz de Tenerife, pues –después de haber estudiado en La Laguna, colaborado en las redacciones de La Tarde y El Día, y luego de haber cumplido el servicio militar como represaliado político– tenía la posibilidad de trabajar en la redacción del diario La Provincia, periódico que en Tenerife admirábamos por su diseño, sus atrevidos contenidos y su calidad.
La ciudad de Las Palmas a la que yo llegué hace ahora 45 años era diferente de la actual. Era más pobre y estaba más descuidada, era menos limpia, apenas había arbolado, no se había plantado ni un metro cuadrado de césped, no existían apenas fuentes ni esculturas en la calle, ni estaban los túneles Julio Luengo ni tampoco algo que cambió por completo el diseño capitalino: la circunvalación. Con los amigos de entonces llegábamos a una conclusión primitiva: menos mal que por la noche los defectos de la ciudad se disimulaban, era más presentable. Presentaba, eso sí, la imagen de un lugar cosmopolita y abierto, el mejor espacio urbano de Canarias, hervían de actividad el Parque Santa Catalina y sus aledaños, los bazares de los indios traían la electrónica que buscaba el turismo, las discotecas ofrecían grandes noches gracias a las escandinavas, se había cubierto el barranco Guiniguada para la carretera del centro y estaba Alfonso Armas Ayala y sus Casas-Museo, que centraban la actividad cultural, en especial la Casa de Colón. Había un puerto con una impresionante actividad pesquera, y presencia de flotas exóticas: de Corea, de Rusia, de Japón, de Cuba, de Egipto incluso. En aquel tiempo de ilusiones juveniles, andábamos admirando la Revolución de Fidel Castro y en los pesqueros cubanos nos regalaban libros y revistas que hablaban de allá.

La ciudad de Las Palmas era la Nueva York de Canarias, según me decía mi padre, Anastasio León Capote, quien la visitó cuando se presentó a las oposiciones de Agente Judicial ante la entonces Audiencia Territorial. Recordaba mi padre los comercios y las modestas luminarias de Triana, que él elevaba a gran consideración. Por desgracia nunca pudo ver el mundo más allá del archipiélago, y siempre conservó su valoración de esta ciudad.
Desde mi origen en la isla de La Palma siempre aprecié que entre grancanarios y palmeros había una buena relación. Se decía que los lanzaroteños brincaban hacia Tenerife y que en cambio los palmeros buscaban los servicios de calidad en la isla redonda. A los grancanarios les gustaban los verdes de La Palma, sus pueblos, su paisaje. Los palmeros venían de luna de miel al Hotel Don Juan, igual que venían en busca de buenos especialistas médicos.

Esta ciudad, con sus defectos y sus virtudes, ha sido mi lugar bajo el sol, el sitio donde cometí errores y aciertos, donde nacieron mis hijos, donde desempeñé diversas labores profesionales, un espacio que siempre me atrapó en su maltratada pero todavía bella Vegueta, en su frenesí portuario, en su británica Ciudad Jardín, en sus plazas coloniales y en su luminosa playa de Las Canteras, que nunca valoramos en su justa medida. Ah: también recuerdo que, antes de establecerme, en un viaje sobrevolamos el Estadio Insular iluminado, donde el equipo amarillo representaba a todas las islas en primera división, siempre con una base de cantera, con un estilo casi brasileño y argentino, y con aquellos genios inolvidables de Germán, Tonono, Guedes, León, etcétera. Un equipo que jugaba al golpito, parecía que no corría, pero conseguía hazañas ante los grandes.
La ciudad cosmopolita, la ciudad con tanto dinamismo, la ciudad universal de las cien banderas que cantó Tomás Morales, me ha visto envejecer y le estoy perpetuamente agradecido porque aquí encontré compañeros de trabajo, escritores, artistas, personajes del pensamiento que me ayudaron a madurar. El rector que fue de La Laguna Doctor Hernández Perera siempre decía que la plaza de Santa Ana era un rincón de Florencia. La subida de Espíritu Santo con la fuente de Ponce de León, el mismo que diseñó la Casa de los Picos, a la que dediqué una novela; la calle Obispo Codina y la perspectiva hacia el Gabinete Literario, la plaza de Santo Domingo, la ermita fundacional de San Antonio Abad, la alameda de Colón y la iglesia de San Agustín, el perfil sevillano de Vegueta, todo me atraía tanto como las crónicas de Alonso Quesada. Una ciudad entonces sin centros comerciales ni grandes almacenes, de humildes supermercados y tiendas de aceite y vinagre.

La ciudad me acogió y me ofreció la oportunidad de crecer. En varios de mis libros procuré dar testimonio de su vitalidad, su mestizaje, su sentido progresista e innovador. Después de haber visitado 45 países con ciudades explosivas, ciudades recoletas y ciudades del Tercer Mundo, he de reconocer que es el mejor lugar para vivir. Vaya, por tanto, mi agradecimiento hacia este escenario donde eché el ancla, donde encontré el amor al lado de una mujer que me ha salvado de varias hecatombes. Muchas veces dije que los insulares somos como los cocodrilos, que necesitan vivir en el fondo del río y que de vez en cuando suben a la superficie para tomar oxígeno. Los insulares vivimos casi en el fondo del océano y subimos a un avión para ver mundo, pero luego retornamos a la madre atlántica, nuestro estoicismo y nuestra melancolía, nuestra magua, nuestros eclecticismos. Y siempre mantenemos las antenitas puestas para recibir y reelaborar lo que viene del mundo, por eso desde Cairasco para acá este lugar ha dado tan buena gente en las letras y las artes, por eso –aunque la isla crece hacia el sur turístico– es una colectividad que permanece y con sus dinámicas ilumina al resto del archipiélago. Gracias por siempre a esta ciudad, a la que llegué veinteañero con una maleta de cartón.

viernes, 23 de junio de 2017

La corista (cuento de Chejov: amor e infidelidad)



En cierta ocasión, cuando era más joven y hermosa y tenía mejor voz, se encontraba en la planta baja de su casa de campo con Nikolai Petróvich Kolpakov, su amante. Hacía un calor insufrible, no se podía respirar. Kolpakov acababa de comer, había tomado una botella de mal vino del Rin y se sentía de mal humor y destemplado. Estaban aburridos y esperaban que el calor cediese para ir a dar un paseo.
De pronto, inesperadamente, llamaron a la puerta. Kolpakov, que estaba sin levita y en zapatillas, se puso en pie y miró interrogativamente a Pasha.
—Será el cartero, o una amiga —dijo la cantante.
Kolpakov no sentía reparo alguno en que le viesen las amigas de Pasha o el cartero, pero, por si acaso, cogió su ropa y se retiró a la habitación vecina. Pasha fue a abrir. Con gran asombro suyo, no era el cartero ni una amiga, sino una mujer desconocida, joven, hermosa, bien vestida y que, a juzgar por las apariencias, pertenecía a la clase de las decentes.
La desconocida estaba pálida y respiraba fatigosamente, como si acabase de subir una alta escalera.
—¿Qué desea? —preguntó Pasha.
La señora no contestó. Dio un paso adelante, miró alrededor y se sentó como si se sintiera cansada o indispuesta. Luego movió un largo rato sus pálidos labios, tratando de decir algo.
—¿Está aquí mi marido? —preguntó por fin, levantando hacia Pasha sus grandes ojos, con los párpados enrojecidos por el llanto.
—¿Qué marido? —murmuró Pasha, sintiendo que del susto se le enfriaban los pies y las manos—. ¿Qué marido? — repitió, empezando a temblar.
—Mi marido… Nikolai Petróvich Kolpakov.
—No… no, señora… Yo… no sé de quién me habla.
Hubo unos instantes de silencio. La desconocida se pasó varías veces el pañuelo por los descoloridos labios y, para vencer el temor interno, contuvo la respiración. Pasha se encontraba ante ella inmóvil, como petrificada, y la miraba asustada y perpleja.
—¿Dice que no está aquí? — preguntó la señora, ya con voz firme y una extraña sonrisa.
—Yo… no sé por quién pregunta.
—Usted es una miserable, una infame… —balbuceó la desconocida, mirando a Pasha con odio y repugnancia—. Sí, sí… es una miserable. Celebro mucho, muchísimo, que, por fin, se lo haya podido decir.
Pasha comprendió que producía una impresión pésima en aquella dama vestida de negro, de ojos coléricos y dedos blancos y finos, y sintió vergüenza de sus mejillas regordetas y coloradas, de su nariz picada de viruelas y del flequillo siempre rebelde al peine. Se le figuró que si hubiera sido flaca, sin pintar y sin flequillo, habría podido ocultar que no era una mujer decente; entonces no le habría producido tanto miedo y vergüenza permanecer ante aquella señora desconocida y misteriosa.
—¿Dónde está mi marido? —prosiguió la señora—. Aunque es lo mismo que esté aquí o no. Por lo demás, debo decirle que se ha descubierto un desfalco y que están buscando a Nikolai Petróvich… Lo quieren detener. ¡Para que vea lo que usted ha hecho!
La señora, presa de gran agitación, dio unos pasos. Pasha la miraba perpleja: el miedo no la dejaba comprender.
—Hoy mismo lo encontrarán y lo llevarán a la cárcel —siguió la señora, que dejó escapar un sollozo en que se mezclaban el sentimiento ofendido y el despecho—. Sé quién le ha llevado hasta esta espantosa situación. ¡Miserable, infame; es usted una criatura repugnante que se vende al primero que llega! —Los labios de la señora se contrajeron en una mueca de desprecio, y arrugó la nariz con asco. —Me veo impotente… sépalo, miserable… Me veo impotente; usted es más fuerte que yo, pero Dios, que lo ve todo, saldrá en defensa mía y de mis hijos ¡Dios es justo! Le pedirá cuentas de cada lágrima mía, de todas las noches sin sueño. ¡Entonces se acordará de mí!
De nuevo se hizo el silencio. La señora iba y venía por la habitación y se retorcía las manos. Pasha seguía mirándola perpleja, sin comprender, y esperaba de ella algo espantoso.
—Yo, señora, no sé nada —articuló, y de pronto rompió a llorar.
—¡Miente! —gritó la señora, mirándola colérica—. Lo sé todo. Hace ya mucho que la conozco. Sé que este último mes ha venido a verla todos los días.
—Sí. ¿Y qué? ¿Qué tiene eso que ver? Son muchos los que vienen, pero yo no fuerzo a nadie. Cada uno puede obrar como le parece.
—¡Y yo le digo que se ha descubierto un desfalco! Se ha llevado dinero de la oficina. Ha cometido un delito por una mujer como usted. Escúcheme —añadió la señora con tono enérgico, deteniéndose ante Pasha—: usted no puede guiarse por principio alguno. Usted sólo vive para hacer mal, ése es el fin que se propone, pero no se puede pensar que haya caído tan bajo, que no le quede un resto de sentimientos humanos. Él tiene esposa, hijos… Si lo condenan y es desterrado, mis hijos y yo moriremos de hambre… Compréndalo. Hay, sin embargo, un medio para salvarnos, nosotros y él, de la miseria y la vergüenza. Si hoy entrego los novecientos rublos, lo dejarán tranquilo. ¡Sólo son novecientos rublos!
—¿A qué novecientos rublos se refiere? —preguntó Pasha en voz baja—. Yo… yo no sé nada… No los he visto siquiera…
—No le pido los novecientos rublos… Usted no tiene dinero y no quiero nada suyo. Lo que pido es otra cosa… Los hombres suelen regalar joyas a las mujeres como usted. ¡Devuélvame las que le regaló mi marido!
—Señora, él no me ha regalado nada —elevó la voz Pasha, que empezaba a comprender.
—¿Dónde está, pues, el dinero? Ha gastado lo suyo, lo mío y lo ajeno. ¿Dónde ha metido todo eso? Escúcheme, se lo suplico. Yo estaba irritada y le he dicho muchas inconveniencias, pero le pido que me perdone. Usted debe de odiarme, lo sé, pero, si es capaz de sentir piedad, póngase en mi situación. Se lo suplico, devuélvame las joyas.
—Hum… —empezó Pasha, encogiéndose de hombros—. Se las daría con mucho gusto, pero, que Dios me castigue si miento, no me ha regalado nada, puede creerme. Aunque tiene razón —se turbó la cantante—: en cierta ocasión me trajo dos cosas. Si quiere, se las daré…
Pasha abrió un cajoncito del tocador y sacó de él una pulsera hueca de oro y un anillo de poco precio con un rubí.
—Aquí tiene —dijo, entregándoselos a la señora.
Ésta se puso roja y su rostro tembló; se sentía ofendida.
—¿Qué es lo que me da? —preguntó—. Yo no pido limosna, sino lo que no le pertenece… lo que usted, valiéndose de su situación, sacó a mi marido… a ese desgraciado sin voluntad. El jueves, cuando la vi con él en el muelle, llevaba usted unos broches y unas pulseras de gran valor. No finja, pues; no es un corderillo inocente. Es la última vez que se lo pido: ¿me da las joyas o no?
—Es usted muy extraña… —dijo Pasha, que empezaba a enfadarse—. Le aseguro que su Nikolai Petróvich no me ha dado más que esta pulsera y este anillo. Lo único que traía eran pasteles.
—Pasteles… —sonrió irónicamente la desconocida—. En casa los niños no tenían qué comer, y aquí traía pasteles. ¿Se niega decididamente a devolverme las joyas?
Al no recibir respuesta, la señora se sentó pensativa, con la mirada perdida en el espacio.
«¿Qué podría hacer ahora? —se dijo—. Si no consigo los novecientos rublos, él es hombre perdido y mis hijos y yo nos veremos en la miseria. ¿Qué hacer, matar a esta miserable o caer de rodillas ante ella?»
La señora se llevó el pañuelo al rostro y rompió en llanto.
—Se lo ruego —se oía a través de sus sollozos—: usted ha arruinado y perdido a mi marido, sálvelo… No se compadece de él, pero los niños… los niños… ¿Qué culpa tienen ellos?
Pasha se imaginó a unos niños pequeños en la calle y que lloraban de hambre. Ella misma rompió en sollozos.
—¿Qué puedo hacer, señora? —dijo—. Usted dice que soy una miserable y que he arruinado a Nikolai Petróvich. Ante Dios le aseguro que no he recibido nada de él… En nuestro coro, Motia es la única que tiene un amante rico; las demás salimos adelante como podemos. Nikolai Petróvich es un hombre culto y delicado, y yo lo recibía. Nosotras no podemos hacer otra cosa.
—¡Lo que yo le pido son las joyas! ¡Déme las joyas! Lloro… me humillo… ¡Si quiere, me pondré de rodillas!
Pasha, asustada, lanzó un grito y agitó las manos. Se daba cuenta de que aquella señora pálida y hermosa, que se expresaba con tan nobles frases, como en el teatro, en efecto, era capaz de ponerse de rodillas ante ella: y eso por orgullo, movida por sus nobles sentimientos, para elevarse a sí misma y humillar a la corista.
—Está bien, le daré las joyas —dijo Pasha, limpiándose los ojos—. Como quiera. Pero tenga en cuenta que no son de Nikolai Petróvich… me las regalaron otros señores. Pero si usted lo desea…
Abrió el cajón superior de la cómoda; sacó de allí un broche de diamantes, una sarta de corales, varios anillos y una pulsera, que entregó a la señora.
—Tome si lo desea, pero de su marido no he recibido nada. ¡Tome, hágase rica! —siguió Pasha, ofendida por la amenaza de que la señora se iba a poner de rodillas—. Y, si usted es una persona noble… su esposa legítima, haría mejor en tenerlo sujeto. Eso es lo que debía hacer. Yo no lo llamé, él mismo vino…
La señora, entre las lágrimas, miró las joyas que le entregaban y dijo:
—Esto no es todo… Esto no vale novecientos rublos.
Pasha sacó impulsivamente de la cómoda un reloj de oro, una pitillera y unos gemelos, y dijo, abriendo los brazos:
—Es todo lo que tengo… Registre, si quiere.
La señora suspiró, envolvió con manos temblorosas las joyas en un pañuelo, y sin decir una sola palabra, sin inclinar siquiera la cabeza, salió a la calle.
Abriose la puerta de la habitación vecina y entró Kolpakov. Estaba pálido y sacudía nerviosamente la cabeza, como si acabase de tomar algo muy agrio. En sus ojos brillaban unas lágrimas.
—¿Qué joyas me ha regalado usted? —se arrojó sobre él Pasha—. ¿Cuándo lo hizo, dígame?
—Joyas… ¡Qué importancia tienen las joyas! — replicó Kolpakov, sacudiendo la cabeza—. ¡Dios mío! Ha llorado ante ti, se ha humillado…
—¡Le pregunto cuándo me ha regalado alguna joya! —gritó Pasha.
—Dios mío, ella, tan honrada, tan orgullosa, tan pura… Hasta quería ponerse de rodillas ante… esta mujerzuela. ¡Y yo la he llevado hasta este extremo! ¡Lo he consentido!
Se llevó las manos a la cabeza y gimió:
—No, nunca me lo perdonaré. ¡Nunca! ¡Apártate de mí… canalla! —gritó con asco, haciéndose atrás y alejando de sí a Pasha con manos temblorosas—. Quería ponerse de rodillas… ¿ante quién? ¡Ante ti! ¡Oh, Dios mío!
Se vistió rápidamente y con un gesto de repugnancia, tratando de mantenerse alejado de Pasha, se dirigió a la puerta y desapareció.
Pasha se tumbó en la cama y rompió en sonoros sollozos. Sentía ya haberse desprendido de sus joyas, que había entregado en un arrebato, y se creía ofendida. Recordó que tres años antes un mercader la había golpeado sin razón alguna, y su llanto se hizo aún más desesperado.

Antón Pávlovich Chéjov (29 de enero de 1860-Badenweiler (Alemania) 15 de julio de 1904) fue un médico, escritor y dramaturgo ruso, maestro del cuento y dramaturgo excepcional.

miércoles, 21 de junio de 2017

Turner, el pintor de la luz

"Hay por ahí un pintor que tiene la manía de pintar atmósferas". Así se referían algunos de sus colegas a la obra del británico Joseph Mallord William Turner (1775-1851), quien elevó el paisaje a la máxima categoría, con sus célebres óleos y acuarelas, frecuentemente escenas del mar. Fue tan precoz que con solo 14 años ya ingresó en la Royal Academy of Art. La reciente película Mr. Turner (2014) es una producción británico-franco-alemana que retrata la vida de este artista, sus idas y venidas, sus errores y aciertos. Polémico en su tiempo, hoy es una figura unánimemente aceptada. Aunque tuvo la oportunidad de vender su obra a buen precio, la donó al país.

martes, 20 de junio de 2017

Medio siglo del Museo de Arte Abstracto de Cuenca



Ya ha cumplido medio siglo el Museo de Arte Abstracto de las Casas Colgadas de Cuenca, que fue una institución innovadora en pleno franquismo. En 1961 Fernando Zóbel comenzó a buscar la ubicación adecuada y en junio de 1963 su amigo, el artista conquense Gustavo Torner le sugirió para ello el emplazamiento de las Casas Colgadas de Cuenca, donde se abrió al público el Museo de Arte Abstracto Español el 1 de julio de 1966; la propiedad del edificio es del Ayuntamiento de Cuenca, que lo alquiló por un importe simbólico. Se hizo necesaria una restauración del edificio, la cual es llevada a cabo por los arquitectos municipales Fernando Barja y Francisco León Meler. Hay obra de importantes nombres del arte español contemporáneo: Mompó, Eusebio Sempere,  Zóbel,  Cuixart, Feito, Saura, etc. En tiempos de autarquía por la dictadura , este museo fue un soplo de aire fresco. En él hay obra de varios artistas canarios: Martín Chirino, Manuel Millares, César Manrique.  Actualmente lo gestiona la Fundación Juan March, institución que realiza una ampliación de su espacio para acoger más obra. El edificio es de finales del siglo XV y está sobre la hoz del río Huécar; cuenta con espacios para exposiciones temporales, proyectos de artistas contemporáneos y las principales tendencias de la modernidad. Se desarrolla un importante programa educativo para grupos escolares e incluye visitas guiadas a la exposición permanente así como a las exposiciones temporales.
 

 

lunes, 19 de junio de 2017

Goytisolo y la convivencia con el mundo árabe

Hace poco murió un novelista español que vivió sus últimos años en Marrakech y que era un creador diferente a la media, un disconforme, un navegante en solitario, un disidente por derecho propio que había viajado por todas las izquierdas posibles, desde su adhesión incondicional a la revolución cubana a su visible desencanto tras el caso de Heberto Padilla, clásico ejemplo del modo en que la doctrina de Fidel Castro fue actuando como un dogma intransigente y sacralizado. En mis tiempos de lector ansioso me prestó J.J. Armas Marcelo un libro admirable publicado en México, Reivindicación del conde don Julián, que venía a constituir la mayor transgresión posible sobre el patriotismo español. Publicado lejos de España porque Franco estaba vivito y coleando, venía a justificar y reivindicar la invasión árabe de la Península Ibérica, a recordarnos la importancia que tuvo la aportación del árabe al español que hoy hablamos, así como nos refrescaba la memoria acerca de las muchas contribuciones que los árabes hicieron en aquella Edad Media en el territorio que luego sería España: los regadíos, la mejora de la agricultura, la ciencia, la medicina, la astronomía, incluso la generalización de la higiene mediante los baños públicos.
Juan Goytisolo era un escritor empeñado en revisar el papel del intelectual en la sociedad,  estaba en la línea de Sartre, de Blanco White, de Américo Castro. Un autor que atravesó el realismo social de los años 50 para acabar escribiendo de una manera anarquista, rompiendo la sintaxis, los signos de puntuación, mezclando poesía con narrativa y dejándonos una obra abierta, muy experimental. Goytisolo, en esa prosa rota y rabiosa, caminaba a sus anchas, ahí estaba su innata insubordinación, ahí radicaba su manera de vivir la literatura como expresión de una batalla existencial. Atrás quedaron sus Campos de Níjar, en los que hablaba de los desiertos almerienses como si fuera un libro de viajes, esa tierra pobre ajena a la lluvia donde se rodaron tantas películas del oeste, también hay que recordar sus Señas de identidad, aquella autobiografía tan especial. Y su Don Julián,  donde le daba vueltas a la construcción tradicional de la novela. Me alegré cuando hace no mucho tiempo la amiga Yolanda Soler me comentó que se establecía en Marrakech, como directora del Instituto Cervantes después de sus etapas al frente de la misma institución en Mánchester-Leeds y en Varsovia. Yolanda, una poeta canaria de origen cántabro, ha estado muy cerca del maestro Goytisolo, compartiendo su amistad y su cercanía. Yolanda, una poeta de la síntesis, autora de una obra breve pero luminosa.
Con el tiempo, Goytisolo quiso persistir y ahondar en sus propuestas, y por ello continuaría denunciando el hecho de que la cultura occidental le diera la espalda al mundo árabe, de que no hubiese comunicación entre ambos universos. También tuvo la osadía de declararse homosexual cuando no estaba de moda, y valoró sus tiempos de París, como asesor que fue para la literatura en español de la editorial Gallimard. Antibelicista cuando la guerra de los Balcanes (Cuaderno de Sarajevo), manifestó su admiración hacia aquella España de las tres culturas antes de la expulsión decretada por los Reyes Católicos.
En su día Rodríguez Zapatero propuso algo así como una quimera: el diálogo de civilizaciones. La idea fue expresada por el presidente del gobierno en la 59 Asamblea General de la ONU, el 21 de septiembre de 2004. Aquella sugerencia defendía una alianza entre Occidente y el mundo árabe y musulmán con el fin de combatir el terrorismo internacional por otro camino que no fuera el militar. Centrada en una alianza entre la civilización islámica y la cristiana occidental, la idea se contrapone a la teoría del choque de civilizaciones que formuló Huntington. La ONU registró la idea, y el programa tenía como puntos centrales la cooperación antiterrorista, la corrección de desigualdades económicas y el diálogo social y cultural. Pues bien, el desafío que ahora tiene la sociedad occidental es saber distinguir entre los practicantes de la religión musulmana, unos 1500 millones de personas, de la minoría radical dispuesta a dejarse cautivar por los cantos de sirena del llamado Estado Islámico, la siembra indiscriminada de la muerte en occidente. Las proyecciones de población señalan que los más de 2000 millones de cristianos de la actualidad serán superados por los musulmanes hacia el año 2070, sencillamente porque en el mundo occidental la natalidad es muy baja mientras que los musulmanes pueden tener varias esposas y manifiestan la tendencia de tener muchos hijos. Esto se desprende de un estudio norteamericano en el que se establece que dentro de 50 años ambas religiones contarán un porcentaje similar de fieles, pero a largo plazo los musulmanes tendrán un mayor crecimiento demográfico.
El reto es la yihad o guerra santa declarada no solo contra Europa sino también con acciones terroristas contra algunos países musulmanes como Irán, Marruecos o Afganistán. Pero en este conflicto no solo está en juego la vida en ciudades como Londres, París o Bruselas sino que los valores democráticos sobre los que se apoyan el modelo de vida y los sistemas políticos de occidente también entran en cuestión. Porque una vez más, como ya ocurrió en Niza, Berlín o Gran Bretaña, se ha evidenciado lo fácil que resulta cometer atentados con muy pocos medios, sin coordinación ni planificación previa. Cualquier lobo solitario podrá seguir las indicaciones de matar en acciones aisladas y sin la necesidad de una infraestructura orgánica o militar.

En cuestiones de seguridad habrían de colaborar todos los países europeos, pertenezcan o no al espacio Schengen o a la UE. Esto es difícil de articular después del Brexit y después de que llegara al poder Donald Trump.  Pero además de la cooperación en esta cuestión tan primordial, el bloque occidental debe tomar conciencia de la importancia de acabar con ese autodenominado califato. Es cierto que los bombardeos han debilitado a la organización, que ha perdido la mitad del área que controlaba, pero se requiere una actitud más enérgica. Hay que evitar que siga imponiendo la sharía en las ciudades que están bajo su dominio y continúe asesinando a las minorías étnicas y religiosas. Nuestra estabilidad se encuentra amenazadas por un enemigo fanatizado. Como ha dicho la señora Merkel, Europa tendrá que aprender a defenderse por sí misma.

jueves, 8 de junio de 2017

3 poemas de Zagajewski, Premio Princesa de Asturias

Acaba de recibir el Princesa de Asturias de las Letras Adam Zagajewski, primer polaco que gana este premio y que escribe sobre el sentido ético de la obra. Admira a Antonio Machado y ha sido candidato al Nobel varias veces. Disidente del régimen comunista, su obra estuvo prohibida durante varios años. En su poesía y su trabajo memorialístico confirma el sentido ético de la obra literaria. "La poesía es búsqueda del resplandor", afirma.








 

Escribía en la oscuridad

A Ryszard Krynicki

Cuando vivía en Estocolmo, Nelly Sachs
trabajaba por las noches con una luz apagada
para no despertar a su madre enferma.
Escribía en la oscuridad.
La desesperación le dictaba palabras
tan pesadas como colas de cometa.
Escribía en la oscuridad,
en silencio, que sólo interrumpía
el reloj de pared con sus suspiros.
Hasta las letras eran soñolientas,
sus cabezas caían en las hojas.
La oscuridad escribía
tras coger esta mujer ya no joven
como si fuese su pluma.
La noche se compadecía de ella,
sobre la ciudad se erigía
una gris prisión del alba,
la aurora de dedos rosa.
Cuando se dormía ella
los mirlos ya despertaban
y no hubo ninguna pausa
en la tristeza y el canto.

(De Mística para principiantes, 1997)

La poesía es búsqueda del resplandor
La poesía es búsqueda de resplandor.
La poesía es un camino real
que nos lleva hasta lo más lejos.
Buscamos resplandor en la hora gris,
al mediodía o en las chimeneas del alba,
incluso en el autobús, en noviembre,
cuando al lado dormita un viejo cura.
El camarero en el restaurante chino
estalla en llanto y nadie imagina por qué.
Quién sabe, quizás esto también es una búsqueda
que se parece a un instante a la orilla del mar,
cuando en el horizonte aparece un barco rapaz
y se detiene, paralizado largo tiempo.
Pero también, momentos de profunda alegría
e incontables momentos de angustia.
Déjame ver, por favor.
Déjame persistir, por favor.
Al atardecer cae una fría lluvia.
En las calles y avenidas de mi ciudad
en silencio y con fervor trabaja la oscuridad.
La poesía es búsqueda de resplandor.

(De De Regreso, 2003)
Zurbarán
Zurbarán pintó
santos españoles
y naturalezas muertas,
los alternaba,
y por eso los objetos
que yacen en las pesadas mesas
de sus naturalezas muertas
son, también, santos.

(De Antenas, 2005)
(De www.elcultural.com)

martes, 6 de junio de 2017

Endechas por Miguel Zerolo y la corrupción de Las Teresitas

"El patriotismo es el último refugio de los canallas”         Samuel Johnson (1709-1784)

Llorad, la blanca dama, si Dios os vala.
Miguel Zerolo cayó en la vil trama,
la flor marchita de la su dura cara.
 
No eres senador, eres reo,
eres granuja de triste credo,
eres vergüenza ajena, vergüenza mala.
 
Tus cuentas hallen en islas Caimanes,
no vean placeres, sino pesares,
cubran tus lágrimas los dorados arenales.
 
Miguel Zerolo, Miguel Zerolo,
¿dó está tu escudo? ¿dó está tu fianza?
Todo lo acaba la malandanza.
 
(José Amaro Carrillo Rodríguez, en su blog de www.elapuron.com, periódico digital de la isla de La Palma dirigido por Digna Martín

lunes, 5 de junio de 2017

"Tanausú" (Sabotaje al Montaje, El Paso, La Palma)

El artista grancanario que se esconde bajo la denominación Sabotaje al Montaje hizo este espectacular Tanausú (héroe palmero que se dejó morir de hambre cuando era conducido a la corte castellana) en el frontis de la Casa de la Cultura de El Paso.

domingo, 4 de junio de 2017

Juan Goytisolo, una voz heterodoxa


El escritor e intelectual Juan Goytisolo, fallecido en Marrakech, es uno de los nombres que han dibujado la cumbre de la literatura española, un autor cervantino con una voz crítica y heterodoxa, además de practicante de la incorrección política, desde que se exilió en París en 1956, reseña la agencia Efe.
Juan Goytisolo Gay, nacido en Barcelona en 1931, está considerado también un "interlocutor entre la cultura europea y la islámica"; no en vano, vivió en Marrakech desde los años ochenta. Allí reside desde los últimos años también la poeta cántabro-canaria Yolanda Soler, autora de una obra literaria escasa pero muy significativa. 
Pero antes, sus pasos le llevaron a Estados Unidos, donde impartió clases en California, Boston y Nueva York.
Una vida nómada y universal que también se refleja en su literatura: Carlos Fuentes lo consideraba como "uno de los mejores escritores del mundo", y él mismo se clasificó como alguien "anómalo como todo creador" y de "nacionalidad cervantina".
Nacido en el seno de una familia vasco-cubana, Juan era hermano del poeta José Agustín Goytisolo, fallecido en 1999, y del también escritor y académico Luis Goytisolo.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona, tras la publicación de sus dos primeras novelas, Juegos de manos (1954) y Duelo en el Paraíso (1955), Juan Goytisolo se marchó a París, donde estuvo hasta 1969.
Allí fue asesor literario de la prestigiosa editorial Gallimard, y conoció a la fallecida Monique Lange, la novelista y guionista con quien se casó en 1978 y quien introdujo en Francia a autores como Luis Goytisolo o Jesús Fernández Santos.
Autor de más de cincuenta títulos, la mayoría traducidos al inglés, Juan Goytisolo cultivó la novela, el ensayo, la literatura de viajes, el cuento y las memorias, una creación marcada siempre por el compromiso y la libertad.
Títulos como Fin de fiesta y una de sus obras míticas y de mayor impacto, Señas de identidad, y, tras ellas, Juan sin tierraDisidenciasMakbaraPaisajes después de una batalla y Coto vedado, donde habla abiertamente de su homosexualidad.
Asimismo, Duelo en el paraísoReivindicación del conde don JuliánCrónicas sarracinasLas virtudes del pájaro solitarioCarajicomedia y Telón de boca dejan constancia de una obra que atraviesa géneros y fronteras.
Reconocido con premios como el Nacional de las Letras, el Premio Formentor, el Europalia de Literatura, el Octavio Paz, el Juan Rulfo de Guadalajara (México), el Rachid Mimumi de París a la tolerancia y a la libertad, y el Nelly-Sachs (Dortmund, Alemania, 1993),
Goytisolo siempre lamentó que la mayoría de los premios se los dieran fuera de España.
El Premio Cervantes, que recogió en 2015 en una solemne ceremonia en donde también mostró su lado iconoclasta, al ir vestido de traje de calle, en lugar del chaqué que sugiere el protocolo, puso el broche de oro a toda su carrera vertebrada por su idea de la creación y también por un autor, Cervantes, quien en palabras de Goytisolo "fecundó la totalidad de la novela europea".
En cuanto a la creación, Goytisolo fue siempre muy claro: "No hay corrección política. Ocurre lo mismo que con las fantasías sexuales de cada uno, que no tienen que pasar por ninguna corrección", decía.
Su obra, prohibida en España por la censura franquista desde 1963, pasó por el realismo social de los cincuenta, con un pensamiento muy crítico con el sistema burgués y siguió en el trazo de una literatura moderna y muy heterodoxa que ha llegado hasta la actualidad.
Defensor de los derechos de las mujeres, de los homosexuales, de los desposeídos del Tercer Mundo y de todas las minorías, Juan Goytisolo también ha dedicado varios ensayos a referentes suyos como Blanco White, Manuel Azaña o Américo Castro.
Goytisolo reivindicó también una transición cultural para España. "La Transición política cambió el rumbo de la sociedad española, pero no ha ido acompañada de una transición cultural", recalcó en varias ocasiones el escritor.