Yannis Ritsos fue un poeta griego de la generación del 30, que vivió entre 1909 y 1990. Es uno de los tres grandes de su grupo generacional junto con Elytis y Séferis, los cuales sí recibieron el Premio Nobel. De ideas comunistas, recibió el Premio Lenin de la Paz. Por su militancia política su obra fue prohibida varias veces en su país, especialmente durante las dictaduras de Metaxas y Papdopoulos. Su obra más importante es Grecidad, la cual fue musicada por Theodorakis.
Detrás del olvido
Lo único sólido que de él quedó fue su chaqueta.
La colgaron allí, en el armario grande. Fue olvidada.
Se pegó al fondo, detrás de nuestras ropas de verano, de invierno,
- nuevas cada año, para nuestras necesidades nuevas -. Hasta que,
un día, llamó nuestra atención - puede que por su color extraño,
puede que por su anticuado corte -. Sobre sus botones
había tres imágenes, iguales y redondas:
el muro del fusilamiento, con cuatro agujeros,
y alrededor, nuestro remordimiento.
Piedras
Llegan y se van los días, sin plan y sin sorpresas.
Las piedras se empapan de luz y de memoria.
Hay uno que coloca una piedra por almohada.
Otro que, antes de bañarse, deja su ropa debajo de una piedra,
que no la lleve el aire. Otro que usa una piedra por escaño
o mojón en su huerto, el cementerio, el establo, el bosque.
Tarde, tras la puesta del sol, al volver a casa,
cualquier piedra de la playa que pongas en tu mesa
es una estatuilla - una pequeña Niki, o el perro de Artemisa -,
y esa piedra en que a mediodía un joven posó sus pies mojados,
es un Patroclo, con pestañas cerradas y sombrías.
Teatro antiguo
A mediodía, cuando se encontró en el centro del antiguo teatro,
aquel joven griego, seguro de sí mismo,
tan hermoso como sus antepasados,
lanzó un grito (pero no de admiración; admiración
no sintió en absoluto, y si la hubiera sentido,
no la demostraría de seguro); simplemente, un grito,
puede que de la alegría indomable de su juventud,
o para probar la resonancia del lugar. Enfrente,
de lo alto de los acantilados, el eco contestó
- el eco griego que ni imita ni repite,
sino que sencillamente continúa, desde altura incalculable,
el eterno clamor del ditirambo. -
El día de un enfermo
Todo el día, un olor a tablas podridas, húmedas
- se secan y humean al sol. Los pájaros
miran un momento por los tejados y se van.
Por la noche, en la vecina taberna, se reúnen los sepultureros,
comen pescado frito, beben, cantan
una canción con muchos agujeros oscuros. -
Desde allí adentro, comienza a soplar un viento suave
y tiemblan las hojas, las luces y el papel de los anaqueles.
(Traducción de Juan Ruiz de Torres)
Buen y acertado ejercicio el de recordar la existencia de grandes poetas para que los demás los lean por primera vez o los revisiten. Además, sin ningún juicio de valor, calificativo o clasificación. El poeta poetiza libremente.
ResponderEliminarGracias, Luis.
Aquiles García Brito.
No conocía este poeta, son tantos los qur nos hemos ido perdiendo en este anonimato, gracias a las redes y amigos como tú que nos lo traen. Buscaré información para leerle.
ResponderEliminarNo le encuentro ninguna gracia...
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