Los monstruos se nos han colado
debajo de la mesa y ahora asoman sus siniestras tarjetas opacas, sus pelotazos,
los miles de euros de sus copiosas cenas y sus visitas a las casas de masajes, sus
viajes cinco estrellas, sus risas y cuchufletas ahora que los desahucios se
incrementan y muchas familias que un día lejano integraron la clase media han
de ir a comer cada día en Cáritas. Y no pasa nada. Debe ser que este es el país
de la amnesia, y más allá de los titulares escandalizados de los periódicos,
aquí no dimite nadie, aquí nadie afronta sus responsabilidades ni sus culpas,
aquí todo el mundo dispara con pólvora ajena y santas pascuas aleluya. Y por
eso nos quedamos tan contentos, con las triunfales expectativas del partido en
el gobierno, que nos señala a la cabeza de la ¿recuperación? de la economía en toda
la eurozona, con un crecimiento mucho más espectacular y sustancioso que los
que puedan alcanzar Alemania, Francia y todo el resto. Allá Montoro y Guindos
con sus euforias que pocos han de creer.
El país necesita héroes y
heroínas que tengan la casta de Teresa Romero, la infectada del ébola que ha
luchado y todavía luchará bravamente contra todos los presagios, contra ese
monstruoso virus que se le coló en su organismo porque las cosas se hacen
precipitadamente, sin entrenamiento, sin formación, y encima acusándola de
cosas bastante graves sin que al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid
le hayan cortado su lengüita jactanciosa. La brava Teresa a la que le mataron
el perro porque somos un pueblo de chapuzas e ignorantones que aplican los
reglamentos con su manera estrecha de entender el mundo. Teresa Romero es un
símbolo de la capacidad de pelea y de resistencia que tiene el pueblo llano
frente a los desalmados. Porque el pueblo llano no es tan lelo como parece, el
pueblo llano es capaz de desarrollar anticuerpos frente a todos los virus,
frente a todas las corrupciones actuales y las que han de venir. Por cierto: el
New York Times ha elogiado a Cuba por ser el único país conocido que manda
médicos a África a fin de poder atajar en el terreno el avance del temible
virus del ébola. Debe ser que el resto de los países están ocupados en mirarse
el propio ombligo.
Esta fecha que se avecina, justo
para la semana que viene, era extraña entre nosotros hasta hace poco tiempo.
Teníamos lo de la Noche de Finados, que se celebraba en los pueblos sobre todo
con castañas asadas y anís o vino dulce para los frescos otoñales. Pero EEUU
nos contagia con su poderosa maquinaria, y de este modo la víspera de Todos los
Santos o Noche de Brujas en la cultura de los celtas se ha introducido
fieramente entre nosotros, una especie de carnaval algo tétrico que convoca
aquí y allá a la muchachada con ganas de emociones alcohólicas. Tal noche como
esa se fraguó en Madrid la muerte de varias jovencitas que participaban en una
megafiesta para la que no había medidas de seguridad ni servicios médicos ni
tampoco el auxilio de la policía local, y cuyos responsables siguen por ahí
vivitos y coleando, sin mayores explicaciones. Como suele suceder, los
procedimientos judiciales aquí son lentos y el pueblo duda del sentido de los
responsables de dictar sentencias.
El calendario de las
conmemoraciones próximas se impone no solo en EEUU, Canadá, Irlanda y Reino
Unido sino también en zonas del mundo latinoamericano y en gran parte de España,
y por ello en la noche del viernes 31 habrá fiestas de disfraces, la
proclamación del truco o trato, la rememoración de las tradiciones de las
brujas que asustaban a nuestros vuelos en los tiempos en que no había luz
eléctrica en los caseríos, el relato de historias de miedo y la programación de
películas de terror en las cadenas de televisión. Del mismo modo Papá Noel
tiene casi perdida la batalla ante el poderío de Santa Claus, a quien los niños
ya denominan simplemente Santa, tal como nos enseñan las películas hechas allá,
que dominan la programación en las fiestas navideñas, para las que apenas
faltan un par de meses. Pero, con respecto a la noche de Halloween,
humildemente creo que ahora ya no es preciso invocar los mundos terroríficos ni
las películas de miedo, porque la realidad de cada día nos aporta suficientes
sustos que tal vez nos dificulten aquello de dormir a la pata llana, sin
agobios ni preocupaciones por la estricta actualidad, sabido es que los humanos
tenemos suficiente capacidad de enredar las cosas.
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