Canarias es
un cruce casi perfecto de magias bien diversas: de un lado toda la base
norteafricana bereber que sin duda persiste; de otro, el aporte mediterráneo,
más tarde el animismo de los esclavos y por último el retorno de lo africano a
través de los emigrantes que vuelven de América.
San Juan está
ligado a ritos de fuego y agua. En Galicia, por ejemplo, donde –al igual que
aquí tiene gran apogeo el curanderismo por medio de hierbas- se practican ritos
de purificación contra el maleficio. San Juan significa el triunfo de la luz, y
por eso se recurre al fuego, que quema las impurezas, que preserva del mal. En
los pueblos y en las aldeas se pasean los labriegos con hachones encendidos
para quemar lo inútil, lo que sobre, lo que recuerda el pasado infeliz. Es
tiempo de la Santa
Compaña , de las meigas. ¿Existen las meigas? Qué va, las
meigas no existen pero haberlas háylas, como diría un gallego.
Y en
Canarias, naturalmente, San Juan incorpora una serie de agüeros o prácticas de
adivinación. Según José Pérez Vidal y Alfred Diston, citados por la
investigadora Carmen Roda Márquez, los agüeros y tradiciones populares de San
Juan son muy diversos: sobre la vida, sobre los amores, sobre la muerte. Se
mira el agua de un aljibe, el agua de una palangana, el agua de un vaso para
concluir que el futuro será bueno con nosotros. Se pone agua con pétalos de
rosa y se deja al sereno, o para pronosticar si habrá lluvia en el siguiente
año se escriben los nombres de los 12 meses, se les pone sal y se dejan al
sereno, para que la humedad indique cuáles serán los meses de lluvia.
San Juan y las predicciones del amor
Hay toda
suerte de predicciones ligadas a la noche de San Juan, pero quizá las que más
aceptación han tenido son las ligadas al amor. Se utilizan para saber si el
futuro esposo será pobre o rico, para conocer su profesión, para desvelar si
sus intenciones son realmente las de casarse o solo las de divertirse un poco.
Para ello las jovencitas casaderas tenían a su alcance elementos muy comunes,
como papas, granos de trigo, bolas de pan, claras de huevo, etcétera. A veces
los elementos que se utilizan son un poco más rebuscados –como el fuego y el
plomo- pero casi siempre pertenecen al reino vegetal: los tunos, las flores,
etc.
La noche de
San Juan era, asimismo, propicia para rituales de curación. Los niños herniados
son curados al alba de cada 24 de junio, mediante la ceremonia de pasarlos por
el mimbre, mientras se recitaba la oración: “¿Qué traes, María? / Un niño
herniado / San Juan y la Virgen
/ te lo vuelvan sano.” Para ello era preciso cortar el mimbre dejando una
abertura suficiente para que quepa por ella la criatura. Hay que añadir que el
vientre del niño era fuertemente apretado con fajas y otros paños, por lo cual
cabría preguntarse si la presunta curación se debería más bien a esta presión
sobre la zona afectada; en cualquier caso, el pueblo era feliz practicando
estos ritos y –sobre todo- creyéndolos a pie juntillas, sobre todo en las islas
occidentales, que han tenido una mayor tradición rural, y por consiguiente un mayor
peso de la figura bienhechora del curandero, o de la curandera, que no solo
manejaba los objetos y no solo ejecutaba con presteza las ceremonias sino que
también invocaba siempre la fe religiosa, los santos, el evangelio, las
oraciones, la vida de Cristo, el apoyo de los apóstoles, de los cuales –por
cierto- San Juan casi era el predilecto en el alma del pueblo.
En Canarias creció la magia blanca, ahora
también la magia negra
El saber
popular merece respeto, y el pueblo ha tenido el instinto de conservar y
desarrollar lo que conviene a su tiempo histórico. Por eso hoy en día existe
una línea antropológica muy acusada que intenta recuperar toda esa gama de
conocimientos tradicionales que, en cierto modo, están en riesgo de extinción
por el poderío de la TV
y de los medios modernos de comunicación, que van uniformando el lenguaje, los
comportamientos del ser humano en todo el planeta. Es un riesgo relativo,
porque, paralelamente, el propio pueblo desarrolla su instinto
conservacionista. En Canarias siempre se dio la magia blanca, la magia
curativa, aunque en los últimos años ha aparecido la magia negra, contratada
por encargo, traída por gente del Caribe y naciones de Suramérica, a veces para
hacer daño a otras personas. Y en las islas –donde hay unas 200 especies de
plantas curativas-, donde existen además unos precedentes prehispánicos –el uso
de la sangre de drago, la savia del “amolán” o la tabaiba- todos esos usos
populares han perdurado durante siglos, de la misma forma que nuestro
aislamiento y el instinto de conservación del pueblo han motivado que aquí se
perpetúa el Romancero, es decir: composiciones literarias transmitidas
verbalmente durante 500 años que ya están perdidas en muchos lugares de la Península y América y
que sin embargo todavía podemos escucharlas en las voces de los ancianos de
Agüimes, La Gomera
o El Hierro. Ahora, con la inmigración de países americanos (República
Dominicana, Cuba, Venezuela, Brasil, etc) hay un fértil negocio de brujos,
adivinos, echadores de cartas, sanadores, etc. que llegan a emplear la magia
negra para “resolver” asuntos de amores, venganzas, maleficios, limpiezas, etc.