Como diría Paul
Auster, el azar es lo fundamental, lo que define la vida, lo que define eso que
llamamos el destino: encuentros casuales, acontecimientos que parecen pequeños
son los que en realidad determinan el futuro. Añade Stephen Hawkins que somos
producto de un universo sin dioses que por azar brotó de la nada, un día lejano
en la Tierra surgía la vida, hace al menos 3.500 millones de años, cuando
accidentalmente se formó una molécula que era capaz de hacer copias de sí
misma. Y este universo que conocemos volverá a la nada más absoluta, sin la
resurrección que nos habían prometido. Así, vivimos una sociedad angustiada que
por momentos parece precipitarse hacia el abismo mucho antes de los plazos
fatídicos que señalan los astrofísicos. Materia oscura, energía oscura y fin
del universo: crisis económica, paro, corrupción. Y en ese telón de fondo está
la raza humana con su desconcierto. En Suecia, paraíso socialdemócrata,
asesinaron a Olof Palme en plena calle y precisamente en Suecia surge buena
parte del boom de la novela negra actual. En París y Copenhague, ciudades
antaño confortables y seguras, los yihadistas asesinan también y son ajusticiados
en medio del asfalto. Un mundo imprevisible con cambio climático y pobreza para
la mayoría genera un miedo que se multiplica. La novela negra es un modo eficaz
de transmitir esa agitación de fondo, esa crisis global, esa saturación de
violencia. Está de moda y también yo he sido autor de tres novelas de este
género en tiempos pioneros, cuando aún no había llegado el actual boom.
Ramón Betancor (Santa
Cruz de La Palma, 1972) es joven, apenas supera los cuarenta, se dedica al
periodismo y vive en la ciudad de Las Palmas, la mayor, la más cosmopolita y
con abundante página de sucesos de la región. Publicó Caídos del Suelo como libro digital hasta que su éxito le permitió
una edición en papel, un libro voluminoso. Ahora ataca de nuevo, con la segunda
parte de su trilogía, Colgados del suelo,
también en Baile del Sol. La prosa de Ramón es vivaz, avanza como un río
desbocado, un río que se bifurca una y mil veces en múltiples ramales. Un
thriller veloz, misterioso, lleno de azares que con frecuencia conducen a
estropicios sin remedio y a esfuerzos heroicos por remediar esos estropicios. “Lo
que no pensé en ese momento era en lo vulnerable y cambiante que puede llegar a
ser la propia vida”, dice la protagonista en la página 27. Y en la 260 habla de
“esa realidad bifurcada a la que nos enfrentamos cada día.” La novela está
poblada pues por personajes que son supervivientes de grandes y pequeñas
catástrofes personales, a través de una acción trepidante que dobla cada
esquina desafiando la lógica. Ramón Betancor tiene un verbo fácil que se mueve
con la agilidad de una serpiente, maneja la tensión narrativa y crea misterio
en cada página. Escribe con vehemencia.
El
periodismo suele ser la antesala de la literatura, te da el oficio de la
palabra aunque para escribir un libro has de entrar en otros territorios, los
de la imaginación y la capacidad de generar sorpresa. Si además usamos las
redes sociales y los libros electrónicos, si sabemos construir una buena
intriga es como si agitáramos a Kafka, Conan Doyle, Edgar Allan Poe y Murakami
en la misma botella para conseguir un aguardiente que raspe en la garganta. Fantasía,
suspense y muchos cubitos de hielo pues, si hace falta, hay que vender el alma
al diablo. No podía ser de otra manera si todo es efímero y cambiante, si
avanzar por el laberinto es perderse y reencontrarse, de tal manera que son los
pequeños momentos los que te salvan del pánico, como dice Julia, la
protagonista.
Se
viene hablando de la muerte de la literatura, y de la muerte de la novela. A
fin de cuentas, la crisis o la resurrección de los diversos géneros literarios
es parte de la crisis humana, y por consiguiente de la propia crisis de la
cultura, envuelta en los avatares de la economía, de la política, del
pensamiento y la sociología. Pues la novela ha caminado desde la fabulación de
Cervantes al realismo del siglo XIX, el monólogo interior de Joyce, el
surrealismo, el expresionismo, la generación norteamericana de entreguerras, mal
llamada Generación Perdida, la frialdad técnica y objetivista de los franceses
del Nouveau Roman, el desbordamiento imaginativo del realismo mágico y la
variedad de propuestas de los últimos treinta años, cuando la novela se
manifiesta cada vez más ecléctica. Asistimos a la ruptura de los géneros y la
confirmación de la novela como cuerpo híbrido en el que cabe el ensayo, la
filosofía, la historia, la poesía, el periodismo, la crónica social. En
definitiva todo va a parar a la novela porque lo digiere todo, y, más allá de
la novela de género, tan abundante ahora, tampoco ha muerto ni va a morir la
novela literaria: Javier Cercas, Muñoz Molina, Almudena Grandes, etcétera.
Colgados
del suelo es
un puzzle lleno de encuentros y de música, no en vano el autor ha sido músico
de bandas de rock en la década de los 90, llegando a grabar dos trabajos
discográficos. De ahí la querencia a personajes que son músicos, de ahí que una
guitarra llegue a tener tanta importancia en el relato. La capacidad de
innovación del autor, su originalidad, la pone en marcha en 2013 cuando crea
una vida virtual para Mario Rojas, con currículo y perfiles en redes sociales,
con un blog en el que ponía su vida a la venta en internet, un hecho original
que despertó curiosidad. Luego sube el manuscrito a Amazon, convirtiéndose en
uno de los libros más descargados. En definitiva, un buen esfuerzo creativo es
la obra de Ramón Betancor, dueño de una sorprendente capacidad de ficción, y
encaja en la actual proliferación de autores de novela negra.