Este poeta
andaluz (Rota, Cádiz, 1960) es uno de los representantes de la denominada
“poesía de la experiencia”, esa variante intimista y neorromántica. Narrador, ensayista, articulista, ha ganado el
Premio Nadal de novela, el Hucha de Oro de cuentos, el Julio Camba de
periodismo, el Ateneo de Sevilla de novela, el Loewe de poesía, el Premio de la Crítica y el Premio
Nacional de Literatura.
El dibujo en el agua
Bien sabes que estos años pasarán,
que todo acabará en literatura:
la imagen de las noches, la leyenda
de la triunfante juventud y las ciudades
vividas como cuerpos.
Que estos años
pasarán ya lo sabes, pues son tuyos
como una posesión de nieve y niebla,
como es del mar la bruma o es del aire
el color de la tarde fugitivo:
pertenencias de nadie y de la nada
surgidas, que hacia la nada van:
ni el mismo mar, ni el aire, ni esa bruma,
ni un crepúsculo igual verán tus ojos.
Un dibujo en el agua es la memoria,
y en sus ondas se expresa el cadáver del tiempo.
Tú harás ese dibujo.
Y de repente
tendrás la sombra muerta
del tiempo junto a ti
Bien sabes que estos años pasarán,
que todo acabará en literatura:
la imagen de las noches, la leyenda
de la triunfante juventud y las ciudades
vividas como cuerpos.
Que estos años
pasarán ya lo sabes, pues son tuyos
como una posesión de nieve y niebla,
como es del mar la bruma o es del aire
el color de la tarde fugitivo:
pertenencias de nadie y de la nada
surgidas, que hacia la nada van:
ni el mismo mar, ni el aire, ni esa bruma,
ni un crepúsculo igual verán tus ojos.
Un dibujo en el agua es la memoria,
y en sus ondas se expresa el cadáver del tiempo.
Tú harás ese dibujo.
Y de repente
tendrás la sombra muerta
del tiempo junto a ti
Kasida y Rondó
Las
ciudades sin ti no las recuerdo
Son
las flores cerradas del mundo
Las
ciudades sin ti no tienen nombre
Las
ciudades sin ti no las recuerdo
La
noche solitaria que parece
Tan
solo una tiniebla vagabunda
La
noche en que no estás tiembla mi noche
Si el
vacío me mira con tus ojos
Vale
más el vacío que la vida
Si me
mira el vacío con tus ojos
La
noche en soledad corrompe sueños
La
noche en que no estás tiembla mi noche
Habitaciones prestadas
Era
un sonar de llaves indecisas.
Un
ruido profundo de ascensores;
inquietados
huéspedes de aquellos edificios
de la
periferia, dorados por la tarde.
Era
buscar a ciegas
Interruptores
de luz, como quien busca
en
esas bibliotecas truculentas
el
secreto resorte
que
conduce a la cámara privada
el
sitio inconfesable. Era el olor
de
sábanas extrrañas y el olor
desconsolado
de los cuartos
de
huéspedes, con libros y revistas
de
desecho. Era
vestirse
con el frío. Salir de allí
de
nuevo como extraños.
Más
unidos, en fin, por una sombra.
El
amor tiene ahora en el recuerdo
olor
a cuartos húmedos
y el
sonido furtivo de una puerta al abrirse.
Hay un lugar en que la
vida tiembla
Hay
un lugar en que la vida tiembla
ante
el viento y la noche
igual
que un pensamiento equivocado.
Un
lugar de cristal que alguien ha roto
y en
que ya no andará descalza la inocencia.
Un
lugar en que flota
el
cadáver de un niño ahogado en un mar de relojes
que
giran con el dolor de los juguetes averiados.
Y ese
mar suena a orquesta de difuntos que interpreta
Las
partituras indescifrables del tiempo.
Y hay
un baile de espectros incesantes,
y sus
rostros son los mismos de aquellos
que
andaban por la casa, que hablaban de viajes y países,
que
traían regalos de ultramar,
cuando
tenía
antifaces
la vida, y era la dama loca
que
se abría como una flor de nieve
cada
día en los ojos
que
miraban asombrados los naufragios
de
los buques fantasmas,
el
vuelo de las cometas en la playa errabundas
y la
fugacidad
de
los castillos de pólvora, al final de los veranos eternos,
cuando
se desgarraban los toldos por el viento y volaban
por
las calles vacías los sombreros perdidos,
plumas
de gaviotas y arenisca, los jirones
de
carteles de cines y de circos
que
traían el silbido de las balas,
la
furia de las fieras
y los
ojos vendados del lanzador de cuchillos
ante
la ruleta de la muerte.
Hay
un lugar en que aún suenan
los
broncos abordajes de piratas a los barcos británicos,
el
rugido de tigres de Bengala
y la
sonrisa rota
de
los magos de Holanda y de Turquía.
Hay
en ese lugar
Imágenes
borrosas de mujeres
en
cuartos de hotel, en asientos
traseros
de unos coches furtivos, parados en los bosques
como
brillantes amuletos de juventud;
imágenes
borrosas de mujeres
en
alcobas prestadas, en pasillos
de
edificios que tienen
la
condición de laberintos recordados.
Hay
un lugar en que recorren
las
sierpes del rencor la arena blanca.
Hay
un lugar en que todo está dicho
y
todo está perdido.
Y ese
lugar -apréndelo- es tu corazón.