Leopoldo María Panero (Madrid, 1948), de la generación de los Novísimos, es un poeta
desarraigado, un ser que sufre deseos de autodestrucción. Hijo del poeta
Leopoldo Panero, los conflictos con su familia y con la memoria de su padre,
han sido un motor en su obra. Panero, un poeta maldito que cobra bien sus
derechos de autor, ha residido en varios psiquiátricos, entre ellos el de
Mondragón y el de la ciudad de Las Palmas. Una obra ardiente, con prisas,
iluminada a destellos e impulsada por el deseo al fondo del abismo. Inició su
obra de la mano del maestro Pere Gimferrer, sin embargo su vida fue trastornada
por el alcoholismo, la depresión y los intentos de suicidio. La esquizofrenia
lo mantiene internado por voluntad propia. A los 16 años ingresó en el Partido
Comunista, y ello le valió su primera estancia en prisión. Panero es un poeta
apasionado, vital, muy apreciado por la crítica y los lectores.
A Francisco
Suave como el peligro
atravesaste un día
con tu mano imposible la
frágil medianoche
y tu mano valía mi vida, y
muchas vidas
y tus labios casi mudos decían
lo que era el pensamiento.
Pasé una noche a ti pegado
como a un árbol de vida
porque eras suave como el
peligro,
como el peligro de vivir de
nuevo
Himno a Satán
“Ten piedad de mi larga
miseria” (Les fleurs du mal,
Baudelaire)
Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
a la muerte.
Tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus
manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza
calva
rociaremos con vino, orina
y sangre las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.
Nu(n)ca
Vi cuatro mujeres luchando por
los senos de un muerto,
vi cuatro mujeres luchando
solas, más tarde
por la posesión
del soplo
Y disputando con sus uñas
feroces por el Abel Garmín que
abandonaba feliz aquellos
huesos.
Hay cuatro mujeres que robaron
mi fetidez sensible
y mi podredumbre en el cadáver
que aún respiraba
lentamente dejando
salir de allí mi alma con su
pedo.
Y esos cuatro seres aguardan
ahora el resto
sanguinolento de mi
espíritu
y habito para siempre en la
carnicería de sus bocas
y día a día bajo del nido de sus nalgas
para saber entero en lo
insensible del tiempo
cuál era el sentido que no
aprendí del cielo
como cae debajo la palabra
nunca.
Sueño
de una noche de veranoLos hombres del Viet son tan hermosos cuando mueren.
El agua del río, lamiendo sus piernas, hacía más sexual
su ruina.
Luego vinieron las Grandes Lluvias, buscando
la vagina hambrienta de la selva, y todo lo
borraron.
Quedó sólo en los labios la sed e la batalla, para nada,
como baba que cae de la boca sin cerebro.
Hoy
que en el lecho sin árboles ni hojas
con tu lengua deshojas el árbol de mi sexo
y cae toda la noche el semen como lluvia
y cae toda la noche el semen como lluvia, dime
besando suavemente el túnel de mi ano
cueva de la anaconda que aún me marca
los ritmos de la vida, qué era, qué es
qué es un cadáver.