jueves, 25 de julio de 2013

Una plaza con laureles

A un alemán se lo oí decir: hay muchas plazas en el mundo, pero esta tiene un carácter especial. El hombre debía ser viajero impenitente por muchos mundos, pero –como algunos miles de compatriotas– se quedó marcado por la Plaza. Y es que en La Palma hablar de la plaza es hablar de la Plaza de España de Los Llanos de Aridane. Por supuesto que en cada municipio hay plazas, por supuesto que hay laureles de Indias e incluso quioscos: en Los Sauces, en Tazacorte, en Tijarafe, en Santa Cruz de La Palma, en Santo Domingo de Garafía. Pero, como decía el alemán, la Plaza de Los Llanos te atrapa. Ahí, en ese espacio histórico se reúnen los vértices del poder y de la convivencia. La Iglesia, tan poderosa y significativa en La Palma con la preciosa Virgen de los Remedios, uno de los tesoros que vinieron de Flandes en tiempos del azúcar, por aquí pasan las bodas, los bautizos y los entierros, enfrente está el ayuntamiento que todavía conserva el escudo franquista, al lado el casino centenario donde se rodó una película de los hermanos Ríos que hablaba de la emigración a Cuba.  Y sobre todo el quiosco, el quiosco donde desde hace décadas se reúne la gente para verse, para tomar uno de esos cafés bravos, para dar fe de vida, para hablar de cómo va la agricultura o los negocios. Por aquí las confidencias y los chismes, por aquí el olor cotidiano.
La Plaza es el espacio para verse, para comentar, para confraternizar. Antes, cuando no había mesas, cuando no existía el concepto de las terrazas, la gente visitaba la Plaza a media mañana y sobre todo en horas de la tarde, concluida la faena en la platanera. Los hombres, porque hubo tiempos en que los bares eran solo para los hombres, hablaban a pie firme de sus cosas. Casi siempre de sus cultivos, de sus proyectos, de sus cartas desde Cuba y Venezuela, de sus dolencias. Cuando yo era chico y solo existía la radio, que exigía instalar largas antenas de azotea en azotea, en el quiosco de esta plaza se escuchaba a duras penas Radio Club Tenerife y tal vez alguna radio peninsular dando las novedades de los partidos de fútbol en la tarde del domingo.
Los laureles cubanos han cumplido 150 años, y bien que ha sido celebrada la efemérides. La Fiesta de Arte de este año les estuvo dedicada, la intención fue buena. Por cierto: habría que intentar que la Fiesta de Arte fuera más ágil, más atrayente. La cultura no tiene que ser aburrida, no ha de parecer aburrida. Si se controlan los tiempos de cada pasaje, el resultado sería alentador.
Hoy en día bastantes días del año la Plaza está tomada por los extranjeros que aquí viven de manera estable o casi estable, así como por los visitantes. Hasta el zapatero de Los Llanos es alemán, igual que el relojero, el joyero, los dueños de las tiendas de zapatos para el senderismo, las bicicletas de alquiler, las tiendas de deportes náuticos, los restaurantes de marca… Miles de alemanes viven en el Valle de forma permanente o casi permanente, porque aquí han encontrado un lugar bajo el sol a buen precio.
En tiempos de doña María de las Casas, del cronista don Pedro Hernández, del benefactor Antonio Gómez Felipe –a quien se ha hecho justicia con su parque– y otros tantos patriotas, a esta ciudad de Los Llanos se la denominaba “ciudad de ensueño”. Por la calma que transmite, por la armonía urbanística con que ha sido trazada, por el verde que la envuelve, por el ritmo sosegado de la vida, por el silencio y por la paz de este paisaje, parece que no la daña ni el crecimiento poblacional ni la cantidad de forasteros que a ella se acercan.
Hay miles de plazas en el mundo, las hay enormes y de belleza espectacular como San Marcos en Venecia o la Grand Place de Bruselas o la plaza del mercado de Cracovia o la plaza Bolívar en Caracas o Alexanderplatz en Berlín o la Plaza Navona en Roma o Trafalgar Square en Londres o la mínima Times Square de Nueva York, más bien un cruce de caminos. Pero la Plaza de los Laureles tiene un toque casi mágico, no solo por los laureles, no solo por la iglesia del siglo XVI no solo por el sol. Debe ser por ese toque de estar más allá del mundo, casi en San Borondón.

miércoles, 24 de julio de 2013

Homenaje a Amadou Ndoye, el puente Canarias-Senegal

Un homenaje a Amadou Ndoye, hispanista de Senegal, gran amigo de las letras canarias, se celebró esta mañana en Casa África con videoconferencia Las Palmas-Dákar.  Intervinieron desde Senegal dos alumnos de Ndoye: el profesor Jean Moustapha Banroura y el también profesor Tapsir Ba, ambos encuadrados en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la universidad Cheikh Anta Diop, así como José Ignacio Sánchez y Alonso de Villapadierna, responsable del Instituto Cervantes en la capital africana. Desde Gran Canaria participaron el profesor Antonio Arroyo y quien suscribe. El director general de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, Aurelio González, pronunció unas palabras de apertura y también estuvo presente Francisco González, por parte del SILA (Salón Internacional del Libro Africano).
Amadou Ndoye fue un gran defensor de la Generación del 70, no en vano difundió en su país las obras de los escritores de estas islas, escribió ensayos en que analizaba obras de buena parte de los autores de esta generación. Personalmente le debemos el prólogo de la última edición de “Las espiritistas de Telde”, Ediciones Idea, en el que analizaba el camino de ida y vuelta del mundo de las creencias mágicas entre África-Cuba-Canarias. Amadou se propuso tender puentes de acercamiento, desvanecer los recelos que la visión eurocéntrica genera respecto a los valores de África y sobre todo generar interés por las letras canarias. Ya desde los años 70 esta universidad de Dákar, la más importante del África Occidental, tuvo lectores de español que con frecuencia eran canarios, y en esta línea se publicaron libros con la obra de poetas tan interesantes como Saulo Torón, Pedro García Cabrera o Pedro Perdomo, en versión bilingüe francés-español.
Canarias tiene con frecuencia una mirada de recelo hacia África. Se explica por la circunstancia de que Canarias está geográficamente al lado de la zona más dura y deprimida del continente, el gran desierto del Sáhara, en la que late el conflicto del Sáhara Occidental. Se explica también por el temor implícito en una parte de nuestra población de padecer el riesgo de invasión desde países próximos. Se justifica, sobre todo, ese temor por la visión eurocentrista que prevalece entre nosotros. Yo mismo he viajado con frecuencia a Londres, París, Roma o Nueva York y solo he estado una vez en Dákar, en una visita fugaz.
Pero los canarios y África mantienen importantes lazos. De un lado, los ancestros bereberes de nuestros pobladores iniciales, de otro lado el papel que Canarias jugó en el tráfico de esclavos. En el siglo XVI, con destino a los ingenios de azúcar, hubo en estas islas cientos de esclavos negros y berberiscos, traídos de zonas geográficas que actualmente se encuadran en Senegal, Nigeria, Marruecos y Mauritania. España fue el último país europeo en abolir la esclavitud, 1886, y en Santa Cruz de Tenerife existe la calle Duggi, dedicada a un personaje que fue un destacado comerciante en el tráfico de esclavos.
Amadou se preocupó por extender la enseñanza del español en su país. “Los senegaleses enseñamos español en condiciones difíciles. Hay 70.000 estudiantes de esta lengua y faltan profesores. El gobierno senegalés hace esfuerzos, los profesores y los alumnos también. Aquí leemos a Lorca y a Neruda, deseamos que el mundo hispánico se entere de que existimos y queremos llevar a cambio intercambios. Si Cervantes despertara y se le dijera que la ruta del Quijote pasa también por Senegal ¿lo creería, o pensaría que se trata de una broma.”
 Ojalá que los alumnos de Amadou y los rectores de la universidad de Dákar prosigan en la labor de difusión de las letras canarias. El cierre de la sesión lo hizo Coura Ndoye, hija del homenajeado, que no solo habla perfectamente el español con acento canario y latinoamericano sino que prepara su tesis doctoral sobre un autor de Colombia.

martes, 23 de julio de 2013

Franzen: contra el sueño americano (libro para el verano)

Forman parte de una sociedad contradictoria, militarista, decadente, intervencionista y caótica pero también vital, dinámica y potente en sus universidades, en su tecnología, en su afán de investigación. Estos contundentes yanquis tienen las de ganar: no solo está la legión novelística de siempre, la del siglo XX, sino que en este siglo XXI la legión de nuevos talentos se bifurca en un ala digamos irónica, feroz e irreverente, con gente como David Foster Wallace y otros herederos de Pynchon, y en otra línea en la que la narrativa se elabora con el habitual rigor destinado a exhibir luces y sombras del sueño americano, realistas trágicos como Jonathan Franzen. Algunas frases clarividentes de este hombre: "El novelista tiene cada vez más cosas que decir a lectores que cada vez tienen menos tiempo de leer: ¿dónde encontrar la energía de influir en una cultura en crisis cuando la crisis consiste en la imposibilidad de influir en la cultura? (…) El escritor norteamericano de hoy afronta un totalitarismo cultural análogo al político con el que tuvieron que enfrentarse dos generaciones de escritores del bloque oriental. No tenerlo en cuenta es cortejar a la nostalgia. Te preguntas: ¿por qué me tomo la molestia de escribir estos libros?”
Y continúa: “No puedo fingir que la corriente dominante escucha la noticia que debo comunicarle. No puedo fingir que estoy subvirtiendo nada, puesto que cualquier lector capaz de descodificar mis mensajes subversivos no necesita oírlos. Esperar que una novela soporte el peso de toda nuestra sociedad trastornada -que ayude a resolver problemas contemporáneos- me parece un engaño típicamente norteamericano. Escribir frases de tal autenticidad que uno puede refugiarse en ellas: ¿no es suficiente? ¿No es mucho ya? El realismo trágico preserva el acceso a la tierra que hay detrás del sueño del 'pueblo elegido', a la dificultad humana que hay debajo de la facilidad tecnológica, a la tristeza que esconde la narcosis de la cultura pop: a todos esos presagios en los márgenes de la existencia.”
Hasta aquí las palabras de este escritor de 54 años ya consagrado. Como se ve, contundencia y mucha claridad. Y, tras esta explicación, hay que leer obras como Libertad, este retrato de una familia urbana, pletórica y degradada. Aciertos y errores, los excesos, el poderío del dólar, las ambiciones, la soledad, el amor, la muerte, demócratas y republicanos, el nuevo milenio que pone muchos valores patas arriba.
Una crónica repleta de vida, casi 700 páginas que pueden constituir buena lectura para este verano del año 13.

lunes, 22 de julio de 2013

Honores póstumos

Lo atormentaba la situación: no poder salvar la masa de células donde habían residido sus pensamientos y deseos, la agenda de su vida. Ciertamente, consideraba que de haber nacido en otro lugar y en otra época habría sido un benefactor de la humanidad. Un inventor similar a Edison, un músico con la pasión de Tchaikovsky, un sabio.
Pero sólo era un modesto funcionario capitalino en situación de retiro que cada día pensaba en volver a su isla natal. Con tanto tiempo libre le había entrado afición a figurar en los periódicos, daban su foto al frente de sus artículos sobre la flora y las bellezas naturales de su añorado terruño y convidaba a unos brindis en el bar del casino para recoger comentarios. Además le habían encargado varios pregones de fiestas patronales, incluso actuó de mantenedor a la derecha de la Reina de las Fiestas, a su difunta esposa le habría encantado ver lo bien que le quedaba el frac. Recordar a Nievitas siempre le originaba una tormenta en el estómago: aunque nunca disfrutaron un hijo y tampoco llegaron a conmemorar las bodas de oro, lo cierto es que se habían comprendido muy bien. Muchos lo envidiaban por eso, en la lotería del matrimonio siempre se consideró un afortunado. Una mujer lista y trabajadora que supo sacarle mucho partido a la tienda de ultramarinos, peseta a peseta supo guardar para su vejez. ¿O más bien se empeñó en hacer la pellita para Lourdes y Pablo, esos botarates que parecían hienas esperando devorar la presa? Los sobrinos eran unos aprovechados y las  discusiones siempre venían de ese lado. Pero por lo demás había tenido mucha suerte, hasta lograron visitar la gran ciudad de París, viajaron a Roma y contemplaron al papa asomado en el balcón.
En el amor fue afortunado, se había llevado una mujer pequeñita de cuerpo pero de gran corazón. Su error fue totalmente involuntario: venir al mundo en un espacio erróneo, y crecer sin posibilidades de trascendencia. ¿Quiénes se habían aprovechado de sus teorías? ¿Quiénes seguirían recordando sus sonetos con estrambote al Cristo, su intervención en la Bajada de hace veinte años? ¿Y su oratoria, tan pausada y florida, la noche de la Fiesta de Arte?
Intentaba rebelarse ante la idea de que su arma más poderosa –el revoltillo de materia gris partida en dos lóbulos, retorcida en circunvoluciones como los engranajes de una maquinaria – iba a volatilizarse. En un soplo se evaporaría, y ello resultaba abrumador.
-Qué desolación –se repetía.
Se atormentaba con su conciencia de fugacidad. Fatal que una persona como él se viera condenado a derretirse en el éter sin afianzar su legado. Sus temores no resultaron vanos pues el fatídico día todo sucedió como él había supuesto. La noche fue animada: unos y otros contaban chistes verdes mientras se pasaban la botellita de coñac para espantar el frío y alejar el mal fario. Pero a eso de la una los viejos empezaron a quejarse de su reuma, Juana necesitaba ocuparse de los niños que les había dejado a unas vecinas, Nicasio tampoco quería ser el único; así que los empleados cerraron las puertas y él se quedó como un despojo, olvidado.
En el momento del entierro todos quedaron extrañados cuando conocieron su última decisión: renunciaba al panteón familiar, sus mármoles y ornamentaciones, su ubicación en lugar preferente del camposanto. ¿A qué venía tal insensatez?
-Ultimamente padecía de claustrofobia –explicó Nicasio-. Aunque más bien era una idea que se le había ocurrido a su mujer.
-Sufría pesadillas y decía que, por mucho paño suave que le coloquen, un ataúd es el peor lugar del mundo. Además, no toleraba que le pusieran una pesada losa encima. Eso sí que no: le generaba una terrible sensación de asfixia.
-¡Qué pena de hombre! –dijeron sus amigos al final de la misa de corpore in sepulto.
-Sí, pero ahora ya podrán nombrarlo Hijo Predilecto, ponerle una calle en un barrio alejado, o concederle algún homenaje de importancia. Cosas así.
-Anda, eso sí –reconocieron.
El horno incinerador era pequeño y con tanta labor por la epidemia de gripe le dieron hora para las seis de la mañana. Nadie contempló cómo se transformaba en una leve nube que se perdía en el amanecer.
Tanta envidia empecé a sentir que también me empeñé en recibir honores póstumos, así que me he puesto a pormenorizarlo todo con los concejales de mi pueblo. Yo no pienso desaparecer de este mundo hasta dejarlo todo atado y bien atado, pues ya se sabe que la gente tiene flaca la memoria, y basta que no estés presente para organizarte la marimorena.  

viernes, 19 de julio de 2013

Delfín Yeste, entre Castilla-La Mancha y Canarias

Delfín Yeste es hombre sencillo, poeta humilde que canta a su tierra natal y, así su voz se hace panteísta. Creció y vivió en Tenerife, y del mar se contagió su espíritu de niño grande asombrado de la vida. Viene de la serranía de Albacete, un pueblo diminuto y agreste, es de la montaña y del Atlántico. Recientemente salió su libro Llaves (recorrido emocional de una trayectoria poética 1972-2012), que refleja 40 años de su capacidad creadora y mediante el cual recibe el homenaje de la Asociación Cultural Gritos de la Sierra, con ilustraciones de Fernando Díaz G.
“La niñez y sus vivencias han sido pautas y necesidades evidentes en mi andadura poética. La problemática de lo sencillo de cada día, de cada coyuntura del hombre en sus múltiples incidencias, me ha motivado desde siempre. Dar, lisa y llanamente, cauce y expresión a toda esta serie vivencial es mi constante búsqueda y porfía. De siempre he querido vivir de cerca las cosas mínimas. Amo la Naturaleza en sus variopintas gamas y urgencias, pero con epicentro vital en el hombre. Me causa pavor todo lo que huela a chamusquina y zarandajas. Que mis ensoñaciones tengan una plasmación pragmática en mí y en los demás; que no sean solitaria ristra de sensaciones sino algo que nos mueva al bien, que es lo que nos hace sentir realizados”, así se define.

Juanramoniano, afirma que poeta es cualquier persona honrada que ama, que sufre, que comparte y vibra con el dolor de los demás y que canta con la alegría de los demás. La creación es ese barco sin fondo y a veces sin luz. Delfín es un poeta homenajeado cada verano en las fiestas entrañables de su pueblo, en la capital de su provincia, en la Casa de Castilla-La Mancha de Madrid. Con él compartimos ratos en la Casa de Canarias. Y este hombre que se confiesa próximo a Pedro García Cabrera, desde el Madrid en que reside no olvida su tiempo en las islas, ni sus amigos, ni sus poetas, las cumbres y las olas.

Es un actor que poetiza sus representaciones, y un poeta que -con su expresión corporal- da vida a sus poemas. Espíritu inquieto, recorrió la Península y el Archipiélago, y ha hecho recitales en Alemania, Francia y Portugal. Finalista del premio León Felipe en 1980, ganador del concurso del periódico La Tarde en 1977, primer premio Archipiélago de Tenerife, Trofeo de plata de La Gomera, 1976, designado Albacetense del año 1999. Autor de Cuarzos, Como tibios pájaros en el columpio, Lucía de la mañana. El poeta madura su soledad, medita sobre la vida tan breve, esplendorosa y desnuda. La precariedad trascendente, los recuerdos remotos.

He aquí su poema Fotocopia, recogido en su reciente antología:

Soy
de ese dolor vivo y seguro
que nace a dentelladas
de amor y pesadumbre.

Soy del profundo tajo
que llega hasta las raíces
vertido en las heridas.

Y por ser
soy
en la encrespada luz
del alborozo… arisco
rompimiento de horas
que me atan y acumulan
todo el poderío de las nadas
de no sé qué caminos
andados por la sangre
a oscuras
como el agua… como el agua
deshilada al viento.

Como señala el pintor Víctor Ezquerro Páez, Delfín dedicó trabajos a Tenerife, La Palma y La Gomera, sirva como ejemplo la tan celebrada canción en las otrora Fiestas de Invierno “Santa Cruz en Carnaval”. Tuvo ascendientes isleños, de ahí que en esta canción figuren los versos: Desde muy lejitos vengo Santa Cruz para cantarte, que en tu corazón isleño tengo yo un poco de parte. Las islas, siempre generosas con quien las ama, le agasajaron, demostrable en el prólogo “Breve pórtico” que le dedicó Félix Casanova de Ayala con motivo de la publicación editada en Santa Cruz de La Palma “Como tibios pájaros en el columpio”, 1988, que reproducimos:

BREVE PÓRTICO  (Por Félix Casanova de Ayala)

Delfín residió en Tenerife durante unos pocos pero intensos años, llegando a compenetrarse de tal modo con la sensibilidad e idiosincrasia de este pueblo tan dado a la poesía, que compuso unas cuantas de las estrofas más bellas del folklore canario, coplas de folías, isas, y malagueñas que le valieron un premio en un importante certamen regional. He aquí una de ellas:

Para dar a la folía
el rumbo del sentimiento,
nacerá de espino y rosa,
morirá de rosa y viento.


Hoy el poeta, residente en Madrid, no olvida la isla ni la amistad y me envía un manojo lírico para que se lo prologue. Yo creo que Delfín, poeta ya de probado prestigio nacional, no precisa de prólogos ni presentaciones. Pero como es mi amigo, no puedo negarle este pequeño capricho, en el concepto de que será la mano hermana dándole la bienvenida la que le brindo en este pórtico.
Delfín fue un poeta preocupado, social y humanamente preocupado durante un tiempo que a todos nos preocupó. No fue el poeta “social” a la usanza, que le cogía ya a trasmano, dada su juventud; pero sí muy humano y en cierto modo existencial. Hoy se libera en parte o acaso, más bien, la gravedad haya variado de centro. No olvidemos que la primera y legítima preocupación del poeta es su obra. Subsisten ramalazos de aquel instante:

no sé los armarios
que faltan para leer a Cernuda
Y es que:
demasiado grandes nos quedan los jueves


Pero ya es otro tiempo el que se inaugura con este poemario. ¿Tal vez otra naturaleza, otra dimensión? La sensación real es libertad:

No rendimos al tamaño del tiempo
(...) así os reconozco
como tibios pájaros en el columpio...

Este motivo de alucinante equilibrio, casi de prestidigitador, que da título al libro -¿y qué otra cosa es la libertad?- viene a ser el péndulo de su nueva poética, tan próxima por el lado al improntu orientalista de Basho:

como la sabiduría de la pared
desnuda nombrando la tierra y apilando
el agua en ese gesto de amor silvestre
a lo glinka.


No abandona el poeta su vivencia canaria, su aromado recuerdo entrañable:

Y ya entrados en casa
el largo vaho del taginaste...

La delgadez de esta poesía -todo el conjunto lo es con doce breves haykus-, su casi transparencia, su huella irisada ante los ojos,

no tengo otros mimbres para fijar
el mediodía.


su pureza auroral destilan una a una las imágenes de esta delicada “plaquette”:

¿será tarde? ¿tocará el agua
subida a los pámpanos? ¿o no
han llorado lo bastante el miedo,
la ternura, los huesos?...
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Como conclusión digamos que Delfín escribió poemas dedicados a las islas y como ejemplo entresacamos el comienzo de uno dedicado a La Gomera, junto con otro de gran fuerza dedicado a Antonio Abdo y Pilar Rey, amigos teatreros de la isla de La Palma:

EL SILBO DE LA SANGRE


Al nombrarte Gomera ¡ay al nombrarte!
carabelas de sueños e intrepidades
entre conchas marinas y tajarastes,
la boca se hace rosa de agua y romance,
y el corazón jamás, jamás la tarde,
con el silbo de amores ha de quebrarte.

EL SOL NO SABE DE PERCHEROS

Dado que se estuvieran agotando
las pilas, para llamar a las puertas
del colibrí y no poder saltar a la comba
con la aterida mañana o jugar
al ping-pong con el viento que –a contrareloj–
celebra…
Y como no sé si servirá –de algo–
dar unas palmadas al hombro del sauce,
hacer cosquillas al grano de avena
o nombrar semáforo mayor al gato
vagabundo…
Puestos así los relámpagos… acaso, quizás
tal vez supieran a desvencijado autobús
en perdido arcén.
No obstante –aunque de clavicordio se me zafara–
aún creo que, en el ajuar de los días
el sueño y la esperanza bien planchada
la camisa tienen… porque el sol
–afortunadamente– no sabe de percheros.

Discriminación en Sevilla (casi como si fuéramos una colonia)

José M. Balbuena Castellano

Si algún canario, o viajero comunitario, quiere enfadarse a su llegada al destino que había elegido, debería volar hasta Sevilla porque allí le espera algo que creo que no estaba  en el guión. Los pasajeros procedentes de Gran Canaria deberán pasar por un nuevo control de equipajes y demás pertenencias. Ya me ha sucedido dos veces, en menos de un año. O sea, que no creo que sea una revisión casual o eventual. Lo que ignoro es el motivo  de esta actitud que  consideramos discriminante, tanto las personas que hemos nacido en las islas,  como los que son foráneas y residen allí.
No sé si esto le ocurre también a los que viajan desde Tenerife, o cualquier otra isla, a Sevilla.Es algo molesto, porque todo el mundo tiene deseos de salir cuanto antes del aeropuerto, donde les esperan sus familiares o amigos. Primero, se tarda bastante en ver aparecer las maletas por la cinta transportadora y después, de propina, cuando has recogido el equipaje, en presencia de la guardia civil,  te hacen poner en cola para pasarlas por el escáner, junto a lo que llevas encima.
Lo único que se me ocurre cuando uno se encuentra ante estas situaciones es que los aduaneros del aeropuerto de Sevilla no se fían en absoluto de los controles que se realizan en Canarias (o al menos en Gran Canaria). Aparte de esa desconfianza, no se entiende que viniendo de territorio español y, por tanto,  comunitario, se tenga que efectuar este proceso, como, si en realidad, vinieses de algún país exótico, o de donde procede toda la droga que se consume en España y en Europa, en general. Tal vez podría pensarse que, como hemos salido de una colonia, (al menos, eso es lo que piensan los que tienen ideas independentistas o nacionalistas, aunque sea “un nacionalismo light”) y no de una región autónoma,  nos tienen que someter  a  un rígido control, por si se nos ocurre transportar cocaína o hachís en un doble fondo, en el cinturón, o  en cualquier parte recóndita de nuestra anatomía. Pero, aparte de que ya habíamos pasado por la  humillación del escaneo, tuvimos que presenciar el registro que se le hizo a un ciudadano, al que le hicieron vaciar todo el contenido de su maleta, ante el asombro e indignación de los otros pasajeros. Era evidente la falta de tacto y de consideración por parte de las fuerzas de seguridad (y de sus mandos, porque se lo ordenarían así) ya que para hacer ese registro tenían que haberlo llevado  discretamente  a un cuarto reservado y evitarle la vergüenza.
En definitiva, entre una cosa y otra, se y tarda más de media hora para poder salir del aeropuerto de Sevilla.  Otro inconveniente es que los vehículos particulares que vienen a recoger a  pasajeros no pueden acercarlos a la puerta de salida, sino que tienen que estacionar en el garaje del aeropuerto y llevar hasta allí las maletas. Lo que no es nada fácil con el calor tórrido que hace algunas veces aquí, especialmente en verano.
En un anterior viaje a Sevilla ocurrió otro contratiempo (aparte del control). Cuando llegó el avión al aeropuerto estaba lloviendo a chuzos. Las maletas tardaron en llegar a la sala de recogida mucho más tiempo y, además, se encontraban   enchumbadas de agua.
La explicación  me parece anómala.  Nos dijeron que tenían poco personal y que no podían hacerlo más rápido. Pero ¿qué pasó con las maletas? ¿Por qué no las protegieron? Me parece una auténtica desidia y falta de respeto a los pasajeros. Poco favor le están haciendo con estas anomalías al funcionamiento y buen nombre  del aeropuerto hispalense y alguien debería tomar cartas en el asunto. Y, por supuesto, las autoridades canarias (y las gubernamentales) deberían investigar  la causa de estas anomalías.

jueves, 18 de julio de 2013

Inconcebible militancia del presidente del Tribunal Constitucional

José Luis Díaz

 En un país cuyo presidente de gobierno despacha con un eso ya tal las graves salpicaduras de corrupción política que manchan su buen nombre y el de la institución que preside, a nadie debería de sorprenderle demasiado que el nuevo presidente del Tribunal Constitucional haya sido un militante de carné y religiosa cuota anual del partido en el poder. Si durante su militancia política en paralelo a su alta responsabilidad judicial han pasado por sus manos asuntos que tienen que ver con derechos fundamentales de los ciudadanos impulsados por ese mismo partido, eso ya tal.
Que la Constitución deje meridianamente claro que un magistrado no puede ser afiliado a ningún partido político, eso ya tal. Que en los estatutos del partido en el que militó emboscado mientras firmaba sentencias que afectaban a todos los ciudadanos figure claramente que debe acatar y respetar su ideario ideológico, sus estatutos, reglamentos y jerarquías, eso ya tal.
Que fuera aupado al Tribunal Constitucional primero como magistrado y hace poco como presidente por el partido de sus amores, eso ya tal. Que su flagrante incumplimiento de lo que establece la Constitución haya arrojado un baldón difícil de borrar para una de las más altas magistraturas del país, eso ya tal. Que Francisco Pérez de los Cobos no tenga la más mínima intención de dimitir o que el vocero de guardia en el PP, Esteban González Pons, confunda el tocino con la velocidad y diga que “a ver si ya no se va a poder ni votar a su partido en este país”, también eso ya tal.
Que a los ciudadanos nos produzca bochorno y vergüenza ajena que las instituciones ideadas para garantizar la constitucionalidad de las leyes y los derechos fundamentales sean una mera extensión del largo brazo corrupto del poder, eso ya tal. Que Montesquieu fuera enterrado hace años por Alfonso Guerra y la separación de poderes en España haya devenido en una mohosa antigualla política, eso ya tal.
Y no es que los españoles de a pie seamos tan ingenuos como para suponer que todos los jueces de este país son seres angelicales e imparciales que solo se guían por esa señora con los ojos vendados y la balanza perfectamente equilibrada. Sabemos por experiencia que los hay que inclinan un poco la balanza y le levantan la venda a la dama para atinar mejor con sus autos y sentencias. No digo que sean todos ni mucho menos la mayoría, pero los hay y desgraciadamente ya lo tenemos asumido en España.
Nada tiene en principio de negativo ni censurable que un juez, como cualquier otro ciudadano, tenga sus preferencias ideológicas y vote por quién estime más conveniente, algo en lo que ni la Constitución ni ninguna otra norma puede entrar. Cosa distinta es que le puedan sus querencias política a la hora de tomar decisiones que afecten a la vida, a los derechos, a los deberes o a la hacienda de los ciudadanos.
Ahora bien, las sospechas de parcialidad en las decisiones de algunos jueces tienden a convertirse en certezas cuando el juez en cuestión milita con todas sus consecuencias en un partido político. Dijo Sócrates que las cuatro virtudes de un juez son escuchar costésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente. De dimitir en un país como España ni hablamos: eso ya tal.

(De www.blogdejoseluis-diaz.blogspot.com)

La casa embrujada

No le resultó fácil encontrar operarios, pues éstos clamaban contra los nidos de abejas, los ejércitos de moscas verdes y los regueros de cucarachas; hasta un par de corujas hallaron acomodo en sus paredes.
A medida que intentaban blanquear las paredes sombríos rostros se dibujaban en ellas. Nadie había entrado en el salón principal, los perros se negaban a husmear allí y -por más que los azuzaran- permanecían en la puerta aullando sin parar. Pero el viejo don Cosme, el cascarrabias y seductor, no claudicaba fácilmente ni se andaba con chiquitas.
Era una casona antigua, de casi tres siglos, entre Velhoco y Las Nieves. Santa Cruz de La Palma es pequeña y linda, su centro histórico tan decorado y las afueras con tan bella campiña. La gente hablaba pero las monsergas no contaban para él. Si cincuenta años atrás se puso el mundo por montera, si fue capaz de dejar a los suyos y echarse al mar, es porque no iban con él las menudencias. Por eso seguía en pie venciendo a la artritis que engatillaba sus miembros. Por eso entró el primero en el salón. 
-¡No lo hagas! –fue el grito de su hija y de sus nietos.
No iba a detenerse por tonterías. Y entró, vaya que sí entró, y hasta arrimó sus brazos a la gran cama de hierro que nadie había podido mover. Como si hubiese roto un ensalmo, en cuanto tocó la estructura podrida por herrumbre pudieron sacarla los que seguían sus pasos.
Pronto fueron desapareciendo las aves y los insectos. Las labores de limpieza duraron semanas, pero no se desvanecían los rumores sobre el crimen allí había acontecido, ni sobre el amor incestuoso culminado entre sus paredes. Tampoco parecía desvanecerse la dama inglesa que recorría las estancias con su quitasol leyendo la Biblia.
-Saluden, no sean mal educadas.
 Así les hablaba el anciano a sus nietas cuando ellas, casi histéricas, le señalaban la presencia. Poco a poco fueron acostumbrándose, llegaron a darle las buenas tardes y a despedirse de ella como si fuese real. Y lo hacían con tal aplicación que la extraña llegaba a sonreírles antes de volatilizarse. En especial la pequeña Laura llegó a acercarse a ella en sus juegos infantiles, con la esperanza de que tarde o temprano le regalaría alguno de sus vistosos camafeos, incluso le enseñaría el secreto de aquel punto de bordado que practicaba bajo el porche.
 -Se lió con su hermano y, al saberlo, su propio padre hizo que el chico se subiera al vapor de Buenos Aires. A ella la estranguló con sus propias manos, y acto seguido se pegó un tiro en la sien.
Esas fueron las habladurías de las comadres, incluso añadían variantes que hacían más morbosa la historia. Pues en realidad quien dejó preñada a la joven Clara fue el viejo. Y como nadie tenía redaños para romper la maldición, nadie habitaría de nuevo el lugar. Ni siquiera era el cuerpo del antepasado el que reposaba en el panteón familiar, pues lo lanzaron al mar en un tonel de brea.
Muchos dudaban de que semejantes hechos hubiesen sucedido alguna vez, hasta las personas de mayor edad se contradecían cuando narraban sus recuerdos de tan terribles sucesos.
Qué más da, decía don Cosme. Lo único incuestionable venía a ser que él fue un gallito de pelea, un macho fajador, y que a su vuelta de América supo adaptarse al pueblo con tal eficacia que –a pesar de sus manías- lo consideraban hombre ilustre. Como si fuese el padrino de un clan de Sicilia al que reverenciarían hasta sus propios enemigos. Porque él había cumplido con su deber, hasta reconoció al hijo que tuvo con la hija de la sirvienta que lo atendía.
Todo se puede arreglar si se actúa respetando las normas del clan, con la habilidad de los Monteverde: gente de tierra adentro que también sabía vivir a la orilla del mar. Dicen que eran judíos conversos, y que la Inquisición los absolvió a cambio de buenas sumas.
 -Pobre loco –exclamaron las nietas del indiano cuando las cosas volvieron a como estaban: regresaron los insectos y la casa se pudrió en una destrucción tan acelerada que la declararon en ruinas.
 Vaya gente. Ignoran que a mí, Satán, me encanta jugar con las almas extraviadas de los humanos. Además, no he sido tan malo: ahora les darán la licencia para que puedan construir en el solar un edificio de apartamentos.

miércoles, 17 de julio de 2013

Tráeme tu amor (cuento de Charles Bukowski)

Harry bajó las escaleras hacia el jardín. Muchos de los pacientes estaban allí afuera. Le habían dicho que Gloria, su mujer, estaba allí afuera. La vio sentada a una mesa, sola. Se acercó a ella en diagonal, de refilón por detrás. Dio la vuelta a la mesa y se sentó frente a ella. Gloria estaba sentada con la espalda muy recta y tenía la cara muy pálida. Le miró pero no le vio. Después le vio.
-¿Es usted el director?- le preguntó.
-¿El director de qué?
-El director de verosimilitud.
-No.
Estaba pálida, sus ojos eran pálidos, azul pálido.
-¿Cómo te encuentras, Gloria?
La mesa era de hierro, pintada de blanco, una que duraría siglos. Había un pequeño recipiente con flores en el centro, flores marchitas y muertas que colgaban de tallos blandos y tristes.
-Eres un follaputas, Harry. Te follas a las putas.
-Eso no es cierto, Gloria.
-¿Y también te lo chupan? ¿Te chupan el pito?
-Iba a traer a tu madre, Gloria, pero estaba en la cama con gripe.
-Esa vieja murciélago siempre está en la cama con algo… ¿Es usted el director?
Los demás pacientes estaban sentados junto a otras mesas o de pie, recostados contra los árboles, o tumbados en la hierba.
Estaban quietos y en silencio.
-¿Qué tal es la comida aquí, Gloria? ¿Tienes amigos?
-Horrible. Y no, follaputas.
-¿Quieres algo para leer? ¿Quieres que te traiga para leer?
Gloria no contestó. Entonces levantó la mano derecha, la miró, cerró el puño y se asestó un golpe en la nariz, muy fuerte. Harry se estiró por encima de la mesa y le cogió ambas manos.
-¡Gloria, por favor!
Ella empezó a llorar.
-¿Por qué no me has traído bombones?
-Pero Gloria, tú me dijiste que odiabas los bombones.
Las lágrimas le caían abundantemente.
-¡No odio los bombones! ¡Me encantan los bombones!
-No llores, Gloria, por favor… Te traeré bombones y todo lo que quieras… Escucha, he alquilado una habitación en un hotel, a un par de manzanas de aquí, sólo para estar cerca de ti.
Sus ojos pálidos se agrandaron.
-¿Una habitación de hotel? ¡Estarás ahí con una jodida puta! Estaréis viendo juntos películas porno y tendréis un espejo de los que ocupan todo el techo!
-Estaré aquí un par de días, Gloria- dijo Harry dulcemente-. Te traeré todo lo que quieras.
-Tráeme tu amor, entonces-gritó-¿Por qué demonios no me traes tu amor?
Algunos pacientes se volvieron y miraron.
-Gloria, estoy seguro de que no hay nadie que se preocupe por ti más que yo.
-¿Quieres traerme bombones? Bueno, pues ¡métete los bombones por el culo!
Harry sacó una tarjeta de su cartera. Era del hotel. Se la dio.
-Quiero darte esto antes de que me olvide. ¿Te permiten hacer llamadas? Si quieres cualquier cosa, sólo tienes que llamarme.
Gloria no contestó. Cogió la tarjeta y la dobló. Luego se agachó, se quitó un zapato, metió la tarjeta dentro y volvió a ponerse el zapato.
Entonces Harry vio al doctor Jensen que cruzaba el jardín hacia ellos. El doctor Jensen se acercó sonriendo y diciendo:
-Bueno, bueno, bueno…
-Hola, doctor Jensen-dijo Gloria, sin la menor emoción.
-Puedo sentarme? – preguntó el doctor.
-Claro – dijo Gloria.
El doctor era un hombre corpulento. Rezumaba peso, responsabilidad y autoridad. Sus cejas parecían gruesas y espesas; eran gruesas y espesas. Querían deslizarse y desaparecer dentro de su boca redonda y húmeda pero la vida no se lo permitiría.
El doctor miró a Gloria. El doctor miró a Harry.
-Bueno, bueno, bueno -dijo-. Estoy realmente satisfecho de los progresos que hemos hecho hasta el momento…
-Sí, doctor Jensen, justamente le estaba contando a Harry lo mucho más estable que me siento, cuánto me han ayudado las consultas y la terapia de grupo. Esto me ha librado de gran parte de mi furia irracional, de mi frustración inútil y de mucha autocompasión destructiva…
Gloria estaba sentada con las manos entrelazadas sobre la falda, sonriendo.
El doctor sonrió a Harry.
Gloria ha experimentado una notable recuperación.
-Sí – dijo Harry -, lo he notado.
-Creo que será cuestión de sólo un poquito más de tiempo y Gloria volverá a estar en casa con usted, Harry.
-Doctor- preguntó Gloria- ¿puedo fumarme un cigarrillo?
-Por supuesto, mujer – dijo el doctor, a la vez que sacaba un paquete de cigarrillos exóticos y le daba un golpecito para sacar uno. Gloria lo cogió y el doctor alargó su encendedor dorado y lo accionó con el dedo. Gloria inhaló y soltó el humo.
-Tiene unas manos preciosas, doctor Jensen – dijo ella.
-Ah, gracias, querida.
-Y una bondad que salva, una bondad que cura…
-Bueno, hacemos todo lo que podemos en este viejo edificio… – dijo suavemente el doctor Jensen
-Ahora, si me disculpan, tengo que hablar con algunos pacientes más.
Levantó con facilidad su corpachón de la silla y se dirigió hacia una mesa donde otra mujer estaba visitando a otro hombre.
Gloria miró fijamente a Harry.
-¡Ese gordo cabrón! Se toma la mierda de las enfermeras para almorzar…
-Gloria, me ha encantado verte, pero he estado conduciendo muchas horas y necesito descansar. Y creo que el doctor tiene razón. He notado algunos progresos.
Ella se rió. Pero no era una risa alegre, era una risa teatral, como un papel memorizado.
-No he hecho ningún progreso en absoluto; de hecho, he retrocedido.
-Eso no es cierto, Gloria…
-Yo soy la paciente, cabeza-de-pescado. Yo soy la que mejor puede hacer un diagnóstico.
-¿Qué es eso de cabeza-de-pescado?
-¿Nadie te ha dicho nunca que tienes la cabeza como un pescado?
-No.
-La próxima vez que te afeites, fíjate. Y ten cuidado de no cortarte las agallas.
-Me voy a marchar…, pero mañana volveré a visitarte.
-La próxima vez trae al director.
-¿Estás segura de que no quieres que te traiga nada?
-¡Lo que vas a hacer es volver a esa habitación del hotel a follarte a alguna puta!
-¿Y si te trajera un ejemplar de New York? A ti te gustaba esa revista…
-¡Métete New York por el culo, cabeza-de-pescado! ¡Y después puedes seguir con el Time!
Harry se inclinó por encima de la mesa y le apretó la mano con la que se había golpeado la nariz.
-Mantén la entereza, sigue intentándolo. Pronto te pondrás bien…
Gloria no dio señal de haberle oído. Harry se levantó lentamente, se volvió y se encaminó hacia la escalera. Cuando había subido la mitad, se volvió y dijo adiós a Gloria con la mano. Ella siguió sentada, inmóvil.
Estaban a oscuras y todo iba bien, cuando sonó el teléfono. Harry siguió con lo suyo, pero el teléfono continuó sonando. Era muy molesto. Enseguida se le puso blanda.
-Mierda -dijo, y se quitó de encima. Encendió la lámpara y cogió el teléfono.
-¿Dígame?
Era Gloria.
- ¿Te estás follando a alguna puta?
- Gloria, ¿te dejan telefonear a estas horas de la noche? ¿No te dan una píldora para dormir o algo?
- ¿Por qué has tardado tanto en coger el teléfono?
- ¿Tú no cagas nunca? Pues yo estaba a la mitad de una soberbia cagada, me has cogido justo a la mitad.
- Apuesto a que sí… ¿Vas a terminarla después de hablar conmigo?
- Gloria, es tu maldita paranoia extrema la que te ha conducido a donde estás.
- Cabeza-de-pescado, mi paranoia casi siempre ha sido el presagio de una verdad que iba a ocurrir.
- Oye, estás desvariando. Trata de dormir. Mañana iré a verte.
- ¡Muy bien! ¡Cabeza-de-pescado, acaba de FOLLAR!
Gloria colgó.
Nan estaba en bata, sentada en el borde de la cama, y tenía un whisky con agua sobre la mesilla. Encendió un cigarrillo y cruzó las piernas.
- Bueno – dijo -, ¿cómo está tu mujercita?
Harry se sirvió una copa y se sentó a su lado.
- Lo siento, Nan…
- ¿Lo sientes por qué? ¿Por quién? ¿Por ella o por mí o por qué?
Harry vació su lingotazo de whisky.
- No hagamos un maldito melodrama de esto.
- ¿Ah sí? Bien, ¿qué quieres que hagamos de esto? ¿Un simple revolcón en la hierba? ¿Quieres que volvamos a ello hasta que acabes o prefieres meterte en el cuarto de baño y cascártela?
Harry miró a Nan.
- ¡Maldición! No te hagas la lista. Tú conocías la situación tan bien como yo. ¡Tú fuiste la que quiso venir conmigo!
- ¡Pero es porque sabía que, si no venía, te traerías a alguna puta!
- Mierda – dijo Harry-, otra vez esa palabra.
- ¿Qué palabra? ¿Qué palabra? – Nan vació su vaso y lo tiró contra la pared.
Harry fue hasta allí, recogió el vaso, volvió a llenarlo, se lo dio a Nan, luego llenó el suyo.
Nan bajó la mirada hacia su vaso, dio un trago, lo puso sobre la mesilla.
- ¡La voy a llamar, se lo voy a contar todo!
- ¡De eso ni hablar! Es una mujer enferma.
- ¡Y  eres un enfermo hijo de puta!
Justo en ese momento el teléfono sonó otra vez. Estaba en el suelo, en el centro de la habitación, donde Harry lo había dejado. Los dos saltaron de la cama hacia el teléfono. Al segundo timbrazo los dos estaban en el suelo, agarrando una parte del auricular cada uno. Giraron una y otra vez sobre la alfombra, respirando pesadamente, con las piernas y los brazos y los cuerpos en una desesperada yuxtaposición. Y así se reflejaban en el espejo que había en el techo de pared a pared.

martes, 16 de julio de 2013

Agustín Millares Sall: la poesía social

Agustín Millares Sall (Las Palmas de Gran Canaria, 1917-1989) fue un miembro destacado de la generación de poesía social en Canarias. Miembro de la Antología Cercada y de Planas de Poesía, entre sus obras figuran algunos títulos tan significativos como Poesía Unánime, Segunda Enseñanza, Función al Aire Libre. Algunos de sus textos fueron llevados a la canción por Taburiente, Caco Senante, Palo, Rosa León y Los Sabandeños. Fue Premio Canarias en 1985.

CANCIÓN DE LA CALLE

La calle que tú me das
-calle ausente todavía-,
no será tuya ni mía.
Calle de todos será.
Por el momento no es más
que una canción encendida,
una estrella fugitiva
que soñamos alcanzar.
Por de pronto se nos va
de los ojos, como el día;
volando, como la vida,
sobre la tierra y el mar.
La calle que tú me das,
no será tuya ni mía.
Habrá de ser compartida.
Calle de todos será.

NO VALE

Te digo que no vale
meter el sueño azul bajo las sábanas,
pasar de largo, no saber nada,
hacer la vista gorda a lo que pasa,
guardar la sed de estrellas bajo llave.

Te digo que no vale
que el amor pierda el habla,
que la razón se calle,
que la alegría rompa sus palabras,
que la pasión confiese: aquí no hay sangre.

Te digo que no vale
que el gris siempre se salga con la suya,
que el negro se desmande
y diga “cruz y raya” al júbilo del aire.
Vuelvo a la carga y te digo: aquí no cabe
esconder la cabeza bajo el ala,
decir “no sabía”, “estoy al margen”,
”vivo en mi torre, sólo y no sé nada”.
Te digo y te repito que no vale.

SALUDO

Yo te saludo amigo te saludo y te canto
igual que si te hubiera de siempre conocido.
No puedo equivocarme después de haberte oído.
Tú eres parte del sol que yo he esperado tanto.

Yo te saludo amigo te abrazo emocionado
a través de la niebla por donde pasa el día.
Con tu enorme caudal de luz y poesía
el rincón más oscuro se hubiera iluminado.

La senda que me enseñas no me es desconocida.
He marchado por ella sin conocer la calma.
Antes que tus palabras me llegaran al alma
ya habían tus ideas incendiado mi vida.

Es verdad que estos años no los hemos vivido
sino sólo pasado que el tiempo nos supera
que hay estrellas más altas sin sospechar siquiera
que forjando el gran siglo muchos han transcurrido.

Diste tu libertad que es como darlo todo
para que la alegría repique en la campana.
Un trozo de tu vida brindas cada mañana
para que el mundo entero pueda salir del lodo.

Yo te aseguro amigo que nunca había estado
tan cerca de la vida como en este momento.
No es posible la duda donde llega tu aliento.
Tú vas por la llanura de un cielo despejado.

Yo poeta declaro que tu acento es profundo
que llevas en las venas los ríos de un planeta.
Yo poeta declaro que tú eres poeta
porque anuncias y cantas el mañana del mundo.

YO POETA DECLARO

Yo poeta declaro que escribir poesía
es decir el estado verdadero del hombre
es cantar la verdad es llamar por su nombre
al demonio que ejerce la maldad noche y día.

El poeta es el grito que libera la tierra
la primera montaña que divisa la aurora
la campana que toca la canción de la hora
el primer corazón que lastima la guerra.

Colocado en vanguardia sin que nunca desate
su unidad con los pueblos su visión del conjunto
el poeta es el hombre que primero está a punto
para hacerse con bríos a la mar del combate.

El poeta es el pueblo que a morir se resiste
en la súbita noche donde todo se olvida.
Donde no hay libertad no hay poeta con vida.
Ningún pájaro vuela donde el aire no existe.

Yo poeta declaro que la cólera es una
cuando hay algo que atenta contra el sol que nos guía.
Languidece el poeta si la tierra se enfría
cuando no hay corazón ni justicia ninguna.

Yo poeta declaro que en el duro camino
del tiempo el poeta se halla siempre un hermano.
Yo poeta declaro que el poeta es humano
aunque a veces nos haga presentir lo divino.

La estrella y el corazón, 1949.

PERMANENCIA DEL HOMBRE

Tira el viento de los árboles.
Tira el río de los pies.
Viento y río sólo ven
lo que no pueden llevarse.
La retirada del mar
se lleva sólo la arena
Las raíces de la piedra
pueden más.
Son las nubes las que corren.
No la luna.
Es el tiempo el que se fuga.
No los hombres.
Ni la esperanza se pierde,
ni el eco ahoga el cantar.
El futuro no se va
porque viene.
Como el sol la humanidad
es hoy ayer y mañana.
Porque pasa
y porque vuelve a pasar.
Son las nubes las que corren.
No la luna.
Es el tiempo el que se fuga.
No los hombres.
 
(Ilustración: Nicolás Guerra, con Sebastián de la Nuez, Agustín Millares, Pedro Lezcano, Ventura Doreste, José María Millares en el Instituto Pérez Galdós de Las Palmas, en 1982. Foto tomada de Canariasinvestiga.org)

lunes, 15 de julio de 2013

El pianista en verano

Al despertarse, echó el pie adelante; se duchó canturreando un aria y luego tomó su papaya con zumo de naranja. Se puso el bañador que –a pesar de su ridículo diseño- le traía buena suerte. La mañana era un abrazo de arena y sol, por fortuna apenas soplaba el viento.
Se vistió con calma, se repasó la barba, se peinó y pidió un taxi. Le complacía el hotel con sus buganvillas lilas, le encantaba el mojo verde con pescado, le sorprendía la fuerte impregnación de yodo. Y ahora tenía la cita habitual antes del concierto. Estrechó la mano del director y besó a la concertino rumana; se permitió algún coqueteo con la viola solista, la rubita de Quebec.         
El director había liberado a los músicos del caluroso frac que tanto agobio les habría provocado, sólo él luciría la solemnidad del negro. En su camerino calculó que cuando iniciara el concierto número 3 para piano y orquesta de Rachmaninov ya sería el día siguiente en Moscú. La nieve cubriría los bulevares y las plazas, y quiso retener la imagen de las arenas soleadas y los turistas aplicándose aceites y cremas solares. Días antes, la humedad le había expansionado el alma, la mejor terapia para una crisis. Contemplaba el valle de plataneras, las casas rurales adornadas con flores, las docenas de estanques redondos que semejaban pequeños soles y la franja que formaba el mar al chocar con el basalto, y pensó que algún día se retiraría con una mujer hermosa a un lugar así.      
Se le presentaba un desafío, una de las piezas más complicadas del repertorio. La detestaba más de uno pero no él.                
Al entrar en el Allegro revivió melodías de su infancia; le gratificaba la sencillez que desarrollaba la orquesta mientras él se aplicaba a tejer una ornamentación cada vez más exigente. Sus dedos iban veloces por el teclado, precisos, cortantes o acariciadores. El Intermezzo saludaba con formas ricas de un único tema que se encargaba de matizar. Afluía una percepción más rápida, se adentraba por ríos y praderas y -justo en el instante en que comenzaba a decaer- emergía con un trote largo que conducía directamente al final. Era una cabalgada feroz, y atacó.            
Justo en la décima de segundo en que reconocía el precipicio recordó la llamada matutina. Sus manos no cedieron sino que avanzaron campo a través, él era un explorador desbrozando la selva. Dejaba atrás un mar de dudas y se sumergía en una fase rítmica vibrante, como si huyera. En pleno colofón escuchó los primeros aplausos. Bajó la cabeza respetuosamente unos instantes, sudoroso, y buscó refugio entre bambalinas. Hasta tres veces salió al escenario.    
-¡Bravo! –exclamó la concertino.            
-¡Bravísimo! –le gritó la viola solista del Canadá; él se sonrojó cuando la vio tan enardecida, sus mejillas resplandecientes.          
Colosal, dijeron los periódicos. Un derroche de profesionalidad que atrajo la atención del público. ¿Pero qué estaría haciendo Sheila en Vancouver? La pasión contenida del compositor fue traducida por quien se enfrenta con las dificultades virtuosísticas de la pieza, y –sin ser un intérprete especialmente profundo en sus planteamientos- logró una buena integración en el conjunto, tanto en los pasajes de bravura como en las distensiones líricas. ¿Le habría vuelto su depresión cíclica? ¿Estaría contenta o se sentiría traicionada una vez más por las veleidades de Giorgio? En sus solos evitó amaneramientos innecesarios, decía el crítico como culminación. ¿Quién sería el hombre camuflado bajo aquellas iniciales? ¿Acaso un compositor frustrado?
Lo más grave se reducía a la falta de noticias, porque se había desconectado de telefonazos ansiosos. No podía destrozar su carrera obnubilándose en la sospecha.     
Pero tampoco era capaz  de permanecer así.   
Primero no había cobertura. Dio unos pasos y repitió la llamada pero el número no estaba disponible, una y otra vez salía su buzón de voz.                  
-Alló!    
Ni rastro.            
Repasó filósofos antiguos, no en vano aconsejaban atemperar las emociones, renunciar a lo accesorio. Ningún exceso, ni en el triunfo ni en la derrota. Sobre todo ahora que lo asimilaba: difícilmente iba a conocer a Sheila aunque presuntamente -por esas casualidades de la vida- en verdad sería su media naranja. Un 92 por ciento de compatibilidades, su trigésimo segundo intento en la sección de Pareja Perfecta. Habían chateado hasta altas horas, se habían intercambiado docenas de fotos, incluso habían hecho el amor. De una manera controlada pero real lo consumaron, con todas las precauciones eso sí. Es cierto: llegar a la plena posesión es mágico, nunca se olvida, te crea un lazo permanente con la persona. Ella era caucásica, cristiana, bebedora casual, no fumadora, licenciada, máster. Música de jazz/blues, pop/rock, ópera/clásica, naturaleza, tenis/deportes de raqueta. 33, Ojos verdes, pelo castaño rojizo, entre 157 y 169 centímetros de estatura, complexión atlética. Desde el principio afirmó que sobre todo se proponía encontrar una persona especial, romántica, detallista y comprometida, con las ideas claras. Que le apetezca caminar una tarde, o soñar una noche. Que le guste el arte, porque yo soy arte. Que quiera vivir, pues yo soy vida. Que le fascine el chocolate, ya que soy cacao. Que tenga todos sus rollos resueltos y se muestre diáfano. Galante, caballero y elegante. Tan alto que al mirarlo he de creer que disfruto el edén. Amigo de soñar, decidido a inventar cuanto quiera y pueda a mi lado, incapaz de mentir y nada egoísta. Por supuesto soy una dama en mis cuatro puntos cardinales: cariñosa, artista, enamorada, romántica, brillante, independiente, poeta, amante y señora de su casa. Una mujer que tiene sabor a sal y a azúcar. No precisaba un practicante de fitness pero sí alguien con atractivo físico e inteligencia, y sobre todo con un buen sentido del humor. Entre 33 y 39, para amistad/relación/romance/compañero de viaje. Una cosa le advirtió: this could be a long story, or a short story. Of course, respondió él.
-Por ti –brindó un largo sorbo de champán.
Se tiró de cabeza en la piscina, y no paró de hacer largos. Dejó de sentirse fatal porque ella hubiese retirado sus referencias, no le atraía conectar con él. Eso había sido lo peor: estar pendiente de un hilo, pegado al cristal líquido de su portátil como un gusanito. No le quedaba otra solución que mandarle un e-mail a Marianne, nivel alto en francés y medio en inglés. Aunque fuera practicante Hare Krishna, divorciada y fumadora ocasional, le resultaba insinuante. Además residía en Calais, una ciudad encantadora. Un lugar de orilla, un puerto de paso hacia el otro lado. ¿Describirse a uno mismo para rendir a un desconocido? Cuántas dudas… Soy una chica de complexión media, alta, con unas piernas tan largas que cuando me introduzco en la bañera me creo sirena. Me cuido tanto o más que a mis bonsais y sencillamente busco un amor.
Pero ¿por qué diablos no le había hecho una proposición a la concertino? ¿Y qué decir de la viola solista? Demasiado jóvenes, debía ser eso. Le daban pánico si no llegaban a los treinta, suponía que todas eran unas lanzadas con ganas de jugar. ¿Tal vez lo paralizaba el miedo al compromiso? ¿O más bien les tenía miedo a las mujeres de carne y hueso? En fin: necesitaba sus capsulitas de ginseng rojo para afrontar el día. Todo calculado: ahora sí iba a mandar su propia fotografía, conservaba ciertas esperanzas. Le tocaba arriesgar a fondo y hacer realidad las maravillas, ya que iba a cumplir dieciocho y –en el sentido literal del término- todavía era virgen.

viernes, 12 de julio de 2013

El progreso al revés: para ser eficiente hay que volver a la máquina de escribir

Las ciencias adelantan que es una barbaridad. En un cuento de Cortázar, magistral como todo lo que él tocaba, se narraba el progreso de la humanidad. Venía a decir que tras la máquina de vapor, los trenes, los aviones, los más veloces automóviles, los satélites artificiales, los hombres y las mujeres volvían al principio: a caminar sobre sus dos pies. Esto viene a cuento de que ahora han descubierto que lo mejor para el espionaje es regresar a la obsoleta máquina de escribir. El servicio secreto ruso ya lo hace: elabora informes que nunca serán mandados por correo electrónico. Así que, después de lo del joven Snowden, se constata un avance espectacular: para ser eficiente y guardar la confidencialidad hay que decir no al ordenador, sí a las viejas y ruidosas teclas. Y es que internet es más frágil que un paquete de caramelos a las puertas de un colegio.

jueves, 11 de julio de 2013

El gobierno quiere recuperar los rombos en la TV

A este gobierno le va la nostalgia. Por eso ahora quiere que las televisiones pongan los rombos con los que, en tiempos del Invicto, se alertaba del peligro de ver programas y películas. Puestos a recuperar, deberían reinstaurar el No-Do y el Cara al Sol en el patio de recreo. Ay Gallardón: como leías algún libro y acudías a actos culturales, pensábamos que eras un liberal de pies a cabeza. Cuando en realidad eres un monaguillo de la Conferencia Episcopal. Qué tiempos.