Por Eduardo Sanguinetti, Buenos Aires, especial para NOVA
La lucha ecológica choca con las leyes que rigen el sistema capitalista: ley de capitalización creciente, a cualquier costo, de creación de una plusvalía adecuada, de la ganancia, de la necesidad de perpetuar el trabajo alienado, de la explotación. La lógica de la ecología es la negación pura y simple de la lógica capitalista, no se puede salvar a la tierra en el marco del capitalismo, no se puede desarrollar el Tercer Mundo según el modelo capitalista.
El poder del capital, que tiene como deidad suprema el Mercado, invade la naturaleza en cuanto espacio de bienestar, desahogo y ocio, que ha sido desde hace siglos una dimensión de manifestación de belleza, pureza, tranquilidad, de un orden no represivo, como el que inocula el capitalismo en sus habituales prácticas de sojuzgamiento y represión, enfundadas en anodinas tendencias de consumo extremo de cualquier cosa, promocionadas en medios corporativistas de lanzar desinformación y manipular la realidad.
Es la tendencia totalitaria del capitalismo monopolista: preciso es que el individuo vuelva a hallar natural su espacio de pertenencia, su propia comunidad, a clausurar una vía peligrosa de escape y resistencia. Este es el tiempo de los profundos cambios en los que la humanidad toda debería centrarse, dejando de lado el adoctrinamiento al que está expuesta, ya no es necesario vivir como instrumentos de trabajo, pues no ignoran quienes sienten y piensan por sí mismos, que el bienestar no depende de un incremento perpetuo de la producción y del consumo; se nutren de valores asimilados a un medio ambiente natural, cuidado y sin prisas de sumar riquezas insustanciales.
En este contexto, muy político, mal que le pese a los gobernantes y sus patrones corporativistas, el movimiento ecológico auténtico, acomete el espacio vital del capitalismo depredador, que conoce sus flancos débiles por lo tanto lanza sus publicidades tramposas que exhortan a "salvar el medio ambiente", contra la contaminación que el mismo capitalismo produce... cinismo sádico el de esta ideología mortal.
A un nivel fundamental o radical, el problema ecológico nos obliga a encarar la reestructuración de la vida y la sociedad humana. En ese sentido, un ecologismo de "derecha", que es, antes que nada, tecnológico y se encuentra absolutamente en antípodas y divorciado de la ecología, se opone a un ecologismo de "izquierda", demasiado acotado en sus fines.
Las ideas del socialismo han sido mitos anunciadores de esa aspiración, en tiempos en que esta ideología tenía esencia y posibilidad de ser experimentada. La palabra revolución ha expresado la profundidad de la reestructuración necesaria, pero las fórmulas actualmente conocidas como socialistas o revolucionarias son, a mi parecer, caricaturas, desvíos o esquemas rudimentarios de la extraordinaria mutación necesaria.
Por lo tanto, mi convicción, es que la sociedad no existe aún, sólo un mero boceto desprolijo y aberrante de lo que jamás debe haber sido. Desde hace diez mil años, ella busca, a tientas, una fórmula sin haberla encontrado nunca.
A mi parecer, como suelo replicar, la historia de nuestra especie, la humana, a través del alarido, el ruido y de la ira, a través del ensayo y del error, es una historia presocial. Para llegar a la social, y ya no presocial, hace falta tanto el despliegue de movimientos profundos, casi inconscientes, como la toma de conciencia elemental de las primeras verdades y de los peligros mortales.
Tarea desatinada, además de especulativa, como todo lo relacionado con el mercantilismo, desarrollar un capitalismo ecológico legítimo, que fabricará y venderá lo no-contaminante, ¿lo sano?, lo regenerante, luego de degenerar y contaminar... esto ya ha comenzado hace décadas y no de modo mitológico, no se ignora que hay un capitalismo de diseño, alimentario, turístico, de vacaciones e inmuebles que vende naturaleza, sol, agua ¿pura?, playa, sexo mercantil, disfrazado de pasión simbiótica... sumemos los miles de vuelos a regiones lejanas, dejando las estelas contaminantes de estos pájaros que se elevan a diez mil metros sobre la tierra, haciendo de los agujeros de ozono lagunas celestiales de penetración de rayos mortíferos... y no olvidar la publicidad de toda este combo de felicidad outlet, para los que pretenden ser, sin nada que ofrecer, salvo el negocio del ¿cuidado del medio ambiente? bajo presión de tendencia mercantilista, los defensores del medio ambiente de un arco iris pintado a mano, devenidos en ecologistas pret a porter, con su agenda de nutrición vegana, sólo para fans de tendencias del instante, por demás excluyente.
Delirios de un milenio que ha eliminado la analogía prebiótica, pues no se trata y lo saben muy bien los poderes ocultos, culpables de terminar con la vida en naturaleza, cometiendo un "terricidio" (Sanguinetti, 1980), poderes que intentan con éxito eliminar la existencia de la especie y no de integrarla. Incluyo al ecologismo, que, aislado e hipostasiado en promociones especulativas, se transformaría en una palabra 'fetiche', en un mito jamás aplicado empíricamente.
En plena pandemia, originada por obra y gracia de una ley jamás escrita de eutanasia, ¿caben dudas?, por la Sociedad Global de Genocidas del Planeta (poder real y oculto), hay que construir una metateoría y una nueva práctica. Pero para esto hace falta aún lo esencial: una ciencia del hombre que sepa integrar a este, en su realidad biológica, al mismo tiempo que determine sus caracteres originales.
Sin el desarrollo de esa ciencia, seremos impotentes, así como la burguesía hubiera sido impotente sin el desarrollo de las ciencias físicas que han permitido el desarrollo de las tecnologías, nefastas en realidad para lo que significa la vida en naturaleza-arte y vida... y del mismo modo como el socialismo como movimiento ascendente, décadas atrás, hubiera sido impotente sin las teorías sociológicas de Fourier, Proudhon, Bakounine y Marx.
Tengo conciencia de que nos hace falta una teoría de los sistemas auto organizadores y de los ecosistemas, mientras estemos a tiempo, pues el planeta se derrumba y malogra, es decir, es necesario desarrollar una bioantropología, una sociología básica y una ecología generalizada.
En ese sentido, la ecología puede darle al capitalismo un nuevo golpe, como a menudo lo han hecho las crisis económicas, pandémicas, mortales en sus inicios, sin estimulación en sus fines concretos, de modificar el estado de las cosas: mutación de la organización social entera, incluida la política, donde se cocinan los procesos de convertir a los funcionales gobernantes, en los Atila de los suburbios solares, depredadores seriales de la existencia de la humanidad hambreada y con patologías inocultables de haberse convertido en parias y exiliados de la vida. Ya no hay espacio para un juego de alusiones, ya no.
(*) Filósofo y poeta