La noche del 23 de junio tenía una significación especial en la cultura rural de las islas. En Tenerife, en La Gomera, en la isla de La Palma, en la playa de Puerto Naos, en Puntallana y en otros lugares del norte rural, se efectuaban ritos en las playas, era una jornada mágica en la que los ganados eran llevados a la orilla del mar con fines de limpieza y curación. Se encendían hogueras en muchas lomas, había celebraciones en muchos caseríos pero la pandemia nos ha privado de celebrar estas ceremonias del mundo antiguo, que cada vez tienen menos encaje en nuestra acelerada sociedad.
En
las llamadas islas menores todavía existe un fondo de arcanos vinculados con la
Naturaleza, en definitiva, con el paganismo precristiano. Un amigo, Ramón
Araújo, dice que en el bosque de Los Tilos existen duendes, hadas y cuantas
criaturas sobrenaturales podamos idear, son las mismas creencias vinculadas con
otros lugares especiales de nuestra orografía, como la finca de Ossorio en Gran
Canaria. Existen innumerables rituales de adivinación relacionados con esta
fecha del día de San Juan, en la célebre canción Sanjuanito del grupo Los
Sabandeños ya estaban formulados esos usos para entrever el futuro, encontrar
pareja, enderezar la vida. Todos
los 23 de junio, a las 12 de la noche, se celebra una Noche muy especial del
año, una fiesta típicamente mediterránea de llamas purificadoras para celebrar
el solsticio que da comienzo al verano. Las hogueras queman los malos
recuerdos, muebles viejos, cosas inservibles y formulan mejores presagios para
los meses venideros. Siempre ha sido así, aunque el Covid nos lo impide.
El gran protagonista
de la Noche de San Juan es el fuego, cuyo fin no sólo es rendir tributo al sol,
sino también purificar los pecados del hombre. Una famosa costumbre relacionada
con la Noche de San Juan es la caminata sobre el fuego. Los devotos preparan
caminos de brasas y caminan descalzos sobre ellos y otros saltan por encima del
fuego. La celebración es acompañada con bailes, comidas y bebidas. Son muchas
son las creencias que se relacionan con esta mágica noche pero te vamos a
contar algunas de las más populares: era la noche del 23 de junio la más
propicia para ritos brujeriles, recogida de plantas curativas, meterse desnudo
en el mar, buscar pareja de acuerdo con ciertas predicciones, entrever el
futuro. Arcaicas supersticiones de la cultura rural que todavía andan por ahí.
Tuve la suerte de ser
pregonero dos veces de las fiestas de San Juan en Telde, y las dos veces fueron
en el interior de la iglesia más antigua de la ciudad, esa que tiene tanta
significación en mi obra literaria. En mi obra he tratado de buscar el espacio
fundacional, el lugar del mestizaje, la conjunción de elementos europeos,
africanos y americanos en la sociedad canaria. El arquetipo de lo que son las
islas. Paseo por las calles estrechas, silenciosas, bajo la llovizna del alisio
y me salen al paso multitud de personajes a los que sin duda he de mostrar mis
respetos. ¿Quiénes son? Hacendados y labradores, gente poderosa y gente
humilde, peones, desheredados, colonos de muchos lugares, con fuerza para
desbrozar tierras que no habían sido cultivadas sino de manera primitiva. Me
veo en los tiempos de la fundación, el lugar lleno de cuevas y modestas casas
aborígenes, campesinos, sirvientes de los señores, artesanos y comerciantes, el
guirigay de gentes venidas de Berbería, esclavos moriscos y negros del Golfo de
Guinea que trabajaban en la industria del azúcar, familias judías expulsadas de
la península, portugueses, flamencos, agentes comerciales europeos y sobre todo
agricultores, propietarios ricos y modestos jornaleros que les servían en sus
posesiones de Argual y Tazacorte, de La Orotava, de Telde, de tantos lugares de
las islas. Como soñador entreveía pequeñas ciudades de blasones y arriba barrio
de casas bajas, un entramado de calles empedradas, casi enmarañadas como en
Andalucía.
De cualquier modo:
aunque no hayamos podido vivirla, hay que recordar la noche de San Juan.
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