martes, 31 de enero de 2017

Cómo recuperar la alegría de vivir



1. Date permiso

Necesitas darte permiso de volver a sentir alegría.  A pesar de lo que sea, simplemente porque lo mereces.  A veces nos castigamos y nos ponemos serios de más con nosotros mismos, y si un aspecto de tu vida está girando en negativo, haces que toda tu vida lo siga. Lo ideal es que te des permiso de experimentar la alegría aunque tu lógica te diga que tendrías que estarte sintiendo mal por esto o aquello.  El que se castiga a ti mismo eres tú mismo, te recomiendo que te liberes de todos los cargos auto impuestos y te des oportunidad de sonreír.
2.  Vive en el presente

No me canso de decirlo, pero es que… ¿en qué otro lugar podrás experimentar la alegría si no es el momento presente? Mientras más estés en el presente, más probabilidades hay de que nazca la alegría dentro de ti. Es requisito fundamental que entrenes a tu mente a estar en el momento presente, pues ahí es donde podrás experimentar la alegría, esto lo puedes lograr con mindfulness.  Donde practicas la habilidad de cachar a tu mente cada vez que se va al pasado o al futuro y la traes de regreso al presente, a través de sentir tu respiración y tu cuerpo.
3. Desbloquea tu cuerpo

Para que la alegría pueda activarse en tu cuerpo, necesita estar libre de bloqueos emocionales y tensiones físicas.  Para eso te recomiendo el desahogo emocional, y el baile libre, son técnicas que encontrarás en este post: Tratamiento para el desahogo emocional
4. Llénate de placer

Así es, de placer.  El placer se encuentra en las pequeñas cosas, en darte un baño calientito, hacerte el te que te gusta mientras ves el atardecer, poner música que llega directo a tu corazón, darte un masaje, hacerte piojito, ver una película disfrutando tu botana favorita, (claro, comiéndola con atención plena), siente el aire fresco en la tarde, disfruta del atardecer… en fin, tú sabes qué te da placer en la vida, ¿por qué te privas de eso?
5. Rodéate de gente y noticias positivas

Por favor, deja de ver noticias negativas, de poner tu atención en lo mal que le va a los demás, de tener conversaciones sobre lo mal que está el país y la sociedad, de escuchar gente quejarse de todo lo que le pasa. Elige el lado positivo de la vida (sí existe, es cuestión de que te muevas hacia allá), para que tengas más razones para sentirte feliz.
6. Practica

Una técnica que puede parecer ridícula pero funciona, es que a veces estamos tan atorados que ni sonreír podemos.  Por eso ayuda empezar fingiendo, hazlo ahorita: afloja tus labios, suelta la quijada, y poco a poco lleva los extremos de tu boca hacia tus orejas, enseña los dientes… quédate ahí 5 segundos… y ríete de ti mismo, ríete por el simple gusto de hacerlo.  Haz esto por repetidas veces durante todo el día.
(De www.desansiedad.com)   Ilustración: La alegría de vivir, Matisse, 1905.

viernes, 27 de enero de 2017

Sueño marino (cuento de Sam Shepard)



sam shepard, sueño marino, cuentoLa cama era para él un océano, incluso cuando estaba despierto. Las mantas se ondulaban como las olas. Las sábanas espumeaban como las rompientes. Las gaviotas caían en picado y pescaban a lo largo de su espalda. Hacía bastantes días que no se levantaba y todo el mundo estaba preocupado. No quería hablar ni comer. Sólo dormir y despertarse y volver a dormirse. Cuando fue a verlo el médico, se le meó encima. Cuando fue a verlo el psiquiatra, le lanzó un escupitajo. Cuando fue a verlo un cura, le vomitó. Finalmente lo dejaron en paz y se limitaron a pasarle zanahorias y lechuga por debajo de la puerta. Era lo único que quería comer. Los demás habitantes de la casa bromeaban diciendo que tenían un conejito, y él les oyó. Cada vez se le aguzaba más el oído. De modo que dejó de comer. Empujó la cama hasta ponerla contra la puerta, para que nadie pudiera entrar, y luego se durmió. Por la noche los demás habitantes de la casa oían el silbido de los huracanes al otro lado de la puerta. Y truenos y relámpagos y sirenas de barcos en una noche de niebla. Aporrearon la puerta. Intentaron derribarla, sin conseguirlo. Aplicaron la oreja a la puerta y oyeron gorgoteos subacuáticos. En la cara exterior de las paredes de esa habitación empezaron a crecer algas y percebes. Comenzaron a asustarse. Decidieron encerrarlo en un manicomio. Pero cuando salieron por el coche descubrieron que toda la casa estaba rodeada por un océano que se extendía hasta donde alcanzaba su vista. Océano y nada más que océano. La casa se balanceaba y cabeceaba toda la noche. Ellos se quedaron apretujados en el sótano. Desde la habitación cerrada les llegó un prolongado gemido y la casa entera se sumergió en el mar.

(Sam Shepard, EEUU, 1943. De www.narrativabreve.com)

martes, 24 de enero de 2017

La autoayuda es una coña de Donald Trump

 
Hace unos años los norteamericanos, esos seres tan organizados y prácticos a los que tratamos de imitar, nos colaron un aluvión de libros de autoayuda. Textos con buenos propósitos, con gran éxito de ventas, a pesar de ser muy simplones. O quizá justamente por eso mismo estaban destinados a triunfar en una ciudadanía con pensamiento plano. Lo cierto es que con ellos podías aprender que lo fundamental es tener una mente positiva, pues si estás predispuesto un río de dinero y de felicidad pasa rozándote cada día de tu vida y solo has de estar en posición receptiva para que se aleje la negatividad de tu mente y de este modo podrás llenar tu vida con un buen trabajo. Así hallarás una excelente pareja, los bolsillos repletos de billetes, a tu lado las buenas compañías, tus excelentes relaciones personales. Conducirás un buen coche, gozarás una casa con piscina, te invadirá el buen humor y la felicidad, tendrás amor y  niños guapos e inteligentes, el mejor sexo sin necesidad de viagras. En definitiva: una explosión de energía frente a la otra tentación a la que estamos sometidos cada día, las caídas en el derrotismo por la dificultad de encontrar trabajo, el problema de conseguir buenas relaciones con los compañeros en tu empresa, los síndromes de culpa tras un desliz amoroso, tal vez el arrepentimiento extremo después de un adulterio, el miedo al cáncer, la soledad que te queda después de un divorcio, el pánico en sus múltiples formas y apariciones, la angustia que nos entra cada vez que visitamos un tanatorio porque un pariente o un amigo acaba de fallecer y cada despedida se convierte en un duelo terrible. La muerte, esa tirana, constituye el fracaso definitivo de cada uno de nosotros, pero hemos de sobreponernos a ello cada día. Como se dice vulgarmente, todo tiene remedio menos la muerte y algunos nos dedicamos a escribir, a componer, a crear arte, porque tenemos la esperanza de que desarrollando esos actos en cierto modo tenemos unas muletas con las que vencer a la muerte, menuda temeridad. Lo cierto es que todos vamos a ser olvidados en cuanto mueran nuestros hijos, nuestros amigos, quienes compartieron la vida en el mismo tramo temporal que nosotros.

Aquí seguimos con el asunto de las mociones de censura, las que están al caer, las que posiblemente vendrán. Un regalo para los medios de comunicación es la posibilidad de especular cada día con las alianzas que se podrían constituir aquí y allá, los nombres que van a entrar en el gobierno, los que van a salir, los que se podrían mantener más allá de las crisis. Feliz región que tiene la plusmarca en estos devaneos de nuestra clase política, sin que a nadie le llame demasiado la atención; a fin de cuentas es lo tradicional. Y, mientras tanto, seguimos con la batería de recortes que ponen en riesgo tantas cosas. No es extraño pues que la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública haya hecho un llamamiento para organizar una “marea blanca” con el fin de frenar la alarmante deriva privatizadora del gobierno regional, tras el nombramiento del nuevo consejero de Sanidad. El colectivo cree necesario iniciar movilizaciones de carácter preventivo ante la aparente intención del nuevo consejero de eliminar dotaciones presupuestarias de la sanidad pública para favorecer la concertación con la privada. Ofrece como resultado la disminución de determinados tramos de la lista de espera quirúrgica, que según la citada Asociación, serían los más rentables para la sanidad privada y lo hará transgrediendo la normativa que exige que antes de cualquier concierto, el sector público esté al cien por cien de su rendimiento. En opinión de la citada asociación, esto incidiría en el desmantelamiento de la sanidad pública, que vendría a quedar como beneficencia para personas sin recursos, frente a una boyante sanidad privada como opción obligatoria.
Esto de los negocios abusones va viento en popa. Por ejemplo, los ingresos de la banca española siguen cayendo en picado como consecuencia de que los créditos no se reactivan de manera suficiente y los tipos de interés continúan en mínimos históricos, así el Banco Central Europeo los mantiene en el cero por ciento. Por ello a la banca no le queda otra que buscar alternativas para recuperar los márgenes. Y aquí todo hijo de vecino puede comprobar el modo fraudulento en que las comisiones que nos cobran crecen y crecen sin parar. Por el mantenimiento de las cuentas, por el uso de las tarjetas de crédito, por emitir un cheque, por la gestión de fondos, por realizar una transferencia, por devolver un recibo improcedente y etcétera. Cobran por todo unas cantidades, que, al acumularse entre millones de usuarios, dan para mucho.
El “pensamiento positivo”, el “coaching” y toda esa parafernalia son promocionados a mansalva en los medios. Todo esto es muy vendible: si se quiere lograr algo, propóntelo con fuerza y seguro que lo consigues. Se trata de un sermón optimista que falsea la realidad, porque cualquier triunfo en la vida exige mucha obstinación, constancia, paciencia, aplicación y no pocos tropiezos. Las películas con final feliz no responden a lo que sucede en la vida y los triunfos van acompañados de caídas, los éxitos a veces tienen un lado oscuro, que los trepadores profesionales suelen esconder. Cualquier persona ha conseguidos triunfos y derrotas casi a partes iguales, y el márketing de la felicidad es un bulo.
¿Qué nos queda? Mantener la disposición a rebelarnos, al menos mentalmente, de toda la basura que nos va a caer encima. Recordemos que al día siguiente de la jura del rubio teñido, el nuevo gobernador del planeta, cientos de miles de mujeres salieron a las calles para mostrar su desacuerdo con el prepotente misógino y personaje ignorante que nos ha tocado en desgracia. Y recordemos que el obsoleto sistema electoral de EEUU, la democracia más antigua del mundo, ha permitido que llegue al poder un tipo que sacó dos millones de votos menos que su oponente, Hillary Clinton. Un tipo que pasará a la historia por los disparates que ya ha comenzado a ejecutar, y soportar sus sandeces va a exigir más calmantes de lo habitual. O más libros de autoayuda, más coaching, más management personal; odio esta moda de meter anglicismos en nuestro rico idioma. Que por cierto le cae muy mal al Trump, por eso quitó la página en español de la Casa Blanca.

lunes, 23 de enero de 2017

Viendo llover en Galicia (Gabriel García Márquez)

 
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Mi muy viejo amigo, el pintor poeta y novelista Héctor Rojas Herazo -a quien no veía desde hacía mucho tiempo- debió sufrir un estremecimiento de compasión cuando me vio en Madrid abrumado por un tumulto de fotógrafos, periodistas y solicitantes de autógrafos, y se acercó para decirme en voz baja: “Recuerda que de vez en cuando debes ser amable contigo mismo”. En efecto, fiel a mi determinación de complacer todas las demandas sin tomar en cuenta mi propia fatiga, hacía ya varios meses -quizá varios años- en que no me ofrecía a mí mismo un regalo merecido. De modo que decidí regalarme en la realidad uno de mis sueños más antiguos: conocer Galicia. Alguien a quien le gusta comer no puede pensar en Galicia sin pensar antes que en cualquier otra cosa en los placeres de su cocina. “La nostalgia empieza por la comida”, dijo el Che Guevara, tal vez añorando los asados astronómicos de su tierra argentina, mientras se hablaba de asuntos de guerra en las noches de hombres solos en la Sierra Maestra. También para mí la nostalgia de Galicia había empezado por la comida, antes de que hubiera conocido la tierra. El caso es que mi abuela, en la casa grande de Aracataca, donde conocí mis primeros fantasmas, tenía el exquisito oficio de panadera, y lo practicaba aun cuando ya estaba vieja y a punto de quedarse ciega, hasta que una crecida del río le desbarató el horno y nadie en la casa tuvo ánimos para reconstruirlo. Pero la vocación de la abuela era tan definida, que cuando no pudo hacer panes siguió haciendo jamones. Unos jamones deliciosos, que, sin embargo, no nos gustaban a los niños -porque a los niños no les gustan las novedades de los adultos-, pero el sabor de la primera prueba se me quedó grabado para siempre en la memoria del paladar. No volví a encontrarlo jamás en ninguno de los muchos y diversos jamones que comí después en mis años buenos y en mis años malos, hasta que probé por casualidad -40 años después, en Barcelona- una rebanada inocente de lacón. Todo el alborozo, todas las incertidumbres y toda la soledad de la infancia me volvieron de pronto en ese sabor, que era el inconfundible de los lacones de la abuela. De aquella experiencia surgió mi interés de descifrar su ascendencia, y buscando la suya encontré la mía en los verdes frenéticos de mayo hasta el mar y las lluvias feraces y los vientos eternos de los campos de Galicia. Sólo entonces entendí de dónde había sacado la abuela aquella credulidad que le permitía vivir en un mundo sobrenatural donde todo era posible, donde las explicaciones racionales carecían por completo de validez, y entendí de dónde le venía la pasión de cocinar para alimentar a los forasteros y su costumbre de cantar todo el día. “Hay que hacer carne y pescado porque no se sabe qué le gusta a los que vengan a almorzar”, solía decir cuando oía el silbato del tren. Murió muy vieja, ciega, y con el sentido de la realidad trastornado por completo, hasta el punto de que hablaba de sus recuerdos más antiguos como si estuvieran ocurriendo en el instante, y conversaba con los muertos que había conocido vivos en su juventud remota. Le contaba estas cosas a un amigo gallego la semana pasada, en Santiago de Compostela, y él me dijo: “Entonces tu abuela era gallega, sin ninguna duda, porque estaba loca”. En realidad, todos los gallegos que conozco, y los que vi ahora sin tiempo para conocerlos, me parecen nacidos bajo el signo de Piscis.
No sé de dónde viene la vergüenza de ser turista. A muchos amigos, en pleno frenesí turístico, les he oído decir que no quieren mezclarse con los turistas, sin darse cuenta de que, aunque no se mezclen, ellos son tan turistas como los otros. Yo, cuando voy a conocer algún lugar sin disponer de mucho tiempo para ir más a fondo, asumo sin pudor mi condición de turista. Me gusta inscribirme en esas excursiones rápidas, en las que los guías explican todo lo que se ve por las ventanas del autobús, a la derecha y a la izquierda, señores y señoras, entre otras cosas porque así sé de una vez todo lo que no hay que ver después, cuando salgo solo a conocer el lugar por mis propios medios. Sin embargo, Santiago de Compostela no da tiempo para tantos pormenores: la ciudad se impone de inmediato, completa y para siempre, como si se hubiera nacido en ella. Siempre he creído, y lo sigo creyendo, que no hay en el mundo una plaza más bella que la de Siena. La única que me ha hecho dudar es la de Santiago de Compostela, por su equilibrio y su aire juvenil, que no permite pensar en su edad venerable, sino que parece construida el día anterior por alguien que hubiera perdido el sentido del tiempo. Tal vez esta impresión no tenga su origen en la plaza misma, sino en el hecho de estar -como toda la ciudad, hasta en sus últimos rincones- incorporada hasta el alma a la vida cotidiana de hoy. Es una ciudad viva, tomada por una muchedumbre de estudiantes alegres y bulliciosos, que no le dan ni una sola tregua para envejecer. En los muros intactos, la vegetación se abre paso por entre las grietas, en una lucha implacable por sobrevivir al olvido, y uno se encuentra a cada paso, como la cosa más natural del mundo, con el milagro de las piedras florecidas.
Llovió durante tres días, pero no de un modo inclemente, sino con intempestivos espacios de un sol radiante. Sin embargo, los amigos gallegos no parecían ver esas pausas doradas, sino que a cada instante nos daban excusas por la lluvia. Tal vez ni siquiera ellos eran conscientes de que Galicia sin lluvia hubiera sido una desilusión, porque el suyo es un país mítico -mucho más de lo que los propios gallegos se lo imaginan-, y en los países míticos nunca sale el sol. “Si hubieran venido la semana pasada, habrían encontrado un tiempo estupendo”, nos decían, avergonzados. “Este tiempo no corresponde a la estación”, insistían, sin acordarse de Valle-Inclán, de Rosalía de Castro, de los poetas gallegos de siempre, en cuyos libros llueve desde el principio de la creación y sopla un viento interminable, que es tal vez el que siembra ese germen lunático que hace distintos y amorosos a tantos gallegos.
Llovía en la ciudad, llovía en los campos intensos, llovía en el paraíso lacustre de la ría de Arosa y en la ría de Vigo, y en su puente, llovía en la plaza, impávida y casi irreal, de Cambados, y hasta en la isla de la Toja, donde hay un hotel de otro mundo y otro tiempo, que parece esperar a que escampe, a que cese el viento y resplandezca el sol para empezar a vivir. Andábamos por entre esta lluvia como por un estado de gracia, comiendo a puñados los únicos mariscos vivos que quedan en este mundo devastado, comiendo unos pescados que siguen siendo peces en el plato y unas ensaladas que seguían creciendo en la mesa, y sabíamos que todo aquello estaba allí por virtud de la lluvia, que nunca acaba de caer. Hace ahora muchos años, en un restaurante de Barcelona, le oí hablar de la comida de Galicia al escritor Álvaro Cunqueiro, y sus descripciones eran tan deslumbrantes que me parecieron delirios de gallego. Desde que tengo memoria les he oído hablar de Galicia a los gallegos de América, y siempre pensé que sus recuerdos estaban deformados por los espejismos de la nostalgia. Hoy me acuerdo de mis 72 horas en Galicia y me pregunto si todo aquello era verdad, o si es que yo mismo he empezado a ser víctima de los mismos desvaríos de mi abuela. Entre gallegos -ya lo sabemos- nunca se sabe.
Fuente: El País

Donald Trump reinventa el sueño americano (De www.republica.com)

trumpdream

viernes, 20 de enero de 2017

La "Modernidad líquida" y el futuro espeso


Pasados los atracones navideños, las gloriosas cenas familiares en las que pueden salir a la luz antiguas rencillas y devaneos que saltan sobre la mesa con la tercera copa, cuentas pendientes de los muchos vericuetos de la vida, nos encontramos que la cuesta de enero se hace pesada. Este pasado lunes, 16 de enero, es considerado el día más triste del año, o Blue Monday, porque existe una fórmula que señala como desgraciado al tercer lunes de enero, tras ponderar las deudas navideñas y la bajona postvacacional. La formulita fue desarrollada por un psicólogo de la universidad de Cardiff, en Gales, en base al duro invierno, las deudas de Navidad y el pago de las tarjetas de crédito, amén de los regalos, cenas y comidas fuera de casa, viajes, lotería y gastos extras que apabullan nuestras cuentas corrientes. Asimismo entran en juego el dinero que se tarda en cobrar en enero y la abundancia de números rojos. También se evalúan los intentos fallidos de dejar de fumar, bajar de peso, acudir al gimnasio, aprender inglés, etc. Todo esto no tiene base científica, es una especie de superstición para depresivos, pero es lo que hay. Para colmo, con el frío polar que circula por medio mundo, los pensamientos se congelan.
En los próximos meses celebraremos los 100 años de la Revolución rusa y hace muy poco se cumplieron los 25 años de la desaparición de la Unión Soviética. El comunismo, que durante un tiempo fue una forma de esperanza contra el capitalismo, la aspiración de un humanismo diferente, se fue al cajón de los trastos inútiles pues –si bien proporcionó educación y sanidad para las mayorías– sus logros trajeron falta de libertad, represión, censura y extensión de la pobreza a las capas más amplias de la población. Hace poco también hemos conmemorado un nuevo aniversario del nacimiento de Martin Luther King (nació el 15 de enero de 1929) y ya estamos bajo el naciente imperio de Donald Trump, que amenaza con convertirse en la nueva lepra universal. Los populismos son la respuesta que quiere arrasar con lo que teníamos y amenazan con extenderse sus restricciones al libre comercio, barreras a la inmigración, el reforzamiento de las fronteras. El movimiento del péndulo en la historia de los humanos.
Zygmunt Bauman, el sociólogo que murió a los 91 años después de haberse hecho célebre con su definición de Modernidad Líquida, sociedad líquida o amor líquido para definir el momento que vivimos, explicó que se han desvanecido las realidades sólidas de nuestros padres, así ya no volverán ni el matrimonio ni el trabajo ni la residencia como conceptos estables, la familia ha sido vapuleada por la transitoriedad de las relaciones, el trabajo es trabajo-basura y las parejas generalmente duran poco, que se lo digan a los canarios, plusmarquistas del Estado detrás de los catalanes. Hay desesperanza del ciudadano hacia los aparatos de poder, consciente de que estos se hallan al servicio de una minoría que todo lo manipula en su beneficio. Las expectativas favorables de la economía vendrían a ser solo una engañifa, porque a la vuelta de la esquina cambiarán las circunstancias y lloverán decepciones, de este modo la modernidad líquida se transformará en la modernidad gaseosa, lejana y esquiva.
La volatilidad de la vida nos hace ser consumistas y en el fondo menos felices que nuestros antepasados, así ha aparecido un mundo más inestable, más provisional, la gente ansiado cosas y dejándose arrastrar por novedades efímeras, que dejan insatisfacción. Este polaco clarividente que vivía modestamente en Leeds, Inglaterra, pensaba que el ideal de la humanidad ha sido hasta ahora el construir cosas duraderas, tan resistentes como las catedrales góticas, o las fábricas de la era industrial. Opinaba que Dios creó cuanto existe, y puso leyes, pero de pronto comprobamos que la naturaleza es hostil, que somos muy poca cosa frente a los desastres. Hoy la mayor preocupación de nuestra vida es como prevenir y asegurar el futuro pero ya nada es como era, imposible prevenir que la realidad sea fija y segura. Por eso nos estamos acostumbrando a un tiempo veloz, las cosas no van a durar mucho, van a aparecer nuevas circunstancias. Y esto tanto sucede con las cosas materiales como con la propia evaluación que tenemos de nosotros mismos. Todo cambia de un momento a otro, hemos de ser flexibles y esto supone que no vas a estar comprometido con nada para siempre, sino listo para cambiar la sintonía, para variar de actitud en cualquier momento. Así se crea una situación líquida, pues los líquidos se mueven, son permeables y por ello alteran su forma, crean inestabilidad.
Y es que la modernidad líquida se convierte en un elogio del cambio y lo transitorio, la precariedad de los vínculos humanos. Ahora viene la edad del amor flotante, sin responsabilidad hacia el otro, y la sociedad se vuelve un ente incierto, cambiante, con la grave decadencia del Estado del Bienestar. Viviremos tiempos sin certezas, seremos libres pero individualistas y solitarios, con miedos, sin previsión de futuro. El progreso y sus contradicciones arremeten contra nosotros. Las pérdidas y las imprevisiones de los órganos financieros se nacionalizan, para que las pague todo el mundo, mientras que los beneficios se individualizan, quedan en manos de una minoría cada vez más poderosa. Y lo cierto es que por el camino se van quedando logros conseguidos durante la larga batalla: salarios dignos, convenios colectivos, pensiones, atención sanitaria, educación, ayudas sociales. Se quedó fuera de juego el derecho a un trabajo estable y bien remunerado, cuya pérdida genera problemas emocionales para muchos jóvenes que entran en el mercado de trabajo y sienten que no son bienvenidos. El futuro es una amenaza.
Para colmo, hemos sido noticia por una pelea entre dos hombres en un campo de fútbol de Telde mientras se desarrollaba un partido en el que intervenían hijos de los beligerantes. Hace un tiempo un niño de muy poca edad tuvo que intervenir también para separar a dos contendientes en una situación parecida, aquella foto dio la vuelta a España y fue valorada de manera muy positiva, todo lo contrario que ahora ha sucedido. Personalmente nos recordó el bochorno de la tarde en que la U.D. Las Palmas tenía ganado el ascenso a primera división y aquellas pandillas de energúmenos invadieron el campo. Y es que el paraíso subtropical en el que vivimos tiene sus luces y sus sombras muy marcadas.

miércoles, 18 de enero de 2017

"Cervantes fue el padre fundador de las humanidades" (discurso de Bauman, sociólogo de la Modernidad Líquida, al recibir el Premio Príncipe de Asturias de 2010)

Alteza Real, Sr. Presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, damas y caballeros:
Hay muchas razones para estar inmensamente agradecido por la distinción que me han concedido, pero tal vez la más importante de ellas es que hayan considerado mi obra dentro de las humanidades y como una aportación relevante para la comunicación humana. Toda mi vida he intentado hacer sociología del modo en que mis dos profesores de Varsovia, Stanisaw Ossowski y Julian Hochfeld, me enseñaron hace ya sesenta años. Y lo que me enseñaron fue a tratar la sociología como una disciplina de las humanidades, cuyo único, noble y magnífico propósito es el de posibilitar y facilitar el conocimiento humano y el diálogo constante entre humanos... Y esto me lleva a otra de las razones cruciales de mi alegría y mi gratitud: el reconocimiento que han otorgado a mi trabajo proviene de España, la tierra de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la novela más grande jamás escrita, pero también, a través de esa novela, padre fundador de las humanidades. Cervantes fue el primero en conseguir lo que todos los que trabajamos en las humanidades intentamos con desigual acierto y dentro de nuestras limitadas posibilidades. Tal como lo expresó otro novelista, Milan Kundera, Cervantes envió a Don Quijote a hacer pedazos los velos hechos con remiendos de mitos, máscaras, estereotipos, prejuicios e interpretaciones previas; velos que ocultan el mundo que habitamos y que intentamos comprender. Pero estamos destinados a luchar en vano mientras el velo no se alce o se desgarre. Don Quijote no fue conquistador, fue conquistado. Pero en su derrota, tal como nos enseñó Cervantes, demostró que «la única cosa que nos queda frente a esa ineludible derrota que se llama vida es intentar comprenderla». Eso fue el gran descubrimiento sin parangón de Miguel de Cervantes; una vez hecho, jamás se puede olvidar. Todos los que trabajamos en las humanidades seguimos el camino abierto por ese descubrimiento. Estamos aquí gracias a Cervantes. Hacer pedazos el velo, comprender la vida... ¿Qué significa esto? Nosotros, humanos, preferiríamos habitar un mundo ordenado, limpio y transparente donde el bien y el mal, la belleza y la fealdad, la verdad y la mentira estén nítidamente separados entre sí y donde jamás se entremezclen, para poder estar seguros de cómo son las cosas, hacia dónde ir y cómo proceder. Soñamos con un mundo donde las valoraciones puedan hacerse y las decisiones puedan tomarse sin la ardua tarea de intentar comprender. De este sueño nuestro nacen las ideologías, esos densos velos que hacen que miremos sin llegar a ver. Es a esta inclinación incapacitadora nuestra a la que Étienne de la Boétie denominó «servidumbre voluntaria». Y fue el camino de salida que nos aleja de esa servidumbre el que Cervantes abrió para que pudiésemos seguirlo, presentando el mundo en toda su desnuda, incómoda, pero liberadora realidad: la realidad de una multitud de significados y una irremediable escasez de verdades absolutas. Es en dicho mundo, en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás, destinados a comunicar y de ese modo, a vivir el uno con y para el otro. Esa es la tarea en la cual las humanidades intentan ayudar a nuestros conciudadanos; al menos, es lo que deberían estar intentando, si desean permanecer fieles al legado de Miguel de Cervantes Saavedra. Y por eso estoy tan inmensamente agradecido, Alteza y Sr. Presidente, por distinguir mi trabajo como una contribución a las humanidades y a la comunicación humana.

 

viernes, 6 de enero de 2017

Algunos que se fueron en el 2016

 
Llega el año con toda esa carga de regeneración que queremos aplicar a nuestras vidas, como si al inaugurar un calendario pudiéramos acceder a un tiempo nuevo, lleno de energía, vitalidad y buenos propósitos, aquel viejo lema de la canción que decía Salud, Dinero y Amor. Cuando un año termina y otro empieza hacemos el balance de deseos, errores y aspiraciones. Los propósitos de enmienda que salen a la superficie, decididos, cómo no, a evitar los errores acontecidos y a enfrentar la vida con nuevos bríos. Claro que, dentro de la civilización del consumo en la que nos encontramos, los publicistas, que no son tontos, nos están vendiendo cualquier cosa apetecible: las mejores dietas para bajar de peso tras los atracones navideños, el momento ideal para ir al gimnasio, la decisión final de aprender definitivamente a hablar en inglés, etc. El afán de mejorarnos sale al paso, y con él afrontamos la idea de disfrutar los días que nos quedan en el planeta Tierra.

Nos adentramos en un tiempo escabroso, inaugurado con el atentado en la discoteca de Estambul. Esta larga y cruenta batalla con el denominado Estado Islámico no ha hecho sino empezar, del mismo modo que es preocupante el porvenir que nos brindan políticos populistas como Marine Le Pen, el británico Nigel Farage, el líder del UKIP, Partido de la Independencia del Reino Unido, Geert Wilders en Holanda, Norbert Hofer en Austria o Viktor Orban en Hungría, además de unos cuantos emergentes en los países escandinavos. La propia Unión Europea está sometida a graves tensiones: los refugiados, la inmigración producto de las guerras y del hambre del Tercer Mundo que tenemos a pocos kilómetros de nosotros, el control de las fronteras. La globalización genera nuevas situaciones, problemas que van apareciendo día tras día, y si bien los humanos somos adaptables a todas las guerras y todos los accidentes de la historia, quedan muchas cosas en el aire. Incluido el creciente separatismo en Cataluña, Flandes, Padania, Baviera, Escocia. Un proceso antiglobalización.

El año que se fue dejó muchas víctimas en el camino; cada uno de los fallecidos tiene una importancia subjetiva para cada cual. Pero sí podemos señalar que figuras del espectáculo, políticos, deportistas, directores de cine y otras personalidades regionales, nacionales y de alcance mundial nos fueron diciendo adiós. Y muchas mujeres víctimas de la violencia machista en el mundo, seres anónimos de los que no se guarda memoria. Algunos de los muertos célebres van desde los cantantes David Bowie, Prince y George Michael, al director de cine italiano Ettore Scola. El líder israelí Shimon Peres se fue de este mundo, pero la muerte más sonada fue la de Fidel Castro, el hombre que quiso mantener el purismo de su revolución allá por 1959 y cuya desaparición podría dar lugar a una transición política cuando su hermano Raúl abandone el poder en 2018, según anuncio del propio Raúl. En el espacio de Canarias, lamentamos la muerte de Juan Carlos Alemán, dirigente histórico del PSC, hombre que dejó buen ejemplo en medio del despropósito habitual de la política canaria, así como recordamos la bonhomía del senador del Partido Popular José Macías. También contamos la desaparición de María Belén Morales, una artista integral, así como de la cubano-canaria Nivaria Tejera, novelista y poeta, autora de la novela corta El Barranco, la mejor aproximación a la guerra civil en nuestras islas. Otros dos canarios, Alejandro Álava Cruz y Xavier Alejandro Curbelo Caro, murieron como parte de la tripulación de un avión que se estrelló en marzo al sur de Rusia. En el ámbito de los deportes, desapareció aquel gran Johan Cruyff, y también marchó el boxeador Cassius Clay, convertido al islam como Mohammad Ali. Las tragedias del año tienen que recordar el drama de todo un equipo de fútbol, el modesto brasileño Chapecoense, que fue exterminado por un evitable accidente aéreo cuando marchaba hacia Colombia. La imprevisión, la fatalidad y el disparate latinoamericano dieron pie a un suceso horrible.

Respigando en los archivos registramos el nombre de la actriz Emma Cohen, el pintor El Hortelano, tan ligado a la movida madrileña, el Premio Nobel italiano Dario Fo, el también autor teatral Edward Albee, los actores Silvana Pampanini, Zsa Zsa Gabor y Bud Spencer, el director de cine Andrzej Wajda, el astronauta John Glenn, primer norteamericano que orbitó la Tierra y que tuvo larga vida pues falleció a los 95. También contamos al inquieto comunicador Miguel de la Quadra-Salcedo, el ajedrecista Arturo Pomar, que en su día fuera considerado niño prodigio de este deporte-ciencia, y a Julio Gómez, músico histórico en la isla de La Palma.

En un ámbito más doméstico, cercano y familiar, pocas horas antes de cerrar el año, el viernes 30 de diciembre, en los atestados pasillos de Urgencias del Hospital Doctor Negrín se iba de este mundo un abogado, amigo de la infancia y uno de los históricos del Partido Socialista en la isla de La Palma. Dada la actual crisis de los socialistas, conviene recordar la figura de quien, al igual que Juan Carlos Alemán, defendió su espacio con ética y dedicación. Juan Antonio Martín Gómez, Totono, se marchó a los 80 años en la capital grancanaria, donde residía desde hacía tiempo. Desarrolló su camino profesional como abogado y participó en política, siendo el cabeza de lista del PSOE en Los Llanos de Aridane en las primeras elecciones de la democracia, en las que logró un buen resultado. Además fue consejero del Cabildo por las siglas socialistas, era hombre cordial y festivo, lo recuerdan sus fotos el día de los Indianos y su fraternidad con los muchos amigos. Su hija, Amparo Martín, siguió los pasos de su padre y es portavoz en el actual ayuntamiento llanense. Transmitimos nuestro pesar a su viuda, la magistrada de la Audiencia Provincial María Elena Corral Losada y al hijo común, José Antonio, así como a sus otros hijos Amparo María, María Sandra, Juan Antonio y José Alexis. María Elena había sido jueza en Santa Cruz de La Palma, lugar donde se conocieron; aquí en Gran Canaria hay abundante colonia palmera, sobre todo en el ámbito judicial. El miércoles 11 a las 19 horas se celebrará una misa en su memoria en la Parroquia del Cristo de la calle Olof Palme mientras que el sábado 14 a las 19.30 será en la Iglesia de Los Remedios de la ciudad aridanense. Descanse en paz.

miércoles, 4 de enero de 2017

Hoy, 97 años de la muerte del odiado Galdós

Hoy, 4 de enero de 2017, se cumplen 97 años de la desaparición del mejor escritor canario de todos los tiempos: el fecundo Benito Pérez Galdós, cabeza del realismo en el siglo XIX con su gran obra Fortunata y Jacinta, sus Episodios Nacionales, su obra teatral, toda su novelística, su obra periodística. Casi a punto de cumplirse el centenario de su defunción, vaya aquí nuestro perenne homenaje al Maestro. Su entierro se vio concurrido por miles de personas del pueblo llano de Madrid, con ausencia de quienes no lo quisieron: la nobleza, el clero y los miembros de la Real Academia de la Lengua. Más tarde, en los años 60 del siglo XX, el obispo Pildain condenaba a la excomunión a quienes se atrevieran a entrar en su Casa Museo de la capital grancanaria. Republicano, socialista amigo de Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, fue también un liberal que supo retratar los claroscuros de España.