martes, 31 de mayo de 2022

¡Quiero ver mi libro en la Feria del Libro!

 

Kevin Acosta tenía un ataque de nervios. Era un joven y arrogante valor de las letras locales, había escrito ya tres obras y estaba a punto de comerse el mundo, porque había presentado su novela en veintisiete municipios de las islas, hasta acudieron varias concejalas de Cultura que lo felicitaron cordialmente, incluso consiguió varias novietas que escribían poesía y admiraban su talento. Pero ninguna de las tres obras estaba siendo exhibida en la feria del libro de su ciudad, lo cual lo tenía a mal traer. Un amigo suyo, ya curtido por tales avatares, le daba consejos. Si ningún título tuyo ha estado presente en los puestos ello puede deberse a varias razones, trataba de explicarle. En primer lugar, tu editorial radica en Tenerife, que casi es decir Tegucigalpa, y desde allí los envíos tardan en llegar una enormidad. Ten en cuenta que hay aduanas que todo lo paran, los jodidos Cabildos quieren hacerse ricos cobrando por todo, incluso por la cultura. También  puede  ser –supuesto número dos- que preguntases en una de las caseta de solo exhibición, donde no se pueden ofertar los volúmenes, tan sólo se muestran con advertencia de ver y no tocar. Tal vez –supuesto número tres- el editor se lleve sólo regular con alguno de los libreros o encargados que regentan las casetas. O –caso número cuatro- que el distribuidor no haya enviado todavía los ejemplares pero quizá lo haga la semana que viene, si se lo recuerdas con tiempo. A lo mejor llegaron dos, y en cuanto alguien los compró no fue posible reponerlos porque a la Feria no se puede vender directamente. Nunca directamente, sino que es preciso pasar por caja de librería, y traer un albarán que justifique la operación.

         -Vamos a ver si encontramos sus textos en el depósito -le dijeron en la caseta de un ilustre establecimiento, uno de esos pocos que aún no habían devoradas por los grandes almacenes.

         -Es que quiero regalarle uno a mi prima –dijo, ansioso.

         -El año pasado teníamos dos ejemplares del último. A lo mejor no los tenemos porque ya salieron. Pero no podemos reponerlos porque no nos queda espacio para las novedades. De todas formas si viene el lunes le podremos decir algo.

    -Pero el lunes la feria ya habrá acabado, señorita.

         -Lo siento, caballero. Según las normas, los libros tienen que entrar por librería, no por Feria. Porque la feria es de los libreros, no de los jóvenes caprichosos que se creen Vargas Llosa. Y en cuanto a eso que me dice, le aclaro: si quiere estar bien exhibido, escriba sobre los mojos y el escaldón de gofio, la ropavieja con pulpo o los batidos de tunos, o mejor aún: hágase un bestseller. Algo que conecte con el gran público, ¿sabe usted? No esa literatura de vía estrecha que hacen algunos sino un tema grande, un asunto universal con un estilo ligero, una novela negra que hable de los malvados sin barroquismos ni cosas raras, escriba sobre los narcos de aquí pero con una prosa al alcance de la mayoría. Porque usted sabe que la literatura regional ni es literatura ni es nada. ¿De acuerdo? ¿Y por qué no se presenta al Planeta, eh? De lo contrario no se lo arreglan ni en el Corte Inglés de Valsequillo.

         Ante todo ello, decidió ponerse en medio del parque con un cartelito que ponía: “Vendo mi libro, con descuento.” Pero la organización de la feria, hábilmente alertada, llamó a un seguritas y lo obligaron a quitar la oferta.

         -Usted es un advenedizo y está haciendo competencia desleal –le dijeron-. Los libros sólo los vendemos nosotros.

         Así que lo mejor sería dedicarse a la vida pastoril, porque las ferias del libro son una invitación al suicidio. Con lo bien que le habría ido vendiendo pisos o abriendo un asadero de pollos, o un puesto de perritos calientes. A ver si en la próxima reencarnación lo tiene más claro.

sábado, 21 de mayo de 2022

Y en esto, con su espanglish, llegó Chanel



   En estos tiempos de incertidumbre, hay que agarrarse a lo que sea. A la pareja, a los hijos, a los nietos el que los tuviera. Y no asomarse demasiado a la farsa cotidiana. Aunque la farsa en sí no sea mala cosa, recientemente Rosario y yo estuvimos viendo teatro en Madrid, el viejo vicio que una y otra vez pasa a revisitar a los amigos y sumarnos a las representaciones. Siempre he pensado que la cartelera de la capital es envidiable, por su cantidad, por la variedad de propuestas, hay muchas salas digamos tradicionales y cada vez hay más salas alternativas. Y ahora hemos visto una nueva versión de El diablo cojuelo, con un grupo catalán de payasos, otra obra basada en una adaptación de La tempestad de Shakespeare, y finalmente una propuesta con Javier Cámara en el Valle Inclán de Lavapiés, repleto hasta los topes.

   Madrid, esa mezcla de gran ciudad y poblachón manchego. Porque en tarde de domingo veníamos en taxi por la Calle Mayor y nos cerró el paso la procesión de la patrona de Andújar, Jaén, con banda de música y buen acompañamiento. Los extranjeros no paraban de hacer fotos. La primavera traía el brillo del sol, las calles repletas de gente, aunque ya no era tiempo de rebajas. Después de la larga pandemia, la gente disfruta el estar sin mascarilla, los bares y los restaurantes con mucha animación, la gente joven muy bulliciosa en los fines de semana. A la hora del almuerzo se hacía difícil encontrar sitio libre, a las 3 de la tarde Madrid parece una ciudad rica y esplendorosa. Eso sí: los nuevos urbanistas puestos a reformar una vez más la Puerta del Sol y la Plaza de España lo primero que hacen es quitar fuentes, lenguas de césped, arbolado, solo quieren espacios deshumanizados.

   Da la impresión de que la capital se ha fortalecido, a pesar de que oficialmente perdió 50.000 habitantes en el 2020 y otros tantos en el 2021, por aquello de que la gente quiso emigrar a chalets en el campo. Pero el hecho de que aparentemente haya concluido la fase más grave del Covid hace que el personal exhiba las ganas de vivir. No cabe duda de que la estrategia de mantener la hostelería, los bares y los teatros, le funcionó a la señora Díaz Ayuso.

   A estas alturas, la presidenta está imponiendo su marca, aunque el señor Feijoo ha llegado para imponer un poco de orden y para aparentemente limitar los efectos narcisistas de los líderes regionales. Para colmo una cubano-hispana casi gana en la feria de Eurovisión, con lo cual el patriotismo se desbordaba por todas partes, incluidas la exhibición de las banderitas rojigualdas. Cualquier motivo de alegría es bien recibido.

   El tema que cantó y bailó Chanel parece uno de esos híbridos fabricados entre el Caribe y Nueva York, entre rap y reguetón, que tanto éxito alcanzan. La letra es insulsa, casi ininteligible, en ese espanglish que tanto se lleva, con mezcla al cincuenta por ciento del español americano y el inglés puertorriqueño. No importa gran cosa, de lo que se trata es de conseguir una buena coreografía y de acompañarla con muchos efectos digitales. Pero creo que era mejor tema el ¡Ay, mamá!, de la Bandini.

   Chanel supo mostrar el trasero. Su cuerpo trabajado en gimnasios y con profesionales del baile denota un invencible deseo de triunfar, ha tenido oficio y disciplina durante años de aprendizaje. Y qué duda cabe de que actuó bien, fue muy aplaudida y, en definitiva, dio una alegría a este alicaído país donde la subida del coste de la vida y la inflación hacen estragos. Al día siguiente de su importante triunfo dio un pequeño recital en la Plaza Mayor, aunque ahí ya no estábamos. Ni tampoco habríamos podido, porque hubo un control del aforo muy riguroso.


lunes, 16 de mayo de 2022

Proteger la Casa de los Picos, en San Roque



El problema es que llegamos tarde, mal y nunca. A mí me originó cierta sorpresa que el ayuntamiento capitalino esperara cien años para nombrar Hijo Predilecto a Benito Pérez Galdós. Y ahora leo que Urbanismo va a limitar en San Roque las alturas en torno a la Casa de los Picos para evitar que sea tapada por los edificios contiguos. A buenas horas, mangas verdes. Si se hubiese hecho hace setenta o cincuenta años, todavía habría escapatoria. Pero hoy en día, tras dejar paso a ese urbanismo tercermundista de cajones de cemento en cualquier parte, ya no vale. La Casa de los Picos ya casi no se ve ni de día ni de noche, porque está obstruida por el urbanismo rampante que existió en décadas pasadas. El de que yo construyo aquí porque me da la gana, yo me hago una casa de noche, los fines de semana, porque nadie se iba a dar cuenta.

 Como ya se ha contado recientemente en las páginas de este mismo diario, el inmueble está colocado en lo alto de San Roque desde 1869, y el nuevo plan especial de San Roque limita las alturas de las viviendas de la calle Párroco Segundo Vega situadas en la delantera de este emblemático edificio con la finalidad de no entorpecer su visión desde otros puntos de la capital. Sede de la asociación de vecinos del barrio, hasta hace unas décadas podía ser distinguida de noche por los conductores que suben desde la antigua carretera del Centro, potentes focos iluminaban la fachada y eran visibles tres de sus cinco picos.

 En 1998 salió a la luz mi novela La Casa de los Picos, con prólogo del profesor de la ULPGC Francisco J. Quevedo, publicada por el Centro de la Cultura Popular Canaria. Entre la realidad y la imaginación, en las 235 páginas del texto convergían personajes de mucho calado, historias de sensualidad y misterio, a caballo entre la leyenda y la realidad. En los periódicos se publicaron trabajos sobre esta obra literaria, entre otros citemos los de Guillermo García-Alcalde y del actual cronista insular Juan José Laforet. Esta curiosa edificación, que fue promovida por el organista titular de la catedral Luis Rocafort, también compositor, que vino de su tierra natal, las Islas Baleares, cayó en el olvido y permaneció en un segundo plano hasta que el que fuera alcalde capitalino Juan Rodríguez Doreste en sus memorias da cuenta de los buenos ratos que disfrutó en el edificio, pues a la marcha de Rocafort tuvo muy diversos usos, algunos relacionados con el esparcimiento.

 Obra del urbanista Manuel Ponce de León, en el momento de su construcción sobresalía como un tótem en lo alto del risco. Actualmente es propiedad del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y es la sede de la asociación de vecinos Guiniguada. Su perfil neogótico nos recuerda las construcciones de los Países Bajos, de Flandes, del norte de Francia; no cabe duda de que Ponce de León quiso hacer un edificio original, y lo consiguió, hasta el punto de que un icono en los riscos que rodean la ciudad. Al fin, el ayuntamiento capitalino protege el edificio, lo incluye dentro de catálogo de patrimonio arquitectónico de la ciudad y trata de que la visión del mismo siga degradándose. El cronista de Guía, Pedro González Sosa, escribía en las páginas de este periódico en 2008 que «incomprensiblemente, a pesar de estar incluida en el Catálogo Municipal de Edificios Protegidos, el ayuntamiento autorizó una construcción que ocultó la casa dejándola medio invisible».

 Lo bueno es que, al fin, los munícipes han tenido en cuenta el valor patrimonial de este edificio tan especial, que dio pie a una novela y que permanece en el imaginario colectivo como una curiosidad un tanto enigmática, ideada por un arquitecto de gustos mayormente neoclásicos que dejó abundante obra en la zona histórica de la capital.

lunes, 9 de mayo de 2022

"El volcán y otros cuentos", jueves 12 - Biblioteca del Estado - Las Palmas GC

 

¿Por qué nos gusta poco la bandera?



En la magnífica película de Alejandro Amenábar titulada Mientras dure la guerra, el general Franco y los otros golpistas del 18 de julio del 36 firman sus primeras proclamas con el ¡Viva la República! que incluía mantener la bandera tricolor. Por supuesto que aquella treta de los primeros tiempos fue desplazada enseguida por el verdadero propósito del levantamiento: aplastar toda memoria de la II República y volver a la bandera bicolor de la monarquía, ideada como enseña marítima por Carlos III en 1785 aunque no fue impuesta como bandera nacional hasta 1843, con la reina Isabel II.

A veces me he preguntado por qué le tenemos poco cariño a la bandera española bicolor, y llego a la conclusión de que se trata de un capítulo todavía vinculado a la guerra civil, del mismo modo que la supervivencia del independentismo catalán también parece de alguna forma conectado a la derrota republicana en la contienda.

Solo en ocasiones especiales echamos a volar la nacional, por ejemplo en acontecimientos deportivos triunfales. Cuando España ganó dos Eurocopas seguidas y el Mundial de Suráfrica florecieron en azoteas y balcones las banderas que vendieron a miles las tiendas de chinos, no solo eso sino que hubo despliegue por parte de los seguidores de la selección, como si la selección de fútbol fuera lo único capaz de unir a vascos, andaluces, catalanes, canarios, en un sentimiento común. La gente cantaba aquello de ¡Soy español, español! También cuando conseguimos alguna medalla en las olimpiadas o algún campeonato mundial en motorismo vuelve la euforia.

En EEUU la fiebre por las barras y estrellas hace que luzcan incluso cuando entierran a sus mascotas en los cementerios que tienen para ello, sus queridos perros, sus queridos gatos, sus queridos loros viajan al otro mundo con la insignia estrellada. La bandera está en todas partes, delante de la gran mayoría de los domicilios, y es un ritual izarla por las mañanas y arriarla al anochecer.

Aquí contemplamos la bandera española en las instalaciones militares, Base Naval, Base Aérea, jefatura de la Guardia Civil, y acompañando a la canaria y la europea en las dependencias del gobierno regional. Poco más. En países teóricamente más débiles como Portugal, Grecia o Turquía la bandera está en todas las esquinas. En Marruecos acompaña al retrato de Mohamed VI en cualquier tiendecita por modesta que sea. ¿Somos menos patriotas que los norteamericanos o el resto del mundo por no manifestar esa devoción casi religiosa hacia la insignia nacional? Lo que sucede es que cada país tiene su propia historia, incluso en EEUU todavía hay quienes todavía prefieren la confederada de los sureños.

En el País Vasco y Cataluña la bicolor deja de estar presente en balcones de ayuntamientos y en dependencias de los respectivos gobiernos, la llamada guerra de las banderas ha dado dolores de cabeza hasta que nos hemos dado cuenta de que hay que relativizar el asunto. A fin de cuentas una bandera es un símbolo de la Historia, pero también es un trozo de tela. Y recordar que en el 1º de Mayo y en otras manifestaciones reivindicativas todavía sale a la calle la tricolor de la II República, incluso aquí sale la de las siete estrellas verdes. Existe la tentación de que la extrema derecha quiera apropiarse del patriotismo y de la bandera, pero las banderas no son de nadie, son de todos los que las quieran compartir.

lunes, 2 de mayo de 2022

El Día Mundial del Pene y otras zarandajas

 


Cuando pudiéramos estar a punto de que comience la tercera guerra mundial parece poco serio que hablemos de estas cosas. Pero lo cierto es que, como los humanos somos medio ilusos y medio locos, cada día del año lo dedicamos a celebraciones extrañas, así tenemos 365 días dispuestos para la imaginación. Soy un asiduo oyente de la radio, y mientras estaba aparcando escuché que este pasado martes, 26 de abril, era el día mundial del pene. Había una seria entrevista con una doctora que hablaba de los muy diversos tipos de penes existentes en las distintas zonas del mundo, su forma, su tamaño y su diámetro. Y yo con estos pelos, pensé. Desde el siglo XVII en la ciudad japonesa de Komaki conmemoran esta fecha con una celebración sintoísta, y las calles se llenan de decoraciones, dulces y objetos en forma de pene para celebrar el Kanamara Matsui, nombre de esta fiesta tan original. El ritual era convocado por las prostitutas, que pedían a los dioses protección contra las enfermedades de transmisión sexual. 

El pasado 22 de abril fue el día de la Madre Tierra, y esa sí que parece una celebración lógica y esencial, que festejan los pueblos ancestrales que sobreviven al margen de la historia. Miremos las tribus del Amazonas y otras etnias prehispánicas de América Latina. Claro que este domingo 1º de Mayo es el día de la lucha obrera y también de la Madre, una coincidencia que no favorece a nadie, aunque madre no hay más que una. Y lo cierto es que la lucha obrera se ha ido diluyendo y apenas van cuatro gatos a las manifestaciones, que desde hace mucho son convocadas por separado. 

Pero no es raro que las muchas celebraciones lleguen a caer en la estupidez. El 21 de enero ha sido declarado día mundial del abrazo, de las ardillas o de hacerse un selfie en un museo. También es el día mundial de los mariachis, reconocidos como patrimonio inmaterial de la humanidad, igual que el flamenco. 

Asimismo, y aunque cueste creerlo, existe el día de los zurdos, el de saltar por los charcos, el de los calcetines perdidos en la lavadora, el de los zombis o el de los ninjas, el de los vegetarianos y el de los veganos. Desde enero a diciembre, prácticamente todos los meses hay un día especial que conmemorar. Así existe el día del pastel de chocolate, el del hombre del tiempo, el de la comida congelada, el de los Simpson, el día mundial de las mascotas, y hay un día en que no está mal visto ser un vago: el 19 de agosto es el 'Día mundial de la pereza', porque en ese día en los países del hemisferio norte, con un calor agobiante, son pocas las cosas que apetece hacer. 

Hay conmemoraciones que han sido resultado de una larga lucha de la sociedad, por ejemplo el Día del Orgullo Gay, que ni se puede celebrar en todos los países porque en buena parte de ellos está prohibido con cárcel u otras penalidades. Claro que, por otra parte, el 1 de diciembre es el día mundial del Sida, que causó tanta desgracia en los años ochenta.  

Cuando yo era chico se decía que el Jueves Santo era el Día del Amor Fraterno, pero en una sociedad cada vez menos creyente, por ser más laica, parece que no tiene mucho sentido. Ahora tendríamos que conmemorar el día mundial de la agresividad. En esta línea proponemos hablar del Día Mundial del cobro de comisiones, de los parados, de las madres solteras, de las argucias de los políticos, de la mascarilla y del gel hidroalcohólico, de los pelotazos que consiguen los listos, de los inventores del bitcoin, de los que progresan con la economía virtual, de los especuladores, de los contratos-basura, de los corruptos, el día de las broncas en el Congreso de los Diputados, etcétera.