Vencer a la muerte
es la última utopía sobre la mesa, algunos gurús ya dicen que dentro de unas
décadas seremos inmortales. En la cultura rural, ya se sabe, no había alumbrado
y algunos afirmaban haber visto a muertos que se aparecían en los caminos. Pero
esa es otra historia: las leyendas y los mitos. El filósofo Nietzsche pretendía
hacer de la vida lo Absoluto más allá de las creencias religiosas y las
prohibiciones habituales. Siguiendo la estela del norteamericano Raymond Moody,
el cardiólogo holandés Pim Van Lommel señala que hay algún tipo de vida tras la
muerte, y lo ha hecho tras su experiencia con personas que han padecido muerte
clínica y que han regresado; la muerte sería solo un cambio de conciencia, una
transición, porque morimos en una dimensión para pasar a otras dimensiones.
Suele decirse que las visiones de las personas en la muerte clínica son
producto de la falta de oxígeno en el cerebro pero Van Lommel se opone. Esas
experiencias recurrentes en las que confluyen tiempo pasado, presente y futuro
en sensación de unidad, coinciden con los relatos de la mística y las visiones
de profetas, gurús y santos desde hace siglos. Los niños hablan de que han
visto ángeles, los ateos hablan de “energía” y los creyentes citan a Dios. Van
Lommel se declara no creyente, y estima que esas voces, esas luces, esa
revisión de la vida pasada indican algo más. Raymond Moody, en Vida después de
la vida, concluyó que existen 9 experiencias: 1) percepción de sonidos
audibles, zumbidos; 2) sensación de paz, sin dolor; 3) sensación de salir fuera
del cuerpo; 4) sensación de viajar por un túnel; 5) sensación de ascensión al
cielo; 6) se ven personas ya fallecidas; 7) encontrarse con un ser luminoso; 8)
tener una revisión de su vida; 9) rechazo de la idea de volver a la vida. El
ser humano, que domina tanta tecnología, se sigue negando a que la muerte
suponga la total extinción. ¿Aceptamos la vieja idea de que somos cuerpo y
alma, y el alma de alguna manera subsiste?
Sí,
hay vida después de la muerte. He estado sumido en un profundo coma durante una
semana, en el que viajé a otra dimensión del universo. Así arranca el
neurocirujano de la Universidad de Harvard Eben Alexander su relato en primera
persona; la conciencia persiste más allá de la muerte, ajena al cuerpo y al
cerebro. Puede que siete días en coma den para mucho, pero no lo suficiente
para pensar que lo suyo son chifladuras o que despertó con mente visionaria. Su
testimonio forma parte de un fenómeno que tiene como principales artífices a
algunos científicos. Esta nueva concepción suma las investigaciones más
avanzadas. Entre
los testimonios recogidos figura el de la doctora Mary C. Neal, una cirujana
ortopedista que sufrió un accidente del que fue declarada clínicamente muerta.
En su libro Ida y vuelta al cielo, describe su breve visita al paraíso y la
sabiduría que le sobrevino con la experiencia.
¿Y por
qué ahora este furor por la muerte? El psiquiatra José Miguel Gaona tiene una
explicación: Es verdad que el ser humano siempre ha buscado la trascendencia,
este es un anhelo universal desde los hombres más primitivos. Con los avances
de la medicina moderna, la lucha contra la enfermedad ha rayado en una búsqueda
incesante de alargar la vida. Lo que ahora ocurre es que las técnicas médicas
han desdibujado los límites. Una persona puede estar, médicamente hablando,
muerta, sin latido cardíaco y con un electroencefalograma plano y, sin embargo,
puede volver a la vida. Precisamente, el gran enigma es cómo actúa ese cerebro
agonizante. Clínicamente, la muerte es un proceso, no un único momento
irreversible. Ese lapso de tiempo es lo más próximo a la muerte que se conoce,
y por eso suscita tanto interés. El 20 por ciento de las personas que
sobreviven a una parada cardiorrespiratoria describe alguna experiencia cercana
a la muerte (ECM). Para la neurociencia es un campo de investigación muy
interesante.
El
médico de Urgencias en Cartagena Juan José López Martínez, autor de libros como
El eterno presente del alma, ha recopilado testimonios de personas en su lecho
de muerte o durante experiencias cercanas. Todo el que ha pasado por ello te
dice exactamente lo mismo, asegura. Si, como dice José Miguel Gaona, como
especie estamos programados para tener ese horror al vacío, a la nada, es
lógico que intentemos encontrar el modo de trascender. Ahí tenemos los últimos
ardides de la ciencia para postergar la muerte: clonación, modificación
genética y otros artificios tecnológicos para reparar los estragos de la edad y
mantener activo el cerebro copiándolo primero vía informática y almacenándolo
después, al duplicarnos no moriríamos del todo. El físico Stephen Hawking afirma
que no se necesita un Dios para poner en marcha el universo y se declara defensor
de esta última posibilidad, la de ganar científicamente la batalla por la
eternidad. Para explicar la muerte física del cuerpo, Robert Lanza, médico de
Advanced Cell Technology, recurre a la teoría de los universos paralelos. Todo
lo que ocurre en nuestro universo está sucediendo también en el multiverso, por
lo que la vida nunca dejaría de existir. Cuando el cuerpo desaparece, nuestra
vida se convierte en una planta que vuelve a florecer.
José
Luis Cordeiro, ingeniero mecánico, economista y profesor de la Singularity
University de Silicon Valley, afirma que en 20 años habremos alcanzado la
inmortalidad y que nuestra forma de comunicación será telepática. La ciencia y
la técnica están cambiando exponencialmente, porque todo lo que se puede digitalizar
mejora, pero es algo que los humanos no entendemos porque estamos programados
para pensar linealmente. En veinte años nos vamos a comunicar telepáticamente y
la edad va a ser controlable. Afirma que entramos en una nueva edad, la de
quienes vivirán indefinidamente, con más capacidades. Al mejorar el hardware humano
(mediante la nanotecnología y la biotecnología) y el software (a través de la
infotecnología y la cognotecnología), no sólo tendremos telepatía de banda
ancha, a alta velocidad, sino que vamos a mejorar, aumentar y superar las
capacidades. Con las mejoras tecnológicas vamos a poder procesar en un segundo
toda nuestra vida, afirma Cordeiro. En 20 años podremos comunicarnos de forma más
rápida y eficiente, eso será el inicio de la edad posthumana.