Mariano Rajoy está que no se lo cree de lo satisfecho
que se siente consigo mismo. Disfruta de sus vacaciones a caño libre, escala
montañas, patea senderos escondidos y se sonríe al declarar que lo tiene todo
controlado y que no habrá referéndum en Cataluña.
Sus colaboradores aseguran que la impaciencia y la
vehemencia de Carlos Puigdemont y del pobre Arturo Mas favorecen mucho. La
torpeza de los dirigentes catalanes contribuirá a que las cosas se resuelvan.
No vale la pena alarmarse, según los colaboradores monclovitas, pensando que el
futuro está oscuro. Tal vez la terapia de la ley y de la serenidad sea la
adecuada. En unas semanas lo sabremos.
Lo que sí conviene recordar al presidente de Gobierno
es la certera máxima de Churchill, no atribuida a Churchill, como tantas otras,
sino escrita por la primera cabeza europea del siglo XX: “La gran política
consiste en prevenir, no en curar”. Nada de lo que está ocurriendo en Cataluña
lo padeceríamos si los últimos Gobiernos -el de Aznar, el de Zapatero, el de
Rajoy- hubieran previsto lo que podía ocurrir, tomando las medidas adecuadas
para impedir la infección. Seguramente desde antes, pero al menos desde hace
diez años, estaba claro para cualquier analista serio lo que podía ocurrir en
Cataluña. Tomar medidas contraproducentes como hizo José Luis Rodríguez
Zapatero o el no hacer nada de Mariano Rajoy porque “el tiempo lo arregla todo
y lo mejor es tener cerrado el pico”, solo podía conducir a que explosionara el
secesionismo catalán.
Difícil hacer comprender a Mariano Rajoy ahora que la
política seria consiste en prevenir, estableciendo las terapias adecuadas para
evitar la enfermedad. Una enfermedad que se ha hecho crítica y parece
especialmente difícil de curar.
Luis María Anson (De la RAE, El Imparcial)
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