jueves, 4 de junio de 2015

El himno y los símbolos despreciados


Una vez más, y dado que sobre el césped estaban los representantes de las dos regiones más separatistas, fue ruidosamente pitado el himno en la final de la Copa. Hasta algunos ofrecían pitos en la entrada del estadio, para amenizar con mayor brío la ceremonia. El hecho tenía, además, unos matices especiales, pues era la primera vez que el nuevo Rey presidía la ceremonia. Rajoy el autista no ha sido capaz de mover ficha alguna para reconducir la deriva catalana que empezó, lisa y llanamente, por un asunto monetario. Mas pidió que Cataluña tenga el mismo régimen fiscal que Euskadi, es decir: recaudar y administrar sus propios impuestos, y Rajoy se negó. Después de la llamada Primera Transición, las fuerzas nacionalistas proclaman que nada está decidido y, a pesar de que tenemos la Constitución de 1978, proponen un referéndum para la independencia y además estiman que la monarquía está viciada por su origen franquista y por ello ha de someterse asimismo a un referéndum a fin de que la ciudadanía la convalide o se defina por una república.

Para apaciguar los ánimos, y viéndolas venir, el presidente del PNV se atrevió a proponer una fórmula integradora: que en la final del Camp Nou fueran interpretado el himno nacional, junto con los himnos de Cataluña y Euskadi. Ya en las Olimpiadas de Barcelona, 1992, se optó por que sonaran tanto Els Segadors como la Marcha Real, lo cual no evitó que tanto el himno español como la propia presencia del rey Juan Carlos fueran pitados ruidosamente, en una ceremonia auspiciada por las Juventudes del partido CiU, es decir, por los cachorros de Jordi Pujol.

En pocos lugares hay tanto enfrentamiento localista como aquí. Cabría preguntarse si en nuestro espíritu colectivo, en eso que llaman subconsciente o inconsciente colectivo, queda alguna herencia de aquellos Reinos de Taifas que organizaron la Península Ibérica a lo largo de los ocho siglos que duró la ocupación musulmana. Si bien España es uno de los países o naciones o Estados más antiguos de Europa, a pesar del impulso de los Reyes Católicos no es menos cierto que durante mucho tiempo no existimos como un todo, sino como esos Reinos enfrentados entre sí.  Pues aquellos eran políticamente independientes y venían a sustituir al califato de Córdoba. En algunos de ellos, así el de Sevilla, surgió una gran cultura. Acaso desde entonces perviva en nuestros genes la tendencia al localismo extremo, a los pleitos regionales, a pleitos insulares, a todo tipo de enconos.

Por otro lado, la polémica sobre la pitada al himno no es la primera ni será la última, pues aquí hemos silbado el de varios países. ¿Significa esto una discrepancia, una señal de mala educación, el desprecio al contrincante en un evento deportivo de notoriedad? Habrá que sumar todos estos ingredientes, y acaso alguno más. En el Santiago Bernabéu fue pitado el himno de Turquía en 2009, asimismo en el Vicente Calderón, en octubre de 2012, cuando sonó La Marsellesa hubo una algarabía general. Más grave todavía fue lo sucedido en la Eurocopa de 2012, cuando la UEFA abrió expediente contra la federación de fútbol de España porque los aficionados españoles pitaron el himno de Italia. Entre los ultrasur aparecían banderas nazis y preconstitucionales. Y, en gestos similares, recordemos que el señor Zapatero, acaso el peor presidente de la democracia, siendo líder de la oposición se quedó sentado cuando en un desfile del Día de las Fuerzas Armadas pasaba ante la tribuna la bandera de los EE.UU.

¿Qué se puede o se debe hacer en este caso? La pitada traduce odio pero parece que aplicar la normativa y las sanciones no va a ser lo adecuado. Futbolistas como Xavi, figura del Barcelona y de la selección, dice que esto es democracia y por ello no hay que sancionar sino más bien preguntarse por la causa de los pitos. Pretender la unanimidad que se daba en los tiempos del caudillo, cuando no se movía una mosca en la final de la entonces Copa del Generalísimo, no encaja en la sociedad española de hoy, que ha de moverse por criterios de pluralidad. La libertad de expresión es uno de los derechos fundamentales, en base a esa libertad de expresión altos organismos jurídicos señalaron que no es delito silbar el himno nacional, pero parece obvio que la libertad de expresión ha de tener sus límites, no todo vale. No se puede, en aras de ella, insultar o zaherir. Lo cierto es que en la gran mayoría de las naciones la gente respeta la bandera y el himno, símbolos importantes y definitorios. Pero en nuestro caso ni la bandera ni el himno tienen el aprecio de las mayorías, antes bien son cuestionados, quizá algunos añoran la bandera tricolor de la II República. Aparte de ser señal de una pésima educación ciudadana –contrastado está que somos un pueblo poco culto– algunos señalan que pitar el himno no incita a la violencia, ni al racismo, ni a la xenofobia ni a la intolerancia. ¿Son Euskadi y Cataluña territorios sometidos a la dictadura del centralismo madrileño, es la pitada una muestra de que es necesaria la salida de ambos? La pregunta de fondo es más compleja: ¿si bien la Constitución de 1978 fue votada mayoritariamente en Euskadi y Cataluña es España un Estado artificialmente cohesionado, que necesita una Segunda Transición que incida en planteamientos federalistas o acepte la salida de las dos regiones?

No existe el “patriotismo constitucional”, según los tribunales. Discrepar del orden vigente es legítimo. Como sabemos, la historia de España ya no se enseña como antes en los centros escolares, pese a que la burguesía catalana siempre fue pactista el caldo de cultivo en favor de la independencia es sembrado con entusiasmo. Mas ha dicho que la irrupción de Podemos ha sido un invento del espionaje español, pues le quita votos para la independencia. Ahora los vascos están tranquilos pero mientras los catalanes no aclaren sus opciones la pelota seguirá en el tejado. Tarea de los políticos es negociar, pacificar y ordenar la convivencia general. Entretanto, el himno y la bandera quedarán en el desván; las esteladas ondearán en los balcones y, a falta de la proclamación del Estado propio, la pitada al himno seguirá siendo una juerga.

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