Bocazas siempre ha habido a
lo largo de la historia. Personajes
famosos, políticos, monarcas, intelectuales, periodistas, religiosos y
religiosas, etc. han dicho y redicho frases, sentencias, chascarrillos y demás,
de los que luego se han tenido que arrepentir o les han pasado factura,
especialmente cuando se trata de dirigentes políticos que viven en democracia y
esperan el voto de sus seguidores, o del pueblo llano.
El último aspirante a
dirigente político que ha resbalado estrepitosamente a causa de algo que vertió en twitter
hace algún tiempo ha sido Guillermo Zapata, concejal de Cultura y Deporte del
ayuntamiento de Madrid que lidera
Manuela Carmena. Ambos son de Ahora Madrid y consiguieron la alcaldía
con la ayuda de Antonio M. Carmona, del PSOE, que pidió inmediatamente la
dimisión de Zapata. Carmen, que me parece una persona seria y consecuente,
evitó que Zapata continuara en el puesto para el que había sido elegido. Por
bocazas
Carmena tiene tras de si un
curriculum excelente: Premio Nacional de Derechos Humanos, Vocal del Consejo
General del Poder Judicial, una de las findadores de Jueces para la Democracia,
miembro de la Fundación Alternativas, etc. y pretende desarrollar su gestión de
forma correcta.
A Zapata que no se le ocurrió
otra cosa que hacer chistecitos sobre el holocausto de los judíos, o de Irene
Villa, víctima del terrorismo etarra. “Han tenido que cerrar el cementerio de
las niñas de Alcásser para que Irene Villa no vaya a por repuestos”, decía. No
constitye ningún eximente el que haya realizado tales comentarios, a través de twitter,
en 2011, cuando no era aún edil. Pero ha
reconocido que siempre la ha gustado el humor negro y cruel. No es una
inclinación y disposición mental adecuada para llevar nada menos que dos áreas
de sumo interés en una ciudad tan importante como Madrid. Imagínesense que al
contemplar alguna actividad realizadas por disminuidos físicos o síquicos se
vea tentado de expresar lo que piensa en las redes sociales, tan de moda. O que
haga chascarrillos sobre la cultura, ya de por si bastante desprestigiada en
este país, donde todavía existen brotes de analfabetismo, al menos relativo,
bastante indiferencia o propensión a los continuos cambios en materia educativa
y falta de apoyo a lo que constituyen “las bases del progreso”. Y eso no es
para tomárselo a broma.
Lo peor de todo es que todavía se utilizan algunos medios
informativos (que para mí son
“deformativos”) para prodigar el insulto, el desprestigio, las insidias y opiniones carentes de solidez y de
trascendencia social o ética. Es lo que
se denomina la tele basura, que también podría aplicarse a radio
basura o prensa basura,que tampoco falta. Está muy bien la libertad
de expresión para denunciar injusticias o defender la democracia, o cualquier
otro valor que merezca la pena, pero hay que poner un límite personal a lo que
se puede, o se debe decir, a través de los medios informativos o las llamadas
redes sociales. De no ser así, podría convertirse en libertinaje y ser nocivo
para colectivos, instituciones o para alguna persona determinada o inductores
de acciones llevadas a cabo por fanáticos
e irresponsables. Además, se
emplea con mucha frecuencia toda esa red de comunicación personal para fines no humanitarios e irrespetuosos.
Con el agravante de que muchos menores pueden acceder a contenidos peligrosos,
sin que a veces los padres se percaten ni se ocupen de prevenirlos.
Con el móvil, los WhatsApps,
Twitters, Facebooks y todas esas aplicaciones de mensajería instantánea,
cualquier cosa que se escriba, se diga o se grabe llega inmediatamente al más
alejado rincón del mundo. Todo queda luego grabado y es difícil desdecir lo que
ya se ha dicho o enviado.De ahí la importancia de calibrar muy bien lo que se
pretende emitir para que nadie se sienta aludido u ofendido Un uso responsable
de estos medios en siempre aconsejable, y no ser, a través de ellos, un
auténtico bocazas.
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