Era un cuarto breve donde nos agolpábamos con el ruido de las máquinas de escribir y el humo interminable de los cigarrillos, las ventanas cerradas. Allí LA PROVINCIA, el Diario de Las Palmas, la Rotativa y la planta superior donde estaba Dácil, la eficiente secretaria del consejero delegado, don Tomás Hernández Pulido. No había mujeres en esa época porque el periodismo era una profesión masculina, se decía. Tan solo en el Diario había una chica redactora, y tiempo después entró otra para el archivo. Cuando don Tomás bajaba a la Redacción todos nos poníamos en pie, la primera vez que lo hizo estando yo presente comentó: Es una Redacción de gente muy joven, como si se sorprendiera de ver tantos veintañeros. Yo tenía 22, venía de La Tarde y El Día en Santa Cruz de Tenerife, había cumplido el servicio militar represaliado por haber cubierto la huelga de las guaguas de la capital tinerfeña, en 1970, José Martín Ramos, que había hecho la mili en el Gobierno Militar me dijo que yo tenía una ficha política abundante y el 3 de abril de 1972 firmé mi primer reportaje, sobre los planes de urbanización de Jinámar un informe que salió en primera página.
El primer director que
conocí fue el murciano Juan F. Sardaña, que luego marchó a La Verdad de Murcia,
pero al poco llegó Guillermo García-Alcalde, mi maestro y mi protector, un verdadero
guía, casi mi padre. Un lujo para la crítica musical, literaria y artística de
las islas, un hombre de espíritu generoso que apoyó a creadores de la música,
las letras, el pensamiento, las artes plásticas, la Generación del 70 recibió
su mecenazgo. Siempre supo sacar lo mejor de cada uno, siempre supo impulsar el
rendimiento colectivo. Con él el periódico alcanzó niveles de excelencia, era
un diario comprometido con su entorno social, dentro de las circunstancias era
liberal y progresista no en vano desde su refundación en 1966 se publicaron
reportajes sobre el drama de la aparcería del tomate y mucho más tarde se
encabezó la campaña en favor de la Universidad.
La Redacción de la
calle Murga albergaba en su sótano la rotativa Marinoni que manejaba un alemán.
Cuando empresa se mudó a las instalaciones de El Sebadal, en la planta baja del
edificio nació en 1982 el Club Prensa Canaria, espacio de promoción cultural y
de debate que hizo una gran labor de encuentro. Allá en El Sebadal también
funcionó una emisora, Radio Canarias FM. Y al cabo de otros años la Redacción
volvió al centro, a la Avenida Marítima, mientras que la parte técnica se
desplazaba al polígono de Arinaga.
De mi primera
entrevista con don Tomás recuerdo un hombre serio y eficiente, imponía respeto
pero a su vez trasmitía cercanía. También fue mi protector en medio de ciertas
dificultades familiares, guardo muy buenas sensaciones de su trato afable y
magnánimo, sin duda me favoreció. Incluso nos invitó a la boda de una de sus
hijas. Ahora nos ha dejado a una edad avanzada, 95 años, y aquí me he propuesto
recordar su persona y el ambiente de aquel lugar, rodeado de bares y de
pequeños restaurantes, en pleno centro. Las mudanzas fueron muchas idas y
venidas, con compañeros que por desgracia se fueron antes de tiempo. El estrés
del periodismo. Luego vino don Javier Moll de Miguel con su sentido innovador,
que le ha llevado a liderar una importante cadena de publicaciones a nivel
nacional.
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