Este domingo 20 de marzo se han cumplido 41 años de la muerte de Pedro García Cabrera, poeta de raíz surrealista que elaboró una introspección sobre la insularidad y el compromiso del arte. En la calle Santiago Cuadrado 7 de Santa Cruz de Tenerife vivía el poeta de Vallehermoso que tuvo una gran implicación en la guerra civil. Socialista de convicción, pasó detenciones y torturas y luego una huida aventurera desde el Sáhara hacia Senegal y luego a Marsella, para volver a la Península y combatir con el ejército republicano, detenido y torturado, a consecuencia de lo cual ya no podía tener hijos. En Andalucía lo cuida de sus heridas la enfermera Matilde Torres, que será su compañera para toda la vida. Retornado a la isla, encontró trabajo en servicios de la Refinería, hasta su muerte. Tuve una relación con su sobrina Ana García, originaria de Córdoba, una chica muy hermosa que había sido Reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife. Apenas teníamos veinte años, el amor si es breve e intenso es inmortal.
El valor de Pedro
García Cabrera en las letras canarias es notable, fue un revulsivo con gran
influencia. Desde su pertenencia a Gaceta de Arte a su poesía que incide en la
zozobra de los tiempos que le tocaron vivir. La amistad de Pedro con gente de
su generación fue muy estrecha: María Rosa Alonso, Eduardo Westerdahl, Domingo
Pérez Minik, figuras dentro de aquel pensamiento republicano e innovador que
fue castrado por el alzamiento militar. El grupo era de proyección amplia, y en
él encontramos figuras muy a la izquierda pero también otras de temperamento
diferente: Emeterio Gutiérrez Albelo, Benito Pérez Armas, Luis Rodríguez
Figueroa, José Arozena, Agustín Espinosa, Domingo López Torres. Varios de ellos
perdieron la vida tras el golpe militar.
Pedro es el poeta del
mar, un mar metafísico y sufriente, existencial y cautivo. Detenido el 18 de
julio de 1936, fue enviado a La Isleta y luego deportado a Villa Cisneros.
Protagoniza una espectacular fuga en el barco Viera y Clavijo, con el que llega
a Dákar, de ahí a Marsella y a Andalucía, para ser protagonista en el frente de
guerra republicano. Su libro La esperanza me mantiene registra el paso del
lirismo vanguardista al realismo social, según señaló en su momento Pérez
Minik. El título lo extrae García Cabrera de una copla popular que había
escuchado, de niño, muchas veces, en La Gomera y se mantenía en su memoria. Domingo
Pérez ha dicho que en esta copla se resume "toda la condición geográfica y
metafísica del hombre insular".
La esperanza me
mantiene es un libro destacado en la lírica española de posguerra y elogiado
por Vicente Aleixandre. Contiene un prólogo de Pérez Minik e ilustraciones de Westerdahl,
enlaza con la tradición del surrealismo en la construcción de las imágenes y el
uso del verso libre y supone el paso del lirismo vanguardista al realismo
social representando la combinación entre el sentimiento solidario y la
raigambre humanista, por un lado, y la visión sobre el paisaje insular, por
otro.
El título lo extrae de
una copla popular que había escuchado en su casa natal: A la mar fui por
naranjas, / cosa que la mar no tiene; / metí la mano en el agua: / la esperanza
me mantiene. Es una canción popular asturiana aunque también podría ser
andaluza, y se escucha en Chile, Argentina, Perú o México. En las versiones
europeas el centro está en el mar como metáfora del amor y la incertidumbre.
En su obra se registra el peso doliente de la guerra pero también un atisbo de esperanza en un futuro mejor para la humanidad. Un día habrá una isla / que no sea silencio amordazado.
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