No tuvo estudios
porque desde el principio fue un luchador, superó su humilde origen, se hizo
empresario. Amante del coleccionismo, representante de artistas y hombre
polifacético que también supo de ajedrez, fue un activista cultural que aglutinó
artistas plásticos, fotógrafos, escritores. Un francotirador que organizó
numerosas exposiciones en lugares tan diversos como la Casa de Colón, el Club de
Prensa, el Casino de la ciudad, el museo Domingo Rivero, el Club Náutico, Hotel
Neptuno, Casino Aridane, Galería Edsvik Konsthal Öst de Estocolmo, Museo León y
Castillo, Galería S/T, Sala Lola Massieu, Club Mercantil, o los centros
comerciales El Muelle y Las Arenas. Su acción se extendió a la isla de La
Palma, donde organizó varias exhibiciones. Eran muestras centradas en temas tan
variopintos como el personaje de Harry Potter, el vino, la manzana, el Día de
la Mujer o las estrellas del cine de México. Imaginativo con talento, apoyó a
numerosos artistas noveles, pintores, escultores o fotógrafos, muchas veces
eran principiantes a los que quería dar a conocer, porque tenía esa vena de filantropía.
Además de marchante de
arte fue un agitador que siempre pensó que la cultura no es cuestión de grandes
presupuestos sino de echar mano de la imaginación y la solidaridad, las
convocatorias amplias. No hay que depender del partido de turno ni de las
subvenciones, eso decía. Organizador nato, ponía un derroche de entusiasmo en
sus proyectos. Estuvo siempre acompañado en sus muestras por la escritora
Rosario Valcárcel, que realizaba las presentaciones con su tono poético y de
observadora atenta.
Después de aventuras
financieras desafortunadas, vivió un tiempo en un modestísimo espacio con
aspecto de garaje en el que sin embargo los cuadros ponían su punto de color y
de belleza. Más tarde se fue a vivir cerca de su hermana Blasi en una calle de
Schamann. Hombre entusiasta y muy activo, era un compañero ideal en las
tertulias de amigos. Le gustaba mostrarse gallito y peleador, casi siempre
frente a los comentarios de la mayoría. Desde 1994 fue miembro de una logia de
la masonería, y luchó por mantener amistades aunque las diferencias de opinión
fueran muy marcadas.
Estudió en el Colegio
Leopoldo Matos de San Cristóbal, a los 9 años empezó a trabajar en la Barbería
Fígaro, con 11 entró en Beltrá de la calle Muro para hacer recados y llevar
pedidos. A los 16 lo dieron de alta, pasó a ser ayudante, aprendiz, encargado y
finalmente propietario. También fue árbitro de fútbol y jugador. Tuvo cuatro heladerías
y finalmente formó una sociedad para distribuir productos de heladería,
pastelería y alimentación. Como su trabajo estuvo al lado de la librería
Selecciones pudo leer sin costo en las horas de cierre. Él siempre fue un
autodidacta, un hombre con voluntad para aprender y gracias a Radio Ecca pudo
obtener el graduado escolar. Padre de Diego, Alma y Manuel, deja infinidad de
amistades, tres veces se arruinó en la bolsa pero vivió contento con su
menguada paga de jubilado. Y con sus cientos de cuadros de artistas de dentro y
de fuera de las islas, que albergaba en el pequeño espacio de su vivienda, repleto
de obras de distintas tendencias, algunas de gran calado y de importantes
firmas. Participaba en subastas por internet y cada vez que vendía un cuadro
compraba otro. Precisamente iba a organizar una exposición en el Centro
Comercial El Muelle, donde sus propuestas eran bien recibidas.
El periódico El País, en su sección de ajedrez, destaca la gran labor de Diego como organizador entusiasta de campeonatos on line en los tiempos de la pandemia. Habla de su entusiasmo y de su gran capacidad de programador.
Diego acaba de fallecer a los 75. Su salud no era muy buena en los últimos tiempos, con frecuentes ingresos y recaídas en el Hospital Negrín. Lo peor es que vas borrando el nombre de amigos de tus contactos telefónicos y de tu ordenador, eso genera una sensación de vacío y hasta de soledad. Este año hemos notado mucho las ausencias. Pero es lo que hay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario