miércoles, 21 de marzo de 2012

Luis A. González: el dolor como motivación poética


 Puede que exista un cierto retorno al malditismo, a la concepción de que la fatalidad y la desgracia acechan. Luis Antonio González Pérez (Telde, 1983) pese a su juventud lleva un buen recorrido de publicaciones. Tiene trabajo, familia excelente, vive donde le complace vivir, pero su obra tiende a resaltar el sufrimiento, la soledad, el amor es una empresa bélica y la paz que deja es turbulenta. Saxofón y humo para las noches / en que no apareces. / Una taza vacía / cuenta el eco de tu imagen. / Tengo la luz prohibida / para tu nombre.
Su nuevo libro, “Somos materia desechable”, Vitrubio, Madrid, 2012, tiene un título que marca el camino. Escribe de noche y frente a un espejo amasando cada vocablo, en medio hay un flexo, música de jazz, una especie de ejercicio de psicoanálisis, para echar fuera los fantasmas. O quizá justo al revés: para atraer a los fantasmas, para invocarlos. Repite el poeta en su cuidado lenguaje la palabra azul, como si mencionar el mar, el paraíso perdido, la memoria del edén, fuera buena medicina. Hay una intención ética y estética, humildad y coherencia. Y el dolor viene a ser su motor literario. Como en La tierra baldía de Ezra Pound. Reina el gris / devorando el uniforme de los domingos. / tengo la oscuridad / dictando rendiciones en las manos, / frío en la sonrisa quebrada, conjuras para el desaliento. / Nada irrumpe en esta casa, / sólo mansas espirales de tedio, / soledad en el sofá, / huellas olvidadas en el suelo, / puertas abiertas / por donde todo se despide / para siempre.
Dicho con las propias palabras del autor, “este es un poemario del yo. Pero además es una crítica a una sociedad que ha pasado de consumir cosas a consumir personas. Las relaciones han pasado de ser sentimentales a consumistas. El amor, la amistad, parecen ser un self-service con fecha de caducidad temprana. Pasamos pronto del aprecio al desprecio, del amor al desamor, del deseo al deshecho…” Una reflexión, una meditación, brasas lanzadas a los ojos.
Precoz y visceral, carnal, hiriente. A los 15 años ya elaboraba sus programas de radio en la emisora municipal teldense, a los 17 publicó su primer libro. Después han venido, entre otros “Sobre tu silencio y a pesar del ruido”, “Trazos desnudos”, “Confieso el vacío”, “Una isla imposible.” Traducida su obra al inglés, alemán y portugués, el poeta camina sobre la melancolía y la tristeza.
(Fotos de Jesús Ruiz Mesa en la presentación de la Casa Museo Pérez Galdós. Aparecen, además del autor, el presentador, Federico J. Silva y Rosa María Quintana, directora de la Casa)

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