El
cantante melancólico y depresivo, el de la compleja espiritualidad y de las
letras brillantes se recluye en monasterios budistas, se va a vivir en la isla
de Hydra en Grecia, da sus últimos conciertos escoltado por sus tres diosas:
una rubia, una mulata, una pelirroja que luce en Songs from the road, 2010. El
que habla siempre del amor y el sexo, el que practica tríos y pequeñas orgías
cuando tiene ocasión, el que se acuesta con la mujer de algún amigo y luego lo
refleja en sus canciones, el que a veces manda guiños sobre la situación
política. ¿Qué podríamos decir de temas tan redondos como Suzanne, The partisan
con su coro de niños, o del relato de la feroz relación que tuvo con Janis
Joplin en Chelsea Hotel?
Letras
que son poemas, él mismo ha publicado textos literarios más de una vez. El amor
y el desamor, las relaciones de pareja, la búsqueda interior, las religiones.
Metáforas que van y vienen, con su voz tan grave que parece de otro planeta. El
primer disco que escuché de él se titulaba Canciones de amor y odio, y lo oí
hace unos 40 años en casa de la periodista y amiga Herminia Fajardo, en la
calle Obispo Codina, junto a la catedral de Las Palmas.
Las
infidelidades, los poemas de García Lorca, su guitarra española. Y esos temas
inmortales de I’m your man, First we take Manhattan ,
Closing time, Lovedr, lover, lover, Hallelujah o So long Marianne. Y Take this waltz: el Pequeño vals vienés de Lorca
incluido en Poeta en Nueva York se transforma en una canción surrealista: En
Viena hay diez mujeres bonitas / un hombro donde la muerte solloza / Hay un
salón con novecientas ventanas / un árbol al que van a morir las palomas / hay
un fragmento arrancado de la mañana / que cuelga en el museo de la escarcha /
Toma este vals / te quiero te quiero te quiero.
¿Cómo
no recordar aquel programa de la Segunda
Cadena , a comienzos de los 90, con Leonard y Granada al
fondo?
Dará
gusto ver que cumple 80 y sigue de acá para allá con sus giras por medio mundo.
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