“Europa tiene que cambiar el rumbo de su política para hacer
frente a la crisis porque en todo momento ha estado equivocada”. Eso dijo el
pasado viernes (15-6-2012) el eurodiputado canario Juan Fernando López Aguilar,
ante una escasa audiencia en el Club La Provincia.
Ese día había fútbol:
los lances para ver quién se declara campeón de la Eurocopa. Parece
que esto funciona mejor que la propia Comunidad Europea, ya que sustrae mucho
público a cualquier acto que se celebre en ciudades, villas, pueblos y
villorrios de este país. Ese efecto Eurocopa se dejó sentir en la conferencia
del político canario emigrado al Parlamento europeo por no se sabe que
tejemanejes, ya que su puesto tendría que estar
en Canarias, que para eso obtuvo un resultado holgado, nunca logrado con
anterioridad por el PSOE en estas tierras insulares, que le pudo haber llevado
a la presidencia de la autonomía canaria, si hubiese habido un pre-acuerdo con la CC de Paulino Rivero, o el PP,
y hubiese suavizado sus disparos dialécticos que ponían a caer de un burro a
sus contrincantes en las lides políticas. Fue un error que tal vez gente de su
partido no le perdonó nunca. Para muchos, la huida de López Aguilar a Europa
fue como un destierro. Paro otros, un alivio. Ahí empezó el declive del Partido
Socialista en Canarias (y el derrumbe en el ámbito nacional ante la ingenuidad
de un angelito llamado Zapatero) . Su descomposición, su desunión y el origen de sus reinos de Taifas que le han
hecho perder bastante credibilidad en esta área atlántica.
Por eso casi no debe extrañar la patética soledad en la que
se vio el eurodiputado grancanario en su disertación del día 15, ya que no estuvo arropado por ningún
relevante cargo de su propio partido. Solito estaba López Aguilar en esta
travesía del desierto y a veces se reflejaba su sufrimiento en su rostro
cansino y desilusionado. Compartió su disgusto y su angustia con un puñado de
fervientes y sinceros socialistas, que platicaron después con él, cuando hubo expuesto sus
puntos de vista sobre la señora Merkel, a la considera anti-europeísta,
“provinciana y conservadora”, que llama gandules, derrochones, frívolos y demás
calificativos propios de la ocasión, a los europeos del Sur,. En cambio López
Aguilar defendió la ideología
socialdemócrata, preocupada siempre por el bienestar, el progreso y los
derechos de los ciudadanos de cualquier país que se precie. Los partidos
conservadores que tienen mayoría hoy en el Parlamento son-según él-parte del
problema, y especialmente todos esos que se libran de pagar impuestos, bien
porque defraudan a hacienda, envian sus ganancias a paraísos fiscales y
blanquean su dinero, o porque tienen grandes propiedades, pero no a su nombre,
sino en el de sociedades, que a su vez parasitan las ayudas (europeas, del RIC,
o de donde puedan rebañar). O esos bancos fulleros que se arruinan pero
enriquecen a sus dirigentes cada vez más, y que el gobierno avala, como si no
fuésemos todos los ciudadanos de a pie
quienes mantengamos a los gobiernos. Una
Europa que se empeña en seguir desarrollando unas políticas neo-liberales para
solucionar esta grave crisis y que
solamente se doblega ante los mercados y los financieros del mundo, y
que ni siquiera tiene un potente banco (BCE) con el que contraatacar, como la famosa Reserva Federal de los Estados Unidos.
Estéticamente hablando, la verdad, estuvo feo, muy feo, que
los políticos socialistas de estas islas dejaran a López Aguilar solito en la palestra, que no lo arroparan ni contribuyeran a aumentar la audiencia. Pero este hombre que se ha hecho a sí mismo(y
a veces se ha “deshecho”, por sus improntas) tiene esperanza, y yo diría fe, en
que el rumbo de Europa cambie y no se desaparezca, ni pierda su moneda única, y
le haga frente a quienes consideran que el euro es un enemigo del dólar y de
quienes lo tienen como patrón para sus negocios y enriquecimientos.
Recortes y más recortes, solo generan desempleo y más
desempleo. Más deuda que pagar, con el dinero de los que cotizan, claro. Eso no
es coger el toro por los cuernos sino cogerlo por el rabo y dejarse arrastrar.
A López Aguilar, ante la mediocridad existente en el mundo político, en
general, le sucede como a aquella
luciérnaga de la fábula de Hartzenbusch, a la que un sapo envidioso le lanzó
una ráfaga de veneno porque no quería que brillara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario