Los
fracasos emocionales no perdonan. Los humanos nunca acaban de hacerse, son
seres perecederos, carenciales. Seres inmaduros, marcados por desgraciados
accidentes, por rupturas. Las parejas nunca encajan de verdad, los jóvenes
difícilmente llegan a sentirse adultos con plenitud. La novela avanza como un
conjunto de relatos en los cuales los distintos personajes que se instalan en
una casa abandonada van mostrando sus dudas y sus fracasos. El telón de fondo
es el de las recientes convulsiones de la economía, con las hipotecas-basura,
las argucias financieras y todos los demás desastres se han expandido desde
EEUU al resto del mundo. Ese fatalista telón de fondo, que viene del Vietnam
pero también de Irak y Afganistán, muestra el declive del imperio. El béisbol
viene a ser un paliativo de las masas, similar al fútbol en nuestra empobrecida
y convulsa España, por eso Auster se explaya en recordar las hazañas de
deportistas y de equipos que marcaron la historia norteamericana.
Las
heridas están muy a flor de piel. Los personajes más adultos y triunfadores
también acumulan sufrimientos y derrotas. El joven Miles Heller vive abrumado
por el recuerdo de un desafortunado accidente en el que causó la muerte de su
hermanastro. “Las heridas son una parte fundamental de la vida, y a menos que
uno esté herido de alguna forma, jamás se hará hombre”, leemos. Y el padre,
Morris Heller, siente también su fracaso: los divorcios, la muerte del
hijastro, la ausencia durante muchos años de su hijo Miles le muestra también
un rosario de infelicidades.
En
esta tesitura, el amor de Miles por la menor de edad Pilar, una hispana en el
corazón yanqui, llega en las peores circunstancias y no encuentra un terreno
abonado para expandirse.
En
síntesis: el grandísimo autor de El libro
de las ilusiones, La noche del oráculo, Un hombre en la oscuridad, Trilogía de
Nueva York, El palacio de la luna o la optimista y vital Brooklyn Follies está melancólico. Quizá
pesa sobre él su origen literario, la devoción mostrada por Kafka y Beckett. Claro
que también se ha manifestado devoto de Cervantes, bien le iría recuperar la
trascendencia, la ironía y el humorismo que destila su admirado Quijote.
Una historia muy actual que por momentos es como casi todo lo de Auster psicológica.
ResponderEliminarBuen trabajo Luis.
blog-rosariovalcarcel.blogspot.com