miércoles, 19 de septiembre de 2012

Merkel, Laudamus te

El otoño de un año extremadamente seco e incendiario va a ser de aúpa. En España la fuga de capitales en los últimos doce meses supera los 315 mil millones de euros, se disparan los precios, casi un millón se quedan sin tarjeta sanitaria. ¿Quién arregla esto, para cuándo la reactivación, para cuándo la creación de empleo? Entretanto, Alemania juega al gato y al ratón: un día anuncia que nos ayudará, al día siguiente se desdice, seguro que con ese vaivén ganan algunos listorros. A fin de cuentas los alemanes también contribuyeron a nuestra burbuja inmobiliaria, y a la corrupción de la banca. Los líderes no son eternos pero esta mujer ceñuda e incombustible no se baja del pedestal, esta mujer de mente inflexible no cae. La crisis se ha llevado por delante a los mandatarios de siete países y el IV Reich es puramente económico.
Como decía la vieja liturgia que nos enseñaron: Laudamus te, te adoramos, te bendecimos, te glorificamos. ¿Pero en verdad esta dama nos llevará a la gloria eterna? El tiempo de llanto y crujir de dientes que nos aguarda nos asimilará cada vez más a los pobres griegos, van a peligrar las pensiones. Pero esa fórmula de palo y tentetieso, la tentación de recortar y recortar, no hará que la economía crezca sino que siga hundiéndose (viene la estanflación, estancamiento más inflación, avisa Cristina del Río). Se nos incrementan los sustos con la prima de riesgo, las caídas de las bolsas, las puñeterías de las agencias de calificación y las argucias de los especuladores que dirigen el cotarro. A la grandísima señora se le reprocha su visión insuficiente, su indecisión y su sentido temeroso, pero ella, que nació en un país comunista y es hija de pastor, tiene una fe religiosa y severa en sus ideas. Dice que ayudará a los que andan mal pero advierte que ningún país de la UE se hará responsable de los errores de otro, no habrá perdón para quienes no cumplen. Pero al fin y al cabo hasta ella podría perder las próximas elecciones. La caída del euro no le saldría gratis, tendría muchos interrogantes sobre la mesa. A fin de cuentas, se ha visto que apretar en el cogote a los débiles griegos y a nosotros mismos no ha servido sino para reafirmar la melancolía en la que vivimos. Menos mal que ya empezó la Liga de Fútbol para aliviar tanta pena. 

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