Los
letraheridos son una clase especial de gente. Son poetas, son narradores, son
gente que lleva una libretita emocional consigo, porque caminando por cualquier
calle les puede surgir el chispazo, la idea, la metáfora, la famosa inspiración
que te hará mucho bien si te coge en plena faena, delante del ordenador,
delante de la máquina de escribir antigua o delante del bolígrafo con el papel
a punto. En Canarias hay bastante gente creativa: en las letras, en las artes,
en la música, en el teatro, incluso en el cine, gente de todas las edades y
tendencias. Aquí hablaremos de un grancanario, Noel Olivares (1954), y de una
tinerfeña, Cecilia Domínguez (1948), dos poetas que también indagan en la
narrativa y que están de actualidad por dos libros recientes. Noel es un hombre
tierno, un personaje literario de sí mismo, que cada día vive y sufre
escribiendo, en compañía de su mujer, la brasileño-gallega Teka Barreiro,
también poeta que anima con su exótico acento los círculos literarios locales. Porque
en cada poeta hay un narrador en potencia, y viceversa, él hace prosa a veces.
Coautor con Leopoldo María Panero de Me
amarás cuando esté muerto y ¿Quién
soy yo (Apuntes para una poesía sin autor), figura en diversas antologías.
Historias monumentales, Idea, es un libro de microrrelatos presentado en la Casa Museo Pérez Galdós, con reminiscencias de Edgar Allan Poe y que nos habla de la violencia y la crueldad, en ocasiones del amor y el lirismo; los escapes poéticos tratan de apaciguar el tono generalmente pesimista de las pequeñas historias. Amor y muerte, literatura dentro de la literatura, la comedia humana con el rigor del cuento de formato brevísimo, ese chispazo de ingenio y de contradicción. Sueños, premoniciones, suicidios, amores imposibles, aleteos de mariposa. Lo extravagante de la condición humana, desde Kafka a nuestros días. Y el reino del cuento, desde Borges a Cortázar, la capacidad de síntesis.
Historias monumentales, Idea, es un libro de microrrelatos presentado en la Casa Museo Pérez Galdós, con reminiscencias de Edgar Allan Poe y que nos habla de la violencia y la crueldad, en ocasiones del amor y el lirismo; los escapes poéticos tratan de apaciguar el tono generalmente pesimista de las pequeñas historias. Amor y muerte, literatura dentro de la literatura, la comedia humana con el rigor del cuento de formato brevísimo, ese chispazo de ingenio y de contradicción. Sueños, premoniciones, suicidios, amores imposibles, aleteos de mariposa. Lo extravagante de la condición humana, desde Kafka a nuestros días. Y el reino del cuento, desde Borges a Cortázar, la capacidad de síntesis.
El
microrrelato exige precisión y un final ingenioso y sorprendente, un vuelco que
introduzca un elemento insólito o una sonrisa. Si partimos de Agusto Monterroso
–Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí– ya contemplamos la fuerza
metafórica de estas siete palabras pausadas por una coma. En el célebre local
Cuasquías unos cuantos nos reuníamos con Dolores Campos–Herrero, y luego como
homenaje a ella tras su fallecimiento, para leer historias brevísimas. De
aquellos años, 2007 y alrededores, surgen estas propuestas que ahora Noel
recoge en libro.
Cecilia Domínguez
Luis (1948) es poeta consolidada, pero también hace incursiones en la
narrativa. Su libro más reciente es El
sepulcro vacío, publicado por NACE, que será presentado el viernes 19 en el
Museo Domingo Rivero. Licenciada en Filología Hispánica, ha escrito poemas,
novelas, cuentos para niños y adolescentes. Fue presidenta del Ateneo de La
Laguna y ha participado en congresos nacionales e internacionales de lengua y
literatura, así como en encuentros de poesía. Reciente Premio Canarias de
Literatura esta orotavense ha superado una grave enfermedad y lee con entusiasmo
sus poemas en centros de enseñanza, una actividad muy gratificante para ella.
Su novela de 358 páginas es, ante todo, ficción pero también es un texto que
arranca de sucesos reales y que se propone desvelar ciertos aspectos que han
entrado en la leyenda. Un célebre personaje de La Orotava, el marqués de la
Quinta Roja, padeció el hostigamiento de un párroco por pertenecer a la
masonería. Para él construyeron un hermoso jardín con una fuente misteriosa,
una nutrida arboleda y un lujoso mausoleo que permaneció vacío, puesto que
usando ciertas influencias su cuerpo al fin reposó en el cementerio de la Villa.
La abuela de la autora ponía mucha vehemencia al contarle a Cecilia la curiosa
historia, no en vano su padre, el bisabuelo de la escritora, perteneció también
a la masonería, en aquel siglo XIX en el que las logias pretendieron ejercer su
labor filantrópica e iluminadora sobre la atrasada sociedad insular.
Cecilia
ha escrito una novela de la memoria, sutil y elegante. Con un lenguaje
introspectivo y una prosa cuidada, con uso del diálogo interior, nos cuenta las
implicaciones familiares en relación con la tumba en la que iban a ser
depositados los restos de Diego Ponte del Castillo, el Marqués, y que su madre,
Sebastiana del Castillo y Manrique de Lara, mandó construir cuando la Iglesia
prohibió que se enterrara el cuerpo de su hijo en el cementerio católico. El
texto tiene un ritmo paciente y sosegado, hay un detallismo bien conseguido y
en él se narra la investigación de Pablo y sus conversaciones con el jardinero
que cuidaba el parque y la misteriosa fuente, desgraciadamente desaparecido
todo ello por la acción de un alcalde “arboricida”. Lo importante es la
búsqueda que pone en marcha ese personaje ficticio para saber quién fue su
padre y lo que sucedió en la vida real para que se generase tal crispación
eclesiástica, con la quema de libros y la excomunión.
El
misterio, las relaciones familiares y el cuidado por las referencias sociales son
los ejes centrales del libro. Además de ser novela de la memoria a lo Proust,
con la melancolía de un tiempo definitivamente ido, la obra adquiere un aire a
lo Hitchcock porque trata de desenhebrar la tupida maneja y a tal fin la autora
ha emprendido una notable labor de documentación que cuenta como eje central
los aportes del historiador palmero Manuel de Paz Sánchez. Pues la masonería
tuvo importantes implicaciones en la prensa y en la sociedad de la época en las
principales ciudades canarias, Santa Cruz de Tenerife con su espectacular
templo, Las Palmas de Gran Canaria, así como en La Orotava, Santa Cruz de La
Palma y Arrecife de Lanzarote. Es este un capítulo poco conocido de la historia
de las islas, y la novela de Cecilia –además de estar bien escrita, con ese
ritmo lento y descriptivo– tiene el mérito de ser pionera. La represión que la
Iglesia ejerció sobre los practicantes incluía documentos vaticanos; aquella
intolerancia no acaba de desvanecerse a pesar de que la evolución social hace
que los masones actualmente ni despierten las suspicacias del pasado ni sean
esas criaturas diabólicas que el franquismo nos describió como autores de
permanentes conspiraciones “judeomasónicas”. A fin de cuentas, masones han sido
grandes personajes de la humanidad. Dos libros, dos autores interesantes.
Dos personas, Noel Olivares y Cecilia Dominguez que cumplen con la regla de que ser escritor es un modo de ser y estar en el mundo, de vivir la existencia... Felicidades a ambos. Un saludo cariñoso.
ResponderEliminarblog-rosariovalcarcel.blogspot.com
Efectivamente, ambos son gente humilde y luchadora
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