“Mandarinas” (Multicines Monopol en Las Palmas de Gran Canaria)
es una película de guerra, candidata que fue al Oscar a la mejor película en
lengua no inglesa. Con sus 83 minutos de metraje, es una pequeña obra maestra
sobre la fraternidad humana frente a la violencia humana. Hecha entre
productores de Estonia y de Georgia, para hablar de esas guerras balcánicas que
han destrozado Europa en los últimos años. Un ejemplo de cómo plasmar en la
gran pantalla la virulencia de una guerra con poquísimos pero muy potentes
referentes de la contienda. Un film que lleva la lucha armada al terreno de la
metáfora, al relato íntimo, a espacios más simbólicos y a contextos más amplios
y atemporales. Sus diálogos son sabios y serenos. Su drama aflora poco a poco,
sin caer en estrategias lacrimógenas. Habla por encima de todo de la condición
humana. Y además, nunca olvida su realidad histórica, de forma que, aun
pudiendo sentir en cada instante la tensión de una guerra vecina, las
irrupciones de ésta sacuden al espectador con la virulencia de un misil que
estalla a pocos centímetros de nuestro rostro, como un recordatorio de la
crudeza de los acontecimientos que tienen lugar más allá de los cultivadores de
mandarinas, que son capaces de dejar de lado su pequeño negocio para acoger a
víctimas de los dos bandos que se enfrentan hasta la muerte.
La Europa oriental ha llenado las pantallas de cine con los conflictos de guerras, sobre todo la II Guerra Mundial. Entre los directores que me vienen a la mente, por las tantas veces que hemos visto sus obras, están dos grandes artistas: el húngaro Miklós Jancsó y el polaco Andrzej Wajda. De la antigua Yugoslavia también he visto buen cino bélico, por eso no me extraña que ésta, Mandarinas, pueda ser una joya.
ResponderEliminarUn film noble, conmovedor, valioso... deviene en un sosegado film de denuncia, accesible, en alegato ético, contra la guerra ... un ejercicio de cordura, proyectado en la pantalla...digno.
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