Hoy es día de reflexionar; hoy mi mente ha amanecido despejada después de años de tormentos, de repente se han disipado las nubes y el gris ha dado paso a cristalinos colores. Todo porque decides cambiar el precio de uno de tus libros. Ya sé, esto último no casa con lo poético del oficio; pero a veces la acción más pueril es pulsar un interruptor para que se haga la luz.
Pero vayamos a los hechos incontestables y a los datos, siempre mucho más reveladores que las aportaciones subjetivas con las que escribimos nuestras benditas historias cuatro locos.
―De 1967 a 2002: escribiendo mi diario, mis historias, cuentos y poesías; feliz. Lo hacía siempre que podía, mis libretas eran mi refugio, la manera más grata de ordenar mis ideas y escapar de esta locura que llamamos vivir, a veces la única.
―2004: por primera vez decido escribir con la intención de publicar y comienzo con una novela para niños sin demasiadas pretensiones, incluso la ilustro con mis propios dibujos.
―2005: harta de escribir a editoriales, decido coeditarla con una editorial que publica a granel por poco dinero: 300 euros 200 ejemplares. El talento de Nano sale a la luz. Por entonces no conocía la promoción en redes y demás, así que me limité a hacer una presentación en mi ayuntamiento, en la cual el concejal se dedicó a regalar mis libros como los banqueros los caramelos en sus despachos. Total, que no vendí ni uno. Con todo, llegó a una segunda edición y me consta que también se agotó, entre otras cosas porque el editor me pagaba las regalías con mis propios libros, que yo terminaba vendiendo o regalando.
―2006: me doy cuenta de que la literatura no es para mí solo una afición, es mi vocación, de manera que me lo tomo como un trabajo y me pongo a escribir mi primera supernovela: La última vuelta del scaife, una obra histórica que me llevó dos años de trabajo, uno solo para la documentación, y de la que estoy especialmente orgullosa.
―2008: empieza el calvario de buscar editoriales y nada, los manuscritos y cartas se perdían como por arte de magia. Por entonces ya me manejaba decentemente por internet y navegando encontré una editorial que había publicado a Mario Benedetti, Ana María Matute, Francisco Umbral y Fernando Savater, entre otros muchos, y que hacía mucho ruido en los medios de comunicación. ¡Sorpresa!, aceptan mi manuscrito, quieren publicarlo. ¿Dónde está el truco? ¡Todo lo pagas tú, y más! Mi familia hace un gran esfuerzo económico pensando en que puede ser una inversión, me voy para Madrid y firmo. ¡Ole! Justo a la vuelta me encuentro un correo de la editorial «Roca» diciéndome que quiere mi historia, esta vez, claro está, con anticipo y sin gastos para mí y tal. El destino es muy caprichoso.
―2009: dedicado a recorrer España cargada de libros para poder vender los puñeteros quinientos ejemplares. Todos los gastos de viajes corrían a mi cuenta, claro está. La última vuelta del scaife se convirtió en una ruina para mí y un auténtico negocio para la editorial. Hablamos de una novela que no tiene nada que envidiar a muchas de las que compráis con verdadera ansiedad.
―2010: aprendida la lección, decido dejar de dar bandazos por el país y ponerme a escribir. De ahora en adelante, a disfrutar escribiendo y punto. Sigo aprendiendo y dándolo todo en mi oficio. Termino Maldita y, dado que obtener beneficios de mi trabajo me parecía un imposible, decido publicarla por capítulos en mi blog, gratis, y obviar el tema de mandar cartas a editoriales. Durante cinco meses, noche tras noche, mi blog se llena de visitantes deseosos de la siguiente entrega. Maldita es un éxito sin precedentes en la blogosfera.
―2011: Escribo Pretérito imperfecto y consigo agente literario. Ea, pues ya está, ya tengo quien luche por mis obras. Error, es mi propio agente quien rechaza mis manuscritos, alegando argumentos que harían llorar al mismísimo Putin. Oye, pero mi agencia literaria está muy contenta de tenerme entre sus autores.
―2012: desesperada, subo a Amazon Maldita, que se convierte en un éxito de ventas en tres meses. Más tarde publico Pretérito imperfecto en esta misma plataforma y más de lo mismo; llegué a tener estas dos obras durante más de un año en el Top 100, sola, con la única ayuda de los lectores. Como he dicho en otras ocasiones, por primera vez consigo que mis libros, lejos de producirme gastos, me aporten un pequeño sueldo mensual. Mientras tanto, me escribe «Planeta de Libros» solicitando una de mis obras. Como tengo agente y va con frecuencia a Madrid, le pido que me represente y luche por un contrato más favorable al que me habían ofrecido. El resultado es el mismo que yo ya tenía en mi poder, pero ahora la agencia se llevará su tanto por ciento, por una obra que ella misma había rechazado. Firmo con «Click» de «Planeta de Libros» cediendo por siete años todos los derechos, digital y papel, de El fotógrafo de paisajes. Por supuesto, solo sale en digital, la versión en papel es una quimera.
―2013: me escribe «Ediciones B» con la intención de sacar Maldita en papel. No me lo podía creer… Estoy tan contenta y tengo tantas ganas de ceder la tarea de promoción y dedicarme a escribir que, ilusa de mí, firmo un contrato por las cuatro obras que tengo en Amazon hasta el momento.
―2014: mis novelas en Amazon se han hundido, de estar en la cumbre han pasado al infierno, eso sí, con su gran sello editorial. Maldita sale en papel, comienza la tourné de presentaciones. Gastos, y más gastos, todos pagados de mi bolsillo. En septiembre autoedito mi última obra. Comienzo a escribir mi próxima historia: la primera parte de una trilogía.
―2015: La caja mágica y Pretérito imperfecto se publica en papel con «Libros Mablaz», una editorial modesta, pero que me deja la versión digital. Termino la primera parte de la trilogía.
No es que tenga un pasado editorial muy extenso, pero sí lo suficiente como para valorar en qué momentos me he sentido más libre, más recompensada y he tenido más tiempo para escribir. Es muy claro, cuando estaba autoeditaba. En breve la primera parte de la trilogía Cartas desde Washington estará lista para salir a la luz. De nuevo he sido tentada para firmar con un par de editoriales, pero, como decía al principio, hoy lo veo todo con más claridad que nunca: una de ellas es un gran sello, pero solo quiere el digital, o sea, quedarse con la obra por una inversión cero y secuestrar el papel; y la otra quiere las dos versiones, pero tendría que esperar más de un año para su publicación. No, no me parece justo que después de tantas horas trabajando, por mucho que me apasione escribir, yo sea la única de las partes que tenga que darlo todo a cambio de unas migajas.
Me pregunto qué pasaría si todos los escritores dejáramos de firmar contratos. Eso es, se irían al paro muchos trabajadores, de imprentas, de transportes, libreros, maquetistas, ilustradores… Pero los lectores seguirían ahí, de manera que tal vez los autores empezaríamos a ganarnos la vida con nuestro oficio. ¿Y al contrario?, ¿qué pasaría si las editoriales se pusieran en huelga? Pues que seguiríamos publicando. Son ellas las que nos necesitan a nosotros, no nosotros a ellas. En mi caso y en el de muchos escritores, tener editorial no ha compensado. Tal vez me lo merezca. Por otro lado, hace dos días decidí subir el precio de Hijos de Atenea en Amazon, de 1€ a 2.85€. Comprobado, ha sido un suicidio escritoril, debo ser una autora de saldo cuyas obras no merecen el desorbitado precio de algo menos de tres euros. No me gusta la falsa humildad y menos la soberbia, y creo ser capaz de ser mi más severo juez: me falta mucho por aprender, no viviré para abordar tanta sapiencia, pero no es menos cierto que mis obras están a la altura de muchas que han llegado a millones de lectores con precios prohibitivos.
Hay compañeros que esto lo verán como una más de mis quejas, según parece, contar mis experiencias tal y como son no es de buen gusto.
De manera que no le voy a dar más vueltas al asunto, si no aparece nadie que respete mi trabajo y arriesgue por él al menos un mínimo de lo que arriesgo yo, la primera parte de la trilogía Cartas desde Washington la autopublicaré en digital, aunque sé que en estos momentos la autoedición es un maremágnum en el que es difícil despuntar y que seguiré viviendo para la literatura y no de la literatura. Quiero dar pasos seguros, perdiendo el mínimo de dinero, que ya está bien. Que llegue o no a la meta imaginada, ya no me importa tanto. Y, sobre todo, quiero seguir disfrutando y aprendiendo del arte de novelar.
Eso es, escribir historias como cuando era niña y experimentar una y otra vez la felicidad de hacer realidad mis sueños sobre el papel. Creo que lo demás no
es cosa mía.
Mal lo tenemos los escritores, por ser muchos, porque las editoriales crecen como setas en otoño, porque nos falta promoción, y porque es muy difícil ponerse de acuerdo para formar una especie de asociación y pasar olímpicamente de tanto explotador. ¡ Y ya no digamos si escribimos poesía !.
ResponderEliminarComo en todo, lo que funciona es el padrinismo y favoritismo.
Me ha gustado tu exposición y no me parece -en absoluto- que exageres en tus quejas.
ANGALU
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