Tiempo de penitencia para los líderes
de los partidos políticos, tiempo de examen de conciencia antes de armar
posibles pactos que ojalá sean duraderos. Pues no se olvide que casi tenemos el
record nacional en cuanto a mociones de censura y otras trapisondas en medio de
la legislatura. Hay que aunar voluntades y lograr que la gente sea fiel a lo
que se programa, en definitiva hay que ser coherentes. De momento, estas
elecciones han tenido un efecto saludable: remover las aguas estancadas en el
fondo del pozo. Frente a la actitud autista e imperturbable de algunos
incapaces de moverse, aparecen otros –ojo al protagonismo de las mujeres– con
ilusiones renovadas y ganas de tirarse al agua. No es casualidad que las dos
alcaldables de Madrid y Barcelona hayan puesto en marcha acciones contra los
desahucios que la banca sigue ejecutando día tras día, sin piedad. No es
casualidad que en la ciudad de Las Palmas el voto contestatario se haya
impuesto como lo ha hecho, no es casualidad lo que ha ocurrido en la mayoría de
lugares. Y es que la gente de la calle no suele perdonar las exhibiciones de
indiferencia y distanciamiento de algunos líderes, de ahí que se produzcan
vuelcos importantes. El bipartidismo va a ser modificado con la aparición de
nuevas corrientes que se fijan más en la sociedad real, en Europa es normal que
haya frecuentes coaliciones de partidos y aquí nadie debería asombrarse por
ello.
A la hora de hablar del Papa
Francisco hay que tener en cuenta que también estamos en presencia de un líder
con influencia en buena parte del mundo, un líder de opinión y un líder
mediático. El Papa está manteniendo una política de gestos que resulta novedosa
y atractiva para muchos. Así el hecho de que no viva en las suntuosas
dependencias vaticanas sino en una residencia. Así también la beatificación
–suspendida por los anteriores pontífices– del salvadoreño monseñor Romero es
una señal de avance. La elección de este pontífice, que elogia la humildad y la
austeridad en las formas, en cierto modo va paralela a la de su antecesor Juan
XXIII, el gran reformador cuya labor en el concilio Vaticano II fue frenada por
quienes le sucedieron. Desde fuera, da la impresión de que Francisco está
controlado por una curia envejecida y ultraconservadora, que dificultará sus
propósitos de puesta al día en temas tan importantes como el celibato opcional,
el sacerdocio de la mujer o el control de los dineros de la Iglesia. Por otro
lado, qué duda cabe que la figura del Papa es un referente universal en
cuestiones tan palpitantes como los miles de muertos de la inmigración, las
guerras, la corrupción o las flagrantes injusticias sociales. Este Papa no se
calla, al contrario de Pío XII, cuyo silencio frente al nazismo fue más que
elocuente.
En realidad, pudiera pensarse que la
elección del Papa ha respondido a la inquietud que la Iglesia Católica tiene
sobre América Latina, donde el avance de las iglesias protestantes auspiciadas
por Estados Unidos y el auge de las izquierdas está amenazando a las
estructuras de poder, con las cuales la Iglesia se ha identificado. Tal vez el
nombramiento de Bergoglio es la manera de potenciar con mayor discreción el
freno a la Teología de la Liberación, que tanto éxito tuvo en América Latina en
las décadas precedentes como consecuencia de las enormes desigualdades sociales
del continente.
Parece obvio que existe un conflicto
entre los valores del catolicismo como religión y los valores que sustentan los
aparatos ideológicos de la Iglesia, que reproducen y controlan las
desigualdades sociales para su propio beneficio. Pudiera pensarse que la elección
de Bergoglio como Papa sea un intento de frenar la identificación de las clases
populares de creencia católica con las formas alternativas que están surgiendo
no solo en América Latina sino también en el mundo y que interpretan el apoyo a
los pobres como la lucha para terminar con la desigualdad. Los pobres no son
sujetos pasivos, sujetos de compasión y caridad, sino que debería ayudárseles a
ser activos en su propia liberación en contra de las instituciones
reaccionarias, entre las cuales la jerarquía de la Iglesia católica ha tenido
un lugar prominente, tanto en Argentina como en España.
La gente de mi generación recordará el
nacionalcatolicismo de los tiempos franquistas, cuando se ponía el énfasis en
el sexto mandamiento, que te mandaba directamente al infierno incluso cuando se
hubiera manifestado un simple pensamiento. El terreno de la sexualidad ha
evolucionado mucho en las sociedades occidentales, hasta el punto de que se ha
introducido el matrimonio entre personas del mismo sexo en un número creciente
de países y hoy existe una notable tolerancia hacia muchos aspectos de la
sexualidad porque la moral es cambiante, de acuerdo con la evolución humana.
Pese a la condena vaticana pocos católicos
rechazan el uso del preservativo y otros métodos anticonceptivos. Otro asunto
que ha cambiado es el de las relaciones íntimas antes del matrimonio. ¿Sigue siendo
pecado la masonería? ¿Es verdad que la guerra civil española fue una “cruzada”
que ha conseguido beatificar y santificar a las víctimas del bando republicano
ignorando a las del otro lado? Otras preguntas incómodas se multiplican. Por
ejemplo ¿es lícito negar la comunión a quienes se divorcian? También podríamos
preguntarnos si son pecado mortal los pensamientos eróticos, o qué pensar ante el
aborto.
Al papa Bergoglio no le suelen perdonar
todavía su presunto silencio cuando la dictadura argentina de Videla, en la
cual desaparecieron sacerdotes comprometidos con las capas más humildes de la
sociedad, entre ellos varios jesuitas. El propio Videla, que dirigió la Junta
Militar, declaró alguna vez que la Iglesia había apoyado y colaborado en su
gobierno, durante el cual se practicó el robo de bebés, la tortura y la
represión en todos sus niveles.
¿Qué hará el Papa con los cientos de
sacerdotes casados que hay en España? Se ha llegado a pensar que, dada la falta
de vocaciones, ellos serían autorizados a oficiar la misa manteniendo su
situación de casados, acaso una señal de que en el futuro la Iglesia podría
aceptar que el celibato fuera opcional. Como se ve, hay muchos temas a los que
–tarde o temprano– el Vaticano tendrá que ir encontrando respuestas.
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