Que España es diferente es algo que ya se sabía. Que es un país
con una historia muy particular también. “Que inventen ellos”, clamaba Miguel
de Unamuno en tiempos de crisis parecidos a los que estamos viviendo. No somos
unos genios en muchas cosas, ni tenemos una productividad comparable a la de
otros países vecinos. Nuestra historia ha estado protagonizada por guerras
civiles, intolerancias e incapacidades para lograr objetivos que otros
consiguieron antes y con mayor brillantez. A fin de cuentas, todo el oro que
venía de América, y que debió ser considerable, seguía camino desde Sevilla y
otros puertos para fortalecer a los prestamistas y banqueros de Europa, algunos
de ellos debían ser de estirpe judía y los habíamos expulsado y estigmatizado
por no practicar la verdadera religión, que era la nuestra, obviamente.
Pues bien: si The Artist,
la gran película francesa muda logró hace poco un triunfo resonante en medio
mundo, ahora -para no ser menos- lanzamos a los cuatro vientos Blancanieves,
una producción que intenta transportar el famoso cuento a los años 20 y a
España. Pues sí, esta ha sido la película elegida por la Academia española de
cinematografía para que nos represente en la ceremonia de los Oscars del año
que viene, en la que tendrá la férrea oposición de docenas de películas puesto
que este año próximo se van a multiplicar la candidaturas.
En blanco y negro y muda, la Blancanieves
española es una película patética, un film chabacano dirigido por un tal Pablo
Berger, cuyo mayor mérito consiste al parecer en haber rodado Torremolinos 73,
algo así como un quiero y no quiero, un destape sin destape cuando todavía
vivía el Caudillo. Según cuenta el director, nos encontramos ante un film
singular que mezcla el relato gótico, el drama y la opereta, la malvada bruja,
la manzana envenenada. Maribel Verdú está lamentable… como el resto del
reparto. ¿Cómo no se les ocurrió mandar allá El artista y la modelo,
de Fernando Trueba, que es un producto más delicado y sutil? Nada, manda la
horterada, la epidemia de cerebros planos se acentúa. Y, encima, con el
zarandeado mundo de los toros por medio.
Pues si es así, ya no la veo. Me fío de tu criterio. Un bodrio menos que digerir.Y de postre, toros. Torito bravo. No, gracias.
ResponderEliminarSí, amigo: los toros y una chabacanería muy hispana. En fin: se podría haber hecho de otra manera
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