miércoles, 3 de octubre de 2012

La noche de los muertos


Con las primeras lluvias consistentes ya fluyen los barrancos. Noviembre es un mes para celebrar la matazón y San Martín, las castañas asadas, el vino nuevo. Por eso no fue raro que visitáramos la bodega del abuelo. Era un pajero alzado al modo de los antiguos: paredes de piedra seca, vigas de tea para sostener las tejas rojas, el lagar ancestral con su poceta para pisar la uva. Ya estaban sustituyendo los viejos barriles por cubas de metal inoxidable.
              Al primo Asindino se le ocurrió llevar un par de quinqués de petróleo, por si a alguno de los miembros del grupo se les ocurría quedarse a ver la salida de la luna. En aquellos días se presentaba la luna llena con su brillo inaugural. Nos animábamos a ver la luz o a ver las estrellas nos aprovisionábamos de mantas para echarnos al suelo y desde allí contemplar la inmensidad del universo.
                Claro que se animaron. Primero habíamos comido en buena cantidad, llegó la sesión de chistes y hasta las mujeres soslayaron el pudor de siglos para atreverse con la fiesta. Contábamos sin dejar de comer y de beber. Después de la puesta de sol fue cuando iniciamos el camino monte arriba, subíamos entre los pinos y las viñas. La subida sirvió para aliviarnos el mareo de la incipiente borrachera, el aire fresco y el agua de los charcones tras la reciente lluvia obraban el prodigio.
Las mujeres, tan voluntariosas, subieron bolsas con sartenes para hacer tortillas. Por si nos entraba hambre en la madrugada.
Comíamos y brindábamos para espantar el frío. Alcanzamos duraznos y manzanas, los buenos frutales injertados por los antepasados. Precisamente el abuelo Principio y el tío Eliacim decían que lo más importante de la vida es plantar buenos árboles, pues ellos seguirán ahí después que nosotros nos hayamos ido. Y en cierto modo al tomar un fruto de aquellos árboles viejos pero bien injertados para que siguieran viviendo mucho tiempo era como si recibiéramos un don de nuestros muertos, era como si nos comunicáramos con ellos. Y cuando volvimos a ingerir el vino nuevo no pudimos dejar de homenajear a quienes habían plantado aquellas viñas, tanto tiempo atrás.

2 comentarios:

  1. Noviembre es el mes del vino, de la matazón, de la luz que se sumerge de nuevo en la oscuridad, del recuerdo de los que se han ido.
    De la fatalidad del destino, de la muerte.

    Un saludo cariñoso.

    BLOG-ROSARIOVALCARCEL.BLOGSPOT.COM

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  2. Noviembre es un mes de tinieblas que anticipa el mes del consumo y de la luz: Navidad, aunque este año con eso de que quitan la paga extra no sé yo si habrá mucho consumo... Gracias por el comentario

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