Con las
primeras lluvias consistentes ya fluyen los barrancos. Noviembre es un mes para
celebrar la matazón y San Martín, las castañas asadas, el vino nuevo. Por eso
no fue raro que visitáramos la bodega del abuelo. Era un pajero alzado al modo
de los antiguos: paredes de piedra seca, vigas de tea para sostener las tejas
rojas, el lagar ancestral con su poceta para pisar la uva. Ya estaban
sustituyendo los viejos barriles por cubas de metal inoxidable.
Al
primo Asindino se le ocurrió llevar un par de quinqués de petróleo, por si a
alguno de los miembros del grupo se les ocurría quedarse a ver la salida de la
luna. En aquellos días se presentaba la luna llena con su brillo inaugural. Nos
animábamos a ver la luz o a ver las estrellas nos aprovisionábamos de mantas
para echarnos al suelo y desde allí contemplar la inmensidad del universo.
Claro
que se animaron. Primero habíamos comido en buena cantidad, llegó la sesión de
chistes y hasta las mujeres soslayaron el pudor de siglos para atreverse con la
fiesta. Contábamos sin dejar de comer y de beber. Después de la puesta de sol
fue cuando iniciamos el camino monte arriba, subíamos entre los pinos y las
viñas. La subida sirvió para aliviarnos el mareo de la incipiente borrachera,
el aire fresco y el agua de los charcones tras la reciente lluvia obraban el
prodigio.
Las mujeres, tan
voluntariosas, subieron bolsas con sartenes para hacer tortillas. Por si nos
entraba hambre en la madrugada.
Comíamos y brindábamos
para espantar el frío. Alcanzamos duraznos y manzanas, los buenos frutales
injertados por los antepasados. Precisamente el abuelo Principio y el tío
Eliacim decían que lo más importante de la vida es plantar buenos árboles, pues
ellos seguirán ahí después que nosotros nos hayamos ido. Y en cierto modo al
tomar un fruto de aquellos árboles viejos pero bien injertados para que
siguieran viviendo mucho tiempo era como si recibiéramos un don de nuestros
muertos, era como si nos comunicáramos con ellos. Y cuando volvimos a ingerir
el vino nuevo no pudimos dejar de homenajear a quienes habían plantado aquellas
viñas, tanto tiempo atrás.
Noviembre es el mes del vino, de la matazón, de la luz que se sumerge de nuevo en la oscuridad, del recuerdo de los que se han ido.
ResponderEliminarDe la fatalidad del destino, de la muerte.
Un saludo cariñoso.
BLOG-ROSARIOVALCARCEL.BLOGSPOT.COM
Noviembre es un mes de tinieblas que anticipa el mes del consumo y de la luz: Navidad, aunque este año con eso de que quitan la paga extra no sé yo si habrá mucho consumo... Gracias por el comentario
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