En definitiva,
La Mancha es viva imagen del país y aguarda una redención complicada, allí se
asienta un conjunto de hidalgos venidos a menos y de Sanchos enriquecidos por
los servicios turísticos de la noche a la mañana, un pueblo de insolidarios en
el que cada cual se las ventila a su aire. Puede que el vasto territorio de
soledades por donde se pierde Don Quijote, constituya una parte del alma de
este pueblo de tendencias toscas que todavía casi ni se reconoce a sí mismo
salvo en las peleas de la tribu: ahora mismo nadie quiere ser español de la
misma manera que resulta difícil aceptar la bandera rojigualda por venir con la
carga de muertos de una guerra civil. Al otro lado, los anglosajones manejan al
dedillo las citas del gran Shakespeare, como si fuesen salmos de la Biblia, y
nosotros seguimos siendo amigos de la escasa lectura y por consiguiente de la
ignorancia.
El
gran Agustín Espinosa dijo que cada una de nuestras islas es “la isla de las
maldiciones”. Una imagen negativa de Canarias cuando padecíamos el doble o el
triple aislamiento, solo había pobreza y un velero clandestino para salir
huyendo a Venezuela. A buen seguro que en la apreciación de Agustín Espinosa ello
influyeron los graves acontecimientos que le tocaron vivir al mejor de los
escritores surrealistas de España: guerra civil, pérdida de derechos, muerte
prematura. Fue una época de imprescindibles convicciones: todo aquel que no se
enfundara la camisa azul de la Falange tenía medio pasaporte al otro mundo, es
decir: a ser arrojado a un pozo seco, a una Mar Fea, a una cuneta de una
carretera sin nombre tras recibir una bala en la sien. Ahora que nos visitan
millones y millones de turistas, cuando a pesar de la crisis el nivel de vida
se ha elevado tanto, aquí en la isla Don Quijote y Sancho son espejos de
nosotros mismos: grandezas y debilidades, corrupciones y sueños. Menos mal que,
más allá de las ambiciones y las trapisondas de nuestros políticos, San Borondón
es invisible e indivisible, mágica e ingobernable como una Ínsula Barataria
cualquiera.
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