lunes, 4 de septiembre de 2017

El miedo, la prisa y el nombre Aridane


Hace 120 años se publicó una novela que no pasó desapercibida. Fue escrita por Bram Stoker, un irlandés, fascinó al cine y desde entonces ha habido más de 200 adaptaciones del mito de Drácula, una historia que se mueve en el ancestral territorio de los miedos. Vlad el Empalador fue un personaje cruel y siniestro en la historia de Rumanía, célebre por su guerra contra los turcos y por practicar la tortura. Su leyenda negra le hizo acreedor a convertirse en vampiro; en rumano Drácula significa demonio. Criaturas perversas como Drácula y Frankenstein han dado mucho juego en la pantalla y en el imaginario colectivo, de ellos se derivan las historias de zombis, de vampiros que todavía hoy viven entre nosotros: tal vez entre ellos podríamos contar a ciertos banqueros indecentes, algunos políticos corruptos y aquellos que aspiran a ser dictadores. Y es que, a pesar del latiguillo del no tenemos miedo escuchado en las Ramblas, sí que tenemos miedo pues los miedos nunca han estado ausentes de la actividad humana: el temor a la enfermedad, al dolor, a la vejez, a la muerte sobre todo si es precipitada y violenta, al infierno con el que durante milenios nos tuvieron amenazados; el miedo a los inmigrantes, al terrorismo, el que suscita el cambio climático, el miedo a las locuras del dirigente de Corea del Norte, el pavor ante los robots que vendrán pronto a gobernar nuestras vidas. Hay pesadillas que parecen existir en el fondo de la memoria, en realidad se trata de episodios de la vieja lucha entre la desgracia y la felicidad, el bien y el mal. Porque todos deseamos que la fatalidad se aleje y que los malos tengan su merecido, que triunfen los buenos y nobles de corazón. Todos queremos una muerte indolora, sin las agonías y la larga postración de una cama de hospital.
Tras el caluroso verano de microalgas y atentados, septiembre viene con una prisa tremenda. Dicen los filósofos que después de la ruina del marxismo, todo el pensamiento occidental se ha convertido en una espuma vertiginosa, aquello de la sociedad líquida de la que nos habló Bauman. Como si hubieran puesto el acelerador para la desconexión y la proclamación urgente de la república catalana, los mandos de allí han sabido instrumentalizar los atentados yihadistas. Primero fueron las acciones contra el turismo, en Barcelona la turismofobia se convirtió en el caballo de batalla de modo semejante a lo que sucede en Venecia, otra ciudad invadida por las legiones de turismo barato. Luego vinieron los viles atentados ejecutados por gente criada en casa y la subsiguiente manifestación antiterrorista, la estrategia de los silbidos y las esteladas, con la pitada al rey y a Mariano Rajoy. Obviamente, los chicos antisistema fueron colocados en el sitio adecuado para que salieran bien en la televisión. Es humano sentir miedo ante el fanatismo islamista, que pretende el regreso a un califato donde se cumplan a rajatabla las normas más estrictas del Corán, saber que algunos musulmanes nos odian infinitamente y pueden armar una acción violenta en cualquier lugar nos hace ser muy vulnerables. Da miedo esa propuesta de recuperar para el califato la Península Ibérica, los 800 años que duró Al-Ándalus; Canarias nunca fue tierra sometida pero igual nuestros ancestros bereberes, que no islámicos, merecerían para estos locos la misma consideración.
En tiempos de Jordi Pujol e incluso Artur Mas la antigua Convergencia, partido moderado y sabiamente pactista, pretendía llevarse bien con el rey, pero la manifestación de ahora se convirtió en una sonora algarada con pancartas y esteladas. Como hay mucha prisa tal vez el soberanismo aceleró para ganar ante las cámaras el referéndum del 1 de octubre, maniobra previa a la desconexión y a la declaración de independencia para el día siguiente. Algún historiador dijo en su momento que fue una pena que España no se quedara con los portugueses y dejara ir a los catalanes, de por sí los primeros son de temperamento melancólico mientras que los segundos resultan algo más quisquillosos. En la manifestación de las Ramblas era denunciado el trato amistoso de España con Arabia Saudí, Catar y otros riquísimos países de la zona, presuntamente los que compran las armas fabricadas por España, los que fomentan el terrorismo y también los que adquieren equipos de fútbol, los que precisamente sostienen al Barcelona FC y al PSG, los que pagan de un día para otro cifras desorbitadas por un jugador cargándose de paso las normas del juego limpio. Aquella tarde Mariano Rajoy estaba allí sin inmutarse, practicando su consabida estrategia de dejar que las cosas delicadas se vayan pudriendo, que se resuelvan por sí mismas. Quizá sería bueno recordar un pensamiento de Churchill: “La gran política consiste en prevenir, no en curar.” Como dijo Luis María Anson en www.elimparcial.es lo que está sucediendo podría haberse evitado si los gobiernos de Aznar, Zapatero y el propio Rajoy hubiesen previsto la deriva, tomando medidas adecuadas antes de que llegara la infección. A fin de cuentas, ante las cuestiones espinosas la política es el arte de negociar, de pactar y resolver, así lo enseñaron los clásicos.
Ahora que hemos cumplido 68 años bajo el signo Virgo, permítanme un regreso a los orígenes. Tras la iniciativa del concejal Felipe Ramos, el ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, isla de La Palma, intentará celebrar en 1918 y 1919 los 150 años del título de Villa y los 120 de la concesión del título de ciudad. Aridane es un vocablo prehispánico que suena bien, y según el filólogo Alvarez Delgado significa lugar llano. Con ocasión de pregones que hice de las fiestas patronales comenté que es un poco redundante decir Los Llanos de Aridane, pues es equivalente a decir Los Llanos de los llanos. Por ello va abriéndose la tendencia a que el municipio se denomine Aridane, lo cual sería un acto de restitución del nombre prehispánico que tenía aquel cantón del valle. Hoy es la localidad más poblada y más dinámica de la isla, la capital económica, donde radica una importante colonia de alemanes, y además la voz Aridane ha hecho fortuna pues es utilizada como nombre de persona de ambos sexos. En el programa de las fiestas patronales de 1964 María de las Casas Pérez, la primera bachiller de la isla, jefa de Telégrafos y maestra, se refirió al lugar como “ciudad de ensueño”, por su buen urbanismo, la suavidad de su clima y el rendimiento de su agricultura, asunto glosado por los poetas desde Antonio Pino a Felipe Lorenzo, desde Félix Duarte al cronista Pedro Hernández y Hernández.


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