Un bofetón de aire
caliente y húmedo le dio la bienvenida en cuanto puso pie en la escalerilla, después
largas colas para los controles. Todo con esa calma del trópico.
–Tengo unas
chiquitas lindas –le dijo un hombre con un uniforme de maletero, que le
mostraba un álbum repleto de fotos.
–Gracias –respondió
sin apenas mirarlo, solo requería un baño de agua fría y un largo sueño.
Al Habana Libre, lo
cual significaba treinta dólares. Sin ganas de discutir precios, tampoco quería
escuchar al hombrecillo que en una larga retahíla le anunciaba buena ganancia
si canjeaba moneda americana por pesos, y que se empeñaba en mostrarle más fotos.
–Esta es Marlén,
quince. Y esta es Yanel, tengo por seguro que no ha cumplido los diecisiete.
Ahí donde las ve, compañero, hacen teatro y son modelos.
Además del calor y
del pesado olor del mar, notó que era su meta porque había un trío
interpretando Guantanamera una y otra vez, con un ritmo dulzón y pegajoso de
guitarras, maracas y voces. Luego, ya en la habitación, descubrió que el aire
acondicionado no funcionaba y se asomó a la terraza para contemplar las
cuadrículas de luz desvaída, una gasa sobre las calles y los parques. Las
ascensoristas parecían colegialas de uniforme impecable, sonreían coquetuelas
con sus dientes blanquísimos.
Olfateó el salitre y
le entró el capricho de pasear por el Malecón, por las piedras sagradas de los
desfiles y de los pasos del carnaval, en la avenida por donde entraron los
guerrilleros cuando la victoria. De entre las sombras salieron dos chicos para
agasajarlo con un trato de ron de Santiago, el verdadero Matusalén. No lo podía
despreciar, y también le ofrecieron buen cambio para sus dólares. Se pasaban la
botella con parsimonia para tomar sorbos largos. Un coche policial se acercó
para comprobar los acontecimientos, entre el cansancio del avión y el desorden
horario apenas disimulaba la flojera.
En la habitación
extrajo la almohada de su equipaje, no toleraba las de los hoteles, no salía de
casa sin ella. Luego soñó con el país que pronto conocería con su flamante
esposa: Italia, en especial la plaza donde el papa da sus bendiciones. De la
cúpula de San Pedro derrapaban milicianos verdeoliva bailando el son y de las
esquinas brotaban jineteras bien ceñidas. Horas después bajó al bufé y saboreó
los frutos tropicales antes de que le sirvieran puerco frito, por fortuna no
vio al taxista, por desgracia el Floridita de Hemingway andaba en reformas, y
la Plaza de la Revolución semejaba un enorme mausoleo, el enorme retrato del
Che santificado. Menos mal que no veía Marlenes ni Yaneles: la guía le mostraba
la pureza del sistema en el Parque Lenin, los logros de sanidad y enseñanza, la
pujanza de los barrios que levantaban
las microbrigadas, los cementerios y el monumento del Maine, con su nueva
explicación patriótica, fueron los yanquis quienes lo volaron.
A su chica le había
mandado un buen capital para ir resolviendo las cosas. Yotuel, que confesaba 29,
se quejaba de lo costoso de los trámites para el visado. Su nombre era
gracioso: yo, tú, él. La vería al día siguiente, según lo pactado, así que
tenía tiempo para conocer un poco la parte histórica, todos dicen que La Habana
antigua es sensacional, tantos palacios. Por la noche, en La Bodeguita del
Medio pidió un mojito y frijoles negros, tasajo y yuca. Más tarde caminó por la
plaza de la Catedral y empezó a amar aquel lugar de belleza ajada, paladeó sus
mil columnas y sus fachadas desconchadas, la gallardía de sus bulevares, los
tinglados del puerto, los bares de turistas y los espectáculos. Todo le
recordaba a su abuelo, el que se quedó por aquí. Su guía no le había podido
confirmar si conocía a gente apellidada Castaño. Quién sabe cuántos primos
podría tener diseminados por los bohíos. Pero el abuelo nunca mandó cartas,
difícil sería saberlo.
Se limitó a llenar
su estómago de cócteles con buen ron y hielo granizado, coloreado por jugos de
fruta. Degustaba los brebajes de los filibusteros, como si hubiese caído en una
trampa. Para conciliar el sueño luego quiso leer un rato. ¿Pero qué está
sucediendo en su vida? ¿Cómo anda de salud? ¿Cómo van sus finanzas? ¿Y sus
amores? ¿Cuántas veces al mes practica sexo? Piense en su niñez, pero no golpee
a su padre ni arañe la figura de su madre. Se sobresaltó, la revista de Iberia
no podía ser un manual de autoayuda. Más le interesaba la excursión a Trinidad
y sobre todo a Varadero, aunque no sabía nadar tenía mucho interés en conocer
playa tan célebre. Pero qué sería de nosotros sin el tropel de consejeros
dispuestos a fabricarnos una mente positiva. Igual que si despreciara a los
asesores de su banco, tan interesados en recomendarle fondos de muchísima
rentabilidad.
Tendría que
descansar, Yotuel lo esperaba lúcido y certero. Abrió el frasco de pastillas y
se tomó dos, imprescindible dar buena imagen por la mañana, pues al fin la
conocería. En las fotos que le había mandado era linda, con su carita tostada
de mulata, sus ojos vivarachos, sus grandes caderas. Le entusiasmaba su voz
sensual a través del teléfono, su apariencia juvenil y su sonrisa, y él trataba
de corresponder ofreciéndole las glorias del mundo: sus huertas eran las
mejores de la comarca, y qué decir de sus ovejas y sus cerdos. Se acostumbraría
al frío, su casa tenía buena calefacción. En cuanto a lo demás, ya se iría
amoldando. También en las cartas se lo había explicado: en su pueblo era bueno
el personal, pero había poca diversión. Se acostumbraría y él no iba a ser
demasiado exigente tras la boda, pues a los sesenta y cinco uno tiene más
necesidad de cariño, menos necesidad del cuerpo.
A las once y media
ya estaba plantado en el lobby del hotel, con sus mejores galas. En realidad la
cita era para las doce del mediodía, pero debía estar preparado con antelación,
siempre tuvo fama de organizado y puntual. Claro que nunca se olvidaría de los
retrasos de aquel día, en el bar lo vieron ingerir ron Matusalén, invitó a
copas a los que tocaban las músicas melosas, canturreó Guantanamera una y cien
veces, bebió y bebió hasta caer desmayado, porque Yotuel no apareció y él
lamentó los muchos euros que le había enviado para poder traerla a su pueblo de
Teruel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario