Eduardo Sanguinetti, filósofo rioplatense
Propongo avanzar hacia un modelo de desarrollo integral compatible con el bienestar de las comunidades y la preservación ambiental y demando la desaparición del Consejo de Seguridad de la ONU, un organismo que se encuentra en antípodas a cualquier “práctica de la verdad” y de un “mundo a vivir”, el cual “en vez de asegurar la paz entre las naciones ha promovido la guerra y las invasiones de potencias imperiales para apoderarse de los recursos naturales de los países invadidos”, una coartada diplomática atroz, que justifica las invasiones neocoloniales, travestidas de “guerras humanitarias”.
Lanzo estas palabras nutridas de mi verdad, pertinentes, tanto en su vertiente económica, como en la política y sobre todo en la cultural. No hay duda, para quienes no son funcionales a los gobiernos manipulados por las transnacionales, que el sistema que dicta en el planeta es depredador del medio ambiente, y a muy corto plazo, los tiempos de degradación se multiplican, estamos en tiempo de descuento.
El sistema neoliberal que reina, sin dudas, instala el paradigma que establece como razón primera del denominado ¿desarrollo?, el saqueo de los recursos naturales de los países menos ¿desarrollados?, a fin de producir, sin sentido vital, productos desechables, para los consumidores de todo lo que se les ofrece, luego de ser publicitados como panaceas de “un mundo a vivir”, ¿curioso no?…utilizar la misma frase, para fines anacrónicos.
Este paradigma del imperio y sus satélites, es decir quienes negocian y hacen pactos con la desmesura del sistema neoliberal, no solo conduce a estallidos sociales, pues los habitantes del mundo que no se pliegan a la mentira oficial, se están manifestando contra el régimen de una democracia que no desean y no les abastece de lo preciso y necesario para transitar una existencia que deba ser digna de ser experimentada.
Todo esto, sumado a un creciente desasosiego político indeciso y pragmático en el momento de tomar decisiones y no quedarse en la mera enunciación de buenas intenciones, ¡ya no!, los desastres ambientales, la desculturalización de las nuevas generaciones es un hecho, grave de por sí, pues la memoria no perdura y la historia oficial, fraguada en las usinas del pensamiento mercantilista, ha sentado reales, condenando a la humanidad, que habita el planeta hoy y a la futura a la miseria del conocimiento y de la ausencia de responsabilidad que deviene de este.
Y si deseamos permanecer en un mundo donde la mentira y la avidez sean erradicadas de una buena vez, demos espacio a la “práctica de la verdad” en libertad, pues uno sin la otra no tienen razón de ser, ni siquiera en lo lúdico.
Para finalizar, agregaré que la paradoja entre verdad y libertad es una cuestión de equilibrio, de prudencia, de política, de elección y en último término de libertad. Lo dejan en claro millones de seres que ya no adhieren a democracias fingidas del siglo XX y sus patéticos representantes y dicen ¡no a la mentira institucionalizada!, ¡no a ser considerados estúpidos!
Estos millones desean -y queda cristalizado en manifestaciones sin banderías políticas- desean existir en un mundo donde haya espacio para todos, no solo para los que ostentan privilegios por el contacto político de un corrupto. Los peores: banqueros estafadores, socios del mandatario de turno, accionando en la justicia, siempre de la mano del poder, políticos en reuniones a espaldas del pueblo que les otorgó el voto con las simuladas oposiciones, cocinando un futuro calculado. Este editorial, en plena “práctica de la verdad”, utilizando la pharresia griega: decir la verdad aún a riesgo de nuestras vidas, quizás, actúe cual prólogo intentado, un inicio para construir una cultura del tercer milenio.
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