A
las once de la mañana de hoy, 15 de septiembre, el toro de Tordesillas,
Valladolid, cruzó el puente medieval sobre el Duero para llegar al Campo de
Honor, donde, tras veinte minutos de tormento, decenas de jinetes le clavarían
sus lanzas hasta la muerte. Los vecinos de la villa defienden que el torneo,
que se celebra desde 1564, forma parte de la tradición, es fiesta de interés
turístico nacional desde 1980, es un referente antropológico y trae turismo y
dinero a la ciudad, pero cada año hay más polémica. El Partido Animalista PACMA
entregó 120.000 firmas en la sede del PSOE en Madrid para intentar frenar el
torneo, en Ferraz señalaron que si gobiernan harán una ley contra el maltrato
animal, aunque el alcalde del lugar es socialista. También, cientos de famosos
hicieron un vídeo rompiendo una lanza contra este acto.
La
tauromaquia es un arte y también un espectáculo que origina seguidores y
disidentes casi a partes iguales, porque contiene elementos de gran plasticidad
y también ecos de una barbarie antigua. A Ernest Hemingway el espectáculo del
ruedo lo dejó tremendamente fascinado, igual que a Goya, Picasso y a otros grandes
creadores. Tenemos, además, peleas de gallos y peleas de perros, unas
autorizadas y fruto de la tradición en algunas de estas islas y otras
clandestinas pero cada vez más frecuentes, forman parte de una lamentable
industria del espectáculo en ciertos lugares. La fascinación que el sufrimiento
produce en algunos públicos se traduce en apuestas y disfrute, cuando yo era un
niño y me dejaban entrar a las riñas de gallos solía salir precipitadamente a
la vista de la crueldad sobre el tablado y los gritos de los hombres, dispuestos
siempre a jugarse la paga semanal vaticinando la victoria de uno u otro
contendiente. El llamado Toro de la Vega está originando incidentes entre
quienes defienden la tradición y quienes pretenden terminar con ella. ¿Somos un
pueblo bárbaro que disfruta con el maltrato animal? A la vista de los
acontecimientos, parece que sí. Tenemos en casa mascotas pero también sabemos
abandonarlas a las primeras de cambio, muchas veces son alemanes o británicos
los que recogen y se llevan a sus países los perros o gatos que no queremos
tener más en casa. Las sociedades protectoras se ven desbordadas, y con
frecuencia han de eliminar los animales que tienen a su cuidado dada la escasez
de personas sensibles que los adopten.
Partidarios
de la tauromaquia han sido el rey Juan Carlos, Federico García Lorca, Rafael
Alberti, Ortega y Gasset, Pedro Almodóvar, Valle Inclán, Joan Manuel Serrat,
Fernando Savater, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes,
Octavio Paz, Agustín Lara, Antonio Machado, Joaquín Sabina y un largo etcétera.
Detractores han sido Lope de Vega, Tirso de Molina, Pío Baroja y otros escritores
de la Generación del 98, Mariano José de Larra, Unamuno, Víctor Hugo, Jacinto
Benavente, Francisco Umbral, José Saramago, Félix Rodríguez de la Fuente,
Eduardo Punset, Miguel Delibes y otro largo etcétera. Canarias fue pionera en
erradicar la llamada fiesta nacional, que está en entredicho en varias
comunidades autónomas, de año en año se reducen los festejos y al parecer
pierde adeptos entre las nuevas generaciones. Este año ha habido record de
fallecidos que participaban en los encierros de distintas localidades,
empitonados por toros bravos cuando pretendían hostigar al animal. El
lanzamiento de una cabra desde lo alto del campanario en un pueblo de Zamora ha
sido prohibido por ley, ya que esta acción avergonzaba al resto de pueblos de
Castilla y León. Consistía en lanzar a una cabra del campanario por las fiestas
patronales en honor a San Vicente. El primer año que esta se prohibió, el
pueblo llamó a la desobediencia y fueron lanzadas dos cabras. El maltrato
animal sigue vivo en fiestas patronales de distintas regiones: cabras, palomas,
gallinas o burros suelen ser sus víctimas.
Si
hablamos de que la tradición es un patrimonio que debemos cuidar y defender,
tendríamos que retrotraernos al tribunal de la Santa Inquisición, que formó
parte de la historia de nuestro país durante varios siglos y cuya vida se
alargó hasta bien metido el siglo XIX mientras en el resto de Europa triunfaban
el pensamiento ilustrado y la tolerancia. Aquel lamentable monarca que fue
Fernando VII, el Deseado, tuvo mucho que ver con la dilatada vida de la
institución.
La Asociación de
Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (AVATMA) presentó un documento en
el que se informa sobre el sufrimiento al que se expone el animal, desmintiendo
las palabras del alcalde, quien ha señalado que no padece en esta peculiar
celebración. El sufrimiento del toro será aún mayor desde el momento en que sea
liberado de su encierro y entre en la zona en la que puede ser alanceado y
herido muchas veces para que vaya muriendo poco a poco. A partir de ese momento
se le va a exigir un enorme ejercicio físico y padecerá alteraciones
cardiovasculares, falta de oxígeno y exceso de dióxido de carbono. En el
momento en el que los lanceros empiecen a clavar sus aceros habrá hemorragias,
traumatismos, inflamación, hipovolemia y empeoramiento de la deshidratación, la
cantidad de sangre que perderá va a depender de la profundidad de las heridas y
de las zonas y órganos que las lanzas hayan lesionado. Su vida terminará cuando
se introduzca la puntilla, un cuchillo de 10 centímetros. La puntilla fue
prohibida en todos los mataderos de la UE hace mucho por considerarse un método
cruel de dar muerte a un animal, no provoca la muerte instantánea, y el animal
padecerá una agonía de varios minutos.
El artículo 3 de la
Declaración Universal de los Derechos de los Animales, aprobada por la ONU en 1978,
dice: "Ningún animal será sometido a malos tratos ni actos de crueldad. Si
es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no
generadora de angustia". El concepto de maltrato animal abarca, pues,
todas aquellas acciones de violencia con ensañamiento y "de manera
injustificada". No en todos los casos hay consenso. Junto a conductas
abiertamente brutales, como el ahorcamiento de los perros de caza cuando dejan
de ser útiles, conviven otras que se considera que cumplen un fin social, como
el uso de animales en experimentación médica, docencia, investigación o para la
producción y consumo humano.
(Ilustración: Forges, en El País)
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