-¿A
las diez?
-Vale.En hora punta el aire se vicia, el tufo es impresionante tal si nadie se duchara en meses, ni hay baños termales ni hay playa, ni los van a traer. En invierno un nevero y en julio cocedero de mariscos. Para más fastidio, pocos respetan la prohibición de fumar. Los jóvenes no paran de lanzar sus risas y hacer de las suyas; ellas enseñando el ombligo y ellos vendiendo alegría.
No
sé de dónde acuden tantas multitudes de abejorros.
En
la salida del metro los chicos buscan el nuevo local y se lanzan en trampolín
como si tuvieran que devorarse a sí mismos, bucean en los enigmas y rastrean
sus intestinos, consiguen atrapar el rastro de una neurona y tal vez se
sorprendan de que todavía exista una brizna de pensamiento suelto por ahí.
Juegos y carreras, pero sobre todo mandan y reciben correos, chatean con una
amiga de Suráfrica, utilizan estrategias de comunicación y se sienten seguros.
Aquella
tarde estaba tan aburrido que entré en un portal cachondo y quedé conmigo mismo
para las once y diez. Para ir de marcha a Chueca, me dije. ¿De copas en
cualquier bar de gays? No olvides que la bilirrubina te sigue subiendo, me dijo
mi otro yo. Y las transaminasas, añadí por lo bajo. De septiembre no pasa que
empiece el régimen: mucha fibra, cantidad de verdura y pescado a la plancha.
Nada de fritos, ni de grasas. De beber, tan solo agua, o si acaso cerveza sin
alcohol. Pan integral y café descafeinado; tenis en primavera, pádel en verano,
carreritas en otoño y piscina climatizada en invierno. Sesión doble de
gimnasio, fuera tabaco y ni un minuto de siesta. El whisky, ni hablar. Los
cubatas, para recordarlos. Menudo tormento en una ciudad repleta de bares de
copas, ello me empieza a originar sentimientos negativos. Un amigo se aplica a
la alquimia sexual, reniega de perder miles de proteínas en cada eyaculación,
prefiere conservar su energía interior.
Con
desasosiego busqué un club alterne recién inaugurado. A punto estuve de abdicar
en esa última noche del mes de vacaciones, cuando ya venían en el tren la mujer
y los niños desde la costa –y de nuevo me condenaba a maldormir pues ni
siquiera hay aire fresco en casa– contemplé la salvación. Tropecé coches de la
policía, y esa cinta de prohibido pasar, pero no le di importancia. Poco antes
hubo un tiroteo entre colombianos por el negocio de la coca. Dos muertos,
comentaban por la radio; Fuera inmigrantes, Fuera basura dicen los graffitis.Allí estaba el local, con sus luces centelleantes y su oferta de conexión ADSL. Crucé el espejo, y cuando encendí la pantalla ultraplana la muy puñetera me guiñó el ojo. Por fin, había encontrado la pareja perfecta
No hay comentarios:
Publicar un comentario