Pudo ganarse la vida como prestidigitador, pero afortunadamente se dejó seducir por la pantalla. Medio siglo después, y al filo de los 80 años, Woody Allen estrena una comedia romántica sobre un ilusionista dedicado a desenmascarar espiritistas porque sigue siendo "un estricto ateo descreído".
"Me gustaría que hubiera una solución mágica que nos salvara a todos, pero no tiene pinta de que haya ninguna magia. Parece que (...) lo que ves es lo que hay. No hay un mundo especial ahí fuera con muertos sentados en círculos y pasándoselo bien, a los que nos uniremos cuando muramos", relata Allen (Nueva York, 1935) durante una entrevista en un hotel de París en la que participa Efe.
Los periodistas sostuvieron con él una charla restringida en el marco de la promoción del largometraje "Magic in the Moonlight" ("Magia a la luz de la luna"), que se estrena este viernes en España y que protagoniza el oscarizado Colin Firth, en la piel de un mago británico que intenta poner en evidencia a una falsa vidente estadounidense, interpretada por Emma Stone.
"No hay nada, esto es todo: naces, no hay sentido para ello; lo haces lo mejor que puedes, no sabes por qué; tienes hijos, no sabes por qué existe ese deseo sexual tan fuerte de tener hijos; esos hijos tienen hijos; y tu mueres, ellos mueren también y luego la Tierra desaparece y el universo también... ¿Estás contento de haber venido aquí esta mañana?", pregunta con ácido pesimismo el cineasta neoyorquino.
Para su nueva película, rodada en el sur de Francia, el director se inspiró en el célebre ilusionista húngaro Harry Houdini (Budapest, 1874-Detroit, 1926), y en la corriente de autoproclamados mediums que en los años veinte del pasado siglo "engañaban a la gente por su dinero" mientras invitaban a "profesores de renombre de universidades como Harvard o Yale, en Estados Unidos" a intentar desvelar sus secretos.
"Pero se dieron cuenta de que no podían engañar a los magos que les veían. Incluso los magos mediocres podían ver rápidamente dónde estaban los problemas. Houdini fue particularmente activo en ir por diferentes sitios destapando a todos estos impostores", resume Allen.
El neoyorquino de cuerpo enjuto y gafas de pasta que ha llevado "una vida sin esperanza, aterradora, que no tiene sentido ni objetivo", vuelve, circularmente, a su racionalista forma de entender la existencia.
"Cada cien años es como si se tirase muy fuerte de la cadena y todo se fuera. Y cien años después lo mismo... No hay forma de salir de ello, solo esos pequeños momentos: vas al cine, escuchas una sinfonía de Mozart, te enamoras de alguien... Pero todo se va y todas las sinfonías de Mozart y las obras de Shakespeare se irán", abunda.
No hay que llegar a la magia para ser un delicioso excéntrico del cine, como él. Saludos.
ResponderEliminar