José “Pepe” Mujica recibió el jueves pasado la distinción Orden
Nacional al Mérito en grado de Gran Collar en Ecuador, en medio de un sentido homenaje del pueblo de
Guayaquil (este) durante el traspaso de la presidencia pro témpore de la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur).
La gran distinción que otorga Ecuador fue impuesta a Mujica por el
mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, quien agradeció el ejemplo del dignatario uruguayo para la
región.Tras ser condecorado por su homólogo ecuatoriano, Mujica aseguró que el único mérito que tiene es haber nacido en el mejor continente del mundo.
Consideró ser un luchador incansable sin vocación de héroe, pero contrario a la injusticia social.
“Agradezco a todos por este bello homenaje, pero al salir de aquí sigo siendo el mismo viejo lleno de sueños y esperanzas”, dijo Mujica, en un discurso magistral que emocionó y caló hondo ¡vaya si lo hizo! Un discurso pleno de sensibilidad, tolerancia, desmesura vocacional en temas que hacen al sentir de los que se comprometen y abogan por un mundo donde quepamos todos; un discurso de quien ha vivido a su manera cada acto de su rutina diaria en el devenir de los años transcurridos pues, como dije en este medio hace unos años antes de que asumiera la Presidencia del Uruguay, Pepe Mujica inauguró un estilo de hacer política, al margen de creencias o descreencias, acerca de gestiones en su
gobierno que me hicieron tomar distancia de él.
En definitiva la temporalidad y siendo solo “pasaje” en esta existencia, somos dueños de nuestro
estino y debemos hacemos cargo de nuestros actos. No debo ni puedo dejar de mencionar,
recordando cual acto de vida, que he sido el primero en proponer y nominar a Mujica al premio Nobel de la Paz, como también haber desistido de seguir haciéndolo, a inicios de este año 2014.
El anacronismo ocasional con el presidente Mujica deviene en razón de situarme en antípodas de
ciertos actos en su gestión de gobierno, que aún persisten.
Sin embargo, trazando analogías, José “Pepe” Mujica deslumbra con su palabra “lanzada al viento”, que abre mentes y deja de lado los habituales protocolos a los que nos han intentado acostumbrar los políticos pacatos y de ocasión.
En este discurso brillante y emotivo, opinó de lo que ha vivenciado, sobrevolando y elevándose por encima de su rol de presidente de una nación, sin reparos en manifestar que “no puede creer en Dios”, admitiendo equivocaciones, “el orgullo es pasión de estúpidos” y lleva a confrontaciones inútiles.
“No perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada”. Estas palabras pertenecientes a un texto del poeta Miguel Hernández podrían haber sido escritas por “Pepe” Mujica. No perdona a la muerte, ni a la nada, así es bienvenida la vida con la mirada en el futuro caminando un presente un tanto incierto. Expresa bien el sentimiento a modo de elegía de un pueblo que no deja de soportar una existencia al margen con tanto pan amargo que ha comido.
No lo compro a Mujica, no lo vendo, no existe efusión de presentador en este artículo de opinión, lo creo necesario y en tiempo, como la vida. No tiene precio, frente a las ideologías de ocasión este Pepe Mujica que nos ofreció una lección de vida durante su discurso en Ecuador. Nadie puede permanecer indiferente ante estas palabras nutridas de sentido y marcando un destino: “No hay que dividir al mundo en colores, ni géneros, sino en quienes se comprometen o no se comprometen”.
Que persista la memoria.
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