La casi ya primera potencia económica y militar del mundo se expande, y ahora que pueden tener dos hijos sus habitantes se multiplicarán con mayor alegría. Durante más de 20 años, nos ha mandado productos de poca calidad y bajo precio, sobre los que ha cimentado un fuerte crecimiento económico. Pero ahora coloniza África, Asia y América Latina, se permite regalar estadios de fútbol en lugares en los que construye trenes, autopistas, aeropuertos, hospitales. China es voraz, necesita materias primas y se niega a reducir la contaminación mundial puesto que tiene el mismo derecho que cualquiera a desarrollarse plenamente, y para ello necesita quemar petróleo. La globalización le ha venido bien al gigante asiático, que ya es líder económico planetario. En 2013, las empresas chinas invirtieron un total de 73.000 millones de dólares en el exterior, un aumento del 17% respecto al año anterior y multiplica por 36 veces lo que invertía hace 10 años. Se ha convertido así en el tercer país emisor de inversión extranjera directa, solo por detrás de Estados Unidos y de Japón. China condiciona nuestras vidas, pues es la principal culpable de que se derogue el principio de la justicia universal. China compra nuestra deuda, invierte y nos manda inmigrantes, y no permite que se violen sus intereses aireando las violaciones de derechos en el Tibet. No solo los partidos de la oposición han alzado la voz contra la liquidación de la justicia universal por parte del PP. Los fiscales de la Audiencia Nacional se han quejado también a la Fiscalía General del Estado de esta reforma que crearía "espacios de impunidad" para perseguir "graves delitos" contra los derechos humanos, terrorismo, drogas o piratería.
China acoge un número descomunal de súbditos,
pueden ser 1.300 millones aunque, dado que los censos no son exactos, tal vez
sean 1.500. Son pacientes, laboriosos y astutos, por eso están comprando la
deuda de la mayor parte de los países occidentales, equipos de fútbol,
edificios emblemáticos. De este modo occidente cada vez será menos occidente,
tributario como es de China y los jeques de los Emiratos. Con todo ello, Estados
Unidos y España, por ejemplo, se sienten cada vez más comprometidos con el
régimen chino y ponen especial cuidado en no incordiarlo con críticas a lo que
sucede en el Tibet y a la cuestión baladí de los Derechos Humanos. El país es
gigantesco y también posee vocación imperialista, por eso está colonizando
países en vías de desarrollo. Y además firma acuerdos con occidentales para que
su excedente de mano de obra pueda buscar acomodo más allá de tan gigantesca
colmena. Entre nosotros los chinos ya no son aquella gente que montaba
restaurantes, tantas veces criticados por la insuficiente higiene y la dudosa
calidad de los alimentos. Aquí los jóvenes chino-canarios los ves de dependientes
en comercios, los estudiando con provecho en la universidad, triunfando en la
pirámide social.
En medio del medio millón de inmigrantes
censados, ya es relativamente habitual contemplar a familias vestidas con lujo y conduciendo Audis, BMWs o
Mercedes, se supone que deben ser la cúpula dirigente de esta nueva
organización que adquiere a toda prisa docenas de locales para instalar sus
tiendas de ropas baratas y chucherías, en Madrid la zona del Rastro ya tiene
varias las calles copadas al completo, igual que en Lavapiés. Los chinos son
una inmigración que nadie sabe cuantificar aunque se halla en pleno crecimiento
en las grandes ciudades, incluso entre nosotros es apreciable su número y a
pesar de la crisis económica en la que ya andamos metidos hasta el cuello
sabrán resistir las adversidades. Ya la habíamos contemplado hace décadas en
Chinatown de Nueva York, donde los orientales arrinconan día a día a la Pequeña
Italia que tienen enfrente en el Bajo Manhattan. Tan importante es el flujo de
origen oriental que hay en Madrid una televisión local que emite para ellos.
Aquí los chinos mayoritariamente vienen de Taiwan y los asociamos a los
restaurantes y en la Península tienen poco éxito estos establecimientos, cuyos
dueños llegan de la República Popular. Ahora se dedican al pequeño comercio,
talleres de ropa, fruterías, bares, peluquerías, vender bocadillos o flores de
madrugada, Sus tiendas son casi de 24 horas, esta gente tiene aspecto de ser
sobria y resistente. Fabrican más barato
porque sus salarios son ínfimos, ofrecen el alcohol que los jóvenes requieren
para sus botellones y son capaces de dormir en garajes, incluso han abierto negocios
de la necesidad: por ejemplo proporcionar dormitorios en “camas calientes” que
nunca dejan de estar ocupadas, o montar en la trastienda una colección de
sillas para que los inmigrantes pasen la noche por unos pocos euros, opíparo
negocio que la policía suele desmantelar, aunque resurge en otros escenarios.
Algunos se frotan las manos pensando
en el aluvión de turistas e inversiones que pueden venir en cuanto se consolide
todavía más su heterodoxia comunista que los hace ser campeones de la
aplicación de la pena de muerte mientras dan facilidades para que se abran hamburgueserías
y boutiques de Pierre Cardin. Mucha controversia se ha creado desde que el
presidente de Mercadona afirmó aquello de que los bazares chinos practican la
cultura del esfuerzo que nosotros ya no hacemos, solo ellos están dispuestos a
trabajar catorce horas diarias los siete días de la semana. Bares, peluquerías,
restaurantes, videoclubs, tiendas de fruta, pescaderías, panaderías, una cadena
de tiendas de ropa, muestran la capacidad de iniciativa y el esfuerzo de esta
gente. En muchos casos sus empleados viven hacinados compartiendo piso.
Para el presidente de la
Federación de Empresarios de Madrid, la clave radica en que están ocupando los
negocios que los españoles regentaban hace 20 años. Según la consultora
Nielsen, el 60 por ciento de los nuevos negocios abiertos son regentados por ellos,
son negocios que requieren inversión pequeña y que generan ingresos rápidos. La
mayoría llega con poco dinero y recurre a préstamos de familiares o empresarios
ya instalados, suelen ser negocios regentados por familias para poder cubrir el
horario durante toda la semana. El auge ha generado mala prensa al colectivo y
con cierta frecuencia se habla de la “mafia china” que estaría detrás de
actividades tan lucrativas como la prostitución, la droga o el tráfico de
armas. Es obvio que la inmensa mayoría de los chinos que anda entre nosotros
son buenas personas, pero impacta su presencia creciente.
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