La literatura
escrita en Canarias tiene más de cinco siglos. Desde las Endechas a la muerte
de Guillén Peraza, 1447, hasta hoy se ha ido construyendo un cuerpo que sin
duda posee especificidades, las que ya enumeró Valbuena Prat en los años veinte
del siglo pasado y seguramente alguna más. Esta latitud y este aislamiento generan
una actitud especial, una mirada distinta, y por tanto conforman un entorno
psicológico particular. Probablemente aquí la vida sea percibida desde una
cierta conciencia de desamparo, de soledad y del dramatismo que generó nuestra
propia historia, aunque todo ello ha de ser matizado por ese sentimiento
irónico y el ejercicio humorístico que el insular cultiva con especial
predilección.
Así pues nos
afectan tanto la insularidad como el eclecticismo, el hecho de surgir en un
territorio de ida y vuelta en medio del Atlántico, el ensimismamiento pero
también el cosmopolitismo y la constante vocación de conectar con las
vanguardias. Desde Cairasco y Viana hasta la Ilustración, con el
auge de la historiografía, el auge de la poesía, el surrealismo, el ensayo y la
narrativa, la literatura hecha en estas islas tiene calidad comparable a la de
otros territorios similares.
Cairasco de
Figueroa incorpora el paisaje, la añoranza de la selva de Doramas, y anuncia el
barroco. Su sucesor, Viana, fue un prerromántico que glorificaba a los
caudillos y princesas guanches con su conocido poema épico, dando pie a un uso
y abuso de esta mitología. Pero es en el Setecientos cuando la literatura
insular florece y se vuelve didáctica, moralizadora, “ilustrada” para la
pública utilidad. Viera y Clavijo viene en el tiempo en que surge la primera
universidad, las Sociedades Económicas de Amigos del País, las primeras
bibliotecas, las mejoras agrícolas. Tomás de Iriarte, en sus Fábulas, recupera
la inventiva del género. El tercer gran hombre del XVIII es el lanzaroteño
Clavijo y Fajardo, cuya vida aventurera inspira el drama Clavijo, de Goethe.
Con el
Romanticismo se exalta el pasado prehispánico, la mitología del guanche como
“buen salvaje” y nace el sentimiento de exaltación regional. A finales del XIX
surge en Tenerife la Escuela Regionalista,
fundamentalmente poética. Es el momento de ilustres trasterrados como Angel
Guimerá y Pérez Galdós.
En el
tránsito del XIX al XX llega la edad de la poesía; el Modernismo americano y la Generación del 98
prenden con fuerza. Domingo Rivero nos da su Oda a mi cuerpo. Tomás Morales,
Alonso Quesada y Saulo Torón son figuras centrales. También hay cultivadores de
la novela y el teatro desde perspectivas costumbristas (los Hermanos Millares,
Angel Guerra, Leoncio Rodríguez, Benito Pérez Armas). Hacia 1920 se anuncia una
nueva literatura con Gaceta de Arte, con Agustín Espinosa en novela y Pedro
García Cabrera en poesía, además de Gutiérrez Albelo, Pérez Minik y Eduardo
Westerdahl. Para Gaceta la insularidad es un gozo y las islas un territorio que
permite la observación del mundo, un lugar para absorber y digerir, y devolver
la mirada.
En 1947 la Antología Cercada
da la voz a Lezcano, Agustín y José María Millares, Ventura Doreste, Angel
Johan. La Generación
del Medio Siglo ahonda en la tradición. Y así llegamos a la novela. Los
fetasianos son frutos del silencio y el vacío, generan una literatura casi
hermética, repleta de símbolos pues no retratan la realidad a la manera del
realismo social sino que beben en Kafka, Beckett, el absurdo. El archipiélago
ha cambiado: ya no es una sociedad rural sino una sociedad de servicios
turísticos. Con los 70 aparecen nuevos escritores que intentan aproximarse a la
realidad desde un tratamiento irónico, desde los procesos de la historia, desde
la búsqueda del paisaje y del mito.
Las islas son
un borbotón de creación en diversos campos –las artes plásticas, las nuevas
tecnologías, la música, la poesía, la novela, incluso el cine- pero esta
cultura es poco asumida y valorada. La burguesía insular aprecia insuficientemente
sus propios valores culturales y patrimoniales, y la desvertebración se agrava
con el intento de reinstaurar a diario el pleito insular.
Con la ACAE los escritores de las
islas crecerán juntos. En Canarias casi nunca ha sido posible establecer
proyectos aglutinadores y estables. Las humanidades están siendo abandonadas,
ganar lectores y cómplices no es sencillo pero -precisamente por hallarnos en
una época de crisis- los creadores necesitan idear estrategias de aproximación,
potenciar mecanismos que catapulten su trabajo en la sociedad. Ya somos más de
100, estamos en todas las islas y en Madrid, Inglaterra, Chile, Cuba, Francia. Y
ahora nuestra revista INSULARIA viene a darnos voz. Ojalá sea por mucho tiempo.
(Declaración
de intenciones de la Asociación Canaria de Escritores, publicado en el número 1
de la revista Insularia, año 2008)
Ilustraciones: Viera y Clavijo y Tomás Morales
Habría que analizar la literatura canaria actual, pura mediocridad, como el panorama general por otro lado.Muchos estómagos agradecidos muchos corrillos, mucho ego, y mucho escritor de medio pelo con ínfulas de artista...Un reflejo también de nuestra mediocre sociedad canaria, por otro lado.
ResponderEliminarun saludo