El 20 de junio, en el medio de la matanza de los iraquíes, Israel recibió
el primer cargamento de petróleo crudo enviado desde el Kurdistán iraquí.
El Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) controla el norte del país,
incluida la ciudad petrolífera de Kirkuk, cuyo oleoducto alcanza el puerto
turco de Ceyhan. Es una demostración de la nueva situación política de la
región y plantea muchas sospechas sobre lo que sucede en el escenario iraquí y los
que dirigen la función. EEUU se prepara para un nuevo asalto sobre el país, y,
como siempre, la verdad —a la que suelen denominar Teoría de la conspiración—
es la primera víctima de la guerra. Ya saben, ni Irak tenía las dichosas armas,
ni Bin Laden estaba en Afganistán. En pocos días, un millón de niños, ancianos,
enfermos, mutilados, desesperados ciudadanos iraquíes han huido de sus hogares
hacia ninguna parte, en una tierra maldita por el petróleo. Los maestros de la
Historia ya señalaban a Irak como el segundo Vietnam del imperio
estadounidense, donde se precipitó su debacle. El actual infierno de
Mesopotamia, también es un gran clavo para el ataúd de Obama: el presidente que
quiso ir al Pacífico a meter miedo en el cuerpo a la tierra de Mao, se vuelve a
dejar utilizar por sus aliados débiles en Oriente Próximo. Caso omiso a la
sabiduría de Albert Einstein: “La locura es hacer la misma cosa una y otra vez
y esperar resultados diferentes”.
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