Soy
uno de los tantos ciudadanos de estas islas que lamentan el bochornoso
espectáculo que ofrecimos a todo el país, en el que unos incontrolados
individuos, muchos de ellos menores de edad,
invadieron el Estadio Gran Canaria, ante de que finalizara el partido de
la U.D. Las Palmas. En primer lugar he sentido vergüenza, tanto por el hecho en
sí que atenta contra la imagen de la isla,
como por la falta de previsión de
quienes tenían el deber de haber afrontado el riesgo que había. No era un
partido normal, un partido cualquiera sino que se disputaba, nada menos, el
ascenso del equipo isleño a la Primera División.
Así
que en esta ocasión, hubo todo un equipo de culpables que tuvo que ver con la
falta de previsión ante un encuentro que podría catalogarse de riesgo. Culpable
la delegación del Gobierno que no envió a ese lugar concreto de la ciudad a las
fuerzas de seguridad suficientes que evitaran lo que después ocurrió. Ahora se lavan las manos y le echan la culpa
a quienes cometieron la gamberrada de la invasión al campo. Culpables los
organizadores del evento, incluído el presidente de la U.D. Las Palmas que se
encargaron de una seguridad sin tener la
suficiente preparación y ni siquiera los
incentivos para ejercer esa profesión. Culpables, quienes decidieron
abrir las puertas para que entraran aficionados que se encontraban fuera, en un
número bastante considerable, y, especialmente, había también una serie de
energúmenos que se caracterizan por su trayectoria de alborotadores y
folloneros, que tratan de reventarlo todo, bien sea por su frustración
personal, por su adicción a drogas y alcohol, o, particularmente porque no
tienen ninguna educación ni responsabilidad ya que sus padres no se han
preocupado de educarles. O simplemente, no tienen padres. Viven en familias
desestructuradas y no tienen a nadie que se ocupe de ellos. Estamos, pues, ante
un grave problema social que afecta mucho más a unas islas apartadas del
continente y sin apenas recursos, que a otras tierras situadas en la Península
Ibérica.
Lo
cierto es que, Las Palmas que tuvo en sus manos el ascenso a primera, lo perdió
todo en unos segundos, y lo que era una alegría se convirtió en una tragedia.
Indudablemente, encontrarse en primera
división beneficiaría a Las Palmas de Gran Canaria y al mismo equipo que la
representa.
Había
ayer gente que lloraba por todo lo ocurrido: por un lado, por la impotencia de
no haber conseguido subir a primera, y en segundo lugar, por esa vergüenza que
sentimos todos los que aún la tenemos, ante un espectáculo que daña nuestra
imagen. En tercer lugar, porque quienes trataron de lavarse las manos, han
utilizado las fuerzas policiales para blindar a ministros del gobierno
aborrecidos por las masas, como fue el caso de Wert en La Laguna, o si no, el
estado de sitio que rodeó al señor Soria en su pregón-mitin pronunciado en una
ermita del municipio de Telde. Tanto en un lado como en otro, sobraban
policías.
LA DEMENCIA INSULAR, con sus elites corruptas miserantes (politicos y empresarios degeneradores de todo lo bueno que eramos) que han creado esta mente social de inutiles cagones mataos y otros poligoneros para ellos seguir en el machito de CASTA politica-funcionarial, (los chulos de Tafira en cabeza, y tipos como los Jesuitas de puteros progres), ha hecho finalmente este desastre. A Madrid (el arbitro chuleta) ademas le interesa, como siempre del COLONIZADO HISTERICOS, mas aún de la ultima cagada repsoliana petrolera soriana....
ResponderEliminar