miércoles, 30 de abril de 2014

"Sorimba": la sagrada memoria rural

He aquí una radiografía del mundo rural, nuestros lejanos ancestros, olvidados porque los caseríos se han despoblado. Los paraísos perdidos en la más pequeña y la más occidental de las islas, los caminos reales, los cultivos de secano y la subsiguiente dependencia de las lluvias y las sequías. El regreso a la infancia, en definitiva, a la memoria de unas islas sin contaminar. “El invierno se había hecho ya dueño de Sorimba. Toda la vida giraba en torno a la tierra y los animales, los días eran cortos y en las largas noches un viento con melena de agua revolvía la cabellera de los árboles y recordaba a los habitantes su indefensión, su dependencia de la naturaleza, su necesidad de luchar por sobrevivir un día más”, página 79.

Sorimba, Puentepalo, 2012, tiene mucho de etnografía, de recordatorio de labores agrícolas, de usos y costumbres relacionados con la agricultura. Un documento sobre la inocencia, casi una novela corta, un relato largo, en el que aportan sus vivencias unos cuantos personajes representativos de una época ya lejana, algo así como los ecos de un Pedro Páramo, voces de otro tiempo que vienen a recordarnos un pasado de emigración, sequía, una pelea descomunal por el día a día. Hay una cierta carencia de estructura novelística, pero el texto tiene encanto. La solidaridad, casi tribal, es la única manera de vencer el fatalismo del aislamiento en tiempos de pobreza extrema:  “La tierra y la gente sabían por igual lo que tocaba hacer, todo a su tiempo, porque así se había hecho siempre, porque eso era lo que había que hacer, porque así seguiría siendo…” Cada año toca la mudada, la trashumancia con los animales en busca de mejores pastos, del mismo modo que hay un tiempo para la siembra y otro para la recogida de los cereales, las habas, los chícharos, las lentejas, las papas. Y la relación tan especial que se entabla con los animales domésticos, ese burro viejo que es un miembro más de la familia.

Los protagonistas salen adelante a base de trabajo y espíritu de sacrificio. Y las cruces de los antepasados reposan dentro de cada modesta casa, pues los que se han ido al otro mundo siempre están al lado, como sombras protectoras. Así, la fiesta del día de Todos los Santos es esa especie de comunión colectiva, gofio y vino, historias de brujas, muertos y aparecidos, alegre y modesto convite para espantar el frío.  Y es que El Hierro es una referencia casi mítica, allí se habla el castellano más arcaico y las eses se pronuncian, allí es obligatorio dar los buenos días cuando pasas ante personas a las que nunca has visto, en los restaurantes de La Restinga te comes un par de excelentes viejas con papas guisadas por poco dinero.
 
Sorimba recuerda los paraísos perdidos en la más pequeña y la más occidental de las islas. El regreso a la infancia, en definitiva, a la memoria de unas islas sin contaminar por los tiempos modernos. El forastero sale huyendo o se deja atrapar, obviamente el protagonista de esta historia se deja atrapar por el primitivismo, Álvaro se convierte en un Robinson.

María Jesús Alvarado es poeta y cineasta, codirectora de la editorial Puentepalo, pasó su infancia en el antiguo Villa Cisneros, allí donde se erguía el Fuerte, el edificio más antiguo de todo el territorio, vilmente derribado por Marruecos hace poco. Pertenece a un grupo de Escritores por el Sáhara y es autora, entre otros libros, de los relatos de Suerte Mulana y coautora de Isla Truk, poesía, conjuntamente con Maribel Lacave, así como de los documentales La puerta del Sáhara y Pilar Rey, pasión por el teatro.

2 comentarios:

  1. Siempre tan útiles sus palabras, amigo Luis.Siempre le sacamos su espiritu.

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  2. María Jesús Alvarado6 de mayo de 2014, 19:29

    Gracias por leerla y comentar tus impresiones. Aunque la historia transcurre en El Hierro, "Sorimba" es un recordatorio y un homenaje al pasado común de nuestras islas y a determinados valores que se están perdiendo. Espero que resulte útil y entretenida, especialmente a los jóvenes.

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